de ayer a hoy
Los días de un peronista de los de antes que reivindica la función gremial
A semanas de dejar la presidencia del PJ local, Adalberto Mario Simón recorrió su vida. La figura de Crisol. El interinato durante la intendencia de Lopes. Y un logro personal: “Fui uno de los dirigentes bahienses que más cargos ocupó”.
Por Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco
La política como herramienta para resolver los problemas de la gente y transformar realidades ha quedado un tanto desdibujada a partir de los desencantos que significaron tantas promesas incumplidas como gestiones que le dan la espalda a la sociedad. Más aún cuando quienes ejecutan acciones públicas gubernamentales lo hacen para beneficio propio o de unos pocos.
Sin embargo, en tiempos electorales vuelve a florecer la ilusión a partir del abanico de opciones que confluyen dentro de los cuartos oscuros y la participación de casi un 80% del padrón, tal como se espera para dentro de pocos días. Además, aquella tendencia a la generalización, considerando que todos los dirigentes están cortados por la misma tijera, la de la corrupción o simplemente la ineficiencia, es un error garrafal.
En Bahía Blanca son pocos los líderes que logran sortear las acusaciones y sospechas, llegando a una edad adulta y de militancia en la que pueden apoyar su cabeza en la almohada sin remordimientos. En esta oportunidad, La Brújula 24 mantuvo una interesante conversación con un histórico: Adalberto Mario Simón, quien a sus 73 años de edad planifica tomar distancia definitiva de la exposición pública, aunque nunca deje de ser materia de consulta por su experiencia y militancia.
“Nací en ‘la Ciudad de Villa Mitre’, en la primera cuadra de calle Méjico y después, cuando falleció mi padre, tenía 11 años, nos mudamos a Chiclana al 1800, pegado al club Villa Obrera, a una cuadra y media de la vieja terminal de ómnibus”, concedió como primera respuesta el popular “Turco” o “Negro” para su círculo más cercano, mientras se acomodaba en el sillón del living de su casa.
Sobre aquellas sensaciones de la niñez, aseguró: “Aún recuerdo con mucho cariño a amigos de mi infancia ya fallecidos, como “el Coto” Cela, que se fue de este mundo bastante joven. Con él viajamos juntos en tren a Buenos Aires para recibir al General Perón cuando regresó al país. También, a Roberto Bachilieri que tampoco está más con nosotros. Conservo amigos de aquella época a los que aprecio mucho: los hermanos Ferreyra y Mirta Bachillieri, compañera en la Escuela Nº 16”.
“Mis abuelos paternos eran árabes y mi descendencia por parte materna es gallega. En 1955, tenía ocho años y en una ocasión que eran tiempos de la revolución, estaba en el patio de casa, pasaban los aviones que iban con vuelo casi rasante al Regimiento del Ejército y mi abuelo les gritaba ‘viva Perón’. Eso me quedó grabado y quizás ese día sin saberlo nació mi amor por el movimiento político que aún hoy abrazo fervientemente”, destacó, con relación a la semilla que fue germinando dentro de su ser.
Claro que esa no era su única pasión, ni tampoco la principal: “Mi vocación sindical y política nace cuando tenía 21 años e ingresé a Entel por intermedio de un tío mío, para hacer tareas de mantenimiento, sobre finales de 1968 y estuve hasta 1991. Allí compartí actividad gremial, afiliándome y militando dentro del partido. Previamente había trabajado dos años en el ferrocarril, de peón de changarín de temporada”.
“No vengo de una familia militante, el que más cerca estaba del peronismo era mi abuelo, mis padres apoyaban esos ideales pero lo hacían desde un lugar más moderado por así decirlo. En la actividad sindical tuve cursos de capacitación en los que aprendí muchísimo con dirigentes como Corso de Foecyt, Calvo de Smata, Crisol de Empleados de Comercio, González de Textiles, el propio David Diskin que abrazaban también la militancia política”, ponderó, como nombres que lo marcaron a fuego en su desarrollo.
No obstante, se detuvo en un momento en particular, donde su carrera tomó un rumbo: “Ya en 1975, fui Secretario de Actas de Foetra y ocupé en paralelo diferentes cargos dentro del peronismo”, al tiempo que recordó una anécdota: “Me casé en 1976, en el final del Golpe de Estado y el regreso de mi viaje de bodas no fue tal como lo habíamos planeado porque había inconvenientes para volver. Un amigo que era boxeador y vivía en Capital Federal me llevó a Buenos Aires porque era imposible llegar a Bahía directamente. Allí nos quedamos unos días hasta la vuelta definitiva a casa”.
“En 1991 apuntalamos la campaña de Crisol como candidato a intendente y fui presidente del Partido Justicialista, ganando la conducción del partido. Un año más tarde compramos la casa que tiene el PJ en calle 19 de Mayo, para terminar con años de alquiler de inmuebles. Se adquirió gracias a miembros del comité, compañeras, compañeros, legisladores y hasta empresarios que colaboraron muchísimo como Oscar Vecslir y Edgardo Levantesi que tenían una agrupación”, infirió, al filo de la emoción.
De aquel momento, dejó una gragea: “Recuerdo que la primera cena para la compra de la casa la hicimos en el local bailable de este último con más de 100 compañeros. Juntamos 11 mil pesos que eran el equivalente a 11 mil dólares y fue la primera entrega para tomar posesión del inmueble partidario. Luego hicimos un par de comidas más para reunir los 30 mil que faltaban”.
Y tiró el ancla en uno de los momentos donde su nombre tomó mayor trascendencia: “El interinato de casi un mes en la intendencia por un viaje de Rodolfo Lopes a Alemania no fue nada sencillo. Asumí porque era primer concejal y aquel momento coincidió con la salida a luz de un supuesto pedido de coima a quienes tenían la concesión de Bingo Bahía, lo que implicó un apartamiento del cargo de dos funcionarios del municipio (Luis Botazzi y José Rodríguez)”.
“Tomé una determinación que seguramente era distinta a lo que hubiera decidido Rodolfo si estaba en funciones. Con él hablamos dos o tres veces, porque no es como ahora que tenés el Whatsapp para hablar al instante. Me acuerdo que para comunicarme la primera vez tuvo que venir Christian Breitenstein, que era quien sabía hablar alemán para que tanto Lopes como yo pudiéramos hacernos entender con la operadora”, rememoró Simón, con la tranquilidad que implica el paso del tiempo, lejos de la tensión de aquellos días.
Paralelamente, el presidente del PJ local se mostró autocrítico: “Quizás me pude haber apresurado a tomar la decisión respecto a aquel episodio que ya había ganado la opinión pública. Lo que quería era darle licencia a estos dos funcionarios que, en definitiva, eran hombres de la confianza del Intendente que estaba a miles de kilómetros de distancia y casi incomunicado”.
“Hicimos una reunión de gabinete, con Rodolfo conectado desde el teléfono en Alemania, más allá de que luego mantuve una charla mano a mano con él en la que me explicó la situación. Yo sentía mucha bronca y la manija que me dio la gente también influyó. Además, me vinieron a ver los afiliados para que no permita una injusticia y a mi que me cuesta muy poco arrancar (risas). Por eso me he pegado la cabeza contra la pared muchas veces, por ir tan al frente”, admitió, consciente de lo delicado del momento.
Luego las aguas de aquel suceso se fueron calmando y, como suele ocurrir, un tema tapa al otro: “Hablé con Lopes, después de tres días sin poder contactarnos, me pidió tranquilidad y se esperó para que a su regreso resuelva el tema. Era una situación muy complicada porque la denuncia salpicaba al municipio a partir de la acusación a dos funcionarios. Ahí me di cuenta que ser intendente no es para cualquiera”.
“Aquellas fueron semanas en las que hasta compañeros y compañeras, en ausencia de Rodolfo, venían a conocer el despacho del jefe comunal. No veía la hora de que regrese, hubo noches que no podía dormir porque siendo interino uno está más atado de pies y manos y en el caso de tomar medidas se corre el riesgo de un enfrentamiento con quien es el verdadero responsable del cargo”, reconoció, con relación a una experiencia que le dejó varias enseñanzas.
Como siempre, “el Turco” de todo tiene una anécdota, o dos: “Una mañana viajaba en taxi desde mi casa que por aquel entonces estaba en calle Terrada a la Municipalidad y le estaba dando una entrevista telefónica a una radio de la ciudad y el chofer no entendía nada porque no me conocía. En ese interinato fui a hacer un trámite al área de Rentas y una de las empleadas me indicó que tenía que hacer la cola. No tenía por qué saberlo y me ubiqué en el último lugar de la fila, como cualquier hijo de vecino, pese a que en esos días era el Intendente”.
“Actualmente soy presidente del PJ en Bahía Blanca y junto a Hugo Álvarez estamos finalizando nuestro mandato en diciembre. Mi idea es que vengan compañeros y compañeras mucho más jóvenes, ya tengo decidido que no voy a continuar. Estuve al mando del partido en tres etapas distintas (1991, 2003 y 2017) y creo que ya es tiempo de ocupar otro rol”, se sinceró, sin vacilar sobre la decisión de cara al futuro personal.
Y no renegó de su carrera, muy por el contrario: “Fui uno de los peronistas que más cargos ocupó en Bahía Blanca: delegado gremial de la Subsecretaría de Trabajo, dos veces director de PAMI, siendo la primera aquella en la que denuncié la corrupción de (Víctor) Alderete y mi gobierno que tenía a Menem como presidente en vez de echarlo a él, me despidió. Y al poco tiempo por pedido de los jubilados me volvieron a otorgar el cargo de director. Luego fui concejal, diputado provincial, intendente interino, Director de Adultos Mayores de la Municipalidad, dos veces Secretario General de Foetra y congresal provincial y nacional del PJ donde aún tengo mandato”.
“Siempre mi premisa fue representar al peronismo de la mejor manera posible. Mi etapa como legislador se prolongó por espacio de cuatro años y fue un paso por el Congreso muy positivo. Ingresé en 2005 al recinto por el peronismo y tiempo después el espacio se unificó en un mismo bloque con el kirchnerismo allá por finales de 2006 naciendo el Frente para la Victoria-PJ”, mencionó sobre su tránsito por la legislatura bonaerense.
Consultado sobre las propuestas que elevó a consideración de sus pares, rescató un par: “Recuerdo un proyecto que logré que se apruebe sobre una moratoria de un barrio cercano al Rucci en Bahía Blanca. Era un trabajo que venía elaborando desde mi paso por el Concejo Deliberante y lo pude seguir en la Cámara. Fueron casas que se entregaron a través del gobierno de la Provincia y tenían problemas de terminación. Mientras tanto, la gente pagaba la cuota y no podía poner en condiciones su vivienda, es por eso que se solicitó una condonación de deuda y al tener luz verde en la votación se benefició a cerca de 80 familias”.
“También destaco otra iniciativa en la que me tocó impulsar como diputado y está relacionada con el nombramiento de Ezequiel Crisol como ciudadano ilustre de la provincia de Buenos Aires porque veía que recibían ese reconocimiento personas con muchos títulos de grado y profesionales de todo tipo. Me parecía que tenía que existir el mismo lugar para alguien que representó a la ciudad como lo hizo él con Bahía Blanca, defendiendo a los trabajadores, haciendo mucho por la gente. Un día, cruzando la Plaza Rivadavia, me lo crucé a Crisol y por dentro me prometí elaborar el proyecto para elevar a la Cámara”.
Con la soltura de quien sabe de lo que habla, apuntó: “En este tipo de iniciativas tenés que lograr el consenso de los legisladores de las distintas bancadas. Llevé el libro de los 100 años de la Asociación Empleados de Comercio para que los que no lo conocían a don Ezequiel sepan de qué clase persona estábamos hablando. Luego, con el apoyo de otros diputados como Marcelo Feliú y Jaime Linares que tomaron la palabra en aquella sesión, pudimos darle ese merecido homenaje, destacando el rol gremial de Crisol que era lo que más me entusiasmaba porque, en especial en Buenos Aires, hay una creencia de que los sindicalistas son todos delincuentes y realmente no es así. Como en todo, hay gente buena y mala”.
“Siempre digo que soy de los peronistas que quedamos parados allá en 1946/47, de Perón y Evita y a los demás los acompañamos. Lo de Alberto Fernández fue una circunstancia porque en 2019 Cristina sola no ganaba y necesitaba de una imagen que complemente. Eligió al hombre preciso en aquel entonces para encabezar la fórmula y tuvo muy buen ojo porque gracias a eso logramos ganar las elecciones y ser gobierno”, evaluó con relación al presente del partido.
Tras cartón, Simón analizó la realidad del país: “La pandemia perjudicó muchísimo porque veníamos de cuatro años muy difíciles previos al Covid-19, dejando un país destruido. Para colmo luego de transitar estos dos años con esta enfermedad, será difícil la reconstrucción cuando hay tanta división y cuesta ponerse de acuerdo porque los espacios políticos no acompañan al gobierno de turno”.
“Hay mucha bronca y odio, le hacen la vida imposible al gobierno, sin pensar que en el medio la gente está sufriendo. Muchos argentinos están cagados de hambre, viven muy mal, hay jubilados que no llegan a fin de mes y no tienen para comprar medicamentos más allá de la importante ayuda del PAMI, pero no todos los adultos mayores tienen la obra social. Estos últimos son los que tienen que elegir entre comer o hacer un tratamiento médico”, lamentó, a partir de la desigualdad que percibe.
Sin embargo, el histórico dirigente bahiense fue optimista: “Estoy aún entusiasmado con Alberto y considero que si el peronismo se junta, se fortalece y más si pensamos en los argentinos para salir adelante. Hay que dejar de lado las ambiciones personales de cada uno, más cuando son desmedidas. La gente votó al peronismo porque era la alternativa a los cuatro años previos en los que vivió pésimo. Hoy tenemos que recuperar terreno porque somos el partido político que está siempre cerca de la clase trabajadora”.
“En Bahía existen distintas vertientes del peronismo y tienen que terminar en las PASO, para las cuales no hubo lugar en esta última elección, algo que se debe corregir en 2023 si existen dos o tres líneas dentro del mismo partido. Si bien no es su responsabilidad, a Federico (Susbielles) le dije que los apoderados de las listas no le permitieron a compañeros y compañeras participar. Eso te hiere y crea malestar, apartamientos y divisiones”, exigió uno de los baluartes del mundo sindical de la ciudad.
Repitió que sería un error no dirimir las diferencias mediante el voto de los afiliados: “Las internas son una alternativa siempre a tener en cuenta. No hay mejor manera de elegir los candidatos que a través del voto de la gente. No hay que tenerle miedo a las PASO, que la gente defina quiénes son los candidatos. Un claro ejemplo fue cuando se llevó adelante la interna entre Rodolfo Lopes y el gran compañero Víctor Benamo. Luego se logró una unidad y ganamos muy bien la intendencia, al punto de ingresar ocho concejales y los dos de la minoría. El peronismo tiene mujeres y hombres muy buenos, de primera línea para ofrecerle a la ciudadanía de Bahía Blanca y enamorarlos. A la gente no le gusta que le elijan los candidatos a dedo”.
En el segmento final del encuentro con este diario digital, Simón afirmó haber vivido meses de mucha angustia cuando a comienzos del mes de febrero de este año dio su versión de lo ocurrido en uno de los momentos más oscuros de la historia argentina: “Cuando tuve que declarar en el marco de la causa Triple A la pasé muy mal. Honestamente me equivoqué porque cuando me citaron era para hablar de la época en la que conocí a (Héctor) Forcelli, situación que se remonta a 1990 en ocasión de la campaña hacia la intendencia de Ezequiel Crisol”.
“Comparecí confiado porque mi abogado me dijo que esté tranquilo, yo sabía que no podía hablar de 1976 porque en aquel entonces no tenía vínculos con Forcelli. Me hicieron algunas preguntas de aquella época y me bloquee, del susto dije cosas que no debía decir. Sé que la Agrupación H.I.J.O.S. se ofendió porque esperaba otra cosa de mí y los defraudé sin querer”, argumentó, visiblemente apesadumbrado y recién saliendo de las largas semanas de tristeza que le deparó aquella situación
Por último, Simón no vaciló: “Admito mi error y pido disculpas si alguien se sintió mal u ofendido. En 73 años de vida nunca había tenido que declarar en un juicio. Enterados de mí tristeza por lo sucedido vino mucha gente a visitarme y no queda bien que lo diga, pero jamás tuve una denuncia en mi contra por corrupción, pese a los cargos que me tocaron ocupar en mi carrera política y gremial. Hubo algunos que aprovecharon para pisarme mientras estaba en el piso, pero ya está. El tiempo pone las cosas en su lugar”.
La soleada y cálida tarde comenzaba a caer y la sensación de alivio se notaba en su rostro al haber podido poner en palabras sus pensamientos, recordando una trayectoria en la que la vida le deparó tantas alegrías como sinsabores, consciente de sus aciertos y los errores, parte de la vida en la que, en definitiva, quien esté libre de pecado tire la primera piedra…
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