informe especial
En Bahía hay una “Comunidad Épica”, un lugar para todos
Un grupo de jóvenes que trabajan en los barrios más carenciados de la ciudad. Sus sueños y motivaciones. Las ganas de cambiar la realidad. La palabra de los protagonistas.

Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24 [email protected]
A lo largo de distintas publicaciones, en La Brújula 24 hemos dado lugar a diferentes expresiones, agrupaciones o espacios solidarios de la ciudad que, en los tiempos que corren, merecen ser visibilizados. Gente que deja muchas cosas de lado en pos de dar una mano al que más lo necesita. Hoy no será la excepción.
Ejemplos de lo antes mencionado podrían ser el trabajo llevado adelante por Matías Torres, un “Ciudadano Bahiense” que poniendo de su tiempo y recursos se dedica a repartir donaciones en lugares carenciados. También están los miembros de “Grupo Inquietos”, que desarrolla talleres y actividades educativas en barrios vulnerables. O bien la tarea de la “Fundación Lazos”, que lleva más de una década trabajando por y para la igualdad.
En definitiva, podríamos seguir enumerando muestras de que no todo está perdido. Cuando de ayudar se trata, Bahía suele dar muestras de esperanza en los momentos difíciles.
En esta oportunidad, la idea es valorar la tarea desarrollada por los integrantes de la “Comunidad Épica”, quienes se encuentran trabajando actualmente en el barrio Villa Talleres, donde buscan de a poco ir trasformando una realidad que muchas veces pasa desapercibida, pero que está ahí y duele.
Se trata de un equipo con origen en Buenos Aires con un nexo de acción muy fuerte con “La Casa del Niño”. De hecho su presidente, Emanuel Piccone, fundó la ONG hace 8 años. para darle una mano a grandes y chicos en el aspecto social.
Al respecto, este cronista conversó con algunos de sus integrantes en Bahía Blanca, quienes dejaron plasmadas sus más íntimas sensaciones al respecto. Sus sueños y expectativas. Sus ganas y motivaciones.

Uno de ellos es Juan Tomassini. “Todo comenzó en la pandemia por un malestar que teníamos con mi esposa. Nosotros participábamos de una institución religiosa que en ese momento cerró sus puertas, justo cuando más se lo necesitaba. Incómodos, dejamos de asistir ahí para convertirnos en una misión, para dejar de formar líderes y formar personas que sirvan a la comuna”.
“Viajamos a Buenos Aires para capacitarnos, y luego los primeros pasos que dimos acá fueron ayudando a comedores y merenderos que no recibían ayuda política de ningún tipo, haciendo ollas populares o ferias de ropa. Después empezamos a trabajar con una familia en un asentamiento de Villa Talleres. Se fueron sumando las meriendas, dándole chocolatada a los más chicos”. Y relató que “también hacemos recreación, tenemos hoy más de 30 chicos con nosotros, entre niños y adolescentes. Nuestra comunidad se forma por gente que ama servir al prójimo a cambio de ver la sonrisa en el rostro de la niñez”.
Expectativas
“Apuntamos a la construcción de un comedor comunitario para brindar apoyo escolar, contención, charlas informáticas a los padres, formar un equipo de profesionales para abordar distintas problemáticas como el abuso infantil o la adicción. Eso sería lo más importante, porque más allá de todo estamos trabajando a la intemperie y hace mucho frío, no hay iluminación, no hay nada”, comentó Juan. Y concluyó: “Nosotros pateamos la calle, como una iglesia urbana pero no pedimos un diezmo. Nos juntamos con las personas marginadas de esta sociedad para llevarles un mensaje”.
A su tiempo, Abigail Troschasky, otra miembro de Comunidad Épica, contó que “en septiembre se cumple un año desde que decidí formar parte de la ONG. Lo hago con amor y honra, trato de no quedarme solamente con el pensamiento y accionar”.
“Es mor y familia, llegué en una etapa difícil y pude cambiarlo. Este espacio brinda una oportunidad a esas personas que no la tienen, es un lugar para todos”. “Lo que se busca es lograr la autosuficiencia de las personas a las que ayudamos, que cada uno pueda en un futuro desempeñar un oficio y la situación no vuelva a repetirse”, sintetizó.

Y también dejó su aporte para esta nota Raúl Altamirano, quien forma parte del equipo desde hace cuatro meses. “Los conocí a través de mi mujer, que ya estaba haciendo ollas populares y recorría distintos barrios. Un día Juan me invitó a participar, ya estaban en Villa Talleres. Cuando vi todas las necesidades que había, eso me motivó a pensar y ver cómo podíamos hacer para, aunque sea un día a la semana, sacar a esos chicos de una realidad tan cruda y fea”.
“Sinceramente al ver cómo viven ahí se te parte el alma en dos. Esa fue una de las principales motivaciones que tuve para poder continuar con todo lo que hacemos. Brindarles algo de comida, un abrigo. Hoy Comunidad Épica es una parte más de mi vida y de mis compromisos diarios. Saber que podemos ir y ayudar a la gente significa muchísimo. Además el grupo que hay es hermoso”, indicó.
Y consultado respecto de las expectativas, señaló como vital poder contar con un techo. “Eso es un sueño, nos serviría también para poder colaborar en momentos duros, como evacuaciones. Esperemos que con la ayuda de todos podamos hacerlo realidad y darles un espacio calentito a los chicos del sector”.

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