Por Viviana Rodríguez
Pensar colectivamente cómo habitar los espacios en tiempos de pospandemia

Por Viviana Rodríguez, licenciada en psicología, especialista en Psicología Social con orientación en Gestión y Evaluación de Proyectos, psicoanalista, presidenta del Colegio de Psicólogos de Bahía Blanca.
Vivir la pandemia fue encontrarse sin velos con las amenazas del propio cuerpo, naturaleza y relaciones y, por añadidura, con las fragilidades de las existencias cuando se pretende hacerles frente desde las soledades del individualismo. Todas las personas fuimos afectadas y, en esta ocasión, lo común fue la amenaza a enfermarnos y morir.
Dice Freud que el sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; y, por fin, de las relaciones con otros seres humanos.
Lo común de la Pandemia incluyó que no nos haya afectado a todas por igual. Hay múltiples cuestiones que marcan estas diferenciaciones: de continente, país, ciudad, barrio, vecindario, vínculos, historias singulares, clase y género, entre otras.
Mientras que algunas personas pudieron retirarse a lugares menos desprotegidos, otras se encontraban en la intemperie de los procesos de vulneración que vivían. Inexorablemente se impone el recuerdo de Ramona de la Villa 31 cuando antes de su muerte denunciaba “vengan y vean la desesperación de no tener agua y el miedo a contagiarnos”.
Esto no-común de la Pandemia nos convoca al esfuerzo de analizar críticamente lo instituido y establecido que la pandemia dejó bajo la lupa: la exacerbación de los padecimientos producto de las desigualdades sociales acarreadas desde las lógicas estatales mercantilistas que barren con derechos fundamentales. Este análisis en épocas de pospandemia es un imperativo ético que tiene que venir de la mano de planificaciones situadas y estratégicas para los tratamientos que se requieran en las diferentes dimensiones.
De lo andado hasta acá pareciera que no hay respuestas concluidas pero sí rasgos valiosos: la potencia de la salud pública, la garantía de derechos fundamentales, los lazos solidarios, amorosos y las organizaciones comunitarias como sujetos políticos que promovieron estrategias desde el lazo social y no en la desolación del individualismo y del sálvese quien pueda
Desde la perspectiva de derechos humanos la salud en un sentido integral -y en particular la salud mental- es un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos de toda persona. Empezar a habitar tiempos de pospandemia es tomar decisiones que potencien y construyan presencias de los y las otras en sus múltiples representaciones (estado, vínculos próximos, organizaciones), que nos ofrezcan apoyo para restablecer aquello que, de acuerdo a la singularidad de cada una de nuestras historias, se vio afectado.
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