"Espero que mi hijo no sea Papa": habla la madre de uno de los favoritos para suceder a Francisco

Pierbattista Pizzaballa, actual patriarca latino de Jerusalén y miembro de la orden franciscana, se ha convertido en una de las figuras centrales en la antesala del cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco. Nacido el 21 de abril de 1965 en Castel Liteggio, un pequeño y casi olvidado pueblo del norte de Italia, su historia familiar tiene un lazo inesperado con la Argentina: fue ordenado obispo en 2016 por el cardenal argentino Leonardo Sandri y creado cardenal en 2023 por el mismo Francisco. Además, es primo del padre del legendario arquero del Atalanta. En un gesto profundamente simbólico, en octubre de 2023, Pizzaballa se ofreció como rehén ante Hamas para liberar a niños secuestrados durante el conflicto en Israel.

Su madre, Maria Taddini, de 90 años, vive en la misma casa familiar y, aunque orgullosa, confiesa su deseo de que su hijo no sea elegido Papa: “Así es libre de venir a verme también a mí”, dice emocionada. Con resignación pero también ternura, cuenta que lo vio por última vez antes de Navidad y que desde entonces solo aparece en los diarios. “Me dijo: ‘Mamá, estate serena. Si pasa algo te lo haré saber yo’. Y aquí estoy, tranquila, esperando novedades”, relata con una mezcla de esperanza y nostalgia. Desde hace años, su entorno comenta que Pierbattista podría ser el próximo pontífice.

La vocación de Pizzaballa se manifestó desde su niñez. Su madre recuerda que ya de pequeño se interesaba por la vida religiosa, los santos y las historias de San Francisco. Un episodio marcó su destino: cuando su hermano, nacido prematuro, fue enviado a Rímini por prescripción médica, Pierbattista lo acompañó y quedó fascinado con la vida de los frailes franciscanos. Desde entonces, no volvió a casa. Fue consagrado en Bolonia y, con apenas 19 años, partió hacia Jerusalén, donde comenzó una misión que hoy lo posiciona como uno de los cardenales más comprometidos con el diálogo interreligioso.

En la Ciudad Santa, Pizzaballa lidera una iglesia formada por árabes palestinos y ha mantenido vínculos estables con la comunidad judía e israelí. En 2016, organizó en el Vaticano un encuentro de oración entre Shimon Peres y Mahmoud Abbas, por pedido de Francisco. Su manejo del hebreo —cuando todos optaban por estudiar árabe— y su capacidad de mediación le han valido respeto en los círculos diplomáticos y religiosos. En el reciente conflicto en Medio Oriente, sorprendió al mundo al declarar públicamente que estaba dispuesto a ofrecer su vida a cambio de la de los niños rehenes.

A días del cónclave que elegirá al Papa número 267, Pierbattista Pizzaballa es mencionado entre los favoritos junto a los italianos Pietro Parolin y Matteo Zuppi, y el filipino Luis Antonio Tagle. A pesar de su juventud —tiene 60 años— y su condición de “outsider” dentro del Vaticano, su nombre resuena con fuerza. El párroco de su pueblo bromea para calmar a su madre: “Tu hijo tiene un solo defecto: es demasiado joven, difícil que lo hagan Papa”. Pero la historia muestra que la edad no siempre es un obstáculo: Karol Wojtyla fue elegido con solo 58 años.

Mientras tanto, en Cologno al Serio, la vida transcurre entre periodistas, visitas del párroco y álbumes familiares que se desempolvan para televisión. En medio de este clima de expectativa global, Maria Taddini espera serena, aferrada a sus recuerdos y con la esperanza de que, Papa o no, su hijo vuelva a casa una vez más.

Con información de Infobae