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opinión

Hablemos de vejez

Un tema complejo en nuestra sociedad actual, pero que resulta crucial abordarlo con claridad y sin prejuicios. ¿Es simplemente una cuestión de edad, de actitud, de salud, o de otras variables?

Por Fernanda V. Román.
Abogada, especialista en Derecho Previsional, Seguridad Social y Derecho de la Vejez.

¿Qué es ser viejo? ¿Existen distintas definiciones? ¿El concepto de “viejo” depende del “viejo”? ¿Depende de mi mirada? ¿La definición de la Real Academia Española, es la acertada? Que difícil se vuelve hablar de vejez, como incomoda en esta sociedad que vivimos reconocer a la vejez como parte integrante de la misma.

Sabemos que la sociedad a nivel mundial viene envejeciendo, la esperanza de vida se prolonga más y más, cada día la planificación de vida de las personas contempla menos hijos, si es que los contempla, lo que genera nuevos desafíos y necesidades a nivel social, personal y de políticas publicas relacionadas con la vejez en forma multidisciplinaria y transversal. Argentina es el tercer país con mayor índice de longevidad de américa latina, nómina encabezada por Cuba, luego le sigue Uruguay y continuamos nosotros.

Pero aun teniendo esta realidad en nuestras narices nos cuesta hablar de vejez, nos cuesta incorporar conceptos, no ser “viejistas”, no discriminar.
En la meta narrativa actual, ser viejo tiene mala prensa, se asocia con decrepitud, enfermedad, soledad, mal humor, discapacidad, dependencias, y si bien la vejez viene acompañada de ciertos cambios, como cada una de las etapas de la vida, no son todos tristes, lúgubres y limitantes. Debemos incorporar a la vejez como una oportunidad, porque claramente quien no envejece es porque se ha muerto, y este envejecimiento de las sociedades no es un problema, sino el resultado del avance de la medicina, el progreso social y económico.

Si bien la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores zanja la cuestión de que es ser viejo, y trata de superar los términos despectivos diciendo que “persona mayor es aquella que posee más de 60 años” no es menos cierto que a la hora de respondernos internamente dicha pregunta comenzamos a dar vueltas sobre el concepto no sabiendo con exactitud si la definición debe responder a una cuestión de edad, de actitud, de salud, condición laboral, incluyendo todas esas variables o solo alguna o bien ninguna.

Dentro de esta construcción, conceptos y preconceptos que tenemos sobre la vejez, debemos reconocer que nuestro pensamiento en primera instancia tiende a relacionar a esta etapa del ciclo de la vida con características negativas, debiendo asumir a nivel personal y como objetivo social promover el envejecimiento saludable de las personas mayores, y el reconocimiento de sus derechos que, pareciera, que, al cruzar cierto umbral, los mismos se les desvanecen.

Transitar la vejez nos brinda la oportunidad de infinidad de experiencias que hemos debido postergar en nuestra edad adulta por diversos motivos, el trabajo, los hijos, los horarios, la carga de mayores responsabilidades, que han hecho que algunos de nuestros proyectos o deseos se hayan postergados para más adelante.

La construcción de nuevos paradigmas sociales en esta etapa, nos permite centrarnos en un mayor disfrute, en una actitud más selectiva y honesta de nuestras actividades y vínculos. A esta altura ya hemos aprendido que el melodrama y los vínculos por compromiso no son necesarios ni sano sostenerlos. Vivimos el presente con mayor intensidad, resignificamos lo que realmente resulta ser un problema, generamos redes sociales que nos contienen y sostienen y nos mantienen alejados de la soledad, podemos elegir probar con nuevos aprendizajes, emprendimientos, viajes, y porque no participar en diversas agrupaciones.

Esto no significa romantizar la vejez, ya que la misma, aun en sus supuestos más robustos, posee ciertas limitaciones y desgastes propios de la evolución de nuestro organismo, pero ello no resulta motivo para demonizarla tampoco, ya que aun en aquellos casos en los que se transita una vejez frágil, siempre existe el espacio para el disfrute, el respeto y la elección y selección de ciertos actos o actividades que nos brinden dignidad y goce.

Naturalicemos lo realmente valioso y positivo de la vejez, que tampoco es juvenilizarla, sino centrarse en el momento que efectivamente nos encontramos vivenciando, experienciando, como un amplio abanico de nuevas oportunidades, que pueden resultar sumamente ricas, creativas, productivas y por qué no, de las más felices de nuestra vida.

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