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De Ayer a Hoy

Sandra Polak: "En cuestiones de política siempre fui sapo de otro pozo"

Referente social, ayuda a reconstruir la ciudad tras la tragedia. Habló de lo que fueron en su vida Raúl Alfonsín, “Chacho” Álvarez y Néstor Kirchner. Una crisis la sumó a ATE. “Soy fiel a mis ideas”, afirmó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La tenacidad fluye cuando se conjugan la iniciativa propia de quien pelea por lo que ansía y la urgencia de satisfacer el deseo de alcanzar un objetivo. En ocasiones, las vicisitudes se confabulan para entorpecer esos logros, aunque como reza el dicho: “No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista”. El caso de la protagonista de hoy es un fiel reflejo de la capacidad de resiliencia.

Este sábado, 8 de marzo, se conmemora el Día Internacional de la Mujer, fecha reconocida por la Organización de las Naciones Unidas. Alude a la lucha por la participación en pie de igualdad con el hombre en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. En Bahía Blanca sobran ejemplos de líderes que sostienen los derechos adquiridos, luego de largas décadas de haber sido silenciadas.

Cierto ostracismo parece envolver a Sandra Polak, pese a lo cual, si bien ya no tiene tanta exposición pública como hace más 20 años por motivos meramente personales, encontró la manera de canalizar todas sus inquietudes aportando desde otro lugar. Hoy, en La Brújula 24, vuelve a salir de la trinchera solo por unos minutos, para dar a conocer cómo transcurre el paso del tiempo en su vida.

“Nací en Bahía Blanca, más precisamente en ‘la ciudad de Villa Mitre’ hace 60 años. La familia de mi papá venía de Villalonga, pero antes de fallecer, a él le hicieron una entrevista por ser uno de los primeros habitantes del Barrio Obrero, cuando casi todo era baldío. En esa nota recordó de qué forma se habían construido las casas, particularmente la de él que luego fue de toda la familia está sobre calle Capitán Montero”, señaló Polak, al inicio de la conversación.

Y afirmó que “considero que en ese sector hay historias en cada esquina y por eso siempre digo que se quedó con lo mejor de mi niñez y mi adolescencia. Tengo una hermana siete años menor que yo, hice la primaria y la secundaria en el Colegio San Vicente de Paul. Fui desde nuestra casa hasta la escuela durante todo mi primer grado de la mano de papá prácticamente hasta la puerta del aula.

“Eso mismo se repetía cuando me llevaba a la Biblioteca Popular Villa Mitre de calle Washington. En ese momento se hacían dictados en clase y si me sacaba 10 felicitado, me compraba el Patoruzito. Era muy común pasar mucho tiempo con los amigos en la calle, la plaza y el club donde, si bien no practiqué ningún deporte, era uno de nuestros puntos de encuentro”, explicitó, en relación a una infancia llena de felicidad.

En esa misma dirección, recordó que “me gradué de bachiller en 1981, fui siempre escolta de la bandera en el último año de la secundaria y nunca me llevé una materia. Ese fue todo un tema porque en la universidad o el terciario viví la adrenalina de rendir exámenes y se trataba de algo nuevo para mí. Deseaba estudiar Derecho, pero la carrera aún no estaba en Bahía, por lo que tenía que ir a La Plata. A punto tal que empecé a prepararme para rendir el examen de ingreso”.

“Un día, pasando por el Normal Superior, decidí anotarme para ser maestra. Me recibí de Profesora de Enseñanza Primaria y empecé a trabajar en Ushuaia porque me casé con 19 años y fui primero con la obra de Don Bosco a Villa Regina, dejando solo las prácticas de la cursada de la carrera, las cuales pude retomar en el lapso en el que volví a Bahía. Luego, vino la decisión de ir junto con mi marido de aquel entonces y dos de mis hijos al sitio más austral del país”, comentó. mientras ubicaba su mirada en un punto fijo.

No obstante, Sandra evidenció que “allí permanecí casi cinco años, donde empecé a ejercer como docente. Decidimos volver porque, si bien nuestros hijos ganaban en cuanto a disfrutar del entorno natural que ofrece Ushuaia, se estaban perdiendo de pasar tiempo con sus abuelos, gozar de la sensación de ser parte del Club Villa Mitre o tener compañeros para jugar a la tarde. Eso fue algo que uno tuvo en su infancia y ellos no, máxime porque nuestra casa de allá estaba en la montaña”.

“Volvimos y arrancamos de cero, sin trabajo, en pleno menemismo por lo que tuvimos que reinventarnos. No busqué horas como docente, más allá de alguna suplencia en San Francisco de Asís que era donde mis hijos concurrían. Es que tenía poco puntaje para ir a los actos públicos, pero por esas cosas de la vida supe que en Rentas (hoy ARBA) estaban incorporando gente y logré un lugar allí. Seguí el camino del gobierno de Menem, dejé de educar para recaudar (risas)”, corroboró Polak con énfasis.

Consultada respecto a su inicio en la actividad que le dio cierta notoriedad pública, repasó: “Empecé a militar en Bahía Blanca cuando volvió la democracia por la figura de Raúl Alfonsín, una alta traición a la familia de mi papá que era peronista. La casa de mis abuelos era como una unidad básica en la que se juntaban a escuchar los discos de pasta que mandaba el General. En mi caso, comencé a ir al local de calle Donado, donde se hacían encuentros para militantes y que me permitió conocer a personas con las que después coincidí en el Concejo Deliberante”. 

“En Ushuaia hice más militancia barrial, más allá de que también me vinculé con ATE, donde conocí a Víctor De Gennaro. Estuve en el momento en el que Tierra del Fuego dejó de ser territorio nacional y viví muy de cerca la etapa de la convención constituyente y llevé a mis alumnos para que estuvieran en los debates”, analizó de forma profunda y pausada.

Siguiendo con la línea de tiempo, detalló: “En ese punto tan austral del país tuve una charla mano a mano con Don Raúl Alfonsín y le dije que me había enojado mucho con él por la obediencia debida y el punto final por lo que me prometí no hacer nada más por la UCR en el resto de mi vida. Él me respondió ‘usted no entiende, mi hija, lo que costó la democracia’”.

“Al poco tiempo conocí a ‘Chacho’ Álvarez, él estaba en pleno armado del FrePaSo, me buscó y yo ya estaba en Bahía. Llegó a mí por intermedio de conocidos en común y una vez que me ubicó, me afilié al Frente Grande, el espacio al que estoy afiliada hasta la fecha. Con los años, llegó la Alianza para suceder a Menem, me reencontré con viejos militantes. Dos veces fui parte de la lista para ingresar al Concejo, en la primera elección como FrePaSo no me tocó acceder a una banca, pero en la segunda oportunidad cuando fue Alianza sí obtuve los votos necesarios”, agregó, ingresando a la mitad del ida y vuelta.

Y sumó: “Estuve cuatro años en el recinto entre 1999 y 2003. Cuando llegué a ese lugar me preguntaba si iba a estar a la altura de todo eso porque se estaban yendo del HCD dirigentes de la talla de David Diskin, Raúl Woscoff y Rodolfo Lopes, solo por citar a algunos de ellos. Por suerte encontré en todo mi camino a gente que se disponía a enseñarme y acompañarme, allí es donde hallé a los que considero mis hermanos del alma: Sandra Reñones y Gustavo Rodríguez, los quiero con el corazón. Pusieron tanto esmero, empeño y afecto para fortalecerme que les voy a estar eternamente agradecida a ambos”.

“Me tocó trabajar mucho en los barrios y en contacto con la gente, en la recuperación del molino de Galván, en los clubes del trueque y el proyecto de huertas familiares y comunitarias, mucho en lo que está anclado a lo social. En 2003 se cumple mi período en el Concejo y volví a casa, nunca pensé en perpetuarme. En política siempre fui sapo de otro pozo. Llegué a ostentar un lugar como parte de la Alianza en un gobierno que era de UCR, pero nunca tuve un jefe local”, argumentó sin tapujos la entrevistada.

Su devenir tuvo otra dinámica: “Al año y medio me llamaron de Cruz Roja Bahía Blanca para colaborar en la intervención durante el proceso de reacomodamiento de la institución. Mientras tanto aparece la destitución del intendente Rodolfo Lopes y se hace cargo de la jefatura comunal Christian Breitenstein, quien, pese a que lo conocía del Concejo y teníamos un trato muy acotado, me llamó para ser subsecretaria de Desarrollo Social, es decir la segunda de Sandra Reñones, lo que me empujó a aceptar”. 

“El otro punto que me pareció importante desde lo político fue la figura de Néstor Kirchner, una persona que me demostró que mis sueños militantes se podían convertir en realidad, algo que me parecía una utopía después del menemismo. Breitenstein, luego de su interinato y apenas ganó la elección creó por primera vez en Bahía Blanca la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Me la ofreció, estuve cuatro años allí y cuando él se fue a la Provincia, me hice a un costado”, dijo, con cierta melancolía. 

Sandra no ocultó su orgullo: “Se trató de un espacio fundacional porque hubo que empezar de cero y fue el cambio de paradigma del sistema de patronato a la Ley de Protección y Promoción de Derechos. En el medio, una demanda muy fuerte, sin demasiado dispositivo armado y lo que me terminó desgastando fue un tema con el Patronato de la Infancia porque faltó decisión política de parte de la Provincia para la transformación. Cosas que le pasaron a algunos niños dejaron una huella en mi corazón, ya no estaba manteniendo la distancia necesaria con los casos y en definitiva eso fue lo que me llevó a dejar el puesto”.

“Decidimos irnos a vivir a Sierra de la Ventana, lugar en el que aún resido desde hace 15 años, tuvimos un emprendimiento familiar el cual luego se vendió. Vino el 2017, un año muy duro porque me divorcié y casi en paralelo falleció mi papá, meses difíciles porque no solo me quedé sin trabajo, sino que casi no tenía un lugar para vivir. Hasta que apareció alguien muy especial para mí, a quien le agradeceré eternamente el momento que estoy pasando, que es Viviana Marfil”, exclamó con cierta admiración.

Lograron dejar atrás sus diferencias y se volvieron inseparables: “Con ella siempre tuvimos vínculo, más allá de algunos encontronazos y desavenencias en mi paso por la gestión pública, y me ofreció un espacio en ATE, donde estoy hace casi ocho años, viajando semanalmente. Mi carrera política tomó otro cariz, estoy en contacto con mis compañeros en Tornquist y hasta formé parte de algunas listas cuando Cristina armó Unidad Ciudadana, a la que le llamaban mancha venenosa, porque nadie quería integrarla”.

“Al no vivir acá, no mantengo contacto con ninguna estructura formal y orgánica de la ciudad, colaboro en lo que puedo en el distrito en el que estoy, sin mayores expectativas. Soy fiel a las mismas ideas y valores de siempre, me encuentro con la gente que fue parte de mi camino durante décadas, pero la militancia activa ya quedó en el pasado”, reveló.

Por último, comentó sus sensaciones a raíz de lo que está viviendo el lugar que la vio nacer a partir del temporal de lluvia del 7 de marzo último: “Siempre, en Bahía Blanca, la gente de distintas organizaciones logró llegar antes. Hoy, el Estado municipal tiene una capacidad siempre limitada porque es imposible abrazar a todos los que están necesitando ayuda. Es importante lograr que la comunidad organizada llegue a cada rincón para colaborar con todas las familias”.

“La coordinación es clave, esas son experiencias que tuvimos en distintos momentos, no con la magnitud de lo que estamos viviendo hoy, pero en otras situaciones de crisis muy puntuales, hemos logrado a través de consejos sociales llegar a cada vecino que necesitaba una mano. Eso es lo que se tiene que poner en funcionamiento”, concluyó.

La ruta se convirtió en una aliada, ese puente que transita periódicamente desde el sector serrano a la gran ciudad donde supo echar raíces. Hoy, más aplomada, observa la realidad con el mismo espíritu crítico de siempre, pero contemplando los motivos de los vientos de cambio con la sabiduría que le da el paso de los años. Por eso, su voz resulta cada vez más escuchada en los ámbitos que frecuenta.

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