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Mascoteros en Bahía: no hay pandemia que frene la búsqueda de un mundo mejor

La Brújula 24 te acerca al mundo de los y las proteccionistas. Un repaso por el trabajo desinteresado de diversas agrupaciones que, con muchas más similitudes que diferencias, persiguen un mismo objetivo.

Algunos se agrupan y luchan juntos en pos de un bien común. Ellos entienden que eso le hará bien a la sociedad y no tienen ningún problema en dejar ciertas cosas de lado para conseguirlo. Otros, en cambio, lo hacen en solitario. Pero todos buscan lo mismo: poder darle una mejor vida a los animales.

Esa, afirman con orgullo, es más que una simple elección, es una forma de vivir la vida.

Hoy vamos a meternos en el mundo de los mascoteros y/o proteccionistas, quienes de manera totalmente desinteresada hacen todo lo que tienen a su alcance para ayudar a esos seres que solos no pueden. Sus motivaciones, sus miedos, sus expectativas y proyectos más inmediatos. Y por supuesto, el impacto que tuvo la pandemia en el desarrollo de sus  actividades.

En Bahía Blanca son varias las ONG’s dedicadas a esta temática. Programas de radio y televisión locales, además, se enfocan en el trabajo de estos equipos que, sin pedir nada a cambio, coinciden en la necesidad de generar conciencia entre los vecinos. Y eso, a pesar de los obstáculos que muchas veces se interponen en su camino.

Un ejemplo claro de lo expuesto es “Mascoteros Bahienses”, una entidad que tiene como representante y colaboradora permanente a Adriana Pintado. Ella, en diálogo con LA BRÚJULA 24, contó que “ser mascotero o animalista es haber encontrado la manera de hacer que la vida de los animales -en un mundo de humanos- sea más llevadera, porque cuando te das cuenta que llevás años preocupándote por aquello que te desagrada, hay que empezar a ocuparte”.

En su relato, Adriana recordó que “nosotros conformamos esta ONG en forma oficial en el año 2008; algunos se fueron y otros se han ido sumando, pero siempre seguimos en contacto”. Y respecto de su trabajo, dijo que “la actividad principal es la prevención a través de la castración. Para ese fin utilizamos los turnos que nos ofrece el Móvil Municipal y cuando por alguna patología los animales son rechazados, los llevamos a veterinaria privada”.

“Nuestro slogan siempre ha sido ‘No compres, adoptá. No abandones, castrá’. Creemos que ese es el único medio ético para el control de la fauna urbana”.

Consultada respecto de la respuesta de la sociedad en general, relató que “debo decir que cada vez es mejor. Se empezó a entender que la responsabilidad de adoptar una mascota no pasa sólo por ofrecerle las necesidades básicas, también hay que programar esterilizaciones  en tiempo y forma, de manera que luego no haya que deshacerse de los cachorros como cosas, dejando de lado el mito que las hembras deben parir una vez”.

Y respecto de las consecuencias de la pandemia, contó: “La cuarentena obviamente nos paró como a toda actividad, ahora retomamos bajo estricto protocolo con un número muy pequeño de animales por mes. Pero veamos el lado positivo, muchas familias se encontraron tiempo completo y aprovecharon para darle una oportunidad a un abandonado, descontando que será para toda la vida”.

Cintia Ayala, por su parte, integra la ONG “Cuatro Patas y también dejó plasmadas sus experiencias y sensaciones en este informe. “Se podría definir esto como una especie de trabajo, para hacerlo de manera sencilla, porque uno hace algo y a cambio recibe un rédito; que en este caso es saber que hiciste algo, ayudaste o incluso salvaste la vida de un animal”.

De todas maneras, ella misma reconoce dicha definición como incompleta. Y agrega que “es tener tu vida abocada a ellos, ser feliz por  verlos  bien,  hacer algo aunque sea diminuto para lograr ese objetivo. Eso no tiene precio,  estar pendiente por más que estés cansada porque sabés que siempre va a haber quién necesite tu ayuda. Como dice la palabra misma, protegerlos o al menos intentarlo siempre”.

En su relato, Cintia comentó que Cuatro Patas cumplió hace poco 10 años y recordó que “fue ideada por Candela Ruiz, de a poco, queriendo reencontrar  mascotas con sus familias, buscándole hogar”. Y al igual que en el caso anterior, dijo que “las integrantes fueron cambiando, algunas se fueron, llegamos otras. Actualmente somos  8, dos de nosotras ya no viviendo en Bahía, pero siguen presentes y colaboran  con los casos como si estuvieran acá”.

El efecto la pandemia: “En un comienzo, con la mayor restricción, se nos complicó todo porque para ayudar a un animal se requiere movimiento, un traslado, una veterinaria, que nos lleguen insumos, y eso estuvo paralizado. Lo mismo para concretar una adopción, estábamos “varadas” y la incertidumbre de no saber hasta cuándo iba a ser así nos preocupó. Pero a medida que los permisos se fueron liberando, todo se normalizó”.

Y a la hora de hablar de expectativas, Cintia indicó que “son siempre las mismas: lograr que cada vez más gente sea responsable con la tenencia de su mascota a través de la concientización  que permanentemente llevamos a cabo mediante nuestras páginas de Facebook e Instagram, fomentando, por sobre todo, que sus derechos a la salud y una vida digna sean cumplidos”.

En este recorrido de historias de solidaridad nos topamos también con Laura Schefer, de A.B.P.A. (Asociación Bahiense de Protección Animal). Tal como ella misma explicó, la organización comenzó a trabajar en el 2009 en la ciudad, siendo que en 2010 obtuvo la correspondiente personería jurídica. Hoy, la componen una Comisión Directiva (7 personas), una Comisión Revisora de Cuentas (4) y un equipo de voluntarios (30) que colabora siendo hogares de tránsito, cobrando cuotas sociales, haciendo traslados o retirando donaciones.

“Ser proteccionista es ir caminando por la calle, ver un animal sufriendo y no poder dejar de pensar en llevártelo para ayudarlo. Pensar que tenés ya demasiados en tu casa, entre propios y en tránsito, quedarte horas pensando, mover cielo y tierra hasta que algún voluntario o alguna persona que ya ha adoptado te dice ‘dale, traelo, yo lo cuido hasta que se adopte’. Y ahí respirás. Y si eso no pasa, te volvés igual al barrio, al centro, al parque, a la villa, a donde lo hayas visto y te lo traes igual”, reflexionó.

En cuanto a sus motivaciones, Laura le contó a este medio que “el ver la transformación no solo en sus cuerpos cuando mejoran en la salud, sino el cambio de expresión en sus caras. Es increíble cómo te transmiten el agradecimiento. Perros que hemos ido a rescatar que estaban encadenados y te ladraban y gruñían y parecía que no salías vivo de ahí, pero donde veían que sacabas la cadena y ponías una correa y le hacías una caricia dejaban de gruñir y salían caminando al lado tuyo”.

“Gatos salvajes, los hemos ido a rescatar usando guantes especiales para que no te rasguñen o muerdan, quizás una semana o un mes sin poder tocarlos de lo ariscos que son, y después los acostumbrás a lo que es la buena vida, dormir en tu cama, agua y comida a disposición, ya no pasar frío. Y terminan siendo los más dulces del mundo. Esas cosas no tienen precio”, afirmó.

Además de las consecuencias lógicas causadas por el avance del Covid en la ciudad, ABPA tiene metas claras. “Lograr que todos tomen conciencia de la importancia de la protección de los animales, de que más personas se ofrezcan como hogares de tránsito y no se pida tanto que alguien haga algo, que se entienda la importancia de la castración para el control poblacional de perros y gatos (machos y hembras), que las sanciones por maltrato animal sean más severas, y que podamos concretar los proyectos que tenemos en agenda las ONG’s proteccionistas que conformamos la Mesa de Abordaje de Animales No Humanos del Concejo Deliberante”.

“En Bahía Blanca, las ONG’s proteccionistas trabajamos en equipo, aprendimos con los años que cada uno trabaja a su manera, pero al momento de defenderlos y pelear por ellos lo hacemos en bloque y tiramos para un mismo lado”.

Incluso, destacó Laura en su alocución, “no trabajamos solas, sino que esta mesa de abordaje la conformamos junto con concejales, comisarios, abogados, Caballería, Juzgado de Faltas, Fiscalía, Fiscalización del Municipio, Instituto de Estudio de Derecho Animal (IEDA), Colegio de Veterinarios, Zoonosis. El trabajo en equipo es interinstitucional, es la forma de lograr que nuestra ciudad sea cada vez más empática con los animales”.

Y por último, aunque no por eso menos importante, quien toma la palabra es Gina Desinano, asidua colaboradora del Centro de Recuperación Equina Nelquihue, que cuenta con un predio ubicado en las afueras de la ciudad (Sesquicentenario, a metros de Avenida Cabrera), en el que lógicamente se destaca la gran cantidad de caballos malheridos que reciben asistencia, además de otras especies que también son recibidas en el caso de ser necesario.

“Nuestro trabajo se basa en darles un espacio y un lugar a los animales que no tienen una oportunidad, básicamente una mejor calidad de vida. Acá van a encontrar todo tipo de patologías, algunos caballos son muy viejitos y otros estuvieron durante mucho tiempo tirando de un carro”, referenció la voluntaria. Y agregó: “Alejandra -González- fue la que pudo abrir este lugar hace algunos años después de mucho tiempo de lucha para lograrlo. Ahora esperamos poder volver a abrir en la primavera para que la gente pueda venir y, si así lo desea, colaborar. Aunque sea poco, para nosotros es mucha ayuda”.

Respecto de las situaciones más comunes que atienden en ese lugar, Gina comentó que “siempre trabajamos con la ayuda de profesionales y, a su vez, tratamos de capacitarnos para poder atenderlos. Ellos -por los caballos- a veces se lastiman solos, son como niños. Tenemos animales que no son tan viejos, pero por ejemplo perdieron las muelas y no pueden comer por sus propios medios y nos necesitan”.

“Cada uno de los animales que llega a Nelquihue tiene su propia historia, la mayoría muy conmovedoras. Por eso invitamos a la gente para que nos conozca, no todos saben de la existencia de este predio. Pueden acercarse a través de las redes sociales, por ejemplo, es algo muy lindo ver la recuperación que se logra”, argumentó.

Y consultada respecto de la motivación, ponderó que “me moviliza sentirme bien con ellos, eso es una gratificación que uno se lleva. Es indescriptible el ida y vuelta con los animales. Verlos a los días corriendo o jugando es una gran satisfacción para todos los que estamos acá”.

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