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una de las más ancianas del mundo

Le ganó la batalla al Covid, cumple 115 años y es la mujer más longeva del país

Nació en 1907 y en diciembre de 2020 logró superar el coronavirus.

Casilda Benegas, rodeada bien cerca de su hija, nietos y bisnietos, y sus compañeros de hogar, celebró su cumpleaños número 115 y está señalada como la mujer de mayor edad en el país y una de las más ancianas del mundo. Y con un valor agregado: en diciembre de 2020 superó el Covid-19.

Vacunada para que el coronavirus ya no vuelva a sorprenderla, la inmunidad parece estar multiplicada por tanto abrazo y beso de las empleadas del Hogar Abuela Coca, que la miman cuanto pueden y están atentos a sus pedidos.

“Hace tiempo que se mueve en silla de ruedas porque le duelen las piernas, pero está muy bien”, asegura Mayra, su bisnieta, lista para ayudarla a soplar las velitas de una torta que se compartirá en esta fiesta en horario de merienda, casi con asistencia perfecta entre internos del hogar y familiares de Casilda.

Su hija, Esther, tiene 87 años y llega también en silla de ruedas. Bien cerca están Irene, Pini y Cao, los nietos. Por fin todos reunidos luego de dos años en los que casi no pudieron celebrar para esta fecha por los protocolos sanitarios y restricciones vigentes para evitar contagios.

“Recién esta semana se puede decir que el funcionamiento de visitas se parece a la normalidad prepandemia”, explica Fabián Lucangioli, responsable del lugar que destaca la vigencia de varios cuidados para que no haya sorpresas tanto entre quienes allí están alojados como para quienes llegan a acompañarlos por un rato.

Casilda es paraguaya y nació un 8 de abril de 1907. Se casó con Benigno Gallego y, desde 1945, se radicaron en la Argentina. Forjaron una familia en la que hoy tiene hasta tataranietos.

Ahora habla poco pero entiende, siempre y cuando escuche. En particular atiende, sonríe y a veces hasta contesta si le dicen algo en guaraní, idioma que dominó muy bien y aún recuerda. “Cuando quiere algo sabe avisar”, resalta Lucangioli. Cada interno tiene a disposición un dispositivo con un timbre para avisar a las enfermeras, pero a ella ya le cuesta presionar con el pulgar y opta por golpear palmas.

Fuente: La Nación

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