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DE AYER A HOY

Rulo Delgado en primera persona: “Soy un animador que compone música”

El popular cantante bahiense realizó un paseo por su vida. El despegue con Sapienzo. Los pubs de Monte Hermoso. La veta que encontró con el karaoke. Y una anécdota con Raúl Porchetto.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

Los sueños pueden hacerse realidad, solo basta con proponérselo. En circunstancias, son las propias personas las que se colocan barreras para obstaculizar todo aquello que vale la pena intentar. Por distintos motivos, diferentes carreras quedan truncas por falta de valentía o amor propio, conspirando contra el talento natural e innato de aquellos que tuvieron la visión de comprender cuál era la fórmula para trascender.

A nivel local, han surgido –y aún aparecen– distintos referentes que logran cambiar los paradigmas establecidos hasta el momento de su irrupción, aprovechando el legado de quienes se empiezan a bajar de la cresta de la ola, ya sea por una cuestión generacional o por haber perdido el norte. La formación es fundamental, pero la versatilidad para ejercer tareas diferentes dentro del mismo espectro apuntala el poder de adaptación. Y eso es “Rulo” Delgado.

Más de 40 años de carrera lo avalan, consciente de que hubo tiempos mejores y otros en los que enfundar la guitarra y buscar el rumbo eran parte de ese masticar bronca y juntar ganas para asumir el nuevo desafío. Una charla a fondo con LA BRÚJULA 24 permite conocer algo más de un entrañable artista, docente y por sobre todas las cosas, un símbolo de la perseverancia y la constante formación, porque la varita mágica te puede tocar, pero sin sacrificio, no hay recompensa.

“Me llamo Raúl Eduardo Delgado, aunque en la guía telefónica aparezco como Rulo Delgado, desde cuando vivía en calle Panamá al 900. Un día fui a las oficinas de la empresa para poner la línea a mi nombre en ese domicilio en el que estaba alquilando y el empleado me reconoce, nos ponemos a charlar, me cuenta de un show mío que había visto días atrás y me preguntó si me podía anotar con mi sobrenombre, a lo que accedí inmediatamente porque me servía para promocionarme artísticamente”, recalcó en el living de su casa, mientras dejaba entrever la primera de tantas sonrisas que iban a surgir durante la entrevista.

Y para sumarle un tinte aún más cómico a la situación, lo graficó con una anécdota: “Eran épocas en las que no había Facebook e Instagram y en las que a los que querían contratarme les decía que me busquen como ‘Delgado, Rulo’. Con “el Momia” Guillomía (hermano de Raúl e histórico músico de su banda) íbamos a tocar a un pueblo y él apostaba algo para tomar a quienes no le creían cómo figuraba en la guía. Y así ganó en infinidad de ocasiones, descorchando ante el descreimiento de los escépticos”.

“Nací en 1960, en Bahía Blanca, a las 8 de la mañana del 15 de agosto en lo que se conocía popularmente como el Hospital Maternidad del Sur. Soy muy amiguero y me gusta entablar buena relación con los vecinos de cada sector de la ciudad en el que viví. Mi niñez y adolescencia la pasé en Alsina al 600, a mano izquierda, enfrente de donde ahora está la Cooperativa Obrera, es decir, entre 12 de Octubre y Espora”, enfatizó, al relatar cómo acontecieron aquellos primeros años de su vida.

Eran tiempos donde no abundaban las preocupaciones: “Jugábamos al fútbol en la cortada de calle Yrigoyen, era amigo del grupito que se juntaba en calle Euskadi donde hacíamos rampas para andar en bicicleta y jugábamos al fútbol. También íbamos a pescar bagres al arroyo, donde todos fumaban paja vizcachera, menos yo que me descomponía, por eso de grande nunca me gustó el tabaco. En aquella infancia tenía la suerte de frecuentar a los chicos de lo que se denominada Palihue Chico donde había casas muy humildes y de ahí pasaba a la otra punta donde iba a juntar totoras”.

“Mi mamá, que tengo la suerte de aún tenerla conmigo en este mundo, se llama Perla Borelli y es actriz desde hace 48 años, trabajó con Elisardo Tunessi en el Teatro Varieté, ha conformado muchos grupos de actuación, viajando y recibiendo premios, más allá de que a ella mucho no le gusta que la mencione porque tiene un perfil más bien bajo. Mi papá fue contrabajista de Goyeneche y todos los músicos que hacían la cadena de cabarets en toda la ciudad. Por mi casa pasaron, gracias a eso, ‘El Polaco’, Néstor Fabián, Violeta Rivas, María Graña, destacados del tango”, añoró, con el entusiasmo de un chico que se codeó con grandes ídolos de la escena nacional.

Ese privilegio le permitió ir moldeando su vocación: “Recuerdo que en casa solían ensayar y cuando cortaban la cuerda de una guitarra, me la quedaba, armaba una especie de arco para lanzar una flecha, y tocaba como si tuviera un instrumento primitivo. Mi padre, que falleció muy joven era un tipo extraordinario, sumamente servicial muy amigo de la noche y la bohemia por encima de la familia. Fue músico de la Orquesta Sinfónica durante 38 años. Mi hermano se llama Daniel, es un año mayor que yo, dibuja y toca el piano”.

“Soy un animador que compone música. Entre los 12 y los 15 años fui al Conservatorio, después me vinculé con el rock nacional y el folk acústico, escribía temas cuando formé parte del dúo Imagen, luego vino el grupo Hola con muchos personajes de Bahía Blanca: los Giorlandini (Pedro y Pablo), Walter Gimenez y Yimi Schocrón, entre otros. Más adelante las experiencias con Néstor y Sergio Iencenella, un camino que me sirvió de plataforma para lo que luego vendría”, advirtió, con la memoria como aliada para ser agradecido de las etapas previas a su salto hacia la popularidad.

La década del 80 fue vital en su carrera: “Mi despegue fue con Sapienzo, allí me hice muy conocido en el ambiente. Gracias a ese entrañable personaje conocí la televisión, perdí todo tipo de miedo escénico a una cámara y me convertí en alguien profesional que entendió los tiempos de ese medio de comunicación. ‘Pipo’ Palacios fue un gran maestro en tal sentido, creador de un éxito inconmensurable, al punto que en una oportunidad, en la Galería Visión 2000 se juntaron 4 mil personas y tuve que entrar por la parte trasera, donde estaba el Pumper Nic”.

“El oficio de ir a tocar a un pub como solista fue algo que abracé casi cuando nadie se animaba a incursionar en ese tipo de eventos. En La Cueva, mítico local de Monte Hermoso, acompañado de mi guitarra, viví momentos magníficos. Luego empezaron a venir los grupos que fui armando, gracias a los músicos que se acercaban y con los que entablábamos una amistad, entre ellos uno muy recordado que no lo tenemos más como Ramiro Musotto”, ponderó con relación a uno de los compositores más prolíferos que dio la ciudad en su rica historia.

Y las palabras de elogio de “Rulo” para con él fueron elocuentes, de admiración sincera y genuina: “Lo destaco porque de chico se ubicaba abajo del escenario y disfrutaba mucho de escuchar música, por eso no fue casual que se convierta en un referente en Brasil hasta su fallecimiento. Quizás no teníamos en común tanto el género musical, pero el amor por el arte nos unía con extensas charlas por las noches, que eso es lo más lindo que te llevás”.

“Y hablando de músicos, una persona que quiero mucho por ser un ejemplo a partir de su trayectoria es Itatí Rial, que comenzó conmigo cantando y tomó todo lo bueno de las humildes enseñanzas que uno le pudo dar para hacer bien las cosas, sin desbandarse ni creérsela para iniciar un proyecto de vida y humano junto a esta profesión”, agregó, con relación a una de las voces más reconocidas de Bahía Blanca.

No es fácil establecerse laboralmente como artista, pero independientemente de etapas más o menos fructíferas, lo pudo cristalizar: “Más allá que de un tiempo a esta parte incursioné en el rubro de los fletes, siempre viví de la música y con los temas propios que hacíamos con la banda no ganábamos mucho dinero. Ahí fue que descubrí que como animador de fiestas podía encontrar una salida en lo económico y, al mismo tiempo, no desviar mi vocación”.

“En medio de la vorágine de tantos shows y eventos, la vida me deparó una sorpresa inesperada: actué en dos películas. La Última Jugada que fue premiada por Sergio Renán, María Luisa Bemberg y Ana María Picchio en Buenos Aires, un material que se editó en formato cinematográfico Super 8 y al que llegué luego de hacer un casting, más allá de que me ayudó mucho el haber sido conocido por mi trayectoria con la música”, aseveró Delgado, mientras hace memoria para no dejar ningún detalle librado al azar.

En paralelo, afirmó: “El otro film se llamó Víctor y se filmó en lo que era La Tartaruga. Su director era Marcelo Marcolini y se grababa en avenida Colón al 700. Aquella fue una faceta que descubrí y me encantó. En la primera de ellas hacía de fotógrafo y mi papel era principal al cierre de la historia porque se sabía quién había matado a la periodista por una demolición del Teatro Municipal”.

“El karaoke fue una variante que encontré para retroalimentar mi vínculo con el público. Lo producía con premios, cuando era una herramienta que recién se instalaba entre los bahienses. Muchos músicos me decían que era un ‘grasa’ por hacer cantar a la gente y yo seguí adelante pese a las críticas porque, además, me divertía mucho. Al día de hoy, es común que me contraten solo para tocar una hora y media con la participación activa del público que sube al escenario a interpretar temas conocidos, los que acompaño con mi guitarra”, reveló, en relación a una de las puertas que le permitió mantenerse activo.

“Rulo” se prepara para lanzar su tercer disco junto a Alberto Delmont y tuvo tiempo para ponderar a su bastión, ese que lo mantiene de pie más allá de las adversidades: “Mi familia está compuesta por mi esposa Andrea, profesora de inglés con la que llevamos 35 años de casados. Es dueña de una paciencia enorme para soportarme y mis dos hijos: Manuela tiene 27 años y es médica del Hospital Municipal y Joaquín, peluquero canino de 33”.

“Aún no soy abuelo, algo que me encantaría. A punto tal que el fin de semana pasada fue el cumpleaños de mi yerno y, cuando me tocó hablar antes de tocar la guitarra, les reconocí que tengo ganas de tener un nieto. Ambos tienen como hobbie la música, mi hijo toca la guitarra y canta muy bien y Manu tocaba el bajo antes de comenzar su carrera en la medicina con el que, junto a una banda, hacía un tributo a The Beatles”, marcando una influencia sobre lo que trae de la cuna y le traslada a su descendencia.

La música es todo (o casi todo) en su vida: “Mis cables a tierra son River –club del cual es fanático–, la pesca, caminar una hora y media con mi perra todas las mañanas. Jugando al fútbol hace unos años me corté el tendón de Aquiles y me tuvieron que operar, me colocaron un tornillo y 18 puntos de sutura. El cirujano fue claro conmigo al prohibirme terminantemente volver a patear una pelota, por eso me tengo que conformar con salir a caminar, no me quedó otra”.

“El primer año fue un luto tremendo porque disfrutaba muchísimo de ir al encuentro de mis amigos dos o hasta tres veces por semana en una canchita. Lloré mucho, pero sé que si me corto el otro tendón, son seis meses sin salir de casa y necesito trabajar, no puedo darme ese lujo porque sería un perjuicio económico enorme, porque si bien he ido a tocar en silla de ruedas, no es lo más recomendable”, consideró, siendo totalmente consciente de lo indispensable que es para él mantenerse sano.

Para el final, dejó una anécdota con uno de los pioneros del rock nacional: “Con Raúl Porchetto, hace más de 20 años, compartimos una gira por Carmen de Patagones, Viedma y Puerto Madryn. Un ser encantador al que bauticé Tweety porque tenía la voz como un canario. En una de las presentaciones, con aforo completo, tocó Bailando en las Veredas, un éxito total que interpretó con Sandro. Me subí al escenario, sin pedirle permiso a nadie y me convertí por unos minutos en “El Gitano”, despertando las risas de todos, incluso del propio Raúl”.

“Al día siguiente, compartimos el almuerzo con él y solía persignarse antes de sentarse a la mesa, pero en esa oportunidad fueron puras risas al reencontrarse con el que se transformó en Roberto Sánchez. Hace un tiempo nos reencontramos y para mi sorpresa recordaba perfectamente esa anécdota, lo cual habla sin lugar a dudas de su grandeza y generosidad”, concluyó, aún fascinado con la posibilidad de atesorar esos momentos únicos e irrepetibles.

“Rulo” tomó la guitarra y empezó a ejecutar algunos acordes. Es parte de su esencia, como una prolongación de su cuerpo. Son de esas personas que, en otra vida, sería muy difícil imaginarlos ejerciendo otro oficio. Su sonrisa nunca se borra de su rostro, es de los que siempre pregona que “al mal tiempo, buena cara”. Ahí radica la clave de su vigencia, no bajar los brazos y hacer lo que le gusta, sin importar lo que piense el otro. Parece fácil, pero no lo es.

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