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Cómo pasa Fernando Sabag Montiel sus días en la cárcel
Está consciente de sus actos, pero no parece comprender la gravedad de lo que intentó.

Fernando Sabag Montiel llevaba horas detenido. Y con dos obsesiones descolocó a quienes lo escuchaban. La primera, que la Justicia atrapara al militante que le pegó hasta cortarle el párpado derecho, la noche en que quiso matar a Cristina Fernández de Kirchner. “La persona que me golpeó en el ojo es un hombre morocho y petiso, aclaro que no era policía. La policía nunca me pegó. Solicito que se vean las cámaras”, reclamó. La segunda obsesión, el “hombre gris” de Benjamín Solari Parravicini.
Para entenderlo, hay que retrotraerse a 1941, cuando ese artista al que Fabio Zerpa bautizó “el Nostradamus argentino”, trazó un dibujo y escribió: “La Argentina tendrá su ‘revolución francesa’, en triunfo, puede ver sangre en las calles si no ve el instante del hombre gris”. Ocho décadas y un año después, Sabag Montiel dijo encarnarlo.
“Fue como un flash”, respondió en la noche del 1 al 2 de septiembre cuando le preguntaron por qué había intentado asesinar a la vicepresidenta. Pero se negó a ahondar. “No quiero hablar de eso. Quiero hablar del ‘hombre gris’”, insistió, según reconstruyó LA NACION a partir de los testimonios de quienes dialogaron con él los días, noches y semanas que siguieron.
Esos testimonios dan cuenta de un hombre de 35 años que sí es consciente de sus actos –y por tanto puede ser juzgado-, pero que parece no comprender la gravedad de lo que intentó, ni el horizonte que afronta de años y más años de prisión. Al contrario.
"Voy a terminar sobreseído por aclamación popular", dijo cuando se le trató de explicar la gravedad de su situación. "Cuando los fiscales comprendan que lo que hice servirá para que Cristina [Fernández de Kirchner] termine condenada, me van a venir a aplaudir. Acordate", dijo.
Antes y después de la noche del jueves 1, el perfil psicológico y psiquiátrico de Sabag Montiel acaparó dudas. Su historia clínica en los hospitales de la ciudad de Buenos Aires es elocuente. Detalla su “ansiedad extrema” y su hipocondría. Y, ya detenido, las primeras revisiones refieren su “ideación mística con tendencia a la megalomanía”, sus “ideas de tipo delirante” y un “juicio [que] impresiona desviado”. ¿Significa eso que es inimputable? No. Pero sí que su mente es, según parece, singular.
El resto del tiempo, apenas habla y no le hablan. Ni siquiera su novia, Brenda Uliarte (23), asignada a la celda contigua hasta sus traslados, este viernes, a cárceles de máxima seguridad. Apenas los separaba un paredón. Podían comunicarse si hablaran en voz alta. Pero estaba prohibido alzar la voz o gritar en los calabozos y, además, ella no mostraba interés. “Brenda no me quiere hablar”, se lamentaba él, que ignora aún al parecer el contenido de los chats que ella intercambió con el jefe de la “banda de los copitos”, Nicolás Gabriel Carrizo, o con su amiga Agustina Díaz, en los que aludieron a él como “ese tarado”.
De algún modo sí sabe, sin embargo, que ha perdido protagonismo. Lo percibe en quienes lo rodean y vigilan o de algún modo se enteró. “Se siente incómodo porque está quedando como un personaje secundario en todo esto [por el intento de asesinato]. Lo descolocó la relevancia que están asumiendo Uliarte y Carrizo”, detalló una de las personas que interactuó con él desde que está detenido.
Fuente: La Nación
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