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De Ayer a Hoy

Conocé al cartero más antiguo de Bahía, un hombre "de buena madera"

Jorge Breit lleva 43 años trabajando en la calle como empleado del correo. Y disfruta de su otra pasión: la carpintería. “Voy a extrañar salir a repartir con mi bicicleta”, confesó, meses antes de su jubilación.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

El amor por un oficio no solo se demuestra de la boca para afuera. Las acciones son las que definen a las personas y más allá de lo que uno pueda manifestar, el tiempo es el testigo exclusivo de la consonancia entre los dichos y los hechos. En resumen, nadie puede escapar a la verdad objetiva del archivo.

El trabajo dignifica, le brinda al ser humano la satisfacción de sentirse útil cuando de ganarse el sustento se trata. Y si se hace con pasión, persiguiendo un sueño y abrazando una vocación, el disfrute es doble. Sin embargo, pese a que no existe ninguna receta escrita que avale el éxito asegurado, son pocos los casos, en especial en estos tiempos, de las personas que encuentran su norte y no se apartan de él.

Jorge Breit es un claro ejemplo. La trayectoria como cartero en Correo Argentino lo convierte en el más querido (y antiguo) dentro de su ambiente. Casi en paralelo pudo repartir el tiempo para disfrutar de la tarea en la carpintería. Porque ya lo dijo el filósofo chino Confusio: “Busca un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día en tu vida”. En La Brújula 24, nos abre las puertas de su vida y su corazón.

“Soy el hijo del medio de tres hermanos que mis padres trajeron al mundo en Alberdi al 1200, aunque luego nos mudamos al barrio Bella Vista, cuando tenía diez años de edad y fue allí donde viví lo que me quedaba de infancia, la adolescencia y posterior juventud como alumno de la Escuela Nº 9 de calle Corrientes. Una vez que terminé la primaria, la situación hizo que deba salir a trabajar, concluyendo con mis estudios en ese nivel”, fueron las palabras que utilizó para comenzar a sobrevolar esa niñez que lo moldeó.

Y añadió que “jugué al fútbol en las inferiores de Bella Vista, fui ciclista y con los años compañero de trabajo en el correo de una gloria de este deporte recientemente fallecida como ‘Tin’ Placánica, quien junto a Eduardo Sánchez y Juan Carlos Rodicio competían representando a una fábrica de puertas y aberturas de madera llamada Jiménez y Falco en la que tuve la suerte de trabajar”.

“Eran tiempos en los que un chico podía conseguir un empleo más fácil que ahora. Se aprendían oficios, en mi caso la carpintería, aunque mi primera experiencia fue como ayudante de mecánico dental que es tío del periodista Sergio Buyanovsky”, consideró Breit, mientras dejaba caer los codos sobre la mesa de la carpintería en la cual pasa varias horas de sus días.

Llegarían sus primeras experiencias laborales, con edad de adolescente: “Con 15 años tuve la posibilidad de haber rendido un examen mediante un curso en La Plata para obtener la habilitación y, así ejercer la profesión. Sin embargo, a mi me llamaba más la atención el rubro de la madera, en especial cuando entré por primera vez a trabajar a una carpintería y hasta el día de hoy sigo vinculado con esta actividad”.

“Luego, terminé con el servicio militar y pude entrar en el correo, un empleo que me permitía trabajar solo a la mañana y por las tardes iba a la carpintería. Allí entré a través de un primo que me trae dos solicitudes, una para postularnos para la empresa eléctrica y otra para el correo, llenamos ambos formularios y priorizamos la primera que nos llamó”, resaltó, en otro tramo de la charla con este diario digital.

No obstante, reconoció que “eran tiempos en los que el contacto familiar era una palanca importante para que te tomen, por eso fue fundamental el rol que cumplió mi tío para facilitar el ingreso. Desde el primer día y con 19 años fui cartero, función que jamás abandoné hasta el día de hoy, habiendo transcurrido más de cuatro décadas desde aquel entonces”.

“En más de una ocasión me ofrecieron quedarme adentro, en las oficinas del correo, pero no quise. Me gusta la conectividad con la gente, trabajar libre. El sector que tengo designado en la actualidad es el radio en el que mayor tiempo llevo prestando servicio: el microcentro, en torno al Teatro Municipal”, argumentó orgulloso, con una mirada en retrospectiva que lo emociona.

Breit trazó una descripción de los vecinos que residen en uno de los lugares que más conoce por haber pedaleado hasta por los sectores más recónditos: “Allí en general vive gente adulta, una zona de casas que se derrumbaron para levantar edificios, hijos de familiares que vendieron sus propiedades para que luego esos lotes se conviertan en complejos de departamentos”.

“En mis primeros años disfruté mucho de llevar la correspondencia para los abuelos, cartas que enviaban sus nietos que estudiaban en La Plata y no tenían ningún tipo de remitente, pero que yo sabía quién era cada destinatario. Lo mismo me pasaba cuando entregaba el sobre a una madre o novia de un chico que había escrito desde el servicio militar, donde ese rostro de felicidad era algo impagable”, advirtió.

Inmediatamente apeló a su memoria emotiva: “Ver a la gente parada en la puerta de la casa esperando mi paso para saber si tenía alguna correspondencia que entregar, una sensación difícil de describir. La experiencia te daba esa gimnasia de saber dónde dejar una carta si el dueño de casa no estaba al momento de mi visita”.

“También existen situaciones no tan gratas, por ejemplo cuando un hijo se va a otro país y la madre espera una correspondencia que nunca llega. Uno en esos casos hace las veces de psicólogo para mitigar esa tristeza, dándole una palabra de aliento”, consideró quien se había vestido y peinado para la ocasión, no siendo la entrevista con los medios algo muy frecuente en su vida.

Estar en la calle lo puso en situaciones límite: “Otra cosa que me ha ocurrido en más de una ocasión fue alertar sobre un posible robo cuando veía un movimiento sospechoso en torno a alguna oficina. Ver que alguien con un cómplice se bajaba de una moto y se escondía para esperar la llegada de la víctima, en general algún escribano, al que tenían pensado asaltar”.

“A un chico que en la actualidad quiere ser cartero, el primer consejo que le daría es que estudie, aunque soy consciente de que las posibilidades de cada persona son diferentes. No todos los padres tienen el poder adquisitivo para enviar a su hijo a una Universidad, por más pública que sea, por los gastos que implican”, resaltó Breit, mientras la cálida tarde de septiembre caía.

Consultado respecto a cuáles son los atributos que debe tener un obrero postal, refirió: “A aquel que opta por trabajar en este rubro, lo primordial es ser cuidadoso, cumplidor y respetuoso porque este es un oficio que te asegura un sueldo, al menos hasta que ese joven pueda encontrar un empleo superador”.

“Nunca perdí una carta en estos más de 43 años que llevo trabajando en este oficio. En la cartera, que nosotros le damos el nombre de saca, llevamos todo bien guardado, como parte de un reparto que se organiza desde muy temprano a la mañana. Ese trayecto que hacemos diariamente se puede comparar como el recorrido de los colectivos, siempre hacemos el mismo derrotero”, reconoció, dejando entrever cierto sesgo rutinario en la labor diaria.

Es una tarea metódica y disciplinada: “Se ordenan las cartas en función de eso. La correspondencia es un material que se debe cuidar mucho, por ejemplo, de la lluvia, al igual que nuestra integridad física porque si uno se resfría, se duplica el trabajo y los esfuerzos se deben redoblar para que todo llegue a manos de su destinatario en tiempo y forma”.

“Cuando se presentan jornadas en las que el clima mejora a media mañana, salimos con lo que es prioritario entregar: un telegrama, una tarjeta, una carta documento o una certificada, todo lo que sea bajo firma del que recibe”, reveló, sobre uno de los aspectos que siempre generan cierto desconocimiento entre la población.

Asimismo, no podía dejar de lado entregar detalles de su lado B en lo laboral: “Como carpintero llevo también más de 40 años, primero en una fábrica en Bella Vista hasta que cerró, luego vine a mi empleo actual (Thompson 1200) gracias a un aviso que salió publicado. Junto con otro muchacho que también es cartero nos presentamos y comenzamos en esta actividad”.

“Si bien ambos trabajos me definen como persona, el sostén principal tanto mío como de mi familia es el correo. Amo tanto mi trabajo que soy de los que no pasan parte de ART, voy a trabajar con una gripe, dolor de rodilla y lo digo con total humildad. Nunca tuve miedo de que el correo como tal desaparezca, siempre cumplí como empleado de la empresa, adaptándome a las circunstancias que surgieran”, aseguró, sobre el epílogo de la emotiva nota.

Y lo argumentó: “Actualmente, Mercado Libre, las tarjetas de los bancos y los DNI vinieron a ocupar el lugar vacante que dejaron las cartas o las facturas de servicios públicos. El volumen de la correspondencia aún sigue siendo muy grande, este es un oficio que jamás se va a extinguir”.

“Hace 35 años que estoy casado, tengo dos hijos (Rodrigo y Yamila) y tres nietos, una familia que es un orgullo para mí. Si Dios quiere, el año que viene estaré en condiciones de jubilarme, con 64 años y medio, más allá de que podría continuar unos meses más si así lo quisiera y te ofrezcan un retiro voluntario”, describió sobre su vida personal y los planes para lo sucesivo.

No vaciló en afirmar que “el año que viene me voy a ir del correo porque es una decisión tomada y, si bien voy a trabajar en doble turno en la carpintería, ya no me tendré que levantar a las cinco de la mañana. Faltaría a la verdad si no admito que voy a extrañar salir a la calle con mi bicicleta y hablar con la gente, es impagable la oportunidad que me dio la vida para ejercer esta profesión”.

“No juzgo a aquel que le gusta trabajar adentro de una oficina para evitar el frío o el calor intensos, pero a mi no me interesaba pensar en hacer una carrera dentro de una empresa, lo mío siempre pasó por otro lado y no me arrepiento de absolutamente nada”, concluyó, reconfortado por el afecto que le brindan a diario.

De hablar pausado, un tono siempre conciliador, cuesta imaginar a Breit de mal humor o perdiendo los estribos. Su bonhomía lo convierten en un respetable ciudadano, de esos héroes anónimos que con perfil bajo, dejan un legado indeleble para las futuras generaciones.

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