Seguinos

De Ayer a Hoy

"El testimonio de vida de un sacerdote se convirtió en el llamado divino"

El Padre Rubén Hipperdinger es el director de la Casa Salesiana, a la que le quedan pocas semanas de existencia en el Colegio Don Bosco. El largo derrotero como cura. Y el análisis de la obra de Francisco.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Nacido en la ciudad bonaerense de Coronel Suárez, el sacerdote que dialogó con “De Ayer A Hoy” desde pequeño mostró una profunda conexión con la fe. Creció en una familia que le inculcó valores cristianos, pero fue el testimonio inspirador de un pequeño grupo de personas lo que terminó marcando su vida. Ese entorno lo animó a descubrir su vocación religiosa, llevándolo a abrazar el carisma salesiano y a comprometerse plenamente con el servicio a Dios y a los demás.

Su camino de formación teológica lo condujo a recorrer distintas ciudades, especialmente en el sur de Argentina, donde consolidó su preparación espiritual y académica. Ordenado como sacerdote, inició su misión pastoral en diversos destinos internacionales, llevando la palabra de Dios a comunidades en Italia y Alemania. Estas experiencias enriquecieron su visión de la fe y le permitieron comprender la universalidad de la Iglesia y las distintas realidades de los fieles.

A su regreso al país, uno de los destinos que marcaron su labor fue Bahía Blanca, donde asumió el desafío de liderar la comunidad salesiana. Actualmente, transita sus últimas semanas en la Casa Salesiana de la ciudad, una etapa llena de emociones mientras reflexiona sobre el cierre de este espacio. Su dedicación y servicio han dejado una huella profunda en quienes tuvieron la oportunidad de compartir con él esta etapa de su ministerio. En La Brújula 24, abre su corazón el Padre Rubén Hipperdinger.

“Nací en Coronel Suárez, por eso mi apellido es algo raro, más precisamente en la Colonia Nº 3, también denominada Santa María. Mis bisabuelos llegaron a Argentina procedentes de Ucrania, en tiempos en los que pertenecía a Rusia”, destacó el Padre Rubén, en una charla que tuvo lugar en el interior de la Casa de Enfermería que funciona en Rondeau al 100.

Y recordó que “me crié en el campo, mis padres se dedicaban íntegramente a la tarea rural, fui el mayor de sus cuatro hijos, tres varones y una mujer. Mi niñez fue fantástica, fui a la escuela del pueblo porque vivíamos a un kilómetro y medio del establecimiento, razón por la cual iba a pie a clases, salvo alguna rara vez que me llevaban en sulky”.

“Un día, a mis ocho años, alguien en el aula preguntó quién quería ser sacerdote misionero y yo, pensando en lo que había visto en las revistas, una de ellas era alemana y hablaba de la obra de los sacerdotes del verbo divino. Veía fotos de canoas y me llamaba mucho la atención, por eso levanté la mano”, evocó, apelando a su memoria sobre lo que fue una niñez cargada de emotividad.

Consultado respecto de su primer contacto directo con la religión, Hipperdinger relató que “en el interín pasó un salesiano de Fortín Mercedes al que mi padre le dijo que si me aceptaban, me podían llevar a vivir con ellos. Tenía apenas nueve años y en ese lugar me entusiasmó mucho un sacerdote que para mí era el símbolo de la felicidad, siempre alegre y sonriente”. 

“En el fondo, lo que quería era ser feliz, esa era la cuestión, ese hombre era el Padre Pedro Telmo Ortiz, quien representaba todo lo que estaba buscando y era el director de Fortín Mercedes que me recibió. Fueron cinco años viviendo como pupilo allí, viendo a mi familia solo dos semanas a fin de año”, confesó el sacerdote.. 

No obstante, halló un primer obstáculo: “Cuando estaba a punto de cumplir 15, mi padre dijo basta y me instó a ir al campo a trabajar. Allí fui tractorista, conductor de cosechadoras, todo lo que hace cualquier peón rural. Al tiempo me tocó el servicio militar en Comodoro Rivadavia y allí un oficial de la fuerza aérea me preguntó qué era en la vida civil, a lo que le respondo que era un chacarero”.

“Luego, su curiosidad lo lleva a querer saber qué iba a ser de mi vida, algo que nunca me había cuestionado a mí mismo porque pensaba que mi destino estaba en el campo. Sin embargo, me sugirió lo siguiente: ‘Soldado, usted debería estudiar’, algo que me descolocó por completo porque no sabía ni qué ni dónde”, explicitó, en relación a un episodio que le hizo abrir los ojos. 

El desafío no parecía sencillo: “En aquellos tiempos casi no había escuelas nocturnas y ya tenía 21 años por lo que era problemática la situación. Un día se me ocurrió hablar con un sacerdote al menos para terminar el secundario, razón por la cual hablé con el Padre Ítalo Martín quien me brindó la posibilidad de cumplir ese objetivo en Fortín Mercedes”. 

“El llamado divino, que se suele decir, para mi fue el testimonio de vida del Padre Pedro, no tuve ninguna visión ni nada por el estilo”

“Después me entusiasmé, hice el noviciado en San Justo para posteriormente seguir la carrera en Viedma y a fines de la década del 60 fui enviado para mis tres años de práctica y establecer si uno sirve para la vida salesiana, primero a Bahía Blanca, luego a Luis Beltrán y por último a Trelew”, enfatizó, promediando la charla con este cronista.

El destino le tenía preparada una cruzada desafiante: “Mi próximo destino estuvo en Alemania, donde me enviaron a estudiar porque sabía el dialecto de aquel país que aún se habla allá, más precisamente en el sur de Frankfurt. Hice dos años de teología allí y los dos restantes los completé en Buenos Aires, hasta que me radiqué en General Roca por orden del Inspector Provincial Salesiano. En dicha localidad rionegrina me ordené sacerdote”. 

“Al poco tiempo fui llevando a cabo mi labor en Esquel, Comodoro Rivadavia para después estudiar Catequesis en Roma durante dos años y medio. A mi regreso estuve en La Piedad en Bahía Blanca, regresé a Alemania por espacio de otros cuatro”, enunció el Padre Rubén. 

El entrevistado tuvo que “cambiar el chip” para llevar la palabra a una comunidad tan diferente a la que acostumbrada a predicar: “Ejercer como sacerdote en Argentina es distinto a hacerlo en otros países porque la mentalidad es diferente, los alemanes son más formales y la religión católica no predomina porque hay algo más de 50% de la población que es protestante, evangélicos luteranos como se los conoce”. 

“Una vez concluida esa experiencia ya me radiqué definitivamente en el país, primero en Fortín Mercedes, luego en Villa Regina, Río Gallegos, General Acha y ahora en Bahía Blanca donde estoy por cumplir mi labor de tres años”, cerró, en relación al extenso camino recorrido en estas décadas. 

Posteriormente, Hipperdinger explicó por qué deberá buscar nuevos rumbos en breve, tras un dilatado peregrinar por la ciudad: “Termina mi gestión aquí porque la casa de enfermería que funciona en el Don Bosco se va a cerrar porque solo quedará una brindando servicio en Buenos Aires. Eso se explica por el simple motivo de que no se justifica tener tanto personal, que es costoso, para tan pocos enfermos, lo que hace que ellos no se sientan en comunidad”. 

“Allá tendrán más acompañamiento y hay otros salesianos que se conocen entre sí. Acá solo hay dos enfermos con patologías de sumo cuidado y un par de ancianos de arriba de 90 años”, argumentó, en referencia a la decisión que busca centralizar la contención de los colegas que atraviesan cierta vulnerabilidad. 

Sin vacilar, reconoció que “Bahía Blanca es una ciudad en la que, en comparación con General Acha, sus habitantes son más fríos, nadie te saluda, aunque esa sensación queda sin efecto cuando en la celebración de la misa de los domingos en el templo, la gente es distinta. Allí me encuentro con fieles que recepcionan muy bien el Evangelio y de hecho hay un grupo comprometido con el que una vez al mes durante todo el año hemos llevado a cabo un encuentro bíblico que salió muy enriquecedor”.

“Sobre el Papa Francisco puedo decir que sus homilías cuando él era Cardenal en Buenos Aires, me llamaba mucho la atención por su coraje. El otro aspecto para destacar era su sencillez, sabíamos que iba a los barrios pese a no tener auto y se movía en subte como cualquier otro vecino”, ponderó el sacerdote suarense.

Y lanzó una comparación más que válida: “Me hacía recordar mucho a Don Jaime De Nevares que recorría los ranchos a los cuales para entrar, como él decía, había que hacer reverencia por lo bajo de sus techos de pajonal o de barro”.

“De aquel Bergoglio tengo una impresión muy positiva, incluso en este momento, siento que es el hombre que renueva a la Iglesia, dando mucha participación a las mujeres. Asimismo, como Sumo Pontífice, enfrentó con valentía el grave problema de algunos sacerdotes que han cometido abusos y lo hizo decididamente, poniendo a toda la Iglesia en esa misma línea”, comentó, sobre el final de su testimonio.

Al epílogo, rescató sobre el principal referente de la Iglesia Católica: “Por si todo eso fuera poco, queda casi en la vereda de enfrente de los esquemas tan tradicionales que mueven a la Iglesia, por lo que generar cambios es muy difícil, lo que como respuesta recibe cierta resistencia a partir de la información. Es por eso que el Papa está nombrando a muchos cardenales jóvenes casi todos comprometidos con los laicos o los adolescentes”.

Hoy, desde una perspectiva serena pero apasionada, el Padre Rubén Hipperdinger valora enormemente el pontificado del Papa Francisco. Destaca los cambios y aportes que el Santo Padre ha realizado en la Iglesia, desde su enfoque en la misericordia hasta su compromiso con los más necesitados. Para este sacerdote, el liderazgo de Francisco representa una invitación constante a renovar la fe y a vivir con mayor autenticidad el mensaje evangélico en el mundo actual.

Más Leídas