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Testigos falsos instalaron 10 mentiras para desviar la Causa Facundo
No solo el peritrucho Marcos Herrero formó parte de la operación para inventar una desaparición forzada y culpar inocentes, antes hubo declaraciones que “prepararon el terreno”.
Para comprender en toda su dimensión la “Operación Facundo”, hay que remontarse a junio de 2020. Aquel mes se sucedieron hechos previos, indispensables para el show principal que se vendría: la actuación del famoso peritrucho Marcos Herrero, que -como sabemos- tuvo una única misión: plantar prueba para desviar la investigación.
La opereta de “desaparición forzada” no hubiese sido posible sin el aporte de tres “testigos estrellas” que relataron hechos probadamente falsos. Ellos serían los “cabeza de playa” para que la causa girara al fuero federal bajo la sospecha de que se había tratado de un secuestro.
Un poco de historia.
El viernes 5 de junio de 2020, a las 10.41, comenzaría a instruirse la “Causa Facundo”. Esa mañana Cristina Castro se acercó a una comisaría a radicar la denuncia por la desaparición de su hijo. Habían pasado 36 días desde que Facundo había salido caminando de su casa de Pedro Luro a Bahía Blanca.
La mujer relató que su hijo se había ausentado el 29 de abril (en una segunda declaración corregiría el día: era el 30) y reveló que mantenían una relación conflictiva. Señaló que el mismo día que su hijo se retira del hogar, la policía le avisa en su lugar de trabajo que Facundo había sido infraccionado en Buratovich por violar la cuarentena.
Castro, en su testimonial, declara que aquel mediodía llamó por teléfono a Facundo para recriminarle la presencia del patrullero en la estación de servicio en la que ella trabajaba, ya que eso podría acarrearle problemas con su patrona. Reveló que discutieron fuerte y que Facundo le respondió: “no te preocupes, nunca más me vas a ver” y que inmediatamente después la bloqueó del WhatsApp.
En esos días, y en nuevas ampliaciones de declaración, Cristina Castro relataría -más o menos- lo mismo.
Sin embargo, todo cambiaría tras la llegada de Luciano Peretto, su primer abogado patrocinante.
El 23 de junio el letrado hace su ingreso formal al expediente que tramitaba en la Justicia provincial. Apenas unas horas después, el relato de la madre de Facundo comenzaría a variar rotundamente. Sorprendentemente, la hipótesis de una desaparición forzada irrumpiría en su discurso. Sería la única posible para ella.
Incluso, resultó llamativo para muchos que, a la hora de recrear aquel último llamado con su hijo, Castro comenzara a agregar elementos “centrales” que nunca antes había mencionado. Modificaría rotundamente el tenor de lo descripto en los primeros días. Empezó a decir que ella se dio cuenta de que a su hijo lo estaban secuestrando.
“En aquel llamado Facu me dice `mamá vos no tenés idea donde estoy, no me vas a ver más más´. Luego escucho un golpe y alguien le manotea el teléfono. Sin dudas me estaba pidiendo auxilio”, reveló Cristina Castro.
Pero la “bomba” que le daría el pie formal a una forzada carátula de secuestro era la declaración de tres testigos aportados por el mismo abogado.
La idea era que los “testigos estrellas” declararan directamente en el fuero federal, a donde reclamaban que el expediente sea girado por la naturaleza del delito. Para eso contaban con los relatos de esos jóvenes grabados en el teléfono celular de Peretto.
Sin embargo, enterado por Radio LU2 de los supuestos testigos que promocionaba el querellante, el ayudante fiscal de Villarino Dimas García -que aún conservaba la instrucción del caso- decidió tomarles declaración el sábado 4 de julio.
Siempre acompañados por Peretto, los declarantes -que exigieron tener identidad reservada- aseguraron haber visto a Facundo, a las 15.30 del 30 de abril en la Ruta 3, cerca del ingreso a Mayor Buratovich, cuando era subido -por dos hombres- a un patrullero. Los había “chupado la cana”.
El hecho relatado sería el comienzo de todo. Eso que juraban haber visto esos jóvenes sirvió para direccionar la causa y así lograr que llegase al fuero federal. Dimas García y el fiscal De Lucía intentaron retener el expediente, pero la jueza Susana Calcinelli decidió mandar todo al juzgado de calle Belgrano.
Por supuesto, una de las acciones casi inmediatas después de lograr el desembarco de la causa en el Federal, fue el pedido de intervención de un “especialista en rastro criminal”: el inefable Marcos Herrero.
Pero volvamos al principio.
A poco de “caminar”, los investigadores -en especial los de la Policía Federal que habían llegado desde Capital Federal- se dieron cuenta de que los “testigos estrellas” estaban macaneando. Con no muy complejas -pero serias- pruebas y con mucho sentido común, descubrieron que lo que había servido para hablar de “desaparición forzada”, llegar al fuero federal y, sobre todo, mediatizar la causa nunca había existido.
A continuación, desarrollamos las 10 mentiras de los testigos. Como se verá, las pruebas del expediente, demuestran que todo fue producto de la imaginación de ellos mismos (o de terceros).
Top ten de falacias
1) Los testigos declararon haber visto a Facundo en cercanías de Buratovich a las 15.30 del 30 de abril. Esto se comprobó que fue mentira, ya que Facundo a esa hora estaba en Teniente Origone. Así lo demuestran pruebas testimoniales y los soportes tecnológicos.
2) Nunca hubo ningún patrullero posicionado y/o circulando en cercanías al lugar señalado por los testigos, en el horario de 15 a 16 horas de aquel día. Un minucioso trabajo de la Policía Federal marcó en un mapa el lugar y el horario (vía GPS) de dónde se ubicaban todos los patrulleros de la zona aquel 30 de abril.
3) Los testigos señalaron, para darle credibilidad al relato, que no tenían dudas de que aquel joven que estaba siendo secuestrado por policías era Facundo Astudillo. Y aportaron un detalle clave: la mochila. “No nos olvidamos más, porque era una mochila Wilson”, describieron. Sin embargo, “pisaron el palito” sin darse cuenta. La madre de Facundo había informado que su hijo se había retirado de su hogar con una mochila Wilson y así se había repetido mediáticamente. Pero, quedaría probado para desgracia de los fallutos, que la mochila que cargaba Astudillo el día que salió de Pedro Luro era, en realidad, marcha “Match Sport”. El 12 de septiembre un pescador la halló en el cangrejal con todas las pertenencias del joven en su interior. Papelón.
4) Declararon que el patrullero que se había llevado a Facundo era ocupado por dos hombres. Se probó que aquel día, ni ese lugar ni en ese horario, hubo patrullero alguno con dos policías varones juntos.
5) A la hora de identificar el patrullero visto aquella tarde “secuestrando” a Facundo, el más locuaz de los tres testigos dijo: “yo puedo identificarlo”. En la Justicia Federal le presentaron diapositivas de once patrulleros diferentes, catalogados desde el A hasta el K. “Es el J”, indicó el joven sin dudarlo. El móvil apuntado pertenecía al puesto de Origone y ese día no estuvo en el lugar señalado por los testigos, que era Buratovich.
6) El testigo también dijo, en declaraciones posteriores, que por las redes sociales se había “dado cuenta” de que aquella tarde a quien había visto cargar a Facundo al patrullero era al oficial de la seccional de Buratovich Mario Sosa, que estaba junto a otro varón. Hete aquí que Sosa aquel día trabajó junto a una oficial mujer llamada Curruhuinca.
7) El testigo no pega una. Pues ubica a Sosa, junto a otro policía hombre con el que no estuvo, en un lugar y hora que tampoco estuvo.
8) Otras más. Y en resumen. El declarante estrella lo ubica a Sosa pero con el patrullero de González. Y en un lugar donde el patrullero no estuvo ni tampoco estuvo González. Ni siquiera González se conocía con Sosa. Y, como se señaló, lo principal: Astudillo a esa hora ya estaba en Origone.
9) Señala que Sosa estaba en un patrullero “blanco y negro”. Vuelve a errar. Quedaría demostrado que Sosa siempre circulaba en un patrullero de una camada más nueva: que tenía vivos verdes. Hasta está la prueba fotográfica.
10) Aunque todo lo anterior es concluyente, hay un elemento que es coronador de la historia y que termina de hundir a los “testigos estrella”. En sus declaraciones señalaron que aquel día viajaban de Pedro Luro a Bahía para buscar un perro. Sin embargo, la tecnología los desmiente. El registro aportado por la lectora de patentes ubicada en control fitosanitario, del kilómetro 714 de la Ruta 3, reveló que el Peugeot 206 en el que dijeron haberse movilizado, nunca egresó de Villarino aquel 30 de abril. En ningún horario. Para intentar tapar el sol con las manos, la querella denunció que el sistema de lectoras había sido alterado por gente del intendente Bevilacqua, pero un peritaje de Gendarmería Nacional indicó que no tenía adulteraciones. Fin.
Como hemos visto, el peritrucho no fue la única “mano de obra” disponible para montar la operación. Hubo, antes, tres testigos que falsearon la verdad para direccionar la causa. En otra nota, se revelarán algunos vínculos cercanos de los testigos: entre ellos con un conocido delincuente de la zona que, en este caso sí, estaba relacionado con policías corruptos.
Sería sano que, en algún momento, la Justicia avance no solo con el peritrucho, sino con todos aquellos que embarraron y que, a su vez, se corra el velo y descubra si lo hicieron motu proprio o recibieron el guion de alguien. Por el momento, los fiscales foráneos Horacio Azzolín, Alberto Gentili y Iara Silvestre, que siguen a cargo de la investigación, parecen querer jugar a los distraídos pidiendo medidas ridículas e inconducentes para evitar hacerse cargo de la verdad histórica de los hechos.
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