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DE AYER A HOY

“El Turco” abrazó la cámara para mitigar un duro golpe que le dio la vida

Omar Schbib es un referente de los medios. Su niñez en White. Y el camino recorrido junto al club Olimpo. “La muerte de nuestra hija a los 13 años nos hizo tambalear, pero seguimos de pie”, confesó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

El lugar en el que determinada persona nació y creció, las actividades que desarrolló en el lapso de tiempo en el cual comenzó a forjar su personalidad, el camino elegido desde el punto de vista profesional y las vicisitudes que acompañaron ese proceso con experiencias positivas y golpes difíciles de asimilar. Todos estos aspectos definen al ser humano.

Las diferentes contingencias expuestas, sumadas al ADN y las características genéticas de cada individuo moldean el temperamento, usualmente estimulado por los gustos e intereses personales. Un buen porcentaje de ellos logran transitar por este mundo gozando de cada logro y momento de extrema felicidad. Paralelamente se proponen salir airosos de cada episodio negativo, asumiendo el dolor gracias al acompañamiento del entorno que lo rodea.

Omar Schbib no escapa a las generales de la ley. Tuvo una niñez feliz, donde lo que más abundaba por sobre los bienes materiales eran el afecto y el sentido de pertenencia con el pueblo que lo forjó. Pudo amalgamar las dos familias que formó y se repuso del golpe más duro que un padre puede sufrir, lamiendo sus propias heridas al decidir refugiarse en su oficio, ese trabajo que le dio más de lo que pudo imaginar cuando inició el camino.
En esta clásica sección semanal de La Brújula 24, la premisa será desentrañar el camino de un apasionado e intenso personaje que por su extrovertido comportamiento alcanza niveles de popularidad impropios de alguien que está detrás de la cámara. Solo “El Turco” puede lograrlo y en esta entrevista posiblemente se conozca la razón de este fenómeno.

“Soy whitense desde donde me miren. La remera que tiempo atrás se puso a la venta con el logo de la localidad la lucí en todo el país, en cada ciudad que me tocó visitar. Nací allí, fui a la primaria en la Escuela Sarmiento, soy tercera promoción de bachilleres en el Colegio Manuel Belgrano, mis primeros y mejores amigos fueron y son de White”, refirió con la nostalgia de quien retrocede imaginariamente en el tiempo.

En un rápido repaso por los primeros años de vida, evocó que “además, formé parte de la Agrupación Scout Don Ernesto Pilling durante muchos años, donde llegué a ser guía de patrulla e hice excursiones. Y jugué al fútbol en el Club Puerto Comercial,  en las tres divisiones formativas: desde Séptima hasta Quinta. Todo eso fue algo que me marcó para toda la vida”. 

“Todos mis abuelos eran de origen sirio, el paterno trabajó en los campos de Dorrego, fue a Rosario, se casó con mi abuela y vino a White a trabajar en el ferrocarril con los ingleses. La rama materna se instaló en El Saladero, vendían pescado, tuvo la primera casa de material, la cual aún está en pie sobre la Avenida Juan B. Justo, que actualmente está pavimentada, algo que no creí que iba a llegar a ver”, afirmó al ubicar geográficamente a sus ancestros.

Y comentó que “soy el mayor de dos hermanos, la más chica se llama Susy y es doctora en Ingeniería Química, investigadora del Conicet por lo que recorrió el mundo. Mucho mérito tuvo mi mamá que siempre quiso que estudiemos y con mi hermana lo logró”.

“A mis 17 años encontré mi profesión y nunca más la solté, estando en cuarto año, el intendente de La Nueva Provincia era Rubén Schbib, me avisó que podía entrar en Paralelo 38, me recibió el director de ese entonces Arquímedes Moleón, allá por finales de 1967”, resumió, en lo que respecta a la primera  experiencia laboral.

Paralelamente, destacó que “hice mis pasos iniciales como redactor porque todos me decían que la televisión era algo que recién se había iniciado y era el futuro. Me vinculé con esa rama novedosa y descubrí el mundo, ingresando a lo que por entonces se llamaba sección cine y TV”.

“Fui camarógrafo de noticias, donde el jefe era Miguel Thomé, su segundo era otro whitense como Abel Sosa y por debajo de ellos venía Jorge Miglioli con el cual también compartimos las mismas raíces. Éramos siete en total y de todos aprendí muchísimo”, reflejó “El Turco” al repasar aquellos compañeros que lo fueron forjando. 

El cambio fue rotundo, pero se adaptó sin mayores complicaciones: “Como adolescente que poco había salido de su localidad de origen, solo había viajado con las excursiones de los scouts, de pasada conocía Monte Hermoso y Pehuen Có, Córdoba en unas vacaciones de mi papá en las que fui a las colonias de vacaciones del ferrocarril y la Plaza Rivadavia”. 

“Apenas entré a trabajar en televisión me mandaron a Ushuaia en avión por la visita de (Juan Carlos) Onganía. Navegué por todo el Mar Argentino, tuve la suerte de formar parte de un operativo de la Armada Argentina con Norteamérica, en aquel ejercicio naval denominado Unitas”, relató Schbib. 

Asimismo, reflejó que “desde el sur de Brasil hasta la Isla de los Estados recorrí varias veces dichas aguas, llegando incluso un par de veces a la Antártida. Fue algo que disfruté, viajar todos los días y sin la tecnología de la actualidad, hasta me tocó asistir a la construcción de El Chocón”.

“El 6 de Agosto de 1983, con Héctor Gay y Osvaldo Zurlo nos embarcamos en un avión electra y nos dijeron que iban a hacer un tráfico marítimo, es decir controlar cuántos buques pesqueros había desde Bahía Blanca a Ushuaia y de qué nacionalidad era cada uno”, dijo, promediando el testimonio con esta sección. 

La tensión fue mayúscula, pero lejos estuvo de amilanarse: “En realidad, iban a provocar un incidente en Malvinas, el cual derivó en que hayamos sido interceptados por dos aviones Phantom. Logré captar las imágenes y recuerdo que Carlos Quiroga, en ese momento en LU2, me contactó con varios periodistas de todo el país y el mundo, lo que motivó que a mi regreso me reúna con el Canciller de aquel entonces”. 

“Esa filmación se emitió en todo el mundo. La familia Massot la vendió a una agencia de noticias australiana y luego se hizo la distribución del material. Aún conservo los cables de distintas partes del mundo donde se menciona que lo que logré captar se pudo visualizar en los países más recónditos”, agregó Omar. 

Consultado sobre las sensaciones experimentadas, mencionó que “no tuve tiempo de tener miedo en aquel episodio que a las claras implicaba una gravedad enorme. Fueron 15 minutos infernales, donde nos tiraban con todo, al sur de las Islas. Fue conmocionante, en la filmación se escucha que les pedía por favor que me dejen filmar porque de lo contrario nadie me lo iba a creer”. 

“Me casé con una chica de Ingeniero White, de la familia Melcón, gente de primera, pero me tocó ser padre de mis dos primeras hijas siendo muy joven, creo que no estaba preparado. Daniela Laura es cirujana en La Plata y Paula Nair es empresaria, ambas me dieron cuatro nietos”, contó, en lo que se refiere a su vida particular. 

Y lanzó: “Me separé y formé mi segunda familia con un amor de persona que conocí hace 49 años, Graciela, quien fue la primera mujer en trabajar en TV en Bahía Blanca, como meteoróloga de Iaquinandi y Cenci con apenas 16 años. Fue modelo y triunfó en Buenos Aires, llegó a la final de Miss Argentina, donde no fue elegida por ser rubia”.

“Con ella tuvimos a Nicolás, que fue el que le picó el bicho de los medios porque lo llevé desde muy chico a las distintas coberturas periodísticas. Él me dio mi quinto nieto y no solo dirige, sino que también es un editor profesional de primera”, exclamó “El Turco” con orgullo. 

No obstante, lejos estuvo de evitar hablar de un capítulo lamentable: “Mi hija Yamile falleció a mediados de 2002 producto de una leucemia fulminante con tan solo 13 años. Aquel fue un dolor que nunca podremos superar y que no fue devastador por la fortaleza de la familia que habíamos conformado. Nos hizo tambalear lógicamente, pero si bien el dolor nos acompaña a diario, seguimos de pie”.

“Los doctores fueron sinceros, pese a que el mensaje era cruel. Nos miraron y nos dijeron que era cuestión de una semana, les dije de ir a Israel a buscar un tratamiento y me dijeron que era irreversible. Ella era una chica sana que se encontró con esta situación de manera imprevista. Nunca me voy a recuperar de ese golpe”, admitió, con un nudo en la garganta que nunca terminará de desatar.

Un proyecto al que le destinaron enormes dosis de amor fue un bálsamo para él y los suyos: “Cuando fundamos el producto Olimpo de Primera se produjo esa pérdida irreparable para nuestras vidas. El club me salvó la vida, empezamos a viajar y no paramos más, llevamos 21 años saliendo a la ruta. A Olimpo lo considero mi hijo adoptivo y lo quiero por igual que a mis hijos naturales”.

“Con nuestro trabajo de hormiga llevamos a la institución a ser conocida por los clubes más grandes de Primera División del país y fuimos a todas las canchas. A partir de esta locura, el sacrificio era enorme porque seguía siendo empleado del canal y terminaba haciendo horas extra los feriados para compensar las ausencias por los partidos fuera de la ciudad”, amplió Schbib, destacando ese esfuerzo como el motor de su día a día.

El fútbol le abrió una perspectiva inigualable: “Escribí tres libros y no me alcanzó para contar todo lo que viví, porque uno descubre los recovecos de cada estadio y conoce a los empleados históricos de los clubes. Nos tocó ir al Estadio Centenario de Montevideo por un torneo amistoso, donde jugaron Platini y Pelé, entre otros”.

“Hace un tiempo me animé a hacer radio, plantarme frente al micrófono y humildemente creo que el hecho de haber estado en distintos eventos emblemáticos de la ciudad y el país me da la posibilidad de ejercer el oficio con total soltura y sin mayores problemas. Aunque siempre estaré agradecido del reconocimiento de la gente”, aseveró sobre el cierre del ida y vuelta. 

Cuando se le preguntó por una descripción de su persona, no vaciló: “Soy un empleado experimentado según algunos, capacitado y lo hago gratis para mi hijo Nicolás y mi esposa Graciela. Voy para donde ellos me dicen casi sin chistar y encaro cada proyecto, sea cual fuera la temática, pero siempre poniéndole toda la pasión del mundo”.

“El periodismo es curiosidad y eso no va en contra de los cambios que ofrece la tecnología, tenemos una cámara y un grabador en la mano con el teléfono celular. Trabajar con gente joven me ayudó, escuchar lo que piensan y complementarlo con lo que uno trae de tantos años en la mente, permite consensuar las posturas, porque en la vida hay que adaptarse”, concluyó quien mantiene el fuego sagrado del primer día.

Sabido es que Omar cuenta con un don especial para entablar charlas que pueden resultar eternas. Antes de que se encienda el grabador, esta sección le advirtió que debería apelar a su poder de síntesis y cumplió con creces. Sincero y transparente, la conversación tuvo los matices justos para convertirse en inolvidable.

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