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DE AYER A HOY

Angelina tiene planes y más de 100 motivos para celebrar el Día de la Madre

Mamá de 11 hijos, pasó su niñez en el campo, rodeada del amor de sus padres y sus 13 hermanos. Acaba de llegar al centenario de vida y contó por qué alcanzó tan avanzada edad: “Me siento bien por dentro”.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

La expectativa de vida de las personas ha ido en franco crecimiento durante las últimas décadas, en buena parte por los incontables avances en lo que respecta a la medicina. El simple hecho de llegar a edades avanzadas sin caer en la decrepitud a la que se asociaba hace tiempo la longevidad permite imaginar un futuro a largo plazo.

No obstante, es una verdad fáctica que por alguna razón, situaciones como el Covid que quedó atrás puso en jaque a una porción de la sociedad, vinculada con la tercera edad, sumamente expuesta a atravesar cuadros más delicados. Por eso, bienaventurados los ancianos que lograron sortear los embates de una pandemia que dejó secuelas tan imborrables como las recientes pérdidas irreparables que se lamentan y dejaron un vacío en tantas familias.

Angelina acaba de cumplir 100 años. Disfruta de la tranquilidad de su hogar en la planta alta de un domicilio ubicado en Villa Loreto y, si bien se encuentra algo limitada en sus desplazamientos, no pierde ese espíritu aventurero y jovial por el cual se ganó el cariño de todos los que la conocen. Y como toda familia numerosa, nunca le falta compañía ni afecto para hacer más llevadera esta etapa, donde con integridad y optimismo, sostiene su deseo de despertar cada mañana con la misma ilusión. Imposible no admirarla.

“Si bien el lunes mucha gente vino a saludarme en mi día, aprovechando el feriado, la fiesta inicialmente iba a ser más grande, entonces no estuvieron todos los que en un principio habíamos pensado invitar, es que no me siento del todo bien de salud, por eso no cociné nada. Igualmente fue una jornada hermosa, rodeada de mucho afecto”, sostuvo, al comienzo de su testimonio, preparada para la ocasión.

En simultáneo, consideró que “tengo mis días en los que estoy mejor que otros, pero doy gracias a Dios de haber llegado a los 100 en este estado. Estaba segura que iba a cumplir esta cantidad de años porque por dentro siempre me sentí en plenitud, todos los días me mentalizaba en que tenía que lograr ese objetivo que me había propuesto. Igualmente, lo tomé con mucha naturalidad, mi cumpleaños fue un día como cualquier otro”.

“Nací en Goyena, más allá de que fui inscripta en Saavedra porque era donde había Registro Civil. Junto con mis hermanos, nos criamos en el campo, en tiempos de mucha pobreza por la sequía que hizo estragos en los primeros años de la década del 30 del siglo pasado”, destacó la centenaria mujer, de voz firme y, al mismo tiempo, agradable.

El destino la fue llevando por diferentes locaciones: “Cuando cumplí seis nos fuimos a Emilio Lamarca, un paraje cercano a Stroeder, rodeados de chañares y el monte, por eso al comienzo no fue nada sencillo para poner el campo en condiciones por la vegetación existente. Todo un desafío era conseguir agua apta para beber, porque era muy salada, entonces con el aljibe lográbamos obtenerla. Inicialmente mi papá rentó ese lugar, hasta que luego logró comprarlo”.

“Fue una infancia completamente distinta a la de los chicos de hoy, sin grandes comodidades, pero inmensamente feliz. En total, éramos 14 hermanos, todos muy unidos, rodeados de gallinas y huevos, mientras mi mamá, de apellido Stickar, amasaba el pan casero”, afirmó, mientras a su lado su hermano Miguel, de 97 años, asiente ante cada aseveración, aportando algunos detalles al relato.

Y recordó que “en mi niñez no había ninguna escuela cerca, con el transcurrir del tiempo se edificó la primera en el año 38, una casa vieja hecha de adobe. Y más adelante se inauguró una que hizo Juan Domingo Perón. A los 22 años me casé, me mudé a Villalonga y al poquito tiempo nos radicamos en Mayor Buratovich, siempre en un ambiente rural”.

“Tuve 11 hijos, dos fallecieron cuando eran bebés y del total quedan vivos solo cuatro, mis únicas dos hijas mujeres y dos varones. Muchos de ellos cuando terminaron la secundaria se fueron a seguir con sus estudios a Buenos Aires, pero nuestra vida con mi esposo estaba en el campo. Se desplazaba a caballo, casi nadie tenía auto. Durante un largo tiempo fue canalero, tuvo a su cargo el cuidado del canal principal”, consideró, sobre un pasado desconocido para las generaciones más actuales.

Momentos imborrables abundan: “Íbamos al pueblo a buscar algunas provisiones en sulky, qué lindo era para la familia, todo un acontecimiento. Apenas pude estudiar, porque al ser una familia tan numerosa, de muy chica tuve que trabajar en casas de familia para ayudar a mis padres. Quedé viuda cuando tenía 50 años y, más adelante, allá por 1998, me instalé definitivamente en Bahía Blanca”.

“Acá vivo con uno de mis hijos y al lado de la casa de una de mis hijas, además de mi hermano Miguel, de 97, al cual veo periódicamente. Hoy estoy un tanto limitada físicamente, tuve hace un par de meses un problema pulmonar que me tiene a maltraer porque se me junta líquido y eso me obliga a tener que recibir atención médica casi permanente”, resumió Angelina.

La plenitud se resume en la siguiente frase: “Igualmente no dejo de ir al odontólogo, siempre tengo en mente pasar unos días en Monte Hermoso y hace un tiempito hasta me regalaron unos auriculares inalámbricos para poder escuchar la novela que dan por la televisión, porque tengo algunos problemas auditivos”.

“Uno de mis máximos orgullos es tener una tataranieta de un año y medio, además de haber sido en febrero la madrina en la boda de uno de mis nietos. Me quedó pendiente haber estado hace un mes en la fiesta de 15 de mi bisnieta, pero no me sentía del todo bien y no pude asistir”, agregó, con sus ojos brillosos.

Por último, la abuela de 32 nietos dejó una reflexión contundente: “Si bien no hay ninguna fórmula mágica, humildemente creo que no existe la clave para explicar por qué llegué a esta edad, solo me enfoco en siempre tener planes, una razón para seguir viviendo, aunque siempre tratando de dar el menor trabajo posible a los que me rodean”.

Tener enfrente a un ser tan luminoso y entrañable provoca una mezcla de sensaciones que invita a olvidar la vorágine que plantea la rutina, el bombardeo de información y la innecesaria capacidad que desarrolla el ser humano al encontrar escollos en cuestiones que, habitualmente, tienen solución. Angelina, sin temor a equivocarme, es un nítido ejemplo de que la vida se transita por otros carriles, el de la simpleza y el amor.

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