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informe especial

Viven en Bahía, pero la guerra en Ucrania la sienten en carne propia

Oksana Zheleznova es rusa. Dinis Molodtsov ucraniano. Ambos se radicaron en nuestra ciudad hace tiempo y a la distancia sufren por un conflicto bélico despiadado.

Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24
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La operación rusa encabezada por Vladimir Putin en suelo ucraniano arrancó el 24 de febrero con una feroz invasión que hasta el día de hoy sigue su curso, implacable, dejando a su paso muerte y desolación.

En las últimas horas, las autoridades ucranianas manifestaron que su Ejército perdió alrededor de 10 mil militares como resultado de las hostilidades. En concreto, se habla de unos 100 fallecimientos por día, aproximadamente.

Por el lado ruso, en tanto, esa oscura cifra aún es una incógnita. Y sus referentes dicen que los constantes elogios de Occidente al presidente Volodimir Zelenski crearon “un monstruo” del que muchos “se están cansando”.

Y por supuesto, las opiniones de distintos líderes mundiales no faltaron. Desde el inicio, muchos se pronunciaron sobre lo ocurrido públicamente. Incluso algunos han intervenido de una u otra manera, pero cuidando siempre sus propios intereses. Mientras tanto, la masacre avanza.

Para este informe especial, hablamos con Oksana Zheleznova. Ella es rusa y desde hace algunos años reside en Bahía Blanca. A pesar de la distancia, este conflicto sacude su vida como si las bombas estallaran al lado suyo.

El miedo por su familia y amigos está latente. No es para menos, obviamente.

En contacto con este cronista, contó que “nací a 200 kilómetros de Moscú en 1987. Vengo de una familia mixta, mi abuela es ucraniana, pero hace 50 años vive en Rusia. Mi mamá es bilingüe natural, habla entre ruso y ucraniano, y cuando terminó la escuela se fue a estudiar a Kiev donde se recibió de ingeniera. Siempre tuvo mucho contacto con su familia en Ucrania, después conoció a mi papá y volvió a vivir cerca de Moscú”.

“Años más tarde formó una nueva pareja en Kiev y vivió allí desde el año 2005 hasta hace dos meses, trabajaba haciendo obras como saunas, piletas, baños turcos y otras construcciones. Era representante de una fábrica sueca que hace equipamientos para este tipo de emprendimientos”. “Cuando empezó la guerra la convencí de irse porque ella quería quedarse en su casa. Le dije que era muy peligroso y agarraron el auto hasta llegar a España; ahora está en un campo de refugiados”, relató.

Y siguió: “Yo nunca viví en Ucrania, siempre en Rusia. Aunque mis conexiones siempre fueron muy cercanas por mi familia, de hecho viajé muchas veces. En el 2013 vine como turista a la Argentina para conocer, y a las dos semanas conocí a mi esposo que es oficial de la Armada y trabaja en el puerto, por eso vivimos acá desde el 2017. Tenemos dos hijos”.

“Mi abuela se quedó sola viviendo cerca de Moscú y la única persona que la cuida es mi papá. Mi mamá la quiso llevar a Kiev muchas veces, pero no quiere mudarse. Ahí murió mi abuelo y ella tiene su lugarcito en el cementerio, es costumbre de su generación, por lo que le resulta difícil irse”, indicó Oksana.

En este punto, explicó que su padre “tiene un poco la cabeza lavada por la propaganda rusa”, y contó que “no tengo mucho contacto con su nueva familia, es como que no hay una conexión emocional”.

El impacto de la guerra

“Estar acá y no poder acompañar a mi mamá es muy difícil. Mi abuela y mi papá están a salvo, pero ella pasó días complicados, con las fuerzas aéreas volando por arriba de su casa. Se cortaba la luz a cada rato y tenían que irse al subsuelo, donde hace mucho frío. Tiene un departamento en Kiev, pero se fueron el primer día cuando empezó la guerra. Decidieron que estarían más seguros en el campo, aunque ahí se quemó una refinería muy cerca, apenas a 5 kilómetros de ellos. Se salvaron porque su pueblo está al fondo de las ciudades principales, atrás de un bosque”, manifestó.

Y recordó: “En ese tiempo, hasta que la convencí de irse, pasé días horribles, no podía dormir. Cuando se fue a España me tranquilicé porque supe que estaba a salvo. En un mes creo que van a tener la tarjeta de residencia, estimo que hasta Octubre van a poder quedarse”. “Estoy cada día en contacto con ella para ver si necesita ayuda, que traduzca algo por ejemplo porque hay muchas cosas que no entiende”.

“Perdí muchos contactos y clientes porque tenemos visiones diferentes sobre la guerra”

“En lo personal perdí muchos contactos y clientes porque tenemos visiones distintas de la guerra, pero igual me manejo bien. De todos modos eso no es lo que más preocupa, el tema es qué hará mi mamá cuando se le acaben los ahorros. Su esposo es discapacitado y no puede trabajar, entonces creo que tendré que mantenerla”, sintetizó.

¿Volvería a Rusia?

“Ahora no me gustaría, con esta ideología no, este año pensaba en viajar a Ucrania en abril y obviamente no pude hacerlo por todo lo que está pasando. Lo que sí lamento mucho es no poder acompañar a mi mamá con esto. Si pudiera me encantaría ir para asegurarme de que esté bien”, apuntó.

Del otro lado de la frontera

Dinis Molodtsov es ucraniano y recordó que “a los 22 años me recibí y decidí irme de viaje. Siempre fue mi sueño ir como mochilero, salí por Europa, fui a Medio Oriente, llegué a México y mi meta principal era aprender español porque me parecía lindo. Llegué sin nada y poco a poco aprendía. Fui a dedo país por país hasta la Argentina, donde me agarró la pandemia y me terminé quedando. En Bahía estoy hace un año y medio”.

“La guerra cambió mi vida, es algo que nunca esperás y se ve lejos en las noticias. No imaginás que puede llegar a tu casa. Allí estaba mi familia, mis amigos. Las primeras semanas estaba en estado de shock. Antes veía que –Vladimir– Putin usaba a sus tropas para manipular y pensaba que no pasaría más que eso. Y cuando finalmente atacó fue una gran sorpresa para nosotros. Yo quiero ir a ver a mi familia, trato de ayudar como puedo, es muy duro no saber si podré volver a verlos”.

“La guerra cambió mi vida, es muy duro no saber si podré volver a ver a mi familia”

“Por suerte no viven cerca de la zona donde hay tropas, pero los misiles los tiran por todos lados. Hay sirenas todos los días, puede pasar algo triste en cualquier momento. Tengo unos familiares que están ahora como soldados y no sabemos mucho de ellos, no pueden contar lo que hacen ni donde están para que no los escuchen por los teléfonos intervenidos. En cada familia hay historias similares, están luchando”, expuso Dinis.

A modo de detalle, comentó que “una prima y una tía vivían cerca de la capital donde estuvieron los rusos hasta finales de marzo. Por suerte pudieron escapar antes de que lleguen y fueron a mi pueblo. Ahora se ve todo lo que pasó y lo que pasa en otras zonas; los rusos no tienen misiles tan exactos como cuentan. Hoy leía que quisieron atacar una fábrica de tanques y destruyeron un supermercado. Lo mismo pasa en casas, hospitales y escuelas”.

“Es una guerra contra el pueblo, no de soldados contra soldados. Nadie quiere ir a morir. Mi tía me contaba que sus vecinos no podían salir de sus sótanos por miedo. Cuando llegaron –los rusos– no podían asomarse porque les disparaban. Ellos tenían miedo de que los civiles pudieran llamar a la Inteligencia y los mataban”, analizó.

“No podían asomarse porque les disparaban”

Dijo también que “por un lado vemos que Putin da las órdenes, pero los soldados son los que disparan, los que matan y violan a las mujeres. Mi familia por suerte no sufrió tanto pero hay gente que pasa muy mal. Les disparaban a los civiles que iban en auto, que se querían escapar de las bombas. Da mucho miedo no saber de lo que son capaces”.

¿Volver a Ucrania?

“Me encantaría, pero los pasajes son muy caros por la distancia y los impuestos. Yo no tengo experiencia en ser soldado, no sé si podría ayudar mucho en eso. Lo que hago es tratar de mandar algo a mi familia o a las organizaciones de voluntarios. Hay mucha gente que envía directamente al Gobierno para apoyar al Ejército. Además, muy pocos saben lo que es ser soldado y no hay cupos”, aseveró Dinis.

Oksana y Dinis. Dos testimonios, dos realidades y un punto en común: su presente en Bahía. Y sobre todo, una guerra que lamentablemente los une, a pesar de la distancia.

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