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DE AYER A HOY

La universidad como una segunda casa: la definición de Claudia Legnini

Comprometida y apasionada, forjó un camino caracterizado por la gestión. Sus años como vicerrectora. Y un presente, aportando valor agregado en otra casa de altos estudios: “No concibo ni un día sin trabajar”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Con una determinación sin igual y un espíritu visionario, la protagonista de esta nueva entrega es, sin dudas, una adelantada a su tiempo, trazando su propio camino en un mundo donde la autosuficiencia y la excelencia eran sus pilares fundamentales. Desde sus primeros pasos, demostró su valía y capacidad de liderazgo, ascendiendo en la institución y desempeñando roles clave que contribuyeron al crecimiento y desarrollo académico. 

Su visión estratégica y su habilidad para gestionar proyectos la convirtieron en una figura indispensable. A lo largo de su carrera, no solo ocupó distintos cargos en la Universidad Nacional del Sur, sino que también dejó una marca indeleble en cada uno de ellos. Su enfoque en el crecimiento institucional acompañó el ascenso y la consolidación de la universidad como referente académico en su región. 

Su trabajo incansable y su compromiso con la excelencia académica fueron reconocidos por colegas y estudiantes por igual, convirtiéndola en un modelo a seguir dentro y fuera de la institución. Cuando parecía que su legado estaba completo y su labor en la universidad había llegado a su fin, un nuevo llamado la llevó a un lugar de transformación aún mayor. En LA BRÚJULA 24, la propuesta es hurgar en la raíz que germinó en el desempeño de Claudia Legnini, querida y reconocida por todos los claustros de la UNS.

“Soy nacida en Bahía Blanca, toda mi familia es de acá. Gracias a Dios mis padres aún viven y fruto de ese matrimonio es que nacimos primero yo y luego mi hermana. Mi papá inicialmente tuvo una florería, pero luego fue el dueño de un restaurante muy conocido en la ciudad en el que mi mamá lo ayudaba”, sostuvo Legnini, mientras el sol ingresaba de forma tenue por una de las ventanas de su domicilio.

Y recordó: “El lugar se llamaba Llao, sobre la primera cuadra de la calle avenida Colón, pegado a la sede de la Universidad Nacional del Sur. Allí iba toda la juventud después de bailar, menos yo por razones obvias, para que mi papá no me viera porque era como se decía en aquellos tiempos, un quemo”. 

“Hice la primaria en la Escuela Nº 4 de calle Lamadrid, cerca de mi casa que estaba sobre Sarmiento al 700. Fui buena alumna, pero por sobre todas las cosas lo que más rescato de aquel momento es que me hice de un grupo de amigas que todavía conservo. Una de ellas, ‘Tati’ Schwartz viene desde segundo grado y la considero como una hermana”, afirmó la protagonista de esta sección.

Inmediatamente, resaltó que “la secundaria la cursé en las escuelas medias de la UNS porque logré entrar al Ciclo Básico. Fue difícil aquel cambio porque tuve que desprenderme de mi grupito de la primaria y fue mi mamá la que eligió por mí para enviarme a una mejor escuela, no me dio mucha opción”. 

“En lo personal, no quería porque por un lado todos mis amigos iban a ir al ex Colegio Nacional y por el otro porque tenía que rendir examen. Me tuve que preparar, rendir el examen y terminé entrando. Ahí ocurrió una cosa medio curiosa porque quedé bastante bien rankeada en los que ingresaban por lo que podía elegir turno”, evocó con nostalgia una de las más respetadas autoridades que tuvo la casa de altos estudios bahiense en los últimos años. 

Contra todos los pronósticos, hizo una elección llamativa: “Opté por la tarde, siguiendo con el mismo ritmo de vida de lo que fue mi primaria y contra la corriente porque a todos en general les gusta ir a la mañana. Fue allí que conocí al que hoy es mi marido, dentro de la escuela, pese a que él es un poquito más grande y, por consiguiente, no íbamos al mismo curso”. 

“Después empecé a estudiar en la UNS una carrera que luego cerraron, en la época donde el encargado de la casa de altos estudios era Remus Tetu. No recuerdo el nombre específico, la cursada giraba en torno al servicio social, pero para empresas. Luego, terminé eligiendo Licenciatura en Economía, que es de lo que me recibí”, puntualizó Claudia. 

El destino le tenía preparada una bella sorpresa, que no postergó sus anhelos: “Tenía 22 años cuando me casé, y todavía no me había graduado. Ese paso en mi vida personal no me impidió seguir estudiando. Tanto mi hermana como yo, teníamos muy en claro un mandato no escrito, que era conseguir nuestro título. Entre la boda con mi marido y el nacimiento de la primera de nuestras dos hijas pasaron ocho años”. 

“En el medio empecé a trabajar en la Universidad Nacional del Sur como ayudante-alumna, cuando aún me faltaba el último tramo para recibir el título. Luego seguí como docente, me ofrecieron la dedicación exclusiva, que lo dudé en su momento, pero finalmente acepté y me quedé siendo profesora, investigadora y hasta luego ser convocada para hacer gestión”, celebró Legnini.

El derrotero forjó su impronta, la que la iba a acompañar en el crecimiento profesional: “Al inicio me abrí paso siendo Secretaria de Asuntos Estudiantiles, posteriormente fui Secretaria de Cultura y Extensión, al frente de la Secretaría General Técnica, que es la persona que maneja el presupuesto, los recursos humanos y por último como vicerrectora, antes de jubilarme”. 

“Puedo decir que fue toda una vida en la UNS, atravesando muchas etapas, las más florecientes y aquellas algo más complicadas. Como estudiante me tocó asistir a clase y que me revisen todas las mañanas la mochila, no podía llevar nada, ni siquiera una remera con una inscripción”, lamentó, promediando su testimonio. 

La década del 70 estuvo marcada por cierta oscuridad, que la historia se encargó luego de iluminar: “En ese momento no tenía tanta noción de lo que estaba pasando. Luego con el transcurrir de los años una se va dando cuenta de que más allá de las malas situaciones que pueden acontecer no se compara con lo que sucede en la actualidad, donde a todas luces hay libertad”.

“Hay algo que siempre digo porque lo llevo en mi corazón grabado muy profundamente y es haber creado el programa UPAMI, para los adultos mayores. Si bien se replica en todo el país, lo creamos en la UNS. Recuerdo que Federico Susbiales en ese momento estaba al frente de PAMI y a mi me tocaba traccionar desde la Secretaría de Bienestar Universitario”, admitió, con absoluta satisfacción. 

Respecto de cómo se gestó aquello, contó que “tuvimos una reunión institucional para llevar adelante un proyecto, aunque después no pudo ser porque no se dieron las condiciones. Fue así que nos pusimos de acuerdo para hacer algo en forma conjunta entre las dos instituciones. Siempre tuve en claro que lo que la universidad sabe es enseñar, por eso arrancamos con dos cursos de 25 alumnos cada uno”. 

“Hicimos un plan de difusión y en menos de dos horas se habían llenado los cupos, pero más allá de eso estuvieron más de diez días sonando los teléfonos de la gente que se quería anotar. Ahí nos dimos cuenta de que había un nicho que no estaba cubierto. Hoy hay más de mil alumnos que lo disfrutan todos los años”, indicó Legnini. 

Consultada en relación a cómo percibe su paso por la casa de altos estudios, describió: “El sentimiento por la UNS es muy fuerte, no sé cómo ponerlo en palabras. Fue mi casa y podría decir que hoy también lo sigue siendo, pero una ya está un poquito más alejada. Seguí trabajando y tengo otras obligaciones por lo que no voy tanto, pero llegó un momento en el que prácticamente fue mi casa”. 

“Algo que también nos marcó a fuego, y que es al día de hoy que lo miro con mucho orgullo, es toda la obra del campus universitario. Cuando empezamos no había prácticamente nada y al momento de irme estaba casi todo lo que se ve en la actualidad. Ese fue otro objetivo cumplido muy importante”, aseveró Claudia.

No obstante, su salida se anticipó: “Me fui de la UNS cuando, estando propuesta para ser vicerrectora y nos tocó perder en las elecciones. Fue ahí que me jubilé. Hubiera seguido cuatro años más, pero me quedo con lo que mi hija más chica siempre dice: lo que sucede conviene y siempre hay algo bueno en las cosas que pasan por más que parezca que a veces son un poco tristes”.

“Sabiendo que me iba, recibí tres propuestas de trabajo de tres universidades nacionales, las cuales en principio no iba a aceptar porque eran afuera de la ciudad y tengo mi familia. Admito que es algo que me llegó a reconfortar y es así que el rector de la Universidad de Río Negro me llamó muchísimas veces”, consideró.

Daba la impresión de que su firmeza la iba a mantener en su postura, sin embargo, ocurrió algo inesperado: “Fui un día a Viedma a decirle que no, me acompañó Adriana Torres, una amiga que siempre estuvo cerca mío en la gestión. Le comenté que necesitaba un equipo de trabajo, me dieron todo, incluso aceptaron que sume a gente de Bahía. Acepté y la verdad es que estoy contenta con la decisión”. 

“No me concibo a mí misma sin trabajar, por lo menos por ahora, porque todavía creo que tengo cosas para dar en esta vida y sobre todo si se trata del sistema universitario. Es allí donde siento que aún tengo mucho para aportar, apoyada en mi experiencia de tantos años en la gestión”, explicitó, sobre el epílogo del ida y vuelta.

Ella presiente que dejará un legado en su descendencia: “Mis dos hijas son dos mujeres maravillosas, las dos estudiaron en la Universidad del Sur, un mandato que traía y se los impartí. La mayor, es abogada y trabaja en la Defensoría Federal y  la más chica es Licenciada en Administración y trabaja junto con otras socias en cursos de capacitación y demás para empresas”. 

“Creo que los años te van cambiando la óptica en relación a cómo es mi mirada del mundo. Disfruto de lo cotidiano. Soy una persona muy familiera y entre todos muy unidos, si bien mis hijas ya no viven en casa, sin ir más lejos el último domingo reunimos a toda la familia, como debe ser”, finalizó Legnini.

La historia de Claudia es un testimonio inspirador y refleja cómo con absoluta determinación y poder de convencimiento, puede dejar una marca imborrable en el entorno que la rodea, transformando cada desafío en una oportunidad para crecer y prosperar. Su claridad conceptual y la honestidad intelectual que la respalda son un claro ejemplo de la destacada e incansable labor por la comunidad universitaria.

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