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"Escapes de pis": un problema común desde los 40 que tiene solución

Puede tener diversas causas y grados de severidad, lo que afecta su impacto en la calidad de vida.

Reír, estornudar o hacer ejercicio puede convertirse en una situación incómoda a partir de los 40, cuando un número creciente de mujeres y hombres experimentan pérdidas involuntarias de orina. Aunque el miedo a estos "escapes" limita la vida cotidiana de muchos, afortunadamente cada vez más personas buscan ayuda para tratar este problema, conocido como incontinencia urinaria (IU), una condición que, a pesar de ser vergonzante, tiene solución. Sin embargo, solo tres de cada diez personas afectadas consulta al médico, limitándose a convivir con las molestias y restricciones en sus relaciones sociales y actividades deportivas, afirma el doctor Norberto Bernardo, jefe de Urología del Hospital de Clínicas y director del Centro Argentino de Urología (CAU).

La incontinencia urinaria puede tener diversas causas y grados de severidad, lo que afecta su impacto en la calidad de vida. Según Christian Cobreros, director del Instituto Urológico Buenos Aires (IUBA) y presidente de la Asociación Latinoamericana de Piso Pélvico (ALPP), cada vez son más los pacientes que llegan a consulta con una actitud más abierta y sin pudores. Este cambio de actitud responde a una mayor visibilidad de la incontinencia, lo que facilita a los pacientes reconocer y hablar del problema. Los casos abarcan desde quienes sufren ligeras pérdidas en situaciones de esfuerzo, hasta aquellos que se ven obligados a limitar su vida social por el temor constante a que los demás perciban el olor a orina.

Existen dos tipos principales de incontinencia: la de esfuerzo, que ocurre al toser, reír o levantar peso, y la de urgencia, caracterizada por una necesidad repentina de orinar que es difícil de controlar. A menudo, los pacientes presentan una combinación de ambos tipos. La incontinencia de urgencia puede deberse a un trastorno neurológico que hace que la vejiga se contraiga sin control del cerebro, algo común en personas con enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o problemas metabólicos como la diabetes. El síndrome de la llave, donde la urgencia aumenta al acercarse al baño, es un ejemplo típico de esta modalidad.

La incontinencia es más frecuente en mujeres y, según estima Cobreros, afecta hasta el 70% de ellas a partir de los 60 años. Sin embargo, este problema también afecta al 40% de los hombres mayores de esta edad, en muchos casos asociado al tratamiento del cáncer de próstata o a la hiperplasia prostática benigna. En las mujeres, la disminución de estrógenos en la perimenopausia afecta la musculatura del piso pélvico, mientras que los embarazos y la obesidad incrementan la presión sobre la vejiga, debilitando sus músculos y aumentando el riesgo de incontinencia.

Afortunadamente, la incontinencia urinaria cuenta con tratamientos efectivos. Desde medicamentos para estabilizar la vejiga, pasando por kinesiología del piso pélvico, hasta tecnologías de estimulación electromagnética que ayudan a fortalecer la musculatura debilitada. En los casos más graves, la cirugía es una opción viable, como la colocación de una malla de refuerzo en mujeres o el esfínter urinario artificial en varones. Cobreros resalta la efectividad de estas intervenciones, destacando que los resultados pueden durar hasta 15 años, con tasas de éxito del 95%.

La clave, concluyen los expertos, es consultar a tiempo. La incontinencia no es una enfermedad, sino un síntoma tratable que puede mejorar significativamente con la atención adecuada.

Con información de Clarín

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