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El drama de un ex DT de Olimpo: “Cuando estás en la lona, te dejan solo”

Quien dirigiera al “aurinegro” antes de caer desde la Superliga abrió su corazón y contó las sensaciones que le toca atravesar en este momento.

Después de Vélez, Boca Unidos y Olimpo, Christian Bassedas llegó a UAI Urquiza.

Alan Shearer marcó 260 goles en la Premier League, nadie más que él en la historia. Algunos llegaron por asistencias de Christian Bassedas, que jugaba con la camiseta número 10 en la increíble atmósfera del estadio St. James’ Park. Una tarde, en Stanford Bridge le convirtió un tanto al Chelsea de John Terry, Roberto Di Matteo, Marcel Desailly y el italiano Gianfranco Zola, que antes de que se reanudara el partido se acercó para felicitarlo a Bassedas. Lo dirigía Bobby Robson, que otras veces lo mandó a jugar con la reserva con un simple mensaje: “Usted es un empleado del club, el club le paga, tiene que ir y punto”, le decía the boss. Y Bassedas iba, recorría kilómetros por Inglaterra con una decena de chicos en ómnibus. Asumía, por entonces, que el fútbol siempre esconde matices.

Manuel Pellegrini pidió como refuerzo para River a Bassedas, que años antes había estado en la Bombonera dispuesto a firmar, pero en un instante se derrumbó ese pase que había exigido Carlos Bianchi. Otra vez el fútbol y sus trampas al acecho. Bassedas hizo todo el recorrido albiceleste: Mundial juvenil, Juegos Olímpicos, Copa América, Copa de las Confederaciones, eliminatorias sudamericana y hasta le tomaron las medidas para coserle el traje que luciría camino a Francia ’98. Pero sorpresivamente, en la lista final de Daniel Passarella apareció Abel Balbo. El fútbol volvía a recordarle que habitualmente se guarda la última carta de la baraja.

Fue campeón de América contra el San Pablo de Telé Santana, Cafú, Zetti y Müller, y del mundo frente al Milan de Fabio Capello, Baresi, Maldini y Boban. Christian Bassedas, el del Morumbí, el del Nacional de Tokio, el mismo que el sábado pasado en el Monumental de Villa Lynch sufrió en la apretada victoria 1-0 de su UAI Urquiza contra Sacachispas, en la apertura de la primera B. El símbolo que encadenó más títulos que nadie en la historia de Vélez, entre el dinámico volante y el eficaz secretario técnico, hoy dirige en la tercera división del fútbol argentino. “¿Qué soy el tipo más ganador de Vélez? No me la creo. No me quito méritos, pero muchas veces esas marcas son apenas circunstanciales. El fútbol no es de uno, es de un equipo”, cuenta. Él sabe como nadie que el fútbol es un impostor: desde que eligió ser técnico le ha ido mal. En Vélez, en Boca Unidos (Corrientes), en Olimpo. No esconde su frustración, no disimula su tormento. Pero cree, aún. Las pesadillas de un hombre que sueña con la reinvención.

“Con el tiempo me di cuenta que la de entrenador es una profesión para la que te tenés que preparar. Y prepararte a partir de la práctica es esencial. Vos te podés juntar con 10 entrenadores y de ellos podés incorporar mil cosas, pero esto hay que vivirlo en carne propia. El verdadero líder, o el tipo que se destaca, se va haciendo. Yo cuando arranqué en Vélez, quizá inconscientemente, pensé que era Mr. Éxito”. Primera confesión a corazón abierto.

Incluso, cuando fue consultado respecto a si se había planteado la posibilidad de dejar de dirigir, fue extremadamente sincero: “Dudé, cuando sufrís mucho… Me había olvidado de que se la puede pasar tan mal. No me acordada ya. Dudé, claro. A veces te quedás solo entre cuatro paredes y te hacés mil preguntas: ‘¿Vale la pena?, ¿Esto es para mí? ¿Es necesario ser tan criticado?’ Vas ganado un partido y el mismo periodista que celebra lo inteligente que sos, si lo perdés, ese periodista, hincha o hasta un jugador propio dice o piensa ‘y qué querés, se equivocó con los cambios, no sabe nada’. Es tan inestable esta profesión que, después de cinco años de ejercerla, todavía no la he podido disfrutar. Al menos desde los resultados. Sí, yo ahora me siento más aplomado, más seguro, más firme. Y estoy convencido de que por méritos, por méritos, voy a ser reconocido como director técnico, y lo voy a disfrutar mil veces más que todo lo que me tocó ganar como futbolista y como manager. Porque estoy más orgulloso de este Bassedas que del que ganaba todo en los ’90.

“Nunca la pasé tan mal y la peleé tanto como en estos años. Me tocó, dentro de un equipo, ser campeón de América y del mundo a los 21 años, pero verme en la lona, producto de los malos resultados, y saber del esfuerzo, la perseverancia, la insistencia, la voluntad que tuve y que tengo para ser quién soy, me da mucho placer. Ojalá que en la UAI Urquiza me vaya bien, sería el día profesional más feliz de mi vida, porque hasta ahora, en todo este camino, la sonrisa ha sido esquiva conmigo. Pero hoy estoy preparado, hoy ya tengo una coraza. Necesité mi tiempo, y por ir a Corrientes y a Bahía Blanca no se me cayeron los anillos”, agregó.

Y sostuvo con relación a cómo maneja su cabeza ante las adversidades: “Siempre supe que el fútbol tenía dos veredas, la buena y la mala. Que te maltraten tiene que ver con nuestra sociedad, y eso lo acepto, son las reglas del juego. Los silbidos, los insultos, son inevitables. Eso lo sé. Pierdo dos partidos seguidos, tres, y mis hijos no pueden ir más a la cancha, ni pueden leer redes sociales y probablemente en el colegio no la pasen bien. Y mis viejos tampoco pueden ir más a la cancha. Eso me paso a mí y les pasa a todos. Y eso no lo disfruta nadie. Después te acostumbrás, yo me acostumbro. El tema es que a tu círculo familiar lo hacés vivir una vida no agradable. Yo soy un agradecido del fútbol, no puedo estar enojado con el fútbol, lo que digo es que para ser director técnico hay que caminar esta profesión, hay que rodar y descubrir si sos capaz de reponerte a la adversidad. Esa es la verdad. Y cuando digo adversidad, me refiero a bancarte pelear para levantarte. Porque tenés que saber que vas a perder. Porque convivir con rachas negativas no es fácil. No es fácil”.

“El teléfono dejó de sonar, nadie, nada de nada. Yo lo exagero, pero cuando estás en la lona, cuando perdés tres o cuatro partidos, estás en una crisis deportiva, hay bombas por todos lados y te sentís atrapado, estás solo. Todos te dejan solo. Están tu mujer, tu papá, tu mamá, un amigo, otro que no te llama porque no sabe cómo manejarlo, un hijo que te da un beso… y se termina ahí. Hay que vivir las historias en carne viva”, finalizó Bassedas, quien dirigió al plantel “aurinegro” meses antes del descenso a la B Nacional, durante la gestión de Mauro Altieri al frente del club.

Fuente: LB24 / La Nación.

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