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Paladar Negro

El Cardón: el bodegón que nació de una pasión

Ubicado en calle Mariano Reynal 2801, resulta un lugar ideal para disfrutar de la buena comida en un ambiente tranquilo y muy familiar.

Por Kevin Kalister / Redacción de La Brújula 24

El Cardón es un bodegón que se destaca por sus carnes a las brasas hechas en el momento por su propio dueño y las pastas caseras artesanales. El lugar se encuentra ubicado en calle Mariano Reynal 2801, y funciona de martes a sábados de 20 a 00 horas. Cabe destacar que no cobran cubiertos.

El propietario de este local, Agustín Pavón, es oriundo de Saavedra y en su momento decidió venir a estudiar a Bahía Blanca. En sus ratos libres se dedicaba a cocinar, primero por necesidad, “me hacía guiso con menudos, salía tremendo”, contó entre risas, pero dicha necesidad luego se convirtió en un hobby y finalmente en una pasión.

Años después, precisamente en el 2012, decidió abrir una pequeña rotisería que construyó con mucho esfuerzo y con sus propias manos. En ese entonces elaboraba únicamente pollos al asador y fritas. Sin embargo, tal fue el éxito que hace cuatro años logró reconvertirse y llegar a lo que hoy en día conocemos como “El Cardón Bodegón”.

Si bien aún continúa haciendo reformas, el objetivo de Agustín no es obtener más cubiertos, sino mantener los que ya tiene mejorando la experiencia, donde los comensales puedan disfrutar de la buena comida en un sitio tranquilo, muy familiar y con buena atención.

Para empezar, de tentempié ofrecen pan recién salido del horno y una mayonesa de ajo y pimentón. Aunque en muchos lugares no consideren esto como una prioridad, en mi opinión deberían hacerlo, ya que la panera te acompaña desde el momento en que te sentás hasta que te vas.

Las empanadas de entrada suelen ser siempre una gran idea para comenzar la velada y un infaltable en cualquier parrilla o bodegón al que asistas.

Las de vacío y provolone al horno ($290) cumplieron, aunque me parecieron algo secas, pero con las fritas de carne picada ($250) ocurrió todo lo contrario, estaban bien jugosas y sin pasas, ni aceitunas, tal como las prefiero.

Unos de los platos principales que probé fue una tierna y jugosa entraña ($1990), un corte desconocido en el pasado, pero muy popular en la actualidad. Venía con vegetales salteados y una guarnición a elección.

Otra de las opciones que degusté fue un ojo de bife, probablemente el mejor de la ciudad, super tierno y con el inigualable sabor ahumado que le otorga la parrilla. El precio era de $2390 e incluía dos huevos fritos, además de papas, puré o ensalada.

Ambas carnes respetaron el punto de cocción que pedí y la porción de las mismas era generosa. Según indica la carta, tanto la entraña como el ojo pesaban 500 gramos cada uno.

En cuanto a las bebidas, el lugar cuenta con gaseosas, aguas saborizadas ($250), tragos clásicos y una gran selección de vinos que se encuentran exhibidos en la cava del lugar.

Respecto a los postres, nos encontramos con clásicos tales como Don Pedro, almendrado, bombón escocés, brownie con helado, el famoso vigilante y, obviamente, el infaltable flan casero con crema y dulce de leche ($490), que fue el que elegí para cerrar la noche.

Los precios fueron elevados, pero totalmente acordes a la calidad de la comida y al resto de los aspectos ya mencionados. En resumen, son platos sencillos, sin pretensiones, pero muy bien ejecutados.

Y, según lo que pudimos conversar con el parrillero y dueño del local, el secreto de sus platos radica no solo en la calidad de la materia prima que traen de la zona, sino también por los pocos cubiertos y la acotada carta con la que se manejan, ya que así pueden asegurar la frescura en todos los productos que utilizan.

(Kevin Kalister, bloguero e instagramer. Creador de @bahiablancafood)

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