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política internacional

Crece la tensión con Brasil, pero Alberto Fernández busca evitar una crisis

No responderá a las críticas de Jair Bolsonaro. Pero la invitación a Lula para que venga a su asunción complican la estrategia.

Alberto Fernández, sentado junto a Dilma Roussef, durante la cumbre del Grupo de Puebla.

Tras otra semana de tensión con el gobierno de Jair Bolsonaro, Alberto Fernández buscará evitar una nueva escalada de la confrontación con Brasil, el principal socio comercial de la Argentina.

Ante la amenaza permanente de que los roces se trasladen al ámbito comercial, con el futuro del Mercosur como interrogante, el Frente de Todos intentará eludir las reacciones a las provocaciones del ultraderechista y su entorno para poner paños fríos a lo que puede terminar convirtiéndose en un conflicto diplomático y económico después del 10 de diciembre.

Sin embargo, los intentos de subsanar el vínculo pueden encontrarse con una barrera inamovible. El presidente electo ya adelantó que no abandonará la defensa explícita al exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva, lo que altera los ánimos de la administración de Bolsonaro. El equipo de Fernández ya se prepara para que el dirigente del PT viaje a su asunción el mes próximo, a la que no asistirá Bolsonaro. El peronismo admite que una posible visita de Lula “movería el avispero”.

Fernández bajó el tono de los roces en la entrevista que brindó a Rafael Correa, expresidente de Ecuador, en la que dijo que el gobierno de Bolsonaro es “coyuntural” y que la Argentina y Brasil “hablarán como pueblos y se entenderán siempre”. Ayer volvió a ese mismo concepto cuando dijo que “ningún gobierno puede romper la unidad” entre los dos países.

Con cierta preocupación por la escalada, que según un dirigente cercano a Fernández en los últimos días llegó a niveles “ridículos”, el entorno del presidente electo admite que será necesario encontrar una manera de recomponer la relación pese a la nula sintonía personal entre los dirigentes. Por lo pronto, optarán por el silencio a los ataques provenientes de Brasil, atribuibles, dicen, a una estrategia de distracción que le brinda a Bolsonaro oxígeno frente a los múltiples frentes internos abiertos.

La tensión entre los dirigentes está en ascenso desde la campaña electoral, cuando el brasileño dijo que si el kirchnerismo ganaba la elección presidencial iban a volver los “bandidos izquierdistas” a la Casa Rosada. A partir de ese punto, el vínculo se erosionó con más provocaciones, desaires y hasta burlas. El último episodio, que todavía no concluyó, es el intento de uno de los hijos de Bolsonaro de lograr que se apruebe una moción de repudio contra Fernández en el Congreso brasileño por haber apoyado a Lula da Silva. La iniciativa avanza en el Parlamento.

El jueves, Brasil también anunció que importará trigo sin aranceles por fuera del Mercosur, una medida que fue recibida como una nueva provocación por el Frente de Todos y con “desilusión” por la cancillería argentina, pero que está contemplada en el reglamento del bloque, en una lista de excepciones para compras extrazona que tienen cupos limitados. El monto de importación que autorizó Bolsonaro representa alrededor del 10% de lo que le exporta la Argentina.

Un quiebre mayor en las relaciones bilaterales podría tener impactos negativos en el intercambio comercial y multilateral si Brasil cumple sus amenazas de actuar contra la Argentina en el Mercosur en el caso de que Fernández se resista a acompañar las medidas de flexibilización, reducción de aranceles y liberalización del comercio que tiene en su agenda Brasil y que comparte el gobierno de Mauricio Macri.

Hoy, Brasil representa el 27% de las importaciones y el 16% de las exportaciones de nuestro país. La Argentina, por su parte, es el tercer importador de productos brasileños en el mundo (8,1%) y el tercer exportador hacia ese país (6,6%).

Aunque aún no hubo manifestaciones directas de romper el bloque, la escalada tiene un final impredecible y preocupante, según analistas. Julio Burdman, profesor de Geopolítica de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, dijo que la “brasildependencia” que tiene la Argentina llama a evaluar los riesgos que representa una erosión en las relaciones bilaterales. “Un Brasil con los tapones de punta puede afectar muchas relaciones comerciales y la integración productiva automotriz, y puede iniciar una competencia por las inversiones. Todo estaba anunciado en el proyecto de Bolsonaro, que cuando dice ‘Brasil por encima de todo’ rompe el principio cooperativo de la integración regional”, sostuvo.

¿Cuál es la situación actual? Según detalla un informe de la consultora DNI, que dirige Marcelo Elizondo, el comercio bilateral viene en franco descenso desde hace años.

Las recesiones de ambos países, la baja en el precio de las commodities y la pérdida de competitividad de nuestro país describen un contexto de menor demanda del mercado brasileño a la Argentina como proveedora. En sentido inverso, las importaciones también cayeron, alteradas por los límites al ingreso de productos y problemas financieros y cambiarios. El comercio bilateral pasó de registrar un crecimiento contundente desde la conformación del Mercosur, en 1991, a la actualidad, cuando después de haberse multiplicado por ocho (las exportaciones) y por 20 (las importaciones) el intercambio cayó un 25% en comparación con el comienzo de la década. Bolsonaro tiene entre sus prioridades reducir el Arancel Externo Común, que rige en el bloque y que, en promedio, es del 13%, más del triple del promedio mundial, que ronda el 4%.

Si el presidente electo no acompaña esa estrategia, se corre el riesgo de que Brasil comience a actuar para bajar esos aranceles, facilitando el ingreso de productos extrazona, lo que afectaría el mercado de las exportaciones argentinas, explica Elizondo. “No está claro qué piensa Fernández, pero no me imagino que tenga la idea de acompañar esa agenda rápidamente. Es un problema serio porque la cuestión es cómo zanjar esa diferencia institucional. Si no se zanja se puede romper el Mercosur”, señaló, al tiempo que afirmó que la incertidumbre regional puede terminar afectando también la llegada de inversiones.

Fuente: La Nación.

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