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De Ayer a Hoy

El perfil oculto de quien se reparte entre el tango, el boliche y las bochas

Incansable trabajador, siempre promovió el desarrollo de los jóvenes. El amor por un género musical que remite a las raíces. El deporte, su vía de escape. Y una frase: “Si a la noche no se la respeta, te voltea”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/X: @leandrogrecco

Hay personas que se han ganado un espacio de popularidad dentro de la ciudad. El nivel de exposición, buscado o no, es consecuencia de múltiples factores, siendo Bahía Blanca una localidad en la que sus habitantes suelen conocerse, aunque sea de forma indirecta o por intermedio de terceros. Peyorativamente se habla de chacra asfaltada o de pueblo grande, con cierto grado despectivo, aunque algo de todo eso quizás exista.

Resulta lógico comprender que las acciones definen a las personas y esa familiaridad que pueden generar ciertos rostros o nombres están atravesados por sus acciones. Si bien en ocasiones, los detractores puedan tener cierto sustento, siempre hay que escuchar las dos campanas, porque detrás de esas críticas existen motivaciones sesgadas por sensaciones ligadas a la envidia o el preconcepto.

La Brújula 24, a través de la sección “De Ayer A Hoy”, acudió a la figura de un verdadero emprendedor, que siempre apostó por el lugar que lo vio crecer, dando oportunidades, con una lógica clara: brindar el espacio que los más chicos merecen y no siempre encuentran, una constante en cada uno de los ámbitos en los que ha tenido poder de iniciativa. Osvaldo Catini devela qué hay detrás de esa mentalidad tan loable, difícil de hallar en el presente.

“Soy de Bahía Blanca, me crié en el Noroeste, en Don Bosco al 1400, a pocas cuadras de donde está mi casa actual, sobre lo que hoy se conoce como el barrio Mariano Moreno. En mi niñez nunca me faltó nada, mi papá era cartero, más precisamente estafetero, iba en el último vagón del ferrocarril. La familia se completaba con mi mamá que era ama de casa y mi hermano mayor que actualmente está viviendo en Buenos Aires”, afirmó Catini desde el quincho de su domicilio.

Y afirmó que “mi primer trabajo fue como mensajero del correo donde pude ingresar gracias a mi papá, pero a los 18 años, cuando terminaba la secundaria en el Colegio Industrial de calle Sarmiento, decidí irme. Inmediatamente ingresé a Prefectura en Mar del Plata donde hice el curso durante el lapso de un año. Pensaba en que, además de cobrar un sueldo, a los dos años cumplidos en la fuerza quedaba eximido de ser convocado al servicio militar”.

“Después me mandaron al faro de Monte Hermoso donde presté servicio por espacio de casi tres años. En ese entonces era un distrito que ni por asomo tenía el desarrollo actual, pero me permitía viajar en los días francos para visitar a mis seres queridos. Cumplido ese ciclo, que fue muy duro porque el régimen era casi esclavo por las exigentes guardias, lo siguiente fue un empleo en Centro de Autopartes, que luego se llamó Centro Automotores”, refirió en otro segmento de la conversación.

No obstante, admitió que “del rubro de los repuestos no sabía mucho, pero fui aprendiendo en los seis años en los que me desempeñé dentro de esa labor. Posteriormente me llamó Raúl García Campo para ir a su local de calle Colón, a partir de una propuesta económica superadora. Por entonces ya estaba casado y mis hijos eran chicos, por lo que la responsabilidad era aún mayor”.

“Tras cuatro años, me ofrecieron asumir una tarea en la Mutual Supervisores Ferroviarios, justo cuando había fallecido mi suegro que tenía almacén en Cerri. Sin embargo, me decidí a abrir una rotisería en el pueblo, viajando a diario desde Bahía. Nos fue bien, a punto tal que inclusive logré desarrollar una quinta de cinco hectáreas en la que criamos unos 120 chanchos”, evidenció, con la satisfacción de haber conseguido lo que se había propuesto.

Paralelamente, Catini asumió nuevos desafíos:“Nunca me quedé quieto, porque luego de este último emprendimiento entramos a trabajar con Rubén Trellini a una distribuidora de caños plásticos. Cuando vinieron las empresas del Polo, sumado al contexto negativo que se vivía en Argentina, terminamos con importantes problemas financieros y fundidos desde el punto de vista económico”.

“En una comida en el Club Almafuerte para los socios, presidido en ese entonces por Aldo Fernández, se me ocurrió mirar el salón, que estaba totalmente abandonado, y le propuse refaccionarlo a cambio de que no me cobre alquiler. Así es que nació el Salón Sueños, que inicialmente fue pensado para Tango en la Bahía, pero mis hijos insistieron en que lo habilite para fiestas”, destacó, en otro segmento del ida y vuelta con este cronista.

Osvaldo rompió las barreras y dio un paso más: “El temor era que se vengan a menos las instalaciones, aunque me convencieron. Mi hija hizo sus primeras armas como moza y hoy está encargada del lugar. Javier hoy tiene a cargo sus piletas en H2O y Rodrigo quien sigue mis pasos en todos mis emprendimientos. En medio de esa etapa es que aparece la patriada que fue haber abierto los boliches Impacto y Nativo en las instalaciones del Club Olimpo”.

“Fue un verdadero furor, pasar de intentar difundir géneros más melódicos a lo que se bailaba y era moda no fue sencillo para mi desde el punto de vista del acostumbramiento. Ambos locales se llenaban fin de semana a fin de semana, hasta que surgieron algunos problemas con los dirigentes de la entidad deportiva, algo que todavía está judicializado”, lanzó, aún con el dolor que le produjo aquel suceso.

Consultado respecto la manera en que se manejó en un ambiente tan particular, destacó que “no es fácil llevar adelante un boliche, siempre hay que modernizarse, la noche es complicada porque había que lidiar no solo con el personal, sino también con la gente que no venía a divertirse y todo servía de excusa para las peleas entre las hinchadas de fútbol. Tuvimos incluso algún episodio que pasó a mayores como aquel hecho que quedó filmado por las cámaras de seguridad y que también llegó a juicio como la noche en la que le pegaron un tiro a mi yerno en el ingreso al local”.

“Lo que uno pregona es que siempre estuvimos limpios, alejado del tema de las drogas, algo tan común en el ambiente de la noche. En mi caso, mi único vicio es el cigarrillo, en horario de trabajo nunca tomé alcohol y no sé ni cómo es la droga, jamás me interesó. A mis hijos siempre les decía que si a la noche no se la respeta, te termina volteando y sobre el consumo de sustancias considero que es una problemática que está cada vez más complicada”, acotó con vehemencia.

El 1° de febrero de 2020 es una fecha que jamás olvidará, cuando lo agredieron brutalmente al llegar a su casa desde Rossini Paradiso con la recaudación de la madrugada, la cual le fue robada: “Nunca pensé que me podía ocurrir, pero en esa ocasión me descuidé, no di la vuelta de la manzana que solía dar antes de entrar. Eran las 6:30 de la mañana y las personas que me asaltaron estaban escondidas en un pasillo, por lo que cuando me vieron bajar me abordaron”.

“Me agredieron por la espalda y pasé tres días en terapia intensiva por la gravedad de las lesiones, en particular en uno de los ojos que me dejó secuelas hasta el día de hoy. No tengo dudas que quisieron matarme, hoy esta clase de personas no le dan valor a la vida y por un teléfono son capaces de hacer cualquier cosa”, resaltó, promediando la charla.

Su situación se agravó, por el contexto mundial que restringía la circulación: “Estábamos ingresando a la pandemia y recuerdo que tenía cataratas en el otro ojo que no había quedado comprometido por la golpiza, razón por la cual apenas veía. Me llevaron a Buenos Aires para someterme a las curaciones y ver si tenía posibilidades de salvar la visión en el órgano que resultó herido, pero no fue posible. Igual soy un agradecido a Dios de estar aún acá con vida”.

“Las bochas fueron mi otra pasión, crecí enfrente al Club Noroeste, iba a regar la cancha a las tres de la tarde para que me dejen jugar, pero venía la gente grande y me sacaban. Ese fue un mal recuerdo que me quedó para toda la vida porque a los pibes no nos dejaban, por eso con 30 años empecé a desarrollar la escuelita de bochas”, rememoró Catini.

La convocatoria fue un verdadero boom: “Se juntaron muchísimos chicos en el club Pacífico y eso fue una gran satisfacción porque entendía que si no le dábamos un lugar a los niños, el deporte iba a quedar relegado. Todo surgió de un proyecto con Roberto Kaddour, donde coincidimos en que había que promover a los más chicos”.

“Me lo puse como objetivo y siento que lo logré porque cuando me quise dar cuenta ya teníamos 50 y no sabía cómo hacerlos jugar a todos. Por eso organizamos campeonatos para que surjan luego jugadores de la talla de Cristian Zapata, Pablo Spurio, Juan Jesús Arrieta, Ariel Lares y mi hijo Rodrigo, entre otros. Tuvimos muchas satisfacciones porque ganamos varios campeonatos a nivel provincial”, reconoció Osvaldo.

El tesón sigue siendo un rasgo distintivo de su personalidad: “Mientras tenga fuerzas voy a seguir y mi pasión es el programa de televisión, tenemos en marcha un concurso en Tango en la Bahía con 26 chicos y chicas que se destaquen cantando. Quiero traer juventud, hay material para forjar buenos intérpretes, desde nuestro lugar tenemos que hacer que sientan el tango como algo propio”. 

“Lo van a lograr, ellos tienen facilidad para el manejo de los teléfonos celulares y podrán compartir el material, por eso no me cabe duda que va a ser un éxito. Habrá un jurado compuesto por cinco personas notables y, más allá de que habrá algún ganador, mi idea es que nadie se sienta perdedor, por lo que no hablaremos de primero o segundo puesto”, dijo, con su mirada colmada de emoción.

Por último, recalcó que “la premisa fundamental es el acompañamiento de los padres y aquellos que superen la prueba se van a sumar al staff del programa. Todas estas actividades, aunque puedan parecer pequeñas, son las que me sacan de la rutina y me dan las fuerzas para encarar cada día con el mismo ímpetu de siempre”.

Con sus 75 años a cuestas y los achaques propios del intenso trajín, pareciera que no hay ningún obstáculo que lo frene. Cuando habla ante un grupo de pares o si lo hace en un auditorio donde es el que peina más canas, su voz suele ser la más escuchada. La escuela de la vida le aportó un bagaje de conocimientos que de un tiempo a esta parte aplica casi a rajatablas. Sin embargo, lo que define positivamente a Osvaldo Catini es su solidaridad para transmitir ese aprendizaje.

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