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De Ayer a Hoy

Mauro Laspada: "Para mí, el fútbol fue como una universidad de la vida"

El expeditivo ex zaguero analizó su carrera. Los dos deportes de su niñez. La prueba que le abrió las puertas al éxito. Olimpo en su vida y la actualidad. “Cumplí el sueño de que coreen mi nombre”, reveló.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Ningún deportista que compite en el alto rendimiento llega por casualidad. Sacrificio, talento y una pizca de suerte deben conjugarse para que los anhelos de unos pocos se conviertan en realidad. Trascender es un privilegio reservado solo para una minoría y estar en el lugar preciso, en el momento adecuado, se convierte en otro requisito indispensable.

Algunos tienen las cualidades propias para ser “los buenos de la película”. Dentro del fútbol, aquel que hace gala de su gambeta, desequilibrio y gol tiene todas las condiciones para ese mote. Aquellos a cargo de destruir el juego, de neutralizar a los virtuosos, pueden ser tildados de villanos, pese a que esos estereotipos han ido quedando en saco roto.

Mauro Sebastián Laspada nunca renegó de sus limitaciones y las transformó en su rasgo distintivo, el que le aportó un potencial que, acompañado de su liderazgo innato, le dieron un nombre dentro del ambiente. En La Brújula 24, el gran capitán e ídolo de tantos dejó al desnudo sus pensamientos, observando en perspectiva una carrera más que satisfactoria.

“Nací el 9 de enero de 1975 en Maternidad del Sur, pero hasta mis 15 años viví junto a mi familia en Punta Alta. De la infancia recuerdo lo más lindo, crecí en Ciudad Atlántida, en la esquina había una placita en la que se jugaba a la pelota, nenes de 4 y 15 años mezclados y con los árboles haciendo las veces de arcos en la canchita de fútbol”, rememoró Laspada, desde Salta, el lugar donde se encuentra radicado desde hace algunos años.

Y acotó: “Cursé la primaria en el Colegio Nacional y la secundaria en la Técnica que estaba en el interior de la Base Naval Puerto Belgrano hasta tercer año que me mudé a Mar del Plata. Mi papá desempeñaba tareas administrativas en la Policía, mi mamá era docente y tengo una hermana que es dos años más chica que yo que hoy es médica del Hospital Interzonal en ‘La Feliz’, luego de haber estudiado en Buenos Aires”. 

“Como alumno nunca me costó, fui responsable, solo me llevé en cuarto año media materia a diciembre, siempre respetuoso de quien marcaba la autoridad, ya sea la maestra, el profesor o el entrenador del club. Jugué paralelamente al básquet y al fútbol entre los 6 y los 15. Incluso, con la pelota naranja me defendía bastante, a punto tal que hice un año de Preinfantiles en Pacífico de Bahía Blanca porque me habían venido a buscar”, sostuvo con orgullo.

Sin embargo, no dudó ni se arrepiente: “elegí patear más que picar, pese a que era un buen pivote. Me gustaba más el fútbol y tenía como intención personal, sin ningún mandato familiar, ver hasta dónde podía llegar. En Punta Alta dejé a mis amigos, pero eso luego fue la historia de mi vida, mi casa fue un bolso, salvo los seis años consecutivos en Olimpo”. 

“En Mar del Plata hice inferiores un año en Quilmes y el otro en una fusión llamada Almagro Florida, siempre con el mismo entrenador, Rodolfo Carapella. A principios de 1993 me fui a probar en Boca y en Ferro, pero no quedé en ninguno de los dos. En Newell´s sí pasé la prueba que me tomaba (Jorge) Griffa aunque tenía que pagarme la casa y comida y mi familia no estaba en condiciones de poder bancarme”, infirió quien llevara con orgullo el apodo de “Gordo”. 

Tal es así que enfatizó que “cuando surgió la posibilidad de Independiente de Avellaneda cerraba por todos lados porque me alojaban en la pensión, me daban comida y me pagaban la escuela para terminar sexto año que era lo que me faltaba. Jugué en la Selección de Mar del Plata con los chicos de 1974 y terminamos saliendo campeones, por lo que ahí es que surgió esa chance de que me vean los formadores del ‘Rojo’”. 

“El que me incitó a ver esa alternativa fue (Osvaldo) ‘Nito’ Veiga y lo primero que le dije al coordinador antes de empezar la prueba era que si me quedaba era con casa y comida. Llegué un lunes y el sábado en un amistoso con Chacarita, el DT me dijo que tenía un marcador central que se llamaba Mauro de Jesús, que jugaba bien con la pelota en los pies pero precisaba alguien firme y de buen tamaño”, enunció Laspada. 

La anécdota transitó todos los estados: “A los 10 minutos, el 9 de Chacarita puso la cabeza y yo ya le había dado la orden a mi cuerpo de rechazar, por lo que le pegué una patada en el pecho y el chico cayó. El entrenador me sacó, algo que me puso triste, pero al pasar a su lado me dijo que le avise a mis padres que me quedaba a vivir a Buenos Aires”. 

“En Independiente llegué a ir al banco de Primera División de AFA contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy en 1995. La Reserva la dirigía Humbertito Grondona y hacía bajar a (Claudio) Arzeno, (Marcelo) Kobistyj, (Guillermo) ‘Luli’ Ríos, (Faryd) Mondragón, (Ángel) ‘Matute’ Morales, (Silverio) Penayo, (Francisco) ‘Panchito’ Guerrero, (Carlos) Casartelli, (César) Paiber entre otros”, enumeró Mauro.

Y destacó que “el único que siempre era titular era yo, no bajaban a nadie en mi puesto, por lo que a final de ese año llegó (César) Menotti y Grondona me dijo que podía irme con él a Godoy Cruz a préstamo, que él me hacía firmar contrato o me podía quedar en Independiente a pelearla. En Primera estaba (Pablo) Rotchen, (Gabriel) Milito apareciendo, no iba a jugar nunca, por eso me fui a la B Nacional a Mendoza y disputé 34 de los 38 partidos”. 

“Me llamaron de Rafaela donde permanecí un año, luego pasé a Juventud Antoniana donde perdimos la final con Chacarita por el ascenso. Posteriormente me di el lujo de jugar ocho partidos de titular en Primera en Belgrano de Córdoba donde aprendí mucho, luego bajé a Tigre y el capítulo posterior, lo que vino después fue lo de Olimpo”, advirtió con un brillo en sus ojos, sabiendo que lo que vendría en la entrevista sería entretenido.

Consultado respecto de aquel contacto inicial con el máximo dirigente “Aurinegro” de ese entonces, admitió: “A (Jorge) Ledo lo conocí por primera vez en el mercado de pases previo a mi llegada a Belgrano, pero él entendió que era mejor tomar esa opción porque era la máxima categoría del fútbol argentino y me dijo que ya iba a venir a Bahía. Al año siguiente me volvió a llamar, pero Tigre me ofreció tres veces más dinero, a lo que él me sugirió que vaya al club de Victoria porque no podía igualar esa suma”.

“Tras nueve meses en ‘El Matador’, cambiaron de entrenador, echaron a dos compañeros que venían conmigo desde Salta y por esa forma de manejarse también me fui a mi casa, faltando dos meses para terminar la temporada. A los pocos días se puso en contacto conmigo un representante que me comentó que me iba a ofrecer en Olimpo”, acotó, promediando la conversación.

Su destino parecía estar marcado a fuego: “Apenas corté esa comunicación lo llamé a Ledo, le conté la situación, le advertí que no tenía ningún intermediario y que si tenía intenciones de sumarme me debía llamar directamente. Viajé a Bahía, nos pusimos rápidamente de acuerdo y posteriormente vino la historia conocida que me hizo radicarme en esa ciudad”.

“Estaba contento de que iba a jugar cerca de la casa de mi abuelo y que mis amigos me iban a poder ir a ver a la cancha, pero siempre con la premisa de ir dando pasitos dentro del fútbol. Una vez que ascendimos en 2001, el desafío que le siguió fue ganarme un lugar entre los 25 futbolistas que iban a ser parte del plantel profesional y después ser titular”, recalcó el ex marcador central, gran ejecutante de pelotas paradas e inexpugnable juego aéreo.

La carrera le regalaba una satisfacción indescriptible: “Nació una relación de cariño con el hincha que a la hora de tomar las decisiones inclinaban la balanza porque luego del primer año en Primera, Racing y Newell's me llamaron para llevarme, ambos por el mismo sueldo, pero Jorge me prometió que me daba el mismo dinero si me quería quedar”.

“En esas dos instituciones iba a tener que hacer muchos méritos para ganar el afecto de la gente, pero tenía en claro que me sentía cómodo en el Roberto Carminatti y podíamos sacar ventaja en una cancha un poquito más chica que el resto de las de AFA. Solo me fui seis meses por Labruna y su pandilla, estuve en Unión, Olimpo descendió y cuando volví, el equipo lo estaba armando Madelón que no me quería, pero Ledo me incluyó igual”, dijo, con un sesgo de agradecimiento eterno a la figura del presidente más importante que tuvo el club.

Una nueva satisfacción, pero rápidamente la decepción se apoderó de la escena: “Por suerte se ascendió otra vez, pero luego vino (Guillermo) Rivarola y ya mi ciclo en el ‘Aurinegro’ como jugador se terminó. En 2009 me pude dar el gusto de jugar con (Federico) ‘Chicha’ Nieto y terminar jugando en Sporting y al año siguiente empecé a trabajar en las formativas de Olimpo como DT”.

“Hasta llegué a dirigir cuatro partidos en Primera, que en realidad fueron tres porque el primero no pude tomar la decisión de sacar a Tombolini y poner a Ibañez. Perdimos contra San Martín de San Juan y todos los goles se los comió el arquero. Me hubiese gustado tener revancha después de ese interinato, pero vi que trajeron entrenadores que le hicieron mucho daño a la institución y no recibí ni un llamado”, lamentó. 

Pese a eso, encontró un aspecto positivo: “Abrí los ojos cuando estuve al frente del plantel del Deportivo Roca por espacio de tres años vi cómo se empezó a desvirtuar todo lo que podés practicar en la semana por decisiones del que se viste de negro que tenía órdenes claras. Por eso, antes de hacer un escándalo por la TV, elegí no dirigir más”. 

“Ya en Salta, tras la pandemia, armamos una escuelita de fútbol, una Fundación para que nadie piense que lo hacíamos para lucrar con los chicos. En cada categoría hay algunos con mucha calidad y otros que no son virtuosos. Pregonamos que todos jueguen la misma cantidad de tiempo y se diviertan, independientemente de sus niveles. En paralelo, tengo una empresa en Rosario junto a dos socios que se dedica a los insumos agrícolas”, informó el calvo ex defensor. 

Sobre el cierre, dejó definiciones: “El fútbol fue la universidad de la vida para mi, en un vestuario aprendí todo lo que sé y si volviera atrás, no cambiaría ni una coma de lo sucedido, ni siquiera los momentos poco gratos. Por sobre todas las cosas, lo que más atesoro es lo que viví en Olimpo. Crecí viendo a Maradona, mi sueño era que coreen mi nombre en una cancha y terminó pasando”.

“Eso fue lo mínimo que viví en Bahía con la camiseta Aurinegra, por eso agradezco hasta el día de hoy. Mi hijo Thiago de 18 años se relaciona con mucha gente que cuando escucha su apellido le abren innumerables puertas con cariño porque el personaje que usaba la “2” era simple, transparente, te cagaba a patadas, pero era buen tipo”, concluyó.

Padre de tres hijos, recibe el afecto de la gente en cuanta ciudad del país transita. Es cierto que la aparición del VAR le hubiese impedido desempeñar su juego, siempre al límite, con la rusticidad como aliada. Independientemente de ello, formó parte de quizás la última etapa dorada del fútbol argentino, con 20 equipos en Primera y una menor migración de jóvenes figuras al exterior. Allí, Laspada se ganó un nombre.

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