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DE AYER A HOY

“La masacre de Carmen de Patagones fue un antes y un después en mi vida”

La exjueza de Menores, Alicia Ramallo, reveló las secuelas que dejó la “causa Junior”. Además, recordó su infancia. Y ponderó el sacrificio de convertirse en madre antes de graduarse en La Plata.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

La mañana del 28 de septiembre de 2004 parecía ser como cualquier otra. En Bahía Blanca, el viento de los primeros días de la primavera se hacía sentir. Sin embargo, ese martes, la mirada se posó en la Escuela de Enseñanza Media Nº 202 Islas Malvinas de Carmen de Patagones, en el marco de uno de los hechos policiales más aterradores de las últimas décadas.

Allí, se produjo una masacre. Un alumno de 15 años llamado Rafael Solich, conocido como “Junior”, disparó sobre sus compañeros en el aula en la que compartían el primer año del ciclo Polimodal de la educación secundaria, elevando los niveles de conmoción a índices inusitados. El adolescente disparó con una pistola (perteneciente a su padre), matando a tres chicos e hiriendo a otros cinco.

Los 274 kilómetros de distancia con la localidad más austral de la provincia no fueron impedimento para que la causa recaiga por jurisdicción en el Juzgado de Menores Nº 1 bahiense, a cargo de la doctora Alicia Georgina Ramallo. Lejos de los flashes de esos tiempos, la ex magistrada elevó el perfil por unos minutos y no solo repasó el episodio que dejó una huella indeleble, sino también aspectos de su vida personal, los momentos previos a convertirse en la mujer que debió aplicar la ley en el emblemático caso.

Foto: La Nueva.

“Nací en Río Colorado y cuando tenía cinco años, mi hermana estaba a punto de iniciar sus estudios secundarios y como solo había hasta tercer año, nos mudamos a Bahía Blanca. Mi papá instaló acá la farmacia que tenía allá, pensando en el futuro de sus hijos. Mi infancia la viví en el barrio Noroeste, donde estaba la Farmacia Ramallo, una niñez rodeada de medicamentos, me gustaba pasar largo tiempo en el laboratorio, porque nuestra casa y el local compartían el mismo lote. Recuerdo que mi mamá le llevaba el mate y se convertía en un momento compartido en familia, conmigo y mis hermanos, ambos mayores que yo”, señaló Ramallo, desde el living de su departamento, donde recibió a LA BRÚJULA 24.

Sobre aquellos primeros años, rememoró: “Cursé mis estudios en el Colegio María Auxiliadora y me fui a estudiar a La Plata. Mi hermana, actualmente viuda, se casó muy joven con quien fuera el doctor Ciccola y yo, con 14 años, los acompañaba donde ellos iban, me llevaban a todos lados por ser la más chica. Él era abogado, hablábamos mucho y me decía que tenía que estudiar Periodismo o alguna ciencia social. Pero mi mamá, viendo que mis hermanos no habían estudiado Farmacia, insistía en que alguien tenía que seguir el legado de papá”.

“Cursé un cuatrimestre y confirmé que no era lo mío, no fue nada fácil decidirme, tomar coraje y venir a Bahía Blanca para plantear lo que me estaba pasando. Mi mamá se enojó, el que me comprendió fue mi papá. Me dijo que si estaba decidida a cambiarme de carrera me iba a apoyar. Ese segundo cuatrimestre hice el ingreso, siempre en La Plata, y al año siguiente ya empecé a cursar Abogacía. Logré graduarme, con un gran sacrificio porque mi hija mayor nació mientras transitaba el último tramo de la carrera y me casé, un intervalo en mis estudios antes de retomar para recibirme”, sintetizó, en esa génesis de una incursión profesional que le tenía deparada gran satisfacción.

En ese sentido, apuntó: “Mi primera experiencia laboral fue en una escribanía de Bahía de mi primo, de apellido Ruíz, pero no era lo que me gustaba. Luego me fui unos años a Río Colorado, donde nació mi segundo hijo y comencé a ejercer la profesión junto a un colega, para posteriormente ya radicarme definitivamente en Bahía Blanca, donde ingresé a trabajar como prosecretaria del doctor Hugo De Rosa. En ese cargo permanecí cinco años hasta que me salió la posibilidad del ascenso como secretaria en la Asesoría de Incapaces, pese a que muchos me decían que no era una buena opción porque creían que era la nada misma”.

“Fui contra la corriente, les dije que el tren pasaba solo una vez y lo tenía que tomar para bajarme en la estación que quería. Me instalé en las oficinas ubicadas en calle Corrientes, un lugar que tenía mucho menos movimiento que en la actualidad. Fui durante nueve años la secretaria de Teresa Barros en la asesoría y donde aprendí muchísimo. Luego, el Juzgado Nº 1 de Menores quedó vacante ante la salida del doctor (Alfredo) Mones Ruiz, quien asumió como camarista, por eso ese examen se concursó. Rendí, tuve la suerte de aprobar y fui jueza en ese fuero desde el 2000 hasta 2017, que me jubilé. Allí me sentí como pez en el agua, pese a la dificultad que implicaba ejercer ese rol, algo de lo que mis hijos pueden dar fe”, aseveró Ramallo, con cierta nostalgia.

Inmediatamente, no puso condiciones para adentrarse en el suceso que la marcó para siempre: “El caso Junior lo trabajé bastante bien, más aún cuando veo las cosas que ocurren y cómo evolucionó la tarea de la prensa, pese a que recibí el maltrato de algunos sectores porque no di lugar a nadie ajeno a la causa. Solo me comunicaba con la radio de Carmen de Patagones, la cual era el nexo con los chicos”, reflexionó, con voz entrecortada, y dejó una anécdota: “Mi hijo vivía en La Plata y se enteró de lo que estaba ocurriendo cuando encendió el televisor antes de ir a rendir un examen y vio en pantalla a su mamá bajando de un patrullero en Patagones”.

“Ese caso fue un antes y un después en mi vida. Los jueces de menores teníamos por un lado a un adolescente de 15 años que era inimputable, al que tenía que proteger, al igual que a su hermano menor y por otro lado a las víctimas, lo que obligaba a un desdoblamiento muy difícil en el día a día en la búsqueda del equilibrio. Mucho colaboró aquellos días quien fuera jefe de la Policía con jurisdicción en Bahía Blanca y la región. Se portó muy bien, me puso un móvil a mi disposición y en tres horas llegué a Patagones”, argumentó la ex magistrada del fuero juvenil local.

Todo era una verdadera revolución: “Cuando pusimos un pie allí, ya habían llegado en avión desde La Plata los distintos funcionarios provinciales. En el trayecto, iba con línea directa telefónica dando las instrucciones para preservar todo el lugar del hecho. Recuerdo que dí la orden de que trajeran a Junior a Bahía para evitar cualquier intento de linchamiento y, a mitad de camino, en plena ruta, lo pude ver. A él no lo bajaron del patrullero, iba esposado en el asiento de atrás y me acerqué a hablar con él, sentándome a su lado. Ese fue el primer contacto que tuvimos. Acá en Bahía lo esperaba el otro Juez de Menores de ese entonces en Bahía Blanca, el doctor (Guillermo) García Pereryra”.

“Aquel día regresé a mi casa casi a la madrugada porque aproveché aquella primera estadía para llevar adelante todo tipo de diligencias. Si bien fueron semanas muy complejas, la ciudadanía me respetó, pese a que mi exposición pública inevitablemente creció por este caso, amén de una carrera en la que siempre intenté mantener un perfil bajo. El teléfono explotaba a toda hora, medios de comunicación de distintos puntos del país, en tiempos en los que los celulares no estaban en auge y, menos aún, existía el Whatsapp. Si bien nunca me resultó sencillo conciliar el sueño, en aquellos tiempos, pasaba noches sin dormir”, describió, sobre ese convulsionado lapso.

La última foto que se conoció de Junior. (Enrique Medina)

Al dar vuelta la página, se distendió y habló sobre su actualidad, ya sin las presiones de los horarios o las obligaciones, que no eran pocas en su labor de impartir justicia: “Con mi pareja nos gusta mucho viajar y cuando dejé de trabajar, al poco tiempo, irrumpió la pandemia que truncó parte de ese disfrute. Tengo cuatro nietos hermosos de 8, 7, 3 y 2 años, quienes son un motor importante en mi vida, mi luz”.

“Lo único que extraño de mi etapa en el Juzgado es el grupo, mi equipo, al cual le había dado el título de “Dream Team”, compuesto por mi secretario, mi prosecretaria y el resto de los chicos, a los cuales alentaba para que se sigan formando porque era gente joven. En aquel entonces nos reuníamos mucho en el quincho de mi casa donde hacíamos asados o pizzas a la parrilla”, añadió Ramallo, ya en el epílogo de su testimonio, una palabra tan buscada por años por la prensa local.

Consultada respecto a su mirada sobre la conducta de los chicos de la actualidad, no vaciló en enfatizar que “hoy, a la luz de los acontecimientos y viendo cómo se desarrollan los hechos potenciados por los avances tecnológicos, es importante que los padres no pierdan de vista a sus hijos. No es necesario poner límites estrictos, lo ideal es cuidarlos a una cierta distancia porque la calle está muy difícil y hasta en lo que ocurre adentro de casa con delitos como el grooming, modalidades que no existían en mi época. Obviamente que la penetración de las adicciones en cualquier grupo social y a edades cada vez más tempranas es una amenaza siempre latente”.

“Pese a que nos tocaba trabajar con chicos que delinquían, tenían nuestro corazón en el Juzgado porque muchos de ellos caían cada tanto. En tiempos en los que ya era jueza, con mi actual pareja nos cruzábamos con Dante, un chico en situación de calle cuyo padrastro era muy agresivo, que solía dormir en el cajero del Banco Francés. Lo veía, llamaba a Acción Social, se lo llevaban para bañarlo y darle el desayuno y me quedaba tranquila. Después lo frecuenté más seguido en el Juzgado porque empezó a delinquir”, concluyó, con un hábito que la pinta de cuerpo entero.

Acompañada de su mamá fallecida hace cinco años y sus hijos.

Siempre fue “una figurita difícil” y no existe connotación negativa en esa calificación. Y prueba de ello fue este artículo. En tiempos donde no abundan la coherencia y la austeridad en el comportamiento personal, Alicia Ramallo hizo un culto del perfil bajo. Habló a partir de sus fallos y forjó una carrera alejada de cualquier tipo de controversia o conflicto de intereses. Su calidez fue puesta de manifiesto en esta entrevista, en definitiva, se trata de una ex funcionaria judicial pero, por sobre todo, una persona común y corriente, como cualquier otra.

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