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Opinión

Subjetividades soberanas

Por Saira Millaqueo, militante trans de la comunidad LGBTIQ+

Desde hace un tiempo la comunidad LGBTIQ+ ha comenzado a ser parte de todas las mesas de discusiones en la Argentina. De forma gradual se ha ido esparciendo el conocimiento sobre realidades que sobrevivían en los márgenes de un sistema que excluye todo aquello que no se engloba dentro de la “lógica binaria-heterosexual”. Muchas de estas supervivencias son signadas por la precariedad absoluta producto de la no garantía en derechos esenciales, la sistemática violación a los derechos humanos, la percusión y crímenes de odio sobre personas de estos colectivos

Gestoras de nuestras propias supervivencias encontramos en la política del afecto y el cuidado la solución ante un sistema hetero-capitalista que no reconoce nuestro existir. La auto- construcción subjetiva es el proceso por el que todas las personas pasamos: quienes pertenecemos a las comunidades diversas elaboramos una atención más profunda sobre estas políticas. Esto es para dar marcos de contención a un contexto desprovisto de las sensibilidades que requiere el “ser libre” dentro de un mundo que te mata por expresarlo.

La construcción de activismos y estrategias de resistencias son la punta de lanza para comenzar a discutir los procesos de exclusión y precarización en los que nos sitúan. Intervenir las pedagogías de la crueldad y cortocircuitar las economías afectivas, fue una tarea que bajo el lema de “lo personal es político” nos propuso desandar redes emancipatorias que nos ayudaron a emerger de los pozos de la clandestinidad e ilegalidad. Conformando trincheras sobrevivimos en momentos como este, en el medio de una pandemia, con aliades que se reconocen en nuestros existires. Con la autogestión como fuente de ingresos derribamos obstáculos que cotidianamente sorteamos en una sociedad que rechaza aquello que los estereotipos ideales no enmarcan.

Estoy lejos de pensar este título como un “yo autosuficiente”, más bien es un “nosotres emancipades” de la auto-precarización afectiva que intenta gobernar nuestras conductas, pensamientos y prácticas. Porque en colectivo y con alianzas, trepamos los muros de las burocracias para sentar bases de transformación en los sistemas de gobierno. Disputar la doctrina del orden público y los principios del buen padre de familia, desde la epistemología travesti y desde las oscuras esquinas en las que abusan de nuestros deseos, se convirtió en la fortaleza que dio como resultado la protagonización de nuestras identidades en la elaboración de este nuevo ordenamiento jurídico. Los derechos adquiridos sobre nuestra identidad, género, sexualidad, participación laboral, salud integral y tantos otros es un compendio que deja en evidencia la voluntad política que tienen los gobiernos populares en ampliar derechos y de la furia insurrecta de un movimiento que lucha para que las vidas sean mucho más vivibles.

Ante una visibilidad que es disruptiva para la estética posmoderna y colonial, en este proceso de socialización los avatares del punitivismo y el castigo despliegan biopolíticas para mantener desigualdades estructurales que ayudan a sostener privilegios, aunque en eso se deba correr del camino a quienes buscan una nueva forma de habitar este mundo. Porque ha quedado claro, la forma que nos enseñó la familia heterocis de habitar este mundo nos llevó al abandono, a la destrucción y el desamor. Así como hicieron con Tehuel que todavía lo buscamos y como a tantas que murieron en manos de la policía, el Estado o algún travesticida que todavía despliega odio sobre nuestra comunidad. A pesar de todas estas reacciones nosotras las travas, trans, marikas, tortas, no binaries, y todes les invertides estaremos siempre, desarmando el fracaso en el que la heterosexualidad nos metió. Desde una amorosidad que busca comprender y donde siempre hay lugar para todes.

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