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De Ayer a Hoy

Amalia Proverbio de Pollio, la dirigente que emergió durante los años 90

Sus años como Óptica. La llegada a la política. El vínculo cercano con Menem y Duhalde. El aporte clave para la autonomía portuaria. “Me alejé de la función pública al ver cosas que no me gustaban”, afirmó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La protagonista de esta nueva entrega de “De Ayer A Hoy” (la cual se publica hace más de tres años todos los sábados por la noche) es una vecina de la ciudad que creció bajo la influencia de sus padres y abuelos, quienes le marcaron un camino lleno de valores y entrega. Desde temprana edad, entendió la importancia del esfuerzo y la perseverancia, lo que la llevó a perseguir sus sueños con determinación.

Estos principios la acompañaron a lo largo de su vida y la guiaron en cada paso de su carrera. Sin embargo, junto a su marido, decidió tomar su propio rumbo, eligiendo estudiar la carrera de Medicina. Su dedicación y compromiso con la salud y el bienestar de las personas le valieron el respeto y la admiración de la comunidad. Sin embargo, su popularidad creció significativamente cuando comenzó a incursionar en la política. 

Fue elegida senadora y mantuvo un estrecho contacto con figuras destacadas como el ex presidente Carlos Menem y Eduardo Duhalde, lo que le permitió influir en importantes decisiones políticas y sociales, teniendo un rol clave en la autonomía portuaria. Tras su paso por la función pública, se alejó de los escenarios políticos, aunque continúa analizando la realidad con cierto optimismo. Amalia Proverbio de Pollio sale del ostracismo y revela cómo transcurren sus días.

“Soy nacida en Bahía Blanca y el aspecto distintivo es que hasta los 22 años viví junto con mis abuelos paternos en la casa ubicada en Mitre 189. Ambrosio Proverbio, que para aquel entonces lamentablemente había fallecido, era milanés y Fina era holandesa”, infirió quien en poco tiempo cumple jóvenes 82 años.

Desde el living de su tradicional casa de Ingeniero White, recordó que “por el lado materno, Eduardo Bambill que fue dos veces intendente de Bahía Blanca y juez en lo criminal y Filomena, quienes se casaron siendo muy jovencitos, con 17 y 16 años, por lo que los padres de ambos debieron firmar la autorización. Lo curioso para la época es que él estudió Derecho después de contraer matrimonio, contando con el apoyo de su familia que tenía gran cantidad de campos y una buena posición económica”. 

“En mi caso, mi papá era Adolfo, mi mamá Zulema y tres hermanos, siendo yo la menor. El mayor se llamaba igual que mi padre y la del medio, que falleció hace algo más de dos meses, compartía el nombre de mamá. Él fue al Don Bosco y con ella concurrimos a María Auxiliadora, de lo cual estoy muy feliz porque aprendimos la fe desde chiquitos”, rememoró, apelando a su lucidez.

Y sumó: “Nos enseñaban desde el Viejo Testamento, a través de un libro llamado 100 Lecciones de Historias Sagradas. Fue una alegría conocer la Biblia desde chica. La secundaria la hice en el Colegio Nacional porque no podía asumir la doble escolaridad a raíz de una salud algo endeble que se manifestaba por mis problemas de asma”, estableció.

“Estando en tercer año y con solo 15 años contraje Mal de O’Higgins, mutación del Mal de los Rastrojos. Hubo solo cinco casos en todo Bahía Blanca y fui la única sobreviviente. Mis primos y mis tíos que eran médicos tenían los pelos de punta porque pensaban que no iba a lograr curarme. Me recuperé, tanto que no perdí el año y lo terminé rindiendo libre”, afirmó Amalia, entretenida con el ida y vuelta.

No obstante, señaló que “cuando pasé a quinto año rendí seis materias durante las vacaciones. Mi padre me decía ‘pero nena, disfrutá del verano y la previa de la etapa más linda antes de egresar’. Le terminé haciendo caso y cursé el resto de las asignaturas con la misma regularidad que mis compañeros. Una vez que finalicé esa etapa, hice la carrera de Óptica, siguiendo con lo que era tradición de familia. Era parte de ese legado que había dejado mi abuelo Ambrosio, quien había sido el primero con esa profesión en venir a Argentina”.

“Estudié en la Universidad de Buenos Aires y rendí todas las materias libres, pese a que decían que a los de esa condición no se los aprobaba porque a los profesores les gustaba que escuchen sus clases, algo en lo que tenían razón. Hasta ese momento, la única que había logrado graduarse en esa misma situación había sido mi mamá”, exclamó, con un gran énfasis.

Consultada sobre cómo encaró la siguiente etapa, repasó: “Ejercí la profesión, primero haciendo una regencia en Carhué durante un año y luego, al regresar, abrimos en sociedad junto a mi hermano la casa de óptica en la Galería Plaza. En ese momento ya estaba de novia con quien luego iba a ser mi marido, Rodolfo, a quien conocí durante la secundaria”.

“Durante una charla con él le sugerí que se anime a cumplir su sueño y ambos nos fuimos a Córdoba a estudiar Medicina, pese a que inicialmente la idea era ir a La Plata. Así, dejé de llevar adelante mi labor como óptica, solo reemplazando a mi hermano cuando se iba de viaje a Europa”, estableció Proverbio de Pollio, con un tono pausado y sereno.

Asimismo, explicó que “aquella fue una hermosa etapa de mi vida porque tanto mi esposo como yo nos recibimos de médicos, rindiendo absolutamente todas las materias juntos, desde la primera a la última, y nunca salimos mal porque íbamos bien preparados”.

“Cuando ambas familias se conocieron notamos que había cierta afinidad porque los padres de Rodolfo eran activistas peronistas y por mi lado también había integrantes de la misma extracción, como es el caso de mi tío Benjamín Bambill, que era abogado. Prueba de ello es que fue el primer juez federal nombrado por el propio Perón, manteniendo una amistad con él y Evita, a quienes admiraba por su preocupación por la gente más necesitada”, contó con la voz entrecortada.

Pero no era la única rama que la atravesó: “Además, mi tía María Esther Bambill tenía la unidad básica de Soler 108, donde recibía por parte de Eva la ropa, zapatillas, cuadernos, lápices y máquinas de coser para que las mujeres que no tenían salida laboral puedan aprender corte y confección”.

“La puerta de ingreso a la política se abrió para mí cuando, en una ocasión y allá por 1980, nos vino a ver tanto a mí como a mi esposo la gente del partido, más precisamente del grupo de Julio Cortina, una figura que posteriormente iba a ser elegido diputado”, aseguró Amalia

Ese episodio iba a derivar en una situación hasta allí impensada: “La premisa era convencer a Rodolfo porque su consultorio era una romería de pacientes, a veces mandaban a un policía para dirigir el tránsito de la gente que se juntaba en la puerta. Venían a atenderse personas de Ingeniero White, Villa Rosas y hasta del Barrio Noroeste porque no solo hacía clínica general, sino también cirugía cuando era menester”.

“Eso lo convertía en una persona con arraigo que podría atraer muchos votos. En mi caso era muy estudiosa de los logros del gobierno peronista vinculados con el hecho de haber multiplicado la producción agraria e hizo grandes importaciones en la postguerra de vehículos”, esbozó, sobre la mitad de la conversación.

Una charla iba a marcar el rumbo de su destino: “Ante ese panorama, mi marido me preguntó si quería ser la que asuma la responsabilidad en lo político, algo que se propuso en las asambleas de unidades básicas y fue aprobado por amplia mayoría. Fueron en especial las mujeres las que levantaron la mano a favor de la moción que me ubicaba en ese rol dentro del Partido Justicialista”.

“Estuve en el consejo del partido y cuando fuimos a elecciones, en 1983, me habían elegido para ser la segunda de la lista de diputados. Firmé esa candidatura en una escribanía de Bahía, pero cuando llevaron la lista a Buenos Aires, aparecí en el décimo lugar cuando en realidad el arreglo era otro, pero la nómina se llenó de sindicalistas, por lo que no entré”, se lamentó, mientras con su mirada buscaba un punto fijo.

La vida le iba a otorgar una revancha: “Cuatro años más tarde, con control más exhaustivo dentro del partido que ya estaba más organizado, felizmente pude resultar elegida como senadora en la Sexta Sección electoral, donde terminé ostentando una banca de la Cámara Alta bonaerense durante cuatro años”.

“Me tocó vivir la salida anticipada de Raúl Alfonsín que se precipitó por la terrible crisis que estábamos atravesando y fue ahí que se abrió una gran posibilidad en lo personal. Tuve que elegir para dar apoyo a una de las fórmulas y las opciones eran Menem-Duhalde o Cafiero-De la Sota. Un mes antes de esa interna, evaluando ambos grupos, les vi más uñas de guitarrero a los primeros, me la jugué y salió bien”, suspiró con una sonrisa cómplice.

Luego, sumó: “Mis últimos dos años como legisladora coincidieron con el inicio del menemismo y fue ahí que le pedí al ministro de Economía, Miguel Ángel Roig, que hacía pocas horas había asumido y terminó falleciendo días después, que me reciba. Accedió, haciendo una excepción porque esos primeros momentos de asunción su agenda estaba colmada, pero como era todo un caballero me abrió las puertas de su despacho”.

“Le solicité algunas prerrogativas puntuales del Puerto de Bahía Blanca, a lo que me explicó que por la escalada terrorífica de la inflación, tuvo que plantarse con agallas ante todo el empresariado porque corría riesgo de que el país se termine fundiendo por completo”, dijo Amalia, sobre uno de los momentos más críticos de la historia reciente.

Inmediatamente, reflejó: “Eso mismo luego me explicó personalmente el propio Menem, quien reveló que para lograr ese cometido había que mostrar mucha garra ante esos grupos de poder económico. Me tocó ser parte del proceso por el cual Duhalde impulsó que los puertos provinciales fueran de gestión autónoma”.

“En paralelo, a mi esposo y a mí nos había venido a visitar el sobrino-nieto del presidente de Taiwán, pidiéndonos que reconozcamos a ese país como importador. Si lo hacíamos, perdíamos un mercado muy importante que era China. Incluso, fuimos invitados a Taiwán para la reasunción de la máxima autoridad de ese territorio”, apuntó, sobre una de las experiencias más enriquecedoras que le tocó vivir.

Obviamente, no fueron con las manos vacías: “Luis Macaya, que era vicegobernador y muy amigo nuestro, nos preparó una serie de regalos de parte del Senado y del mandatario bonaerense, Antonio Cafiero, para llevar en representación de Argentina a quien renovaba como máxima autoridad de aquel territorio asiático. Nosotros sumamos a esa tanda de obsequios unos facones con detalles de oro para mostrar el espíritu gauchesco de esta tierra”.

“Recorrimos toda la Zona Franca de Taipei y nos dieron generosa información de cómo las fueron armando con una gestión autónoma, aunque liderada por un senador, siendo este uno de los máximos puertos exportadores del mundo. Nos enseñaron hasta los astilleros”, resumió, agradecida por lo vivenciado.

Al regreso, tuvo una tarea muy concreta: “Duhalde me había encomendado que redacte un borrador del anteproyecto, porque ya no era más senadora, para plantear ese modelo de gestión autónoma del puerto porque él no tenía ni la menor idea de cómo hacerlo. Menem había prometido delegar su jurisdicción a las provincias, dándole la facultad al gobernador de nombrar al Presidente del Consorcio”.

“A partir de ahí, comencé una etapa en la que lentamente me fui alejando de la política, tomando cierta distancia de esa exposición pública. Empecé a notar que ya no me gustaba cómo se tomaban algunas resoluciones porque soy de las que piensa que cada gobierno tiene sus cosas buenas y otras no tanto”, disparó, en el segmento final de la conversación.

Y lo argumentó: “Si lo tengo que explicar, un ejemplo sería algo que sucedió recientemente que tiene que ver con la etapa de Macri, donde respecto de Vaca Muerta, se había alcanzado a hacer la licitación para construir dos plantas compresoras para que pudiéramos explotar el gas”.

“Al cambiar la conducción del país, se anuló dicho proceso y casi a último momento, cuando el último Presidente estaba por cumplir su mandato, les agarró el apuro porque notaron que se gastaban muchísimos millones de dólares en gestionar dicho recurso tan importante para la vida de los argentinos”, reclamó, enfáticamente Proverbio de Pollio.

Tras cartón, evidenció que “poner en marcha esas plantas era mucho más barato y se hizo casi a las apuradas esa obra en la que se pudo ver a Cristina abrir aquella canilla de la polémica de la cañería con la única intención de mostrar este logro. Se aceleró mi alejamiento de la política por este tipo de improvisaciones que vienen de mucho antes de este ejemplo que estoy marcando”.

“Respecto de Milei, con sus pro y sus contra, sabe mucho de economía y otro dirigente no podía haber frenado la escalada inflacionaria a la que íbamos a llegar irremediablemente. Nos íbamos encaminando a una quiebra por la gran cantidad de dinero que se emitió que fue la causa de la devaluación. Se le dio a la maquinita más que nunca y eso no tenía visos de posibilidad de mejorar”, se esperanzó.

Sin vacilar, confirmó: “Voté a Patricia Bullrich, a la que conocí por Carlos Menem y de la cual sabía de su enorme capacidad de trabajo, siendo una mujer que no le tenía miedo a nada, enfrentándose a las mafias del narcotráfico y metiendo presos a los tres líderes de distintas bandas en Rosario”.

“ En la previa a las últimas elecciones hasta intercambié unos Whatsapp con ella y, viendo que iba a salir tercera, le comenté que el programa era muy similar al de Milei, por lo que tenía que aliarse con él para ganarle a Massa. Algo que terminó ocurriendo, no porque una senadora con mandato cumplido como yo se lo haya recomendado. Fue la fuerza que hizo Macri la que produjo esa fusión de fuerzas”, finalizó la entrevistada.

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