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Por Gabriela Biondo

La gente es brutal y odia siempre al que sueña

El tema de hoy es el mote de mufa, pero podría ser cualquier otro adjetivo descalificativo porque, en definitiva, lo que hacemos cuando corremos la voz de que alguien “trae mala suerte” es discriminarlo, injuriar su persona.

Por Gabriela Biondo, artista (“Gaby, la voz sensual del tango”)

Es un mote que ha recibido gran cantidad de artistas, de conocidos, de periodistas; es motivo de diversos argumentos en producciones culturales; estoy segura de que todos conocemos a alguien que ha sido designado de esa manera y es… lamentable.

Triste por quienes alimentamos el mito, una bajeza que cometemos inocentemente la mayoría de las veces sin medir las consecuencias o ponernos en la piel del otro.

Hoy se habla permanentemente de empatía, de lo importante que es correrse del eje personal para mirar en perspectiva lo que en una primera impresión aparenta evidente.

El tema de hoy es el mote de mufa, pero podría ser cualquier otro adjetivo descalificativo porque, en definitiva, lo que hacemos cuando corremos la voz de que alguien “trae mala suerte” es discriminarlo, injuriar su persona. Algo así como si fuera portador de una enfermedad altamente contagiosa contra la que no hay antídoto efectivo, más que la ridícula medida de tocarse la mama o el testículo izquierdo.

Pensar que haya seres inteligentes que crean que chocarse con una persona puede cambiar su destino me parece tan ridículo como tener la cábala de ponerse la camiseta del abuelo para que nuestro equipo gane una disputa deportiva.

¡Cómo podemos jactarnos de ser los seres más evolucionados si hacemos depender nuestro destino de una casualidad o el de muchos de una acción individual!

Es cierto que la acción personal puede salvar el planeta y de que un accidente puede acabar con la humanidad… pero creo que se entiende el punto al que intento llegar.

Ni cruzar un gato negro, ni pasar debajo de una escalera, ni cruzarme a alguien van a traerme la desgracia, sin embargo, mi predisposición a que las cosas vayan mal sí es algo que puede desencadenar cualquiera de estos desenlaces cuando confiamos en que “nos afecta”.

Debemos responsabilizarnos por nuestros actos. Es difícil -lo sé- pero necesario. Si nuestro equipo pierde una final, me echan del trabajo o mi pareja me engaña, si no acierto a la quiniela o salgo mal en un parcial nada de culpa tienen la escalera, el gato o el amigo de la mala fama.

Somos los conductores de nuestro destino, cada uno de nosotros tiene que poner su granito de arena para que las cosas salgan bien, la predisposición con que encaramos el trabajo, el amor o el día cada mañana, el empeño que ponemos por hacerlo bien, y el dramatismo con el que afrontamos cada tropiezo hacen a nuestra felicidad y de eso se trata la vida: ser felices. No todo el tiempo (¡sería abuso!) pero la mayor cantidad de momentos que podamos. Nadie está contento 24 horas al día, todos cometemos errores, tenemos fracasos y mala suerte en ocasiones, es parte de las reglas del juego.

Buscar el error ajeno para minimizar los nuestros o boicotear el éxito del otro porque nosotros no lo hemos alcanzado, lo único que hacen es restar nuestra energía de la construcción personal para mal invertirla en asuntos que nos harán ni más ni menos dichosos, pero sí peores personas.

Hace un tiempo me llegó un método que me parece maravilloso para ser y construir una mejor sociedad: cuando vengan con chismes, pongamos en práctica la prueba de Sócrates. El mismo consiste en preguntar si lo que nos van a decir se ha comprobado que es verdad, si es algo bueno y si es útil. En caso contrario, lo que íbamos a escuchar (y difundir, en el peor de los casos) no es ni cierto, ni bueno, ni útil… ¿Para qué perder el tiempo?

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