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CASO FACUNDO

Testigos mentirosos y el papelón de la mochila

Los declarantes que fueron los que dieron inicio a una oscura y berreta novela de ficción gozan de impunidad.

En otro país estarían procesados por haber mentido bajo juramento. Desde hace rato está demostrado en la causa que los testigos aportados por la querella mintieron flagrantemente. Dijeron haber visto a Facundo en un lugar en el que se demostró que no estuvo en el horario que ellos dijeron haberlo visto y bajo circunstancias imaginarias o -posiblemente- guionadas.

En los tiempos de la posverdad, los declarantes que fueron los que dieron inicio a una oscura y berreta novela de ficción gozan de impunidad.

Veamos, algo de lo que cuenta el libro Operación Facundo en relación a estos personajes.

(…) Pisar sobre seguro

Los únicos policías que habían estado en contacto aquel 30 de abril con Facundo, eran los que habían declarado.

Ellos mismos contaron todo sobre aquellos hechos. Entonces era simple -y macabro- apuntar los cañones hacia ellos y “tirarles el muerto”. Nadie negaría lo que estaba dicho y demostrado por distintas evidencias del expediente. Sobre eso se construyó la hipótesis.

Más tarde también sobregirarían -una vez más- su propia teoría; pues al principio apuntaron sólo a Sosa y Curuhinca como desaparecedores y acusaron a Flores -que lo llevó en el auto particular- y a González -que lo identificó en Origone- de encubrimiento. Sostenían que estos últimos nunca habían estado con Facundo y falseaban la realidad para favorecer a los primeros.

Aquí sucedió algo similar: como se dieron cuenta de que estaban probadísimos los encuentros de Facundo con Flores y González, forzaron aún más su hipótesis. Metieron todo en la licuadora y dijeron que había existido una especie de “postas del horror”. Que a Facundo lo detuvieron y lo golpearon -diferentes efectivos- en varios tramos de la Ruta 3.

Lo dejaban seguir, lo volvían a golpear y así sucesivamente, hasta que finalmente lo habían desparecido. Esa película ridícula también cae en las primeras líneas del expediente judicial. La prueba -otra vez- desmentía esos extravagantes planteos. Por ejemplo: los dos testigos que lo ven a Facundo sentado en la ruta, y le avisan por interpósita persona a González, nunca declararon haberlo visto golpeado. Sin embargo, una de las tantas mentiras que repitieron fue esa.

El abogado Peretto, en una radio local, señaló -sin ponerse colorado- que esas personas habían afirmado que al chico lo habían visto malherido. Lo mismo desmintió la productora rural que lo tuvo al lado. Y ni que hablar de los resultados de la autopsia que demostró que no existieron lesiones premortem. Más “pescado podrido” del letrado.

Nada (pero nada) creíbles

Ya demostradas las posibles motivaciones de los testigos aportados por la querella, entremos en el relato mismo de cada uno de ellos. En lo que dicen haber visto. Tal cual manifestaron en sus declaraciones (transcritas en capítulos anteriores), las circunstancias de modo y lugar quedaron desacreditadas por prueba dura.

Lo que describen quienes aseguran haber visto a Facundo, a las 15.30 del 30 de abril en la Ruta 3, cerca del ingreso a Mayor Buratovich y subiendo a un patrullero que ocupaban dos policías -hombres- no se ajusta a la verdad.

Está probado que Facundo a esa hora ya estaba en Origone; siendo identificado por el policía González y a punto de subir a la camioneta de la testigo H. Es decir, no pudo estar en los dos lugares a la vez.

En un principio, los investigadores creyeron ingenuamente que los testigos estaban “confundidos”. Que la escena que habían visto en Buratovich, en realidad había sido en Origone, cuando González estaba con el chico en la ruta.

Pero no. Hay evidencia para pensar que todo fue inventado. La primera tiene que ver con que se probó que Facundo estuvo en contacto con dos patrulleros. Y en ninguno de ellos viajaban dos hombres como aseguraron los declarantes (ahí querían introducir a Riffo y Berríos).

 Como hemos visto, el patrullero de la mañana (en Buratovich) estaba a cargo de Curuhinca y Sosa. Y el segundo (el de las 15.30 en Origone) viajaba con un solo ocupante: González. No hubo que hacer mucho esfuerzo para demostrar que González estaba sólo porque, como hemos dicho, era el único policía del pueblo en ese turno.

El resto quedó probado por los libros de guardia, por el rastreo satelital de los patrulleros, las llamadas y los mensajes de WhatsApp. Ese mismo elemento tecnológico, que ubica a los móviles en tiempo y lugar, demostró que nunca existió ningún patrullero donde los testigos de la querella dicen haber visto uno.

 Ni siquiera existió algún patrullero posicionado y/o circulando en cercanías al lugar señalado, en el horario de 15 a 16 horas. Un minucioso trabajo de la Policía Federal marcó en un mapa el lugar y el horario donde se ubicaban todos los patrulleros de la zona aquel 30 de abril.

Hasta aquí tenemos que no hubo patrullero donde declararon haberlo visto y no hubo, ni en el retén de Buratovich ni en Origone dos policías varones juntos.  Pero hay mucho más.

La circunstancia distintiva que hizo pensar, en un comienzo, que los testigos habían visto a Facundo es que los tres coincidían en un dato: que llevaba una mochila Wilson. Tal cual se había repetido hasta el cansancio en todos los medios. Sin embargo, dos meses después -tras el hallazgo del cuerpo y otros elementos personales- surgió algo revelador: que la mochila nunca había sido marca Wilson. Y ellos dijeron Wilson. Un papelón sin parangón.

El 12 de septiembre, un pescador llamado José Omar Díaz de la localidad de Cerri, encontró la mochila de Facundo. Estaba en la zona del cangrejal. El hombre intentó abrirla, pero los cierres estaban tan deteriorados que se rompieron. Entonces decidió llevarla a su casa y avisarle a la Policía Federal que revisó su contenido.

 Sin dudas, el dato más importante para los investigadores fue la marca de la mochila. Era una “Match Sport” de color negra y verde. Astudillo salió de su casa y transitó por la Ruta 3 siempre con esa mochila. Nunca con una Wilson.

Los “testigos estrella” siempre hablaron de la Wilson. Y uno de ellos, incluso, fue más allá. Para reafirmar la “credibilidad” de su relato, agregó que “nunca olvidaría” que aquel chico de la ruta era Facundo por un recuerdo personal muy particular. “Me llamó la atención porque yo tengo una igual, una marca Wilson”, dijo bajo juramento.

“Si fuera otra causa, estos tipos estarían procesados por falso testimonio. No es una cuestión de percepción o confusión. Acá estamos ante un libreto evidente y groseramente guionado. Y con esto de la mochila `pisaron el palito`.

Es una afirmación que se les vuelve en contra de manera brutal. Como en todos lados se repetía que la mochila era Wilson, se montaron sobre eso para darle credibilidad al relato, pero el tiro les salió por la culata. Ese dato que podía fortalecer su testimonio y darle entidad en un principio de la investigación, en realidad termina jugándoles en contra y demostrando que son unos mentirosos. Deberían estar presos, porque lo inventaron. ¿Por qué hicieron referencia a una marca de mochila que nunca existió? Porque son truchos”, opina uno de los investigadores que estuvo en el caso desde el comienzo.

Y como si todo fuera poco, hay más pruebas que tornan -además de delictual- grotesca la versión de los testigos de la querella. Uno de ellos dijo que estaba en condiciones de identificar al patrullero que vio aquella tarde del 30 de abril junto a Facundo en Buratovich.

Pues bien. En la Justicia Federal le presentaron diapositivas de once patrulleros diferentes, catalogados desde el “A” hasta el “K” y ordenados alfabéticamente. “Es el `J`”, indicó el testigo sin dudarlo. El móvil apuntado era el de González. Se trataba de una camioneta negra y blanca, que estaba asignada exclusivamente al destacamento de Origone y que -se probó científicamente- nunca estuvo en Buratovich. Papelón.

 Y una más. Al mismo tiempo, el testigo -a esta altura estrellado- también dijo que estaba en condiciones de identificar al que conducía ese móvil policial. Y señaló a Mario Sosa, el primer efectivo que -junto a Curuhinca- infraccionaron a Facundo. Pero Sosa nunca se subió a ese móvil.

Pasando en limpio: el declarante marca el patrullero de González, pero no lo identifica a González, sino a Sosa y lo ubica geográficamente en un lugar en el que nunca estuvo.

“Ni de carambola pegó una el tipo. Señala la camioneta de González pero con Sosa de conductor. Ni siquiera González y Sosa se conocían. Y en un lugar imposible. Les salió todo para el culo. He visto testigos falsos, pero al menos tenían alguna coherencia. Esto es realmente extravagante, muy obsceno. Nunca lo vi”, resumió un investigador.

Las lectoras, la frutilla del postre

Aunque todo lo anterior es concluyente, hay un elemento que es coronador de la historia y que termina de hundir a los mentirosos y, a su vez, refuerza el testimonio de quienes dijeron la verdad: la lectora de patentes. Una prueba inobjetable que aportó datos duros para la reconstrucción de los hechos.

Esa lectora, ubicada en control fitosanitario del kilómetro 714 de la Ruta 3, reveló que los testigos de la querella nunca egresaron del partido de Villarino hacia Bahía Blanca aquel 30 de abril, tal como lo habían declarado.

El pequeño aparato tecnológico fue letal para la querella, porque no solo puso en jaque la veracidad de sus testigos sino que objetivizó, como ya hemos visto, el relato de la productora rural.

Peritaje de Gendarmería

Como no podía ser de otra manera, el sistema de lectura de dominios iba a ser cuestionado por la querella. En una estrategia desesperada, y con ayuda mediática que veremos más adelante, arremetieron contra las autoridades de la Municipalidad de Villarino: los acusaban de haber adulterado las lectoras.

La Justicia formó un expediente por separado y ordenó un peritaje a la Gendarmería Nacional, cuyo resultado fue contundente.

“La presente causa se inicia a raíz del requerimiento de instrucción formulado por el Fiscal Santiago Ulpiano Martínez. En dicha oportunidad, refirió que en el marco del expediente nro. FBB 8604/2020, caratulado: “N.N s/ AVE-RIGUACIÓN DE DELITO, el Dr. Sebastián Martínez realizó una presentación en nombre y representación de la Municipalidad del Partido de Villarino. El letrado fundó su pretensión en el hecho de que el Dr. Leandro Aparicio, representante de la querella particular en la causa antes mencionada, había mantenido diferentes entrevistas periodísticas en las que habría realizado manifestaciones involucrando a funcionarios de la Municipalidad de Villarino en la presentación de informes de lectoras de patentes, los cuales calificó de  ́falsos ́, por lo que, en defensa de los intereses del municipio de mención, solicitó se estableciera el grado de certeza y credibilidad de los dichos del letrado, a fin de que se esclarecieran los hechos”, señaló la jueza Gabriela Marrón.

 Y agregó: “Así las cosas, como primera medida instructoria se remitió a la Gendarmería Nacional Argentina copia de los dos informes cuestionados, requiriéndose que efectúe un análisis indicando si la información resultante de las lectoras de patentes había sido adulterada, manipulada o si existía alguna omisión en los datos aportados.

 La fuerza interviniente señaló que, luego haber realizado una minuciosa compulsa entre los reportes, no se advirtieron anomalías o indicios en cuanto a la adulteración, manipulación u omisión de datos, toda vez que, la información contenida en ambos informes, es coincidente en su totalidad respecto a fecha, hora y dominios registrados”.

 “El fiscal dictaminó que corresponde desestimar las actuaciones y proceder a su archivo, atento que no se corroboró la existencia de delito alguno. Entendió que el sistema operativo no había sido manipulado ni adulterado y que tampoco se han omitido datos al momento de aportar la información requerida al Municipio de Villarino. Así las cosas, habré de acoger favorablemente el temperamento propuesto por el Fiscal, correspondiendo decretar el archivo de las actuaciones; toda vez que desde que se produjeron los hechos, y a pesar de las tareas de investigación producidas desde ese entonces, no se ha podido comprobar la comisión de ilícito alguno que habilite la actuación de este fuero penal. Por lo expuesto, resuelvo desestimar la denuncia por no constituir delito el hecho denunciado”, cerró la magistrada. Nada más que agregar.

La testigo que escuchó detrás de la puerta

Otro testigo “clave” aportado por la querella declaró el mediodía del 30 de octubre. Esta persona involucraría en la desaparición de Facundo, o en su supuesto encubrimiento, al poder político de Villarino. Afirmó que escuchó “detrás de una puerta” al presidente del Concejo Deliberante ordenar desaparecer objetos del joven, dando a entender que había estado secuestrado en la comisaría de Origone.

Veamos.

“Yo trabajo al lado de la casa de quien detenta el cargo de Presidente del Concejo Deliberante de Médanos (Omar Promenzio). El 1o de julio estaba lloviendo, fui a la casa de mi vecina a pedirle huevos para hacer una torta. Entramos por la parte de atrás a la cocina y ahí fue cuando escuché que este muchacho, que estaba en el comedor y que decía que habían encontrado la gorra, un gorro y el cuellito. Todavía no sabía de quién estaba hablando, pero escuchaba que hablaba con otra persona y le decía ¿y qué dice Carlos? Del otro lado, no sé quién, le decía que había ido hasta allá -hasta la comisaría según deduzco de lo que escuchaba- y que Carlos había dicho que  ́hagan desaparecer las cosas ́.

Carlos es el Intendente, por eso es que tengo mucho miedo”. El relato queda fulminado solamente con el informe del Equipo de Antropología Forense que, como ya se explicó, afirmó que el cuerpo de Facundo no fue atacado ni golpeado previamente a su muerte. Y que su cuerpo no fue “plantado”, es decir la muerte lo sorprendió en el sector de la ría en el que fue hallado.

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