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INFORME ESPECIAL

Historias pandémicas: cuando saber reinventarse es la única opción

El testimonio de cuatro emprendedores bahienses que rondan los 40 años y debieron “arremangarse” para dejar su zona de confort y volver a empezar. El ingenio como valor agregado en la supervivencia.

Por Leandro Grecco, redacción La Brújula 24
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Aún hoy, la pandemia plantea una dicotomía en la psiquis de los bahienses quienes, en algunos casos acorralados por el difícil contexto también desde lo sanitario, apelaron a lo más profundo del ingenio para dar batalla y hallar un medio de vida que los mantenga a salvo, al menos en lo que respecta al aspecto de la economía diaria y familiar.

Contrariamente a lo que muchos podrían pensar en lo que se refiere a la pérdida de puestos de trabajo o las restricciones que truncaron distintas actividades, varios vecinos de la ciudad aprovecharon y se convirtieron en emprendedores por el simple hecho de la necesidad de un cambio de aire, poniendo en juego la estabilidad, pero apostando por la salud mental.

En este artículo, La Brújula 24 te acerca el testimonio de un puñado de “arriesgados” que se la jugaron (y se la siguen jugando) contra viento y marea, sabiendo que si bien la zanahoria por momentos aparece algo más lejos, vale la pena intentar alcanzarla. En definitiva, quien no arriesga no gana, en un mundo que no está hecho para tibios.

“Para reinventarse hace falta poner un plus”

Si bien no la vio venir, José Ignacio Ramos se topó con un escenario adverso, justo cuando afianzaba su principal fuente de ingresos. Con pasado como empleado de comercio en una casa de venta de electrodomésticos, sacó pecho y se lanzó brindando el servicio de auxilio mecánico, valiéndose de una unidad de gran porte, debió hacer peripecias para sostener la iniciativa, aquella que había proyectado y logrado cristalizar no sin antes someterse a una serie de sacrificios.

“Cuando uno emprende, en la medida que te va yendo bien, reinvertís. En mi caso, que el vehículo es mi principal herramienta, lo intento poner en las mejores condiciones que se pueda. Si el panorama es adverso, surge un aspecto paradójico porque, si bien merma el trabajo, también descienden los gastos. El problema se produce cuando este escenario se prolonga mes a mes, sumado a la inflación, se complejiza la situación. En el caso de un cuentapropista, la espalda se la cubre uno mismo y entra en juego la desesperación y la necesidad de ser previsor al extremo”, sostuvo firmemente Ramos.

En esa misma dirección, recalcó que “Para reinventarse, es indispensable poner un plus, un extra de esfuerzo. Mi fuerte es el traslado de autos, pero llegó un punto en el que me pregunté qué más podía transportar en un rodado de las dimensiones como el mío. Y surgió la idea de hacer lo mismo que venía haciendo, pero con un techo desarmado. Es allí donde nació la alternativa de movilizar materiales de construcción, me convertí en un flete para aquellas situaciones en las que una unidad de mudanzas no tiene capacidad de brindar el servicio”.

“Me siento protegido a medias por los protocolos. Por muchos cuidados que uno tome, ya sea dividiendo el vehículo, utilizando el alcohol en gel y el tapabocas, a veces me siento expuesto por la misma gente con la que trato, que suele minimizar la situación. Esa desprotección es dolorosa. Es real que la pandemia nos expuso como sociedad, porque si bien he visto actos de solidaridad, también noté mucho egoísmo. Con relación a las medidas gubernamentales sentí una falta de empatía total, porque los impuestos uno los tiene que seguir pagando y si se demora no hay contemplaciones”, enfatizó, durante el contacto con la redacción de este diario digital.

Al cierre, centró su mirada en lo que viene: “No soy tan optimista en relación con el futuro. No obstante, confío en la ductilidad que tenemos los emprendedores para enfrentar el problema y resolverlo. Para ello será necesario ubicarnos en las condiciones más normales posibles. Sostener el capital es y será el gran desafío. Los números priman y uno lo ve en otros colegas que durante estos meses de restricciones por la pandemia tuvieron que bajar la persiana”.

Reprogramar fechas y empatizar con las ilusiones

En segundo término, fue Mariela Cardoso quien junto a su pareja Damián, capean el temporal esperando que la tempestad pase, más allá de la situación sanitaria que está por encima de cualquier crisis económico-financiera. Otro ejemplo de quienes se animaron a abrir un local enmarcada entre las actividades más golpeadas por las restricciones que intentan evitar una programación del coronavirus.

“La casita de fiestas es una de nuestras fuentes de trabajo, por eso nos terminamos ajustando para mantener los gastos fijos que genera la casa. La pandemia nos agarró en medio del pago de la habilitación. Habíamos comprado la llave en agosto de 2019 y terminar de cubrir la inversión inicial no es una tarea sencilla. Incluso, la pandemia me encontró cursando un embarazo, pero logramos mantenernos a flote. Aprovechando que soy instructora, dí cursos de fitness desde casa, pese a no contar con la presencialidad y más allá de que el streaming nos permite llegar a otras provincias”, detalló Cardoso.

Y ponderó que “en paralelo, mi pareja se anotó en ditintas consultoras y lo llamaron para reemplazos temporarios. Lo contrataron del Puerto para hacer limpieza de silos, montó un emprendimiento en el cual vendía paltas, harina y se desempeñó como repositor externo, en muchos casos son contratos de tres meses, con horarios muy exigentes. Pudimos seguir pagando las obligaciones gracias a que la casita reabrió parcialmente en momentos en los que la circulación del virus y la fase en la que se encontraba la ciudad lo permitió”.

“Me siento protegida por los protocolos cuando son bien aplicados. Vivimos en un país donde es indispensable trabajar. Todos coincidimos allá por marzo de 2020 que era necesario paralizar el país, pero cuando se prolonga en el tiempo, no hay emprendedor que lo resista. Hemos sido muy cuidadosos con las medidas para volver a abrir la casita de fiestas en diciembre último y lo mantuvimos hasta hace algunas semanas en las que tuvimos que volver a cerrar. Y no tuvimos ningún contagio, pero depende de nosotros. Deberíamos aprender a convivir con esos protocolos porque está en juego nuestra fuente de trabajo”, sintetizó la polifacética mujer que, además, se desempeña en administración del Conicet.

Por último, reveló de qué manera logran la fidelidad con quienes los contratan: “Las estrategias para sostener a los clientes no cambiaron. Mantener un diálogo fluido con ellos es algo indispensable. En nuestro rubro en particular, procuramos ser flexibles con la gente que reserva una fecha y proyecta un cumpleaños infantil, con toda la ilusión que implica para ese niño. Reprogramamos fechas y congelamos valores. Algunas se pudieron hacer y otras están a la espera. Así hemos estado todos estos meses. Más allá del poquito tiempo en el que estuvimos en un cien por ciento funcionando a pleno nos aguantan, porque entienden que la situación nos excede. Empatizar con ellos es parte de la clave para ofrecerles la solución que pretenden”.

“Es ilógico no unificar criterios sobre las restricciones”

Daniel Ramos es el tercero en sentarse frente al grabador y contar su recorrido en estos meses, los cuales no olvidará (como ninguno de nosotros) en lo que resta de su vida: “Sobre la marcha y en el día a día me fui dando cuenta de cómo se iba desbarrancando la situación. Tomé una decisión nada sencilla: pedí reducir la carga horaria en la empresa para la que trabajaba y, así, emprendí una actividad por mi cuenta, resignando sueldo. La jugada era arriesgada, porque era consciente de que se trataba de una época muy desfavorable para este tipo de patriadas, pero no me arrepiento. Comencé a brindar el servicio que daba en la empresa, especialmente en lo que respecta a la cadetería”.

“No obstante, lo que se convirtió en mi principal fuente de ingreso es la venta de chipá congelado. Considero que el rubro alimenticio siempre va a ser viable por la simple razón de que la gente no deja de comer, más si el producto es de buena calidad. Los clientes que nos eligieron por primera vez nos volvieron a comprar, se hizo un boca en boca que me obligó a comprar una amasadora porque no daba abasto para satisfacer la demanda y los pedidos. Una noche nos encontró junto a mi novia haciendo bolitas a las 12 de la noche porque no llegaba a cubrir lo que tenía encargado al día siguiente. Fue allí que decidimos hacer la inversión”, recordó, entre risas, y respirando más aliviado.

Sobre las determinaciones que se decretaron para frenar el avance de la pandemia, “Tomate” –como lo conocen popularmente en la ciudad– consideró que “algunas medidas que apuntan a cuidarnos no las entiendo, porque se habilitan actividades deportivas, mientras a los laburantes nos tienen guardados. Es ilógico que no se unifiquen criterios. La ciudad ha subido de fase en el peor momento de circulación del virus. A los argentinos nos falta mucha conducta. Diariamente transito la calle y veo mucha gente sin barbijo por el centro como si nada. Comprendo que todas las situaciones son diferentes, pero ante la duda, es mejor permanecer adentro”.

“A mediano plazo me gustaría que una buena parte de la población esté vacunada, para tratar de normalizar otra vez la vida. Este contexto adverso sacó a relucir el perfil del argentino emprendedor. Veo mucha gente que se animó y eso está bueno. En nuestro caso particular, optamos por comprar productos que se venden en redes sociales, es una manera de tender una mano. Generamos nuestro propio ingreso y mirando más allá el sueño sería poder abrir un local propio para vender el chipá, pero por ahora vamos pisando sobre seguro, con los pies sobre la tierra”, finalizó, algo emocionado y con el alma de cualquier soñador que espera condiciones propicias para cumplir los anhelos.

Cambió la cámara fotográfica por las hornallas

La historia de Matías Córdoba es bastante particular. Fotógrafo profesional con más de 20 años de experiencia, aunque inscripto desde 15, se mueve especialmente en el ámbito eventos sociales. Además trabaja junto a un grupo en la logística y técnica de Suterh Buenos Aires y la delegación del gremio a nivel local, equipando y asistiendo en congresos por distintos puntos del país.

De más está decir que el espectro en el que se desenvuelve está paralizado, lo que obligó a Córdoba a sumergirse en otros rubros: “Desde marzo de 2020 a la fecha, solo pude trabajar de lo mío solo un mes. Este año se presenta aún más complejo; ya no tenemos margen. En el inicio de las restricciones por la pandemia accedimos al crédito de 150 mil pesos a tasa cero. Y además de ya no contar con ese dinero, lo estamos devolviendo, en mi caso particular cancelando ya la segunda mitad del mismo”.

“Fue allí que, ante un panorama tan hostil, opté por aprovechar las instalaciones del salón de fiestas familiar para iniciar un emprendimiento de viandas que también lleva mi apellido. Es una patriada, que depende pura y exclusivamente de la impronta personal que uno le pueda imprimir, porque el respaldo gubernamental es prácticamente nulo”, sostuvo con un tono de lógica desazón.

Con relación al público objetivo que consume su propuesta, lo definió del siguiente modo: “Los clientes son pasajeros, más allá de que siempre tratamos de captar nuevos. Además de seguir activo en las redes y presupuestando con vistas a 2022, la complejidad adicional, se asocia con la reestructuración de los eventos postergados, haciendo malabares para no superponerlos con los nuevos. La verdad que lo más estresante es la incertidumbre y, al no existir un horizonte claro, solo nos queda pensar en nuevos desafíos”.

El optimismo es, quizás, la primera clave para obtener el éxito. Luego vienen las ideas, la inversión y otros aspectos vitales al momento de alcanzar un objetivo. En este artículo, la reivindicación de aquellos que arriesgan, se animan a más y no esperan sentados a que el destino dé vuelta la página. Para todos ellos, un aplauso cerrado…

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