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DE AYER A HOY

“Memo” Galassi: el músico que abrazó la alfarería e hizo de su vida un circo

La génesis de un referente de la cultura. Su espíritu camaleónico. Qué consejo le daría a un chico para que no repita sus errores. Y un lema: “No existen los problemas, sino situaciones a resolver”.

Por Leandro Grecco
Faceboook Leandro Carlos Grecco/Instagram @leandro.grecco/Twitter @leandrogrecco

Sinónimo de cultura, incursionó por las diferentes expresiones artísticas y, sin caer en la tentación de exagerar, en cada una de ellas descolló. Ya sea como músico donde fuera casi un pionero del rock en la ciudad, pasando por la actuación y, hasta la alfarería. Hoy sostiene el proyecto del Microcirco, sabiendo que si bien la obra en sí misma ya está hecha, el espíritu solidario en cada presentación y las giras lo mantienen vigente.

Estamos hablando de Guillermo Galassi. “Memo” es un embajador bahiense que supo atesorar el afecto de grandes y chicos. En un alto dentro de la nutrida agenda que lo tiene activo en un enero lleno de proyectos, se sumó a esta sección en la que la premisa es intentar dar a conocer algo más de la persona detrás del personaje. Un nuevo desafío que asume La Brújula 24, que vale la pena leer.

“Nací en Bahía Blanca y mi casa estaba en la esquina de Holdich y Viamonte. Mi papá fue presidente del club Pacífico, pese a lo cual nunca me vinculé con el deporte porque siempre fui un ‘pata dura’. Creo que me dediqué al arte porque intenté jugar al básquet en el club Argentino y me costaba adaptarme por mi sensibilidad dentro de un mundo hostil. Por mi temperamento, en una disciplina grupal, al no destacarme, la pasaba mal”, reflejó, quien por estas semanas reparte su tiempo como consecuencia de compromisos laborales entre Bahía Blanca y Monte Hermoso.

Y rememoró que “hice la primaria en la Escuela Nº 3 de Terrada al 400 y la secundaria en el ex Nacional, igual que Milstein (risas). Fui un alumno distraído, travieso, aunque en la música tuve un buen desempeño en líneas generales. Mi padre era comerciante del rubro de las maquinarias agrícolas y junto con mi mamá, ninguno de los dos en apariencia vinculados con el arte, aunque con el paso del tiempo ella confesó que de muy joven había sido actriz y hasta llegó a cantar. Pero lo mantuvo en secreto porque en esa época no estaba bien visto que una mujer incursionara en esas disciplinas”.

“Para estudiar guitarra, lo tenía que hacer a escondidas porque como me iba mal en la escuela, mis papás no me dejaban dedicarle tiempo al instrumento musical. Tenía 12 años y al poco tiempo empecé a descubrir a Creedence y Los Beatles, todas influencias extrañas para la época. Más aún porque en mi casa no se escuchaba música, solo había un tocadiscos viejo con un solo disco de pasta de 1968, pero mi padre compró uno nuevo, con bandejas y traía un Sotano Beat, el primero que tenía varios temas enganchados, de los artistas comerciales. Pero también había canciones más rockeras de Manal, Los Gatos y, en especial la canción que me voló la cabeza: ‘Muchacha Ojos de Papel’”, exclamó, mientras se preparaba para beber de su pocillo de café.

Inmediatamente recordó aún más sobre aquellos años: “Ahí empecé a indagar y me empecé a relacionar con gente que tenían mis mismos gustos, una minoría. En el secundario compartía banco con un chico que quería estudiar batería, pero a los que nos gustaba ese género musical lo trataban de ‘raro’. La primera banda que integré fue Lev/ke, la primera agrupación local en hacer temas propios. Fui un afortunado en haber sido convocado con apenas 15 años, cuando el resto de los integrantes estaban haciendo el servicio militar, entre ellos Roberto Lértora y Guillermo Trápani, tecladista que toca con Celeste Carballo e hizo lo propio con Memphis La Blusera”.

“Luego la agrupación se desarmó y, allá por mediados de 1970, conformé con mis amigos la primera banda de música progresiva de la ciudad. Siempre bajo la sombra de mi padre que quería que fuera comerciante como él y no me quejo de él. Ahora en perspectiva lo entiendo, porque en esa época el rock tenía otra mística y, si bien no quiero despotricar con lo que ocurre en la actualidad, allá por 1980 se convirtió en más comercial y yo mismo me sentí arrastrado por esa ola”, reconoció Galassi.

Tenían un sello propio y no negociaban esa identidad: “Nuestra música no tenía en sus contenidos la crítica social, solo hablaba de no querer ser ricos y detestar la abundancia, por eso en aquellos años tan bravos no nos pasó nada. Nosotros íbamos más hacia otra dimensión, más psicodélica y mis parientes me decían que éramos unos lúmpenes, unos desclasados que estábamos fuera de la sociedad porque las letras eran más bohemias, comparable a Sui Géneris en sus comienzos”.

“En paralelo, me empecé a acercar a la música clásica, escuchaba Piazzolla, música clásica y contemporánea, en suma, nos interesaba todo lo que no era comercial y que no salía a la venta a través de las discográficas multinacionales. Eso despertaba mi curiosidad. Entré al Conservatorio primero a estudiar clarinete, no me gustó y me pasé a violonchelo, pero al poco tiempo me instalé en Buenos Aires, dejando de lado el rock y comencé a tomar clases con un gran profesor solista de la Orquesta Sinfónica Nacional”, enfatizó, en otro tramo de la entretenida charla.

Su personalidad siempre podía más, contra viento y marea: “Viajé solo, enemistado con mis padres, trabajé en el Teatro Colón barriendo y encolando sillas en la carpintería. Era una época difícil para estar en Buenos Aires, más aún en mí caso que era del Interior y no tenía familiares allá. Además, mi novia vivía en Bahía, razón por la cual pegué la vuelta luego de dos años. A veces pienso que fue uno de los errores más grandes de mi vida y otros no tanto”.

“Regresé a mi ciudad y me incorporé con un contrato a la Sinfónica, gracias a un gran amigo llamado Danilo Grimoldi. Coincidió con el inicio de la Guerra de Malvinas y particularmente me pegó mal, nunca me pude explicar qué me pasó, solo sabía que quería irme otra vez de Bahía Blanca, pese a que había conseguido un trabajo con el que podría haber llegado a jubilarme”, agregó Galassi.

Un hecho triste de la historia lo traumó: “El fanatismo que generaba el conflicto bélico, comparable con un Mundial de Fútbol, no me gustó. Renuncié a Sinfónica y me fui de hippie a El Bolsón, con mi novia de ese momento y una hija. Tenía 22 años y quería irme a la montaña con la paranoia de quien pensaba que este mundo iba a explotar. Aprendí alfarería, un oficio con el que pude subsistir cinco años porque con la música no iba a poder mantenerme”.

“Vendía en Bariloche y en las ferias y enviaba la producción a otros puntos del país. Incluso, me pude comprar una chacrita con cabras, conejos y gallinas, en tiempos en los que no había caminos y si nevaba no podías movilizarte. Recuerdo que era un drama familiar que me haya ido tan lejos, mi mamá lloró mucho. No obstante, la relación con mi pareja no funcionó y ambos éramos muy jóvenes, por eso en 1987 decidí regresar otra vez a Bahía y volví a encontrarme con la música, armé la banda Los Viejos Ladrones, con la cual editamos un disco y logramos un auge regional interesante”, exclamó “Memo”, con convicción y seguridad.

El regreso a Bahía le deparaba buenas noticias: “Descubrí una ciudad distinta, que no había vivido desde la vuelta de la democracia, una localidad más amigable en la que la Municipalidad me contrató apenas llegué para hacer talleres en los barrios. Fue una buena gestión, según mi punto de vista, la de (Juan Carlos) Cabirón e Isabel Taramasco en el área de Cultura. Claro que con ese ingreso más el de la alfarería no me alcanzaba para subsistir, por eso con el aval de mi padre que depositaba las esperanzas en mí como el primogénito de sus tres hijos, trabajé en su empresa”.

“Tanto mi hermana que es la fundadora de El Peladero, un espacio donde los artistas locales desarrollan su labor, como mi hermano que es mimo y logró desempeñar una gran carrera en Brasil, nos mostramos ajenos al comercio que traíamos como legado familiar. No sé si fue mi influencia como hermano mayor, pero evidentemente hay una genética muy fuerte vinculada con el arte”, describió, en el segundo segmento de la charla.

En su cabeza siempre circulaba una idea a la que no le encontraba explicación: “Allá por comienzos de los 90 no entendía como en la ciudad no había artistas talentosos que sean valorados. Ibas a ver un recital en Buenos Aires y pagabas una entrada de 6 mil pesos a precio de hoy y no existía ese por el que podías pagar 2 mil. Hice una campaña publicitaria, busqué sponsors, grabamos un material y con Los Viejos Ladrones pudimos presentarnos en la región”.

“Coincidió con la aparición de las FM locales, donde nos tocó aparecer en los primeros puestos de cada ranking, mezclados con Madonna y Luis Miguel. Entiendo que para las empresas discográficas nosotros éramos molestos y se quejaran, pero la gente elegía escuchar nuestra música. Si un medio quiere, crea a un artista como por ejemplo pasó hace muchísimos años con Daniel Arrúa con el programa ‘Hoy actúa usted’ en Canal 9, durante la década del 60, con un enorme alcance a los pueblos de la zona. Hoy, por suerte está pasando con los artistas locales”, se enorgulleció Galassi.

Su espíritu inquieto siempre podía más: “En un determinado momento, allá por 1997, se me ocurre trabajar con las bandas locales junto con Ricardo Margo en el área de Cultura, primero en el Parque de Mayo hasta que conseguí un lugar en lo que luego fue Casarock. Me sentí identificado con los punk y heavy metal de esa época, y no porque me gustara su música, sino porque eran los más marginados y recordaba lo que había vivido yo. Junto con el doctor Hugo Kern hacíamos talleres para que los chicos usen preservativos y se cuiden de las drogas”.

“Después me dediqué a traer bandas locales como Babasónicos, Divididos, Los Piojos, La Renga, las cuales tocaban en Universitario, Estudiantes, Olimpo y me convertí en una suerte de promotor. Fue una época en la que nunca gané dinero, salvo con Pappo, un show que compré barato y logré llenar. En esa época no iba tanta gente a los conciertos. Y en el 2000 me cansé y puse el circo, gracias a que mi hermano fue muy famoso en su momento como mimo en un programa de televisión en Brasil como los que tenía en sus inicios Tinelli. Se emitía todos los domingos y duraba varias horas y logró hacer una diferencia económica”, afirmó “Memo” que, otra vez, volvía a empezar.

Tal es así que, casi sin querer, se iba a encontrar con un horizonte inesperado: “Viajé para trabajar con él, después de un recital que traje y que no salió bien, al punto de quedar endeudado, una típica historia de rock (risas). Grabamos juntos un disco en Río de Janeiro y descubrí que un espectáculo infantil no tenía tanta complejidad como lo que venía haciendo. Regresé acá y junté a los que estaban en la plaza: Zacarías, Rody Muscaripa, unos chicos de White que ahora están en Neuquén y armé la carpa”.

“Le vendí al municipio y la Cooperativa una gira por todos los barrios, a través de un acuerdo con el área de Acción Social. Si bien en un principio tuvo una buena recepción por parte del público, tardó diez años en funcionar porque era algo nuevo y diferente. En 2009, con la Gripe A, paré un año, retomé la cerámica, pero la pasión pudo más, haciendo lo que me gusta y no ganar dinero. Jamás pude comprar un cero kilómetro, pero no reniego de eso”, consideró, con la nobleza de un grande de verdad.

Las temporadas de verano siempre son un desafío: “En Monte Hermoso tuve dos períodos. Antes, el turismo que era como el de ahora, incluso fuimos en el momento de mayor auge de ‘Pitu’ Blázquez, pero costaba mucho trabajo que venga gente. Con los años me dieron un espacio más visible sobre la placita y me empezó a ir bien, pero también es cierto que había evolucionado bastante. En la pandemia me mantuvo mi pareja Claudia Rubio, que se convirtió en mi socia (risas) porque tiene un trabajo fijo. Y ambos comenzamos a incursionar en la cerámica”.

“Soy un convencido que no existen problemas, sino situaciones a resolver y por eso no me desesperé. A un chico que quiere ser artista le aconsejaría que al mismo tiempo aprenda algún oficio, algo que no tenga horarios y no interfiera ni bastardeé la actividad que lo apasiona. Un artista no puede vivir de lo suyo si no es famosísimo ni está dentro del sistema, caso contrario, te morís de hambre”, recalcó, en el tramo final de la conversación.

En el epílogo, hizo una introspección: “Me defino como músico, pero no me he dedicado como lo hacen chicos de ahora, soy ecléctico, un cantautor que no llega a ser eximio como los chicos de la actualidad. Creo que lo mejor que he hecho es la alfarería, creo ser un excelente tornero, pero en eso tengo perfil bajo. Y el circo es lo que me dio más satisfacciones económicas, artísticas y humanas. Estamos en Monte Hermoso, con un elenco, vestuario y luces, todo fantástico y la gente sale con una alegría que nunca logré con ninguno de mis otros proyectos”.

Si bien ya peina canas, difícil es imaginar a “Memo” Galassi desactualizado con los tiempos que corren. Su aporte a la ciudad lo hizo acreedor de un reconocimiento meses atrás por parte del municipio. Siempre apostando por Bahía Blanca y la región, cada una de sus locuras tuvo el eco de un soñador. Aplausos y que caiga el telón, hasta la próxima función.

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