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INFORME ESPECIAL

A 23 años del crimen de Horacio Aguirre: sus cuatro hijos, más hermanos que nunca

La imprevista orfandad de Alejandra, Laura, Gabriel y Lorena no dio tiempo para una “maduración” natural. Se hicieron cargo del destino de dos supermercados, empleados y muchas responsabilidades.

Por Augusto Meyer / Redacción de La Brújula 24

Perfumes, relatos o comentarios de clientes; comidas, anécdotas que trascienden con el tiempo, carreras de ciclismo que se transmiten por televisión…circunstancias, todas ellas, que traen a la memoria de sus hijos el recuerdo de Horacio Juan Aguirre, el comerciante de 50 años asesinado de cuatro balazos por dos delincuentes que entraron a robar en el supermercado Oasis de Villa Ressia.

En este 2021, se cumplieron 23 años del homicidio de quien fue mucho más que dueño de un autoservicio barrial.

Este medio pudo reunir a los cuatro hijos de Aguirre para repasar la fuerte experiencia de vivir “huérfanos”, con el ejemplo del “viejo” dando vueltas en un sinfín de situaciones cotidianas.

Alejandra, Laura, Gabriel y Lorena cumplen con las premisas que plantearon en una entrevista con este redactor dos meses después del crimen por el que fueron condenados Sergio Fabián Blanco y Jorge Ricardo Almirón. La nota fue publicada en La Nueva. el 18 de julio de 1998, con el título: “Herederos de un temple especial: reconstruyendo sobre la fe”.

Los hermanos Aguirre mantienen la unión proclamada en esa nota, con el componente de una alta dosis de amor y sin resentimientos hacia quienes les arrebataron a su papá.

La plaza del barrio lleva por nombre Horacio Aguirre, en recuerdo del comerciante asesinado hace 23 años.

UNA FECHA IMPOSIBLE DE OLVIDAR

Para Gabriel, el crimen de su papá tiene una particularidad: se cometió el día de su cumpleaños número 23.

“Los primeros años fueron difíciles. No lo festejaba el mismo día y, con alternancia, hubo años que fueron más bravos que otros”, expresó.

Horacio Aguirre, desde el local de calle Paunero 1130, se puso al hombro, con la colaboración de sus hijos, festivales del Día del Niño que alegraron a varias generaciones y a habitantes de otros barrios más allá de Villa Ressia.

“Cuando cumplió los 50 años, en marzo de 1998, dijo: ‘Hasta acá viví; de acá en más, es lo que Dios me regale’”, recordó Laura, quien señaló que la sinergia con su progenitor iba más allá del lazo sanguíneo. “Si papá no estaba bien, nosotros tampoco”, deslizó y contó que, con sus hermanos, tiene un grupo de WathsApp que lleva por título “Juntos somos más”.

“La mejor herencia que tengo son mis hermanos. Cuando atravesamos alguna crisis, nos abroquelamos y logramos salir adelante”, significó.

“NECESITO QUE NO SE OLVIDEN DE LO QUE PASÓ”

Pese a ser la menor de las hijas mujeres, Horacio Aguirre proclamaba que Lorena tenía una madurez superior a la de una chica de 21 años, la edad que ella tenía cuando se consumó el crimen.

“Mucha gente joven no tiene ni idea qué pasó y muchos grandes que sabían, fueron muriendo. Necesito que no se olviden de lo que pasó y de lo que significó. Se nos muere nuestro papá un sábado a la noche y el martes teníamos que abrir los negocios para darle seguridad a los empleados. Con Laura nos repartíamos los primeros días entre atender el negocio e ir a la comisaría, a la DDI, a un reconocimiento en rueda de personas o a lo que fuera. Postergamos lo que nos pasaba porque había que seguir y sostener a mi mamá (fallecida hace unos cinco años)”, indicó.

En el último beso a su padre, Lorena sintió ese aroma a colonia para bebé tan especial que Horacio acostumbraba usar, junto con cremas antiarrugas y aceite verde.

Dijo también que, cada vez que saben de un homicidio en ocasión de robo, la noticia las impacta sin piedad.

“Es imposible no sentir empatía porque uno sabe lo que a la familia le toca; volvés a vivir el hecho, con la diferencia que es otra persona”, manifestó.

UNA ONDA EXPANSIVA

Gabriel habló de los daños colaterales que una situación tan terrible como la que pasaron, deja en la familia.

“No teníamos experiencia y, de un día para el otro, nos tuvimos que hacer cargo de dos supermercados con un montón de empleados. Mi vieja empezó a morir día a día, porque le faltaba su compañero. Yo pasé de ser amigo de mis compañeros de trabajo, empleados de mi papá, a patrón con 23 años”, describió.

Heredero también del nombre de su papá, Gabriel se refugió en la fe para superar el golpe.

“La orfandad se siente. La familia creció y nos mantenemos juntos. Nos ayuda mucho una hermana de papá, una tía que está muy presente y pendiente”, resaltó.

Laura se expresó en la misma línea al señalar: “Esta tragedia no sólo se llevó a papá sino también a gran parte de nosotros, que queríamos vivir nuestra vida y de golpe nos encontramos con otra vida”.

“Te acostumbrás a vivir con esto y pasás el dolor como podés. Si papá hubiera muerto cuando apoyó la cabeza en la almohada, sería inesperado pero natural. Papá pasó a ser un héroe y durante años, terapia de por medio, hubo que trabajar mucho porque quiero recuerdos suyos. No es fácil volver a lo que uno quería”, explicó.

EL RECUERDO SIEMPRE PRESENTE

No hay cliente del supermercado Oasis que no tenga presente el recuerdo de Horacio Juan Aguirre.

“Pedro cada vez que viene me cuenta la misma historia: que él tuvo su primer modular y primera cómoda gracias a mi papá que, cuando nadie le fiaba, le dio dinero a pagar como pudiera. ‘¿Sos hija de Aguirre? No sabés lo que era tu papá conmigo…’; eso es todo el tiempo”, contó Laura.

Hacia mediados de 1998 Alejandra, la mayor de las hijas de Aguirre, estaba embarazada. El shock del crimen quedó como una marca indeleble.

“Si algo le reprocho a la vida es que, en el mayor momento de felicidad, que fue el nacimiento de mi hijo, tenía esa mancha de angustia, de duelo. Cuando uno trae un hijo al mundo, quiere disfrutarlo y darle todo el amor posible, estar tranquila y en calma. El duelo lo viví como pude, a los tumbos”, indicó.

En boca de los herederos nace la paz y racionalidad que sólo puede dar el amor.

“Tenemos cosas como cualquiera, pero a mí me salvaron mis hermanos, la familia. A medida que más grande una es, se da cuenta de eso”, mencionó Alejandra.

“Papá tenía la capacidad de empatizar con cualquiera y el cariño de la gente hacia nosotros es incondicional. Hay clientes que nos dicen que sueñan con él. Fui siempre la que más lo idealizó, pero es cierto que él hubiera dicho: ‘chicos: se levanta el telón; vamos, la vida sigue’. Y hay que continuar, como se pueda”, enfatizó.

La sucursal de supermercados Oasis de Brasil y Jujuy.

VIVIR LA MISMA PESADILLA

Ni siquiera el estar ante una nueva experiencia traumática que los retrotraiga al 13 de junio de 1998, desvía a estos hermanos de una forma vivir. Alejandra ya pasó por un robo a mano armada en la sucursal del supermercado Oasis que está en Brasil y Jujuy.

“Ahí entendí lo que le pudo haber pasado a mi papá cuando salió en defensa de Lorena y Laura el día que lo mataron. Fue terrible, le apuntaron a mi hija!!”, afirmó.

“¿ESTOY LINDO, NO?”

Elegimos cerrar la nota con el recuerdo de un Horacio Aguirre feliz, familiero y con buen sentido del humor.

Cuentan sus herederos que cuando volvía de andar en bicicleta, su gran pasión después de su mujer, hijos y nietos conocidos y por venir, hacía abdominales.

Una vez terminada la sesión de ejercicios, le decía a alguno de sus hijos: “¿Estoy lindo, no?”.

BLANCO Y ALMIRÓN, “ADICTOS” AL DELITO

A Sergio Fabián Blanco y Jorge Ricardo Almirón, sentenciados por matar de cuatro balazos a Horacio Juan Aguirre el 13 de junio de 1998, sus antecedentes –previos y posteriores- definen un perfil inequívoco de qué clase de personas son.

Fueron arrestados pasados tres días del crimen y exactamente 762 días después, el 16 de mayo de 2000, la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal los sentenció a 21 años y 20 años de prisión, respectivamente. Las penas fueron reducidas a 18 –Blanco- y 17 años –Almirón- por el Tribunal de Casación bonaerense.

Las apelaciones se extendieron en el tiempo y eso habilitó la aplicación de la derogada ley del “2×1” por la cual, pasados los primeros 24 meses, cada año detenido sin sentencia firme, debía computarse doble.

Eso hizo que, purgada la mitad de la condena, la Cámara Penal otorgara las excarcelaciones de Blanco y Almirón. Eso ocurrió el 24 de noviembre de 2007, bajo caución juratoria, y permitió que los asesinos dejaran el penal de Villa Floresta.

Los expresidiarios tomaron caminos distintos, pero ambos siguieron ligados al delito, como si se tratara de una adicción.

Almirón fue el primero en reincidir. Pasados 95 días de su excarcelación fue aprehendido por el robo a mano armada a un ciber de General Paz al 200, y el intento de robo de una moto a cuatro cuadras de ese negocio.

Blanco, en agosto de 2011, fue arrestado junto con dos cómplices y dos meses después condenado a dos años de prisión por un robo a una casa del Palihue.

Actualmente ambos están en libertad porque, para la Justicia y las leyes vigentes, ya pagaron sus culpas.

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