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Por Gabriela Biondo

Discépolo, más vigente que nunca

Me niego a naturalizar que las peleas existieron y existirán siempre, me niego a aceptar que la saña con que los jóvenes se atacan es algo que no podemos controlar, que quien gana una pelea es más valiente, más hombre, más respetable. La ley del más fuerte rige el capitalismo en el que vivimos, no dejemos que la sociedad sea dirigida por los mismos preceptos económicos.

Por Gabriela Biondo, artista (Gaby, la voz sensual del tango)

Instagram: @gaby2x4

“La gente que es brutal cuando se ensaña, la gente que es feroz cuando hace un mal” escribió Enrique Santos Discépolo en 1941; pasaron más de noventa años y la cosa sigue igual.

Mientras se está desarrollando el juicio por el homicidio de Fernando Báez Sosa se encuentran noticias como la de un chico que intentó atropellar a un grupo de jóvenes en en la plaza de Salta por una supuesta agresión hacia su vehículo, botellazos e insultos mediante. En las cercanías del festival Jesús María un chico de 16 años fue asesinado a golpes a la salida de un boliche. En la costanera de Salto (Bs. As.) un hombre estaba disfrutando de la mañana de domingo junto a su familia, decidió intervenir entre dos personas que se estaban peleando y lo asesinaron a golpes con machetes, cuchillos y palos. Una patota de 15 personas atacó salvajemente a un adolescente de 16 años en la puerta de su casa, en la localidad santafesina de Pueblo Esther, dejando al joven con la cara desfigurada y una fractura de maxilar. Un joven de 20 años sufrió una feroz golpiza a la salida de un boliche en Gualeguaychú, regresó a su casa, pero a las horas falleció a causa de las lesiones en su cabeza.

Las mujeres no están fuera de esta locura en la que vivimos donde los valores, especialmente el de la vida, ha perdido toda jerarquía. Una joven de 24 años que había ido a bailar con sus amigos fue atacada brutalmente por otras dos a la salida de un boliche de Sáenz Peña, Chaco; le arrancaron hasta las uñas y sigue internada con fisura de ambos pómulos. En nuestra ciudad, sin ir más lejos, hubo agresiones con arma blanca durante festejos por el triunfo de la selección en Catar y hace horas se renovó un enfrentamiento entre bandas de menores que arrastran enconos de larga data.

Los animales pelean por el acceso a recursos clave como parejas, territorios y alimento que tienen repercusiones para la supervivencia y la reproducción y, en consecuencia, para la trascendental transmisión de genes a la siguiente generación. ¿Y los humanos?

Me niego a naturalizar que las peleas existieron y existirán siempre, me niego a aceptar que la saña con que los jóvenes se atacan es algo que no podemos controlar, que quien gana una pelea es más valiente, más hombre, más respetable. La ley del más fuerte rige el capitalismo en el que vivimos, no dejemos que la sociedad sea dirigida por los mismos preceptos económicos.

Y ¿quién es responsable? Es cierto que los medios muestran la violencia permanentemente, que la negligencia con que se mueven los políticos y la justicia es obscena, que la lucha cotidiana por la subsistencia es cada vez más difícil y altera los nervios… pero no radica en ninguna de esas variables la causa por la que un chico o una joven se agredan a la salida de un boliche o en una plaza, a veces hasta la muerte.

El respeto por la vida del otro, el valor que le otorgamos a la propia existencia y a la convivencia en sociedad es responsabilidad de la familia; padres, abuelos, hermanos o tutores de cualquier tipo. Si uno escucha a diario comentarios como “Cagalo a palos la próxima vez que te diga algo”, “Se merecía la muerte ese hdp” o frases por el estilo, si vemos que nuestro círculo íntimo arregla sus cuestiones violentamente, es muy probable que esos comportamientos se repliquen en nuestros hijos y que, en ocasiones, agravados por alcohol, droga o estimulantes de cualquier tipo, lleguen a límites impensados.

Evidentemente, tener un ejemplo tan evidente como el caso Fernando no basta para hacernos reflexionar sobre lo que hacemos, de otro modo todos los casos mencionados, ocurridos en lo que va de este 2023 -más todos los que no fueron citados y seguramente existieron- no hubieran ocurrido.

Empecé citando a Discepolín y con sus palabras de 1951 me despido ya que, en otro contexto, la sociedad en su conjunto parece estar sorda, o más precisamente, no querer escuchar: “…vos no entendiste nada. Mejor dicho, no es que no me entendiste. No quisiste entender que eso es peor. Pero te hablé treinta y siete noches y creo que esa fue la embarrada. Yo debía haberte hablado treinta y siete días, siempre de día. La almohada es un elemento muy valioso en la vida de la gente, pero la almohada sola, entendés, sin la noche. (…) Porque la noche es terrible. Porque a muchos como vos le da una idea deforme de la realidad y porque el insomnio tiene la virtud de transformar en razonables las cosas más injustas”.

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