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21 de Agosto de 1911

Hace 111 años robaban la Gioconda: el autor intelectual fue un argentino

Cientos de miles de personas visitaron el museo para ver el espacio vacío
que ocupaba el cuadro.

Por Carlos Rossi

Millones de personas visitan todos los años la inmensidad del Museo del
Louvre, en París, para disfrutar y apreciar las obras de arte que allí se
exponen.

En sus más de doscientos mil metros cuadrados, sus paredes albergan las
pinturas más famosas, y en sus salas se encuentran las esculturas más
importantes del mundo.

El Louvre, uno de los museos más importantes y grandes –por su tamaño- del
planeta, es uno de los puntos turísticos casi obligados de quienes viajan a la
capital francesa, conozcan o no, les interese o no, las obras de artes.

A principios del siglo XX, cientos de miles de visitantes, curiosos en su
mayoría, ingresaron durante más de dos años para ver…nada. Solo una pared
con un espacio vacío.

Allí, en el salón Carré, con sus paredes rebosantes de obras pictóricas, se
detenían a observar un lugar donde solo quedaban entonces los soportes
que presumiblemente sostenían un cuadro. Un cuadro pequeño, de poco
menos de 80 centímetros de alto por poco más de 50 centímetros de ancho.
Era el espacio donde exhibía su enigmática y melancólica sonrisa La Gioconda
o Mona Lisa, la obra del artista renacentista florentino Leonardo Da Vinci,
que habría realizado entre 1503 y 1519.

Un día como hoy, 21 de agosto, de 1911, hace 111 años, el cuadro más
famoso del mundo había sido robado, y permaneció desaparecido durante
dos años y 111 días (vaya casualidad numérica).

El robo lo perpetró un carpintero italiano llamado Vincenzo Peruggia, que
realizaba trabajos esporádicos en el Louvre, motivo por el que conocía al
detalle los movimientos del museo; rutinas de los guardias, escondites y
salidas.

El domingo 20 agosto, Peruggia ingresó al museo, momentos antes del cierre.
Pasó la noche escondido en un depósito de herramientas, que él conocía muy
bien, cercano al salón Carré donde estaba La Gioconda.

El lunes 21, el museo estaba cerrado al público. Peruggia aprovechó la
ocasión, salió de su escondite, descolgó la pintura, le sacó el vidrio y el
marco, la ocultó bajo su guardapolvo y atravesó la salida como un operario
más.

El faltante recién se notó el martes 22, cuando el Louvre abrió al público.
Nadie, ni los más sagaces investigadores policiales pudieron resolver el robo.
La Gioconda había desaparecido.

El ladrón, no era un ladrón. Vincenzo Peruggia era un simple trabajador,
pobre y no muy avispado, que según cuenta la historia, había sido persuadido
por un supuesto marqués argentino de nombre Eduardo Valfierno.
Nuestro compatriota Valfierno, no era sino un timador que había llegado a
París después de varias estafas en Sudamérica junto a su socio Yves
Chaudron, un virtuoso falsificador de obras maestras.

Space taken by the Mona Lisa in the salon carre in Louvre museum before her theft by an italian painter Vincenzo Peruggia on august 21, 1911. Credit: Album / Rue des Archives / Bridgeman Images / Tallandier

Rápidamente, al conocer a Peruggia y sus conocimientos sobre el Louvre, el
argentino lo convenció con el argumento que semejante obra –La Mona Lisa- era italiana, y que había que arrebatársela a los franceses, para devolverla a
Italia. El carpintero mordió el anzuelo y la primera parte del plan maestro de
Valfierno estaba en marcha.

El falsificador Chaudron, hizo seis copias impecables de La Gioconda,
mientras el hábil argentino, iba detectando a media docena de millonarios
dispuestos a pagar lo que fuera para tener aquel retrato colgado en la pared.
El cuadro original no le interesaba a Valfierno. Necesitaba únicamente que la
noticia del robo se conociera en todo el mundo, para vender “las Giocondas
de Chaudron”.

Valfierno y Paruggia no volvieron a tener contacto.

El carpintero italiano siguió con su vida, pobre y oscura, con el cuadro más
famoso del mundo escondido en el doble fondo de un viejo baúl en la
habitación que ocupaba en un hotelucho de mala muerte, a muy pocas
cuadras del Louvre.

Un par de años después leyó que un anticuario compraba a buen precio
obras de arte. Peruggia le ofreció “el cuadrito” que tenía. Fue denunciado y
apresado en el momento de la transacción.

La noticia de la aparición de La Gioconda recorrió el mundo. Poco agradó a
los seis ingenuos millonarios que habían pagado fortunas por el original
robado que fueron a parar a los bolsillos de Eduardo Valfierno.

Con millones de dólares en su haber, el argentino se radicó en Estados
Unidos, y antes de morir le confesó a un amigo periodista, haber sido el autor intelectual del robo del cuadro más famoso del mundo, La Mona Lisa, que
jamás tocó con sus manos.

La Gioconda estuvo desaparecida dos años y 111 días.

Durante ese tiempo faltó del Louvre. No te seguía con su mirada a donde
fueras. No obstante, el museo registró en ese lapso un récord de visitantes,
que iban, simplemente, a observar un espacio vacío en la pared.

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