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DE AYER A HOY

“Al cumplir 55 años decidí que mis proyectos sean solo para Villa Mitre”

Eduardo Rossetti y el trayecto del empresario que pasó a dedicarse casi exclusivamente al club que ama. Un duro golpe al nacer. Los inicios de TV Cable. Y una paradoja: “Fuimos la videocasetera de dos barrios”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Desde una edad muy temprana, la vida de este empresario estuvo marcada por la ausencia de su padre, quien falleció poco después de su nacimiento. Esta pérdida lo llevó a valorar profundamente la figura de la familia, forjando lazos fuertes con sus seres queridos. Sin embargo, fue en la amistad donde encontró una energía motriz significativa. 

Un amigo cercano encendió la chispa de lo que empezó como un pequeño emprendimiento y que, con el tiempo, se convirtió en una empresa de televisión por cable que revolucionó toda la ciudad. Junto a sus socios, no solo logró el éxito en su ciudad natal, sino que también diversificó sus empresas, expandiéndose más allá de la frontera nacional. Montó inversiones en Chile y España, llevando su visión empresarial a nivel internacional. 

A sus 55 años, y tras haber alcanzado importantes logros, decidió dedicar una parte significativa de su tiempo a generar ideas para el desarrollo de Villa Mitre, el club que ama profundamente y donde ha vivido momentos inolvidables. Su compromiso con la institución es una extensión de su pasión por crear y mejorar, ya sea en los negocios o en su comunidad.

“Mi casa natal estaba sobre Agustín de Arrieta, justo en la calle que divide Villa Mitre de Tiro Federal. Llegué a este mundo en 1961 y siempre digo que algunos nacen con una estrella y otros estrellados. Me considero dentro de este segundo grupo porque cuando tenía tres meses murió mi papá. Mi hermana tenía 5 años y mi hermano 11”, detalló Rossetti, en un ida y vuelta que tuvo lugar al atardecer de un típico día de invierno.

Y lanzó que “pese a ello, fue una niñez muy buena, mi mamá tuvo que salir a trabajar todo el día en la Junta Nacional de Granos donde mi padre desempeñaba tareas hasta su fallecimiento. Allí, él fue tenedor de libros, una especie de contador de la actualidad, lo que le permitía ser parte de una clase media, con una linda casa y un autito”. 

“Los primeros tres años de primaria los hice en la Escuela 16. En ese interín nos mudamos y le alquilamos nuestra vivienda al doctor Montes de Oca y luego, al volver a ese domicilio, pasé a la Escuela 9 de calle Corrientes. La secundaria, en el Colegio Industrial, primero en las instalaciones de calle Chiclana y, luego, a calle Azara, donde finalmente me recibí”, dijo, evocando un tramo de su vida sumamente provechoso.

Inflando el pecho, evocó que de allí “salías casi con el nivel de un ingeniero, por el grado de exigencia que se manejaba en lo académico. Mi niñez estuvo marcada por ir a clase, hacer los deberes e instalarme en el Club Villa Mitre. Ahí me crié e hice todos mis amigos, con los cuales nos seguimos viendo periódicamente. Jugué al básquet de manera no oficial y al fútbol en las ligas comerciales”. 

“Me tocó el servicio militar y en paralelo fui a la Universidad para la carrera de Ingeniería Civil, recibiéndome de Maestro Mayor de Obras. Durante cuatro años fui ayudante-alumno de Física porque mi mamá no me podía pasar la obra social, hacía planos y daba clases particulares. Siempre trataba de buscar un negocio”, consideró el empresario bahiense con proyección internacional. 

Su vida cambió por completo a partir de una idea: “Un día Sergio Lozano, amigo entrañable que estudió Ingeniería Electrónica en Punta Alta, me hizo una propuesta. Él cursaba al lado de Duke, la empresa de televisión por cable de allá y como entendía de la parte técnica, me insistía en entrar en el rubro, algo que miré con suma desconfianza al comienzo porque me faltaba solo un año y medio para graduarme”.

Las primeras instalaciones de TV Cable, en la casa de la mamá de Rossetti.

“En diciembre de 1985 empecé a interesarme y para enero estábamos estudiando el tema, en medio de una hepatitis que me dejó de cama. En marzo inauguramos el primer servicio de la ciudad, se llamó Cable Bahía Visión y salió con un aviso gigante en La Nueva Provincia. En paralelo notamos que Pringles, Súarez y otras localidades de la región se iban abriendo paso en este rubro, lo que nos incentivó también a lanzarnos de lleno”, aseveró con un tono reflexivo. 

Luego, Rossetti manifestó que “a mediados de 1986 estábamos decididos a dar el paso, pero nos faltaba un lugar físico para instalar el cable. Fue ahí que le dije a Sergio que iba a intentar convencer a mi mamá de ubicarlo en nuestra casa, donde también tenía la oficina de Maestro Mayor de Obras, el estudio para ofrecer el servicio al barrio”. 

“En ese momento ni siquiera había que instalar una antena, lo único que ofrecíamos era películas, a través de una videocasetera y cableando entre las casas. Era todo muy artesanal, visto en perspectiva una locura. En abril de 1987, con la salida de Argentina Televisora Color (ATC) al satélite, compramos una antena parabólica y la ubicamos en la terraza de la casa de mi madre, al lado del cordel donde colgaba la ropa”, destacó, con una sonrisa en su rostro.

Asimismo, contó: “Esa señal se sumaba a la de los canales de Bahía que ya eran el 7 y 9 y uno propio que era el 2 donde pasábamos películas. Al abonado le cobramos 11 australes al mes. Luego, compramos una camarita y empezamos a dar todas las noticias de Villa Mitre y Tiro Federal, con un slogan que daba cuenta de que ambos barrios estaban unidos por un mismo producto”.

”Nosotros subíamos a los techos para hacer el cableado en las casas, bajando la señal desde los tanques de agua. Éramos algo así como la videocasetera de las dos barriadas, hasta que empezamos a crecer de manera exponencial”, advirtió, en consonancia con un salto cualitativo que dio lo que había comenzado como un pequeño emprendimiento.

No obstante, lanzó que “a Cable Bahía Visión se le había sumado Video Sur, que al poco tiempo fue comprado por Cable Total por intermedio de La Nueva Provincia. Mientras tanto, nosotros nos íbamos expandiendo hacia Bella Vista y La Falda, con una mayor oferta de señales como la de Canal 9 Libertad, Canal 2 de La Plata, entre otros”.

“No eran tiempos fáciles porque a fines de la década del 80, por una crisis energética que afectaba a todo el país, solamente se emitían cuatro horas de TV. Es ahí que comienza una batalla más que interesante en la ciudad, que duró un largo tiempo, entre nosotros que ya éramos TV Cable con un respetable número de abonados y Cable Total”, explicitó Rossetti.

Leyendo el mapa político-económico de los países limítrofes, se la jugó: “En 1989 me fui a Chile, justo cuando (Augusto) Pinochet dejaba el poder tras 17 años de dictadura, lo que abría las puertas a una posible inversión en medios de comunicación. Con 29 años llegué a aquel país para hacer un estudio de mercado. En el 91 desembarcamos en Concepción, la segunda ciudad que tenía acceso a la televisión por cable de todo el país”.

“Armé la empresa y luego regresé a Bahía, viajando hasta ocho veces al año a Chile, en medio de la competencia que acá teníamos con Cable Total. Quedamos en el medio de una disputa que venía de más arriba, cuando se armó el Grupo Telefé que tenía canales del Interior y El Trece que contaba con el respaldo de Clarín”, diferenció en una conversación que iba ganando en voltaje.

En ese sentido, se abrió una enorme oportunidad: “Nos llamó TyC Sports para, en 1993, ofrecernos la exclusividad de las transmisiones de fútbol en Bahía, lo que desembocó en un revuelo enorme en la ciudad. Tal es así que terminó con una reunión con los Massot, dueños del diario, quienes nos traspasaron todo el manejo del cable de Bahía. Nosotros hasta ahí nos conocían como ‘los chicos del cable’ y pasamos a ser quienes ya teníamos a cargo esa industria”. 

“Además de Lozano y yo, se sumaron Dardo Fava y luego Gustavo Iraola para hacerse cargo de la parte de programación. La venta masiva de los cables se dio promediando el gobierno de (Carlos) Menem incluyó a los dos de Bahía, es decir, TV Cable y Cable Total y Duke de Punta Alta. Los tres juntos entraron en la operación”, aseguró sin ningún tipo de misterio. 

Fue casi un volver a empezar: “Teníamos la inversión en Chile y nos quedamos con algo que nació como una semillita de un cable en el sur del país trasandino que hasta hace cuatro años tenía 300 mil abonados. Fui a España a montar una empresa dentro del mismo rubro y en 1997 compramos la productora y comenzamos con una distribuidora de material audiovisual en Sevilla, Huelva y Málaga, algo que se ha ido desarrollando de a poco”.

“Siempre digo que cuando a los 25 años estás muerto de hambre y a los 35 lográs reunir una fortuna pensás que todo lo que tocás lo convertís en oro. Por eso, nobleza obliga, hubo inversiones que no salieron como esperábamos, pifiamos muchas veces y, a la distancia, acertamos con el cable que es lo único que sabemos hacer. También con el desarrollo inmobiliario de Bosque Alto y la apuesta que fue Transbahia que salió muy bien”, sumó.

Lentamente, despertó en él una inquietud: “Junto con mi grupo de amigos y varios de ellos socios en las distintas empresas que fuimos montando, colaboramos con el Club Villa Mitre, sin ser dirigentes. El primero en involucrarse desde ese lugar fue Dardo (Fava) y, en mi caso, me empecé a vincular con el predio de calle Thompson, a partir del convenio que se había firmado con Breitenstein de Intendente, acompañando a Daniel Rodríguez para la entrega de las tierras”.

“Llegó un momento en el que me deslizaron que si no hacíamos una cancha de hockey con piso sintético se nos iban a ir 120 chicas del club. Corría el 2016 y decidí involucrarme en el área de Infraestructura de la institución, haciendo las gestiones necesarias porque no existe nadie que venga con una exorbitante suma de dinero para resolver los problemas”, refirió, sobre el final del ida y vuelta.

Sin vacilar, Eduardo puntualizó que “en nuestro caso, el principal capital que tenemos en Villa Mitre son las horas de dedicación e ingenio, que es más importante que el dinero porque de esa manera también educamos a quienes van a ser en un futuro los dirigentes. Nos falta detectar más gente que cubra el espacio que quedará cuando no estemos, siempre generando una cultura de trabajo”. 

“Soy sentimental de toda la vida por Villa Mitre, tenía 8 años y los domingos a la mañana cortaba papelitos para ir a tirarlos a la cancha cuando salía el equipo de fútbol a jugar un partido. Mi segundo hogar era el club, allí pude patear la pelota, tirar al aro, en ese lugar tuve mis amigos, mi primera novia y todo eso es algo que te arraiga”, confirmó, hablando con el corazón. 

El click lo hizo tiempo atrás: “Cuando cumplí 55 años dije ‘no voy a trabajar nunca más para mi’ para destinar mi energía para desarrollar proyectos en el club, desde el lugar que me toque porque me ocurre que estoy trabajando en Estados Unidos o España y desde ahí vendo rifas para Villa Mitre. Fue algo que viví cuando tuve la oportunidad de conformar el fideicomiso con el que se hizo la pileta en la nueva sede”.

“Tengo muchas ideas de transformación para que el club pueda desarrollar sus negocios, que no se dependa solo de una cuotita social porque así no se llega a nada. Vamos a seguir creciendo y se están sentando las bases de un gran proyecto, nos falta lo deportivo, pero eso llegará luego de hacer cimientos firmes, para evitar que nos ocurra lo que ya nos pasó”, finalizó Rossetti. 

Fue un hombre de negocios que, tras una exitosa carrera empresarial, decidió hace casi una década dar un giro importante. Hoy, pone al club que acaba de celebrar su centenario en el centro de sus prioridades. Las ideas que concibe para el desarrollo y crecimiento de esta institución lo llenan por completo, brindándole una razón poderosa para continuar adelante con entusiasmo y dedicación. Eduardo encontró en su amor por el club una gran fuente de inspiración que va más allá de los negocios, transformándose en su principal motor de la vida.

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