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Opinión

¿Qué pretende Francisco con esto de la “sinodalidad”?

Por Javier Di Benedetto, sacerdote de la Iglesia Católica

Comencemos por no dar por supuesto quién está detrás del interrogante planteado en el título. Podríamos responder inmediatamente: “Obvio, ¡el Papa Francisco!”. Pero fue él mismo quien abrió el Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal diciendo: “el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo” (9 de octubre pasado).

El sueño decaminar juntos

Ya te estarás preguntando: ¿Qué es un sínodo? ¿Qué es esto de la sinodalidad? Francisco pidió a la Comisión Teológica Internacional que estudie este tema, y lo hicieron entre los años 2014-2017, como indica el documento que recoge las conclusiones de este intenso trabajo que fue aprobado por el Papa en marzo del 2018. Ahí se nos explica que la palabra sin-odo es de origen griego, y expresa un “hacer camino juntos”. Vale decir que esto no es algo novedoso en la historia de la Iglesia, ni tampoco en este pontificado. En su Carta programática La alegría del Evangelio (2013), lanzada pocos meses después de haber asumido esta misión, Francisco apuntaba: “percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización»”.

Confianza es los procesos

En esa Carta inaugural, que pasó casi desapercibida a la mirada de los medios y, confieso, que ha sido tan poco leída –y mucho menos aplicada– en nuestra propia Iglesia, encontramos un principio un tanto enigmático en su formulación, pero que se vuelve muy iluminador cuando lo confrontamos con la realidad: “El tiempo es superior a espacio”. Ahí se nos plantea que “darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios”. Desde acá se evidencia claramente quienes son los “detractores naturales” de la puesta en marcha de este proceso de renovación a través de la sinodalidad. Son quienes pretenden perpetuarse en el poder y hacen todo lo posible para continuar en esos lugares de reconocimiento social y religioso, muchas veces ejercidos con tantos privilegios y lujos que repugna. ¿Cómo no se van a resistir a dejarse llevar por procesos genuinos de cambio quienes están acostumbrados a tener todo y a todos bajo control?

Porque uno de los principales objetivos que se propone este caminar juntos es “vivir un proceso eclesial participado e inclusivo, que ofrezca a cada uno –en particular a cuantos por diversas razones se encuentran en situaciones marginales– la oportunidad de expresarse y de ser escuchados para contribuir en la construcción del Pueblo de Dios” (Documento Preparatorio del Sínodo). ¡Qué hermosa convicción hay en el trasfondo de esta opción! Cada persona es importante y tienen algo para decir y aportar desde su experiencia de vida y desde su modo de vivir la fe.

¿Algo que vino para quedarse?

Este feliz redescubrimiento de la mística original y originaria de caminar juntos, de acompañar respetando tiempos, de “recibir las vidas como vienen”, abre signos de pregunta hoy impostergables: ¿Es la Iglesia actual el reflejo vivo del Jesús que nos cuentan los Evangelios: el hombre-Dios recorriendo los pueblos y aldeas a pie, con su familia elegida de discípulos y discípulas, que llevaban mucho en el corazón y poco en sus manos? ¿Realmente estamos invirtiendo nuestros recursos humanos y materiales en continuar la misión de levantar a quienes quedaron al costado del camino, de estar afectivamente cerca de quienes han perdido la alegría, la esperanza, las ganas de vivir? ¿Nos creemos todavía portadores de una Buena Noticia que libera, que sana, que alivia, pero que si se impone a la fuerza pierde todo su sentido? ¿Será el inicio de este tiempo de sinodalidad la gran oportunidad de embarcarnos decididamente en este proceso que nos devuelva como Iglesia a la posición que pensó su Fundador para continuar su obra en este mundo, que no es la del poder, “desde arriba”, sino siempre la del servicio, “desde abajo”?

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