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Historias de vida

Es de Buratovich y devuelve lo recibido con cruzadas humanitarias

Leandro Cesetti es kinesiólogo, nació en el distrito de Villarino y se radicó en Tupungato, Mendoza. Desde allí realiza campañas humanitarias para ayudar a discapacitados. Visitó Indonesia, el Impenetrable Chaqueño y viaja a la selva de Talamanca, Costa Rica.

Por Cecilia Corradetti / Especial para La Brújula 24 / [email protected]

Desde muy niño Leandro Cesetti tuvo gran espíritu solidario. Nacido en Mayor Buratovich y hoy radicado en Mendoza, todavía recuerda las tardes en que su mamá tejía bufandas para los soldados de Malvinas que él llevaba junto con sus cartas, a la estación del ferrocarril. Corría 1982.

En su casa no faltaba nada, pero tampoco sobraba. Y creció en una familia donde siempre le enseñaron a dar y a valorar. Por eso, a la vuelta de la vida y tras haber cumplido todos sus estudios en forma pública, hoy señala que es tiempo de devolver todo lo recibido.

Leandro es de esas personas que no se quedan en palabras; es de los que cumplen a rajatabla sus promesas con hechos concretos, altruistas y solidarios.

Así lo hizo y así lo seguirá haciendo en pos de los que más sufren, pero también por el gran ejemplo que les da a sus tres hijos y por su propia conciencia.

Casi a punto de dejar su hogar en Tupungato, Mendoza, para realizar su próxima cruzada humanitaria en la selva de Talamanca, Costa Rica, donde pretende dar una mano a la comunidad indígena. Leandro se entusiasma con su propio relato y con las experiencias que trajo desde Bali, Indonesia, y del Impenetrable Chaqueño, donde desarrolló su profesión de kinesiólogo en poblaciones de extrema vulnerabilidad.

“Pienso que aquellos que egresamos de universidades públicas debemos devolverle al pueblo con servicios”, reitera, convencido, para hablar de su historia en el pueblo de Mayor Buratovich, donde cumplió la primaria y secundaria en la escuela N° 6 Don José de San Martín y la secundaria EEM N°2.

Crecer en el seno de una familia humilde y trabajadora lo marcó a fuego. “Es probable que eso hizo que me inclinara por elegir una carrera universitaria que tenía que ver con ayudar a los demás. Kinesiología, que en esos momentos se estudiaba en Buenos Aires, fue la elegida a pesar de la dificultad de la distancia y los escasos medios económicos que tenía”, repasa.

A sus 18 años el objetivo estaba claro. Eso sí, tenía que trabajar para mantenerse y así entró a una fábrica de lácteos. La rutina era dura: levantarse a las 5 de la mañana para entrar a las 7.30 a la universidad y salir a las 21 del trabajo fue moneda corriente durante tres años.

“Ya avanzado en la carrera comencé a trabajar en forma independiente haciendo domicilios y en distintos centros de rehabilitación con un sueldo muy bajo que solo me alcanzaba para mantenerme. Logré recibirme en el año 2000 y empecé a mirar a Mendoza como posible destino ya que mis padres se habían trasladado, por cuestiones laborales, para esa provincia”, rememora.

Casado con Alejandra en 2001, se mudaron a Tupungato, una ciudad a 85 km al sureste de Mendoza, “donde la tranquilidad y la amabilidad reina en cada uno de los pobladores y en donde no se conocía la rehabilitación y la kinesiología por la zona”.

La idea de irse al exterior era casi frecuente, pero nunca estuvo de acuerdo y decidió apostar al país: “Quería formar mi familia y darle a la Argentina lo que me había dado a mí: estudio. Pero estábamos en la época más complicada de los últimos tiempos”.

Finalmente, en Mendoza consiguió empleo y poco después comenzó a estudiar Osteopatía en la EOBA (Escuela Osteopática de Buenos Aires), postgrado que le demandó 5 años, hasta 2012.

Fue en ese ámbito que conoció a Jorge Aranda Beltrán, un osteópata español con quien comenzó a trabajar y a compartir acciones solidarias.

“En 2016, Jorge creó en España Hands with Heart Foundation, una especie de Médicos Sin Fronteras, pero de la rehabilitación, que ayuda a personas en situación de discapacidad, en especial a niños que por razones geográficas, económicas e incluso religiosas, no pueden acceder a un tratamiento”, relata.

En 2020, antes de la pandemia, se sumó al equipo y viajó a Bali, una isla hindú de Indonesia con muchos tabúes y problemas religiosos con la discapacidad.

Leandro resultó el primer argentino en formar parte de este tipo de misiones. “Con orgullo mostré nuestra bandera argentina a todos”, recuerda.

Mientras tanto, hasta antes de la pandemia, todos los miércoles de 9 a 13 se dedicaba a realizar consultas sin cargo y a evaluar funcionalmente a todo paciente que necesitara orientación sobre tratamiento kinésico/osteopático.

Los turnos eran por orden de llegada y el eslogan “Tu dolencia ayuda a los problemas de los demás”.

“Dada la necesidad de mucha gente y sobre todo de niños que no la estaban pasando bien había decidido dedicarme una mañana por semana a la comunidad y cobrar mis servicios con alimentos. Mucha gente necesitaba y sigue necesitando sobre todo en comedores y escuelas de montaña”, rememora.

Cada entrega que hacía trataba de ir con sus hijos Ludmila, Giuliana y Francesco “para que vean y valoren todo lo que tienen y que sepan que hay niños de sus edades que la pasan muy mal”.

“Es un poco retribuir a la sociedad después de todo lo que me ha dado”, insiste.

Al Impenetrable Chaqueño

Encontrarse con la cruda realidad que estaba dejando la pandemia lo hizo reflexionar sobre las necesidades en el Impenetrable Chaqueño, provincia del Chaco.

“Es por eso que comenzamos a planificar una misión para esa zona. Fue recién en febrero de este año que decidimos ir y atender a los que necesitaban de nuestros servicios y ver qué situación nos esperaba”, agrega.

“Lamentablemente fue impactante lo que encontramos, la miseria me dejó perplejo y mis amigos europeos lo compararon con las zonas más pobres del África”, evoca.

Durante esa misión, entre la atención a domicilio campo adentro y el hospital, atendieron nada menos que a 88 personas, muchos de ellos niños con discapacidad sin su correspondiente certificado y, por ende, “a la buena de Dios”, con malnutrición, pobreza e indigencia.

“La realidad supera a la ficción. La falta de agua, el dengue y la vinchuca sumados a la falta de alimentos y al escaso acceso sanitario, hacen un cóctel explosivo y mortal para los más vulnerables”, reflexiona.

Su compromiso con esa sociedad marginada hizo que regresara en forma solitaria en octubre, pero en este caso no solo para atender, sino para llevarle una propuesta al Estado provincial.

“Llevamos herramientas legales y un proyecto concreto de relevar, registrar y atender a todas las personas con criterios de discapacidad. Una vez relevado, se informa al Instituto Provincial de Discapacidad y se hacen las gestiones para entregar el certificado, una herramienta imprescindible para quedar dentro del sistema con todos los beneficios que desconocen, entre ellos jubilaciones, programas, tratamientos y otros”, enumera.

Leandro se sigue entusiasmando como el primer día con cada una de sus cruzadas y está convencido de que el dolor ajeno es un impulso para seguir trabajando.

“Solicitamos lo básico como alojamiento, comida y traslado al inhóspito Impenetrable. Del resto nos ocupamos nosotros”, señala.

Mientras aguarda la respuesta del gobierno chaqueño al proyecto elevado, se alista para su próxima campaña. Será a la selva de Talamanca, población indígena de Costa Rica.

Con su decisión, su voluntad y su corazón enorme.

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