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De Ayer a Hoy

"Estamos viviendo una etapa difícil, pero elijo mirar el vaso medio lleno"

Rodrigo Vivallo contó cómo se dio la llegada a Bahía. La influencia en la génesis del área de Defensa Civil. El empuje a la delegación local de Red Solidaria. Y su actualidad en el Centro Comunitario San Roque.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

De alma altruista y con una marcada inclinación hacia el bienestar ajeno, el protagonista de este artículo llegó a Bahía cuando apenas era un niño. Pese a su corta edad, rápidamente asumió a la ciudad como propia, involucrándose en causas que buscaban mejorar la vida del otro. Su primera incursión laboral en un emblemático hospital fue la chispa que prendió su vocación de servicio. Desde entonces, dedica su vida a ayudar a los más necesitados y esto se ve reflejado en las diversas actividades y proyectos que ha emprendido.

Su paso por Defensa Civil marcó un antes y un después, siendo uno de los pioneros en la creación y fortalecimiento de dicha oficina. Desde allí, su capacidad de organización y su liderazgo fueron claves para responder a emergencias y necesidades. Su participación en Red Solidaria también es un claro ejemplo de su compromiso con el bienestar comunitario, siempre dispuesto a tender una mano. La ayuda desinteresada ha sido una constante en su vida, buscando soluciones a los problemas sociales desde su lugar de acción.

Actualmente, su esfuerzo está enfocado en el Centro Comunitario San Roque, institución que atravesó dificultades, pero que él logró poner de pie con perseverancia y dedicación. Bajo su dirección, recuperó su fuerza y capacidad de acción, brindando servicios esenciales a la comunidad. La resiliencia que mostró en momentos adversos lo llevó a crear un espacio de esperanza para muchos. Sus valores, su familia, y su incansable empeño por mejorar la vida de los demás le permitieron superar obstáculos y seguir adelante con sus proyectos.

“Hace casi 68 años nací en Temuco, Chile. Al venir con apenas cinco años a Bahía Blanca, siento que me trajeron a la fuerza, nadie me preguntó si quería venir a Argentina, pero hoy puedo decir que adopté a esta ciudad como propia. Tengo cuatro hermanas, todas mayores, sin dudas fui el más consentido (risas)”, señaló Vivallo, al comienzo de la entrevista.

Y manifestó en LA BRÚJULA 24 que “de la localidad de la que soy oriundo tengo algunos vagos recuerdos, en especial el más terrible que fue el terremoto de 1960. Vivíamos en una zona rural, un lugar que luego de grande pude visitar. Mis padres trabajaban en el campo y como no había muchas posibilidades allá, vinieron tras el sueño de un mejor porvenir”.

“Acá teníamos familiares y nos instalamos en Villa Mitre, donde nos criamos, crecimos y en particular fue el lugar que elegí para desarrollarme. Hice la primaria en la Escuela Nº 38 de Villa Italia y, en paralelo, forjé buena parte de mi infancia vinculado al Grupo Scout del Colegio San Francisco de Asís”, infirió, al recordar aquellos primeros años de vida.

Consultado respecto de cómo fue su adolescencia, afirmó: “Comencé la secundaria en la Escuela Técnica de calle Chiclana, pero tuve que trabajar, no me quedó otra opción. Luego de hacer algunas tareas informales pude ingresar al Hospital Penna para hacer actividades vinculadas con el mantenimiento en general. Conocí cómo era el manejo del nosocomio por dentro y hasta me tocó manejar las ambulancias”.

“Luego de cuatro años y de un cierto cansancio como consecuencia de la carga horaria, en 1980 surgió la posibilidad de entrar a la Municipalidad, rindiendo concurso. Me sumé al cuerpo de tránsito, como inspector, más allá de que antes tuve que pagar el derecho de piso que incluía cebar mates a los jefes, algo que no me gustaba para nada”, destacó, en un rapto de sinceridad.

No obstante, aclaró que “hasta que uno de los encargados me indicó que tenía que estudiar la Ley de Tránsito, antes de salir a la calle, lo que me permitió con el tiempo seguir rindiendo para ascender y llegar a ser jefe de turno. Me fascinaba leer, participar de capacitaciones y ver cómo había sido la evolución del tránsito, lo que me dio herramientas para planificarlo”.

“El propio intendente Jaime Linares fue uno de los pocos que me dio un lugar para brindar una opinión, más allá de que éramos muchos los funcionarios dentro de ese área. En 1995 percibí que el trabajo en la calle me había cansado, como consecuencia de un desgaste ligado al descontrol que era lidiar con la gente”, advirtió Rodrigo.

Asimismo, describió que en esa tarea “era mucho el esfuerzo porque no abundaba el personal y había que trabajar a contraturno. Me perdí parte del crecimiento de mis hijos y caí en la cuenta de que eso no era vida para mí. Pedí el cambio de oficina y me ofrecieron ingresar a Defensa Civil, un área que estaba cerrada. No lo dudé ni un instante”.

“Como estaba solo, al comienzo me dediqué a leer, a aprender la función de este organismo que para Bahía Blanca era algo poco explorado. Mi experiencia en el movimiento scout me daba una perspectiva social de la labor que tenía que desarrollar, sumado a la tarea solidaria que de manera incipiente comenzaba a llevar a cabo en otros ámbitos”, evidenció, ingresando al nudo de una charla que aún iba a deparar más sorpresas.

Ese espacio fue creciendo: “Luego, comenzaron a llegar los jefes y el resto del personal para conformar un equipo de trabajo con el que pasamos gratos momentos, compartiendo horas de ocio, experiencias y la acción de cada guardia. Fueron pasando varios directores hasta que me llegó la oportunidad de comandar a mi; de algunos de ellos tengo muy buenos recuerdos y de otros no tanto”.

“El doctor Daniel Fuertes fue una persona que me dio grandes oportunidades, un hombre con el cual tenemos una relación estrecha y de vez en cuando nos encontramos a charlar. Al tiempo me llamaron para un trabajo en una empresa privada que me obligó luego a tener que elegir, por lo que dejé la dirección de Defensa Civil porque me demandaba demasiado tiempo”, reconoció Vivallo.

Inmediatamente, lanzó que “en aquella incursión laboral, lo paradójico es que me tocó viajar mucho a Punta Colorada, un destino del que se ha hablado mucho en este tiempo por la radicación de la planta de GNL. Un lugar paradisíaco, en el que no había nada, solo la posibilidad de ver las ballenas mientras estaba trabajando, una experiencia única”.

“En determinado momento, la empresa dejó de tener clientes acá y terminó ofreciéndome una indemnización. Para aquel entonces todavía conservaba mi puesto en Defensa Civil y había surgido una propuesta que me cursó la Corporación de Comercio, para ponerme al frente de la coordinación de la seguridad de la FISA, además de la logística para otros eventos”, resaltó con orgullo.

De un tiempo a esta parte, su vida cambió: “Me jubilé hace ocho años, con la edad cumplida y años de antigüedad de sobra. En 2001, con la crisis, formamos la Red Solidaria en Bahía Blanca junto a un grupo de gente, replicando lo que hacía Juan Carr en Buenos Aires. Nos pareció que era una buena idea para ayudar, por lo que apuntalado por mi esposa y parte de la familia, integramos el grupo en una granja en Carhué”.

“Era una organización internacional para rehabilitación de personas con adicciones. Fue una experiencia fuerte, mi hija estuvo hasta el año pasado ligada a esta entidad, habiendo vivido dos años en Brasil y uno en Chile. El problema era que desde lo económico se complicaba sostener el viaje a dicha localidad cada 15 días, por eso priorizamos la Red Solidaria en Bahía Blanca”, aseguró quien todavía se mantiene activo y vivaz.

Su espíritu inquieto lo llevó a aceptar un nuevo desafío: “En 2018, la gente de la parroquia San Roque me invitó a trabajar en el Centro Comunitario. Entré a dar una mano como vocal, hasta que casi sin darme cuenta terminé siendo presidente. Atravesé la pandemia, un lapso que me hizo derramar más de una lágrima, pero que con el tiempo pude superar hasta convertir este espacio en un lugar que me aporta más satisfacciones que dolores de cabeza”.

“En tiempos del Covid, había un grupo de personas que debía atender a los chicos que dejaron de asistir regularmente por temor al contacto y el consecuente riesgo de contagio. Cuando se planteó la posibilidad de renovar el contrato con esa cooperativa, buena parte de ellos nos inició demandas laborales y tuvimos que afrontar los juicios”, lamentó quien se prestó sin condicionantes a ser parte de esta sección “De Ayer A Hoy”.

Aquel desenlace no lo sorprendió: “Quienes habían estado en las comisiones anteriores reconocieron que no les sorprendía esa postura. Asumimos la responsabilidad y fuimos solucionando de a poco el entuerto. Conseguimos poner los papeles en orden, nos propusimos reacondicionar la escuelita de fútbol y lentamente creo que hemos logrado ordenar la institución”.

“Con mi esposa Marga compartimos la pasión por el movimiento scout. Nos conocimos cuando tomé la primera comunión, ella trabajaba en una tienda de la calle San Martín llamada El Progreso. Vendía ropa y en una oportunidad fui con mi mamá a comprar el traje, pero tras muchos años nos reencontramos en el Coro San Roque y nos pusimos de novios”, rememoró con la ternura que lo caracteriza.

Así fue que formaron una bella familia: “Nos casamos y tuvimos dos hijos: Francisco y Micaela que llegaron luego del primero que falleció lamentablemente a poco de haber nacido. Además, somos abuelos de Victoria. Con mi esposa nos proponemos viajar cada dos años para el cumpleaños de alguno de nosotros dos. Así pudimos conocer buena parte del país, tal es así que muy pronto tenemos otro programado”.

“La pandemia nos había alejado a todos, pero de a poquito nos vamos reencontrando con amigos y eso es lo que más me nutre. En lo particular, trato de seguir haciendo algunos trabajos puntuales vinculados con la habilitación comercial, a partir de mi experiencia en el rubro desde lo público y lo privado”, apuntó.

Por último, analizó que “en lo social estamos pasando una etapa difícil. Integro el Consejo de Políticas Sociales de la comuna y días atrás compartimos la estadística que indica que un 46% de las personas son pobres. Allí, comenté que es positivo ver el medio vaso lleno. Los que formamos el 54% deberíamos llegar a lugares donde no se está siendo efectivo en relación a lo solidario”.

A un ritmo más pausado que en sus años mozos, Rodrigo Vivallo continúa alcanzando sus metas, combinando su espíritu solidario con el disfrute de una vida más tranquila, siempre apuntalado por su entorno más cercano, pero siempre comprometido con el bienestar ajeno, sin ningún tipo de condicionamiento.

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