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Ciclo lectivo 2020

Un inicio de clases sin paro y con el desafío de los 180 días

Las huelgas docentes son sólo una parte de los múltiples factores que socavan el efectivo cumplimiento del calendario escolar argentino, que está entre los más cortos del mundo.

La noticia, extraordinariamente argentina, es que hoy, en casi todo el país, las clases en el nivel primario empezarán en la fecha prevista. En la provincia de Buenos Aires, como en la mayoría de las jurisdicciones, no habrá paros docentes que retrasen el inicio del ciclo lectivo, un lastre que se reiteró en los últimos tres años.

Según publica el diario El Día de La Plata en un informe especial, de los últimos 37 años, solo en uno -1984- no hubo huelgas de maestros, y en ese lapso se perdieron 455 días de actividades. Esto es, sólo contando conflictos gremiales, tanto más fáciles de registrar por su universalidad (afectan a un número mayoritario de escuelas).

Se estima que el calendario real de los alumnos argentinos es de unos 168 días de clase

Pero, se sabe también, son múltiples los factores que se combinan para pulverizar el ideal de 180 días de clase, establecido en la Ley 25.864. Factores mucho más íntimos, particulares e individuales de cada colegio, horas escolares que se pierden por motivos que no siempre trascienden: desde establecimientos víctimas del vandalismo, a otros con obras paralizadas por meses, pasando por instituciones con fallas edilicias de todo tipo, hasta otras invadidas por palomas o ratas.

Es claro: hay dificultades endémicas, propias del sistema educativo argentino, que vuelven cada vez más lejana la posibilidad de cumplir con los mentados 180 días. Y frente a esa realidad, los especialistas proponen priorizar el tiempo en el aula -cómo se emplea, qué se hace-, incluso hasta desentendiéndose del calendario y el reloj.

“Hace años que vivimos la tensión entre aspirar a un mayor tiempo de ciclo lectivo y proteger tiempos y períodos vacacionales”, afirma al diario platense la presidenta de la Asociación Civil Educación para todos y, luego de desgranar la catarata de motivos que afectan el tiempo efectivo de aprendizaje escolar, se detiene en otro perjuicio, “resultado de inercias viejas y pautas rígidas para desarrollar los curriculums vigentes: es el divorcio entre el tiempo de aprender en la escuela y para la escuela, y el tiempo del aprendizaje vital, dinámico, impulsado por la curiosidad y el deseo de entender”. Para Kit, una enseñanza basada en contenidos aislados, “empobrece” el tiempo de aprender. Por ello, sostiene, progresar no es (sólo) llegar a los 180 días de clase, sino (sobre todo) aprovechar el tiempo para “redescubrir con nuestros estudiantes las herramientas del conocimiento bien aplicadas a cada momento de la vida”.

La investigadora de Flacso, Guillermina Tiramonti, recuerda un relevamiento del Observatorio Argentinos por la Educación que, como informó este diario, semanas atrás advirtió que son varias las provincias que definen un calendario escolar “corto”, esto es, con menos de 180 días. El propio Estado “saltea” su normativa. No obstante, y considerando “importante” cumplir con el calendario lectivo legislado, Tiramonti propone enfocarse en “la eficacia en el uso del tiempo escolar. Necesitamos un uso efectivo del tiempo para darle sentido a la exigencia de 180 días”.

El director del Observatorio de Calidad Educativa de la provincia de Buenos Aires, Luciano Sanguinetti, describe la persecución del calendario escolar como un objetivo “laudable”, aunque “complejo de cumplir. En cambio, prefiere poner el foco en las horas efectivas de clase: se estima que los alumnos que asisten a escuelas primarias con jornada escolar simple (86 por ciento del total) recibirán, a razón de 4 horas de clase por día, un total de 720 horas de clase anuales.

Pero a esas estimaciones sobre el calendario escolar habrá que restarles los días de clase que los estudiantes pierden, por ejemplo, debido a conflictos gremiales, “lo que otorga como resultado que en las escuelas con jornada extendida (14 por ciento del total) se dicten 1.120 horas anuales y los colegios con jornada simple registren apenas 672 horas de clase anuales”, advierte un reciente informe del investigador Francisco Boero para el Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano.

En ese estudio, que analiza las horas promedio de clase obligatorias en instituciones públicas del nivel primario de 38 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), hay países como Costa Rica, Dinamarca, Chile, Australia y Colombia que, con 1.000 o más horas de clase, se posicionan al tope del ranking. El promedio de la OCDE es de 799 horas. Finlandia aparece en el puesto 34, con 651 horas, pero en la mitad de la tabla si lo que se miden son los días de clase dictados: 188.

Como en el punto anterior, Argentina, con sus 180 días de clase establecidos por ley, se encuentra por debajo de la media de la OCDE (185), al igual que Austria, Luxemburgo, Portugal, Turquía y Estados Unidos. Nuestro país es superado, entre otras naciones, por Israel (en el primer lugar de la lista con 219 días) y Japón (201), como así también por los vecinos México, Brasil, Colombia y Costa Rica, que imparten 200 días de actividades obligatorias en la primaria estatal; y Chile, con 183.

Pero si se pone la ley frente al espejo de la realidad, la distancia entre la Argentina y las naciones de la OCDE es mayor: “Se estima que el calendario argentino real es de alrededor de 168 días de clase, lo que nos aleja aún más de los países mencionados”, remata Boero. Ese indicador coloca al calendario escolar argentino entre los más cortos del mundo, apenas por encima de Francia, donde se cumplen 162 días de clase, pero con mayor carga horaria por la extensión de la doble jornada.

“La carencia de días de clase en nuestro país afecta principalmente a niños que asisten a escuelas estatales, muchos de ellos de escasos recursos económicos”, alerta el director del CEA, Alieto Aldo Guadagni.

“Claramente, si comparamos la estructura de los horarios escolares de estos países [de la OCDE], vamos a encontrar correspondencias con su mejor rendimiento en las pruebas [estandarizadas] Pisa”, retoma Sanguinetti, para quien la jornada extendida -consagrada como objetivo en la Ley Nacional de Educación- es, a la vez que una “deuda pendiente”, una “necesidad estructural”.

Las leyes del sistema educativo argentino son positivas, están bien orientadas y persiguen buenas intenciones, subraya el titular del CEA. Pues, interpreta Guadagni, buscan que los niños reciban una mejor educación, y cierra: “Nuestra legislación es clara y no deja lugar a dudas. Es hora de entender que incumplirla es un pasaporte a la pobreza y la exclusión social. En este siglo progresarán aquellas naciones que fortalezcan su capital humano”.

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