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A 40 años del Premio Nobel para el bahiense César Milstein

Fue la mañana del 15 de octubre de 1984.

La mañana del 15 de octubre de 1984 marcó un hito para Argentina: César Milstein ganó el Premio Nobel de Medicina, un logro que tomó por sorpresa a muchos que quizás esperaban ver a Jorge Luis Borges en la lista de galardonados. Sin embargo, el reconocimiento fue para Milstein y su colega alemán George Kohler, quienes en 1975 publicaron un revolucionario estudio sobre los anticuerpos monoclonales, una gran innovación que cambiaría el curso de la medicina moderna.

Este premio fue el último Nobel que ha recibido un argentino hasta la fecha, y es un reflejo del modesto pero significativo historial del país en los premios Nobel, con solo cinco galardonados en total.

César Milstein nació en Bahía Blanca en 1927, hijo de inmigrantes que, con esfuerzo, se abrieron camino en Argentina. Su pasión por la ciencia comenzó a los 10 años cuando su madre le regaló un libro que transformaría su vida: Los cazadores de Microbios de Paul de Kruif. Este interés se consolidó cuando una prima que trabajaba en el Instituto Malbrán lo introdujo al fascinante mundo de la biología.

Después de formarse en la UBA y obtener su doctorado, Milstein continuó su carrera en Cambridge bajo la tutela de Fred Sanger, antes de regresar a Argentina para trabajar en el Instituto Malbrán. Sin embargo, los turbulentos tiempos políticos del país lo llevaron a renunciar tras el golpe de estado de 1962, lo que lo empujó de vuelta a Cambridge, donde alcanzaría su máximo logro.

El descubrimiento de los anticuerpos monoclonales representó un avance trascendental en la medicina, permitiendo producir anticuerpos en laboratorio para combatir enfermedades específicas como el cáncer. Milstein comparó este proceso con “un imán buscando una aguja en un pajar”. Aunque su descubrimiento tenía un inmenso potencial comercial, Milstein no patentó su trabajo, lo que permitió que otros, como el científico Hilary Koprowski, se beneficiaran de su investigación. Este hecho le generó una gran frustración, pero nunca desvió su enfoque de la ciencia. Siguió dedicándose con pasión a su trabajo, priorizando siempre el avance del conocimiento científico sobre el beneficio económico.

César Milstein dejó una huella imborrable en la ciencia y en Argentina. A lo largo de su carrera, su espíritu curioso y comprometido lo llevó a trascender las barreras del conocimiento, obteniendo no solo el reconocimiento mundial sino también la gratitud de aquellos que se han beneficiado de su trabajo. Aunque no logró la riqueza material que su descubrimiento le podría haber reportado, su legado perdura en la inmortalidad que confiere el avance científico.

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