Informes Especiales
La era de la longevidad: una revolución silenciosa
La expectativa de vida se extiende como nunca y nos desafía repensar el envejecimiento. En esta nota, especialistas analizan el fenómeno y advierten sobre los retos y oportunidades que implica vivir más y mejor.

Por Juan Tucat, periodista de La Brújula 24 (@JuanTucat)
En los últimos años, el concepto de longevidad comenzó a ocupar un lugar cada vez más central en las conversaciones públicas, académicas y políticas. Lo que antes era un fenómeno excepcional —llegar a los 90 o incluso superar los 100 años— hoy forma parte de una tendencia global que obliga a repensar el modo en que transitamos la segunda mitad de la vida.
No hace falta ser un erudito en la materia para entender que uno de los factores clave detrás del fenómeno son los avances médicos, científicos y tecnológicos que extendieron de forma significativa la expectativa de vida en el último siglo. Enfermedades que antes eran letales hoy pueden controlarse o prevenirse, y eso ha generado una nueva realidad: vivimos más tiempo, y muchas veces en mejores condiciones físicas y cognitivas.
La longevidad, entonces, se volvió un desafío, pero también una oportunidad. Es una realidad.
En paralelo, el envejecimiento poblacional es también un hecho concreto en gran parte del mundo, incluido Argentina. Con menos nacimientos y una mayor esperanza de vida, crece el porcentaje de personas mayores y disminuye el de jóvenes. Esta transformación demográfica impacta de lleno en políticas de salud, jubilación y empleo, e impulsa la necesidad de integrar a los adultos mayores como actores activos de la sociedad.

A esto se suma un cambio cultural interesante y profundo: el viejo paradigma que asociaba vejez con pasividad, enfermedad o retiro, está siendo reemplazado por una nueva narrativa. Hoy se habla de "nueva longevidad", de adultos mayores que estudian, trabajan, emprenden o simplemente quieren seguir siendo parte de la vida pública. La economía también toma nota: la llamada “economía plateada” —productos y servicios pensados para mayores de 60— crece a pasos agigantados y revela el potencial del segmento como un motor de consumo y desarrollo.
La longevidad, en definitiva, dejó de ser un asunto privado o de nicho. Es un fenómeno social en expansión que nos interpela a todos: a quienes ya transitan esa etapa, a los más jóvenes que algún día lo harán y a las instituciones que deben adaptarse a un futuro donde vivir más será la regla, y no la excepción.
Los desafíos
El médico Diego Bernardini, especialista en longevidad, habló en el programa “Nunca es tarde” por LA BRÚJULA 24, sobre la necesidad de redefinir el envejecimiento, romper estereotipos y preparar a la sociedad para una etapa vital que hoy resulta más extensa y activa que nunca. “La discriminación por edad es la más frecuente de todas”, advirtió.
“Hoy la segunda mitad de la vida es la etapa más larga que probablemente nos toque vivir a todos”, explicó Bernardini al referirse a las personas que son mayores de 50 años. Según dijo, más de 19 mil argentinos tienen 100 años o más, y sin embargo, aún persiste una mirada social que excluye y estigmatiza a quienes superan cierta edad.
“Parece que llegás a los 60 y automáticamente te convertís en abuelo o jubilado, aunque no tengas nietos ni te hayas retirado todavía. Esa etiqueta te jubila también de la vida”, explicó.
Consultado sobre el mercado laboral, Bernardini reconoció que sigue vigente el prejuicio de que las empresas no contratan personas mayores de 45. Sin embargo, señaló que eso está cambiando: “Hoy hay estudios que demuestran que los mayores tienen mejores capacidades para el trabajo en equipo, menor ausentismo y un trato más humano con el cliente”. Citó un informe de McKinsey que revela la contradicción: “Los empleadores dicen que no quieren contratar mayores de 45, pero reconocen que los que ya tienen son los mejores”.

El Dr. Diego Bernardini, experto en gerontología y autor del libro "La segunda mitad".
Para el médico, la raíz del problema está en los estereotipos que reproducimos como sociedad. “Pensamos que los mayores son lentos o poco flexibles, igual que creemos que todos los afrodescendientes tienen ritmo o que las rubias son tontas. Son prejuicios que se transforman en discriminación, y el edadismo es la forma más común de todas”, sostuvo. A su vez, advirtió que esta discriminación no solo genera sufrimiento, sino que también “mata, enferma y acorta la vida”.
Desde su experiencia, Bernardini propuso una mirada práctica: aprovechar el potencial de quienes tienen más de 50. Contó que, en una charla con una cadena multinacional en El Salvador, les sugirió contratar personas mayores como cajeros porque “vienen con otra educación, tienen otras capacidades” y además, podrían estar dispuestos a trabajar media jornada o en horarios flexibles. “La diversidad etaria es una oportunidad, más aún en un país como el nuestro, donde cada vez hay menos jóvenes y más adultos mayores”, subrayó.
Sobre cómo envejecer bien, fue claro: “La salud es el capital más importante. Y nunca es tarde para empezar a invertir en ella”. Recomendó mejorar la alimentación, generar vínculos nuevos y encontrar un propósito como herramientas para llegar mejor a los 80 o 90 años. Además, advirtió que la presencia del Estado en materia de cuidado será fundamental ante un futuro donde muchas personas vivirán solas. “Hoy el cuidado recae en la familia, y sobre todo en las mujeres, que son el 80% de las cuidadoras”, señaló.
Por último, planteó que será necesario rediscutir la edad jubilatoria, no desde la imposición, sino como una adaptación a la nueva realidad: “Vivir más cuesta plata. Y estar ocupado es salud. A los jóvenes hay que decirles que deberán trabajar más, ahorrar más y reinventarse”. Para Bernardini, lejos de ser un problema, la longevidad debe verse como una conquista del siglo XX que debemos aprender a capitalizar.
Más expectativa
La afirmación del futurista y experto en inteligencia artificial Ray Kurzweil, conocido por sus predicciones tecnológicas, genera aún más expectativa al panorama anteriormente descrito. Tal como informó La Brújula 24, en las últimas semanas ha vuelto a instalar debate con su particular teoría sobre el futuro de la humanidad. Según el especialista, en cuestión de años podríamos alcanzar un punto en el que dejaremos de envejecer gracias a los avances médicos y tecnológicos. “Estamos a pocos años de alcanzar la inmortalidad”, manifestó en una entrevista con TWiT Tech Podcast Network, donde explicó sus fundamentos.
El autor de The Singularity is Nearer sostiene que el desarrollo de la inteligencia artificial está avanzando de manera exponencial y que esto traerá consigo cambios radicales en la medicina y la biotecnología. “En la década de 2030, agregaremos más de un año a nuestra esperanza de vida por cada año que pase”, aseguró. Esta proyección implicaría que, en algún momento, la muerte por causas naturales podría volverse una excepción en lugar de la norma.

Kurzweil visualiza un futuro con inteligencia expandida por el universo.
Además de los avances médicos y tecnológicos, Kurzweil enfatiza la importancia del desarrollo del software en paralelo con el hardware. “No se trata solo de hacer computadoras más potentes, sino de desarrollar algoritmos más inteligentes”, afirmó, argumentando que la combinación de estos elementos permitirá no solo una mayor longevidad, sino mejoras significativas en la calidad de vida. Asegura que, en el futuro, los diagnósticos médicos serán casi instantáneos y que las enfermedades podrán ser tratadas de manera preventiva antes de que se manifiesten.
Sin embargo, reconoce que este futuro también plantea desafíos éticos y sociales. “Debemos asegurarnos de que estos avances sean accesibles para todos y no solo para una élite”, advirtió, destacando la necesidad de regulaciones para evitar que la inteligencia artificial sea utilizada de manera irresponsable.
En este contexto, la longevidad aparece no solo como un fenómeno individual, sino como una transformación colectiva que redefine nuestra forma de vivir, trabajar y envejecer. Las proyecciones de la ciencia y la inteligencia artificial abren un abanico de posibilidades tan fascinantes como complejas: desde una vida activa más allá de los 90 años, hasta la eventual superación de la muerte biológica. Pero, mientras ese futuro llega —si llega—, el presente exige políticas inclusivas, mayor conciencia social y una revisión profunda de los roles, prejuicios y estructuras que aún excluyen a quienes superan cierta edad.
Lo cierto es que ya no alcanza con sumar años: lo verdaderamente revolucionario es que esos años valgan la pena. Y para eso, será necesario que tanto el Estado como el mercado y la ciudadanía entiendan que envejecer bien no es solo un asunto privado, sino una responsabilidad compartida. La longevidad es, quizás, uno de los mayores logros del siglo pasado. Que se convierta también en una oportunidad del siglo presente dependerá de cómo decidamos acompañarla.
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