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Ennio Ciucci: “Nos hace falta más unión y patriotismo”

A los 15 años desembarcó junto a su familia en busca de la tierra prometida. En esta ciudad armó una familia y prosperó en la construcción. Los secretos para sentirse joven a los 88. Su historia desde que se inició como ayudante de albañil.

Por Cecilia Corradetti, para La Brújula 24 ([email protected])

Ennio Ciucci se emociona cuando rememora su viaje en el trasatlántico Conte Biancamano, que lo trajo a la Argentina desde su Roma natal con una valija y su inseparable clarinete.

Tenía 15 años y en Italia se hablaba de una inminente Tercera Guerra Mundial, por eso Ángel, su padre, un albañil experimentado, pensó en un lugar seguro y alejado de la “milizia” para sus tres hijos varones. Soñaba con una tierra venturosa que le abriera las puertas y le permitiera progresar.

Nacido el 16 de febrero de 1934, Ennio era un joven inquieto y emprendedor. Ya en Italia seguía los pasos de su padre –era ayudante de albañil– y en el barco supo acortar el trayecto animando las fiestas junto a Graciano, su hermano menor, que lo acompañaba con la alegre melodía del acordeón.

Con su castellano todavía atravesado y una memoria intacta, confiesa que jamás imaginó las oportunidades que el país iba a ofrecerle desde aquel 6 de enero de 1950 cuando la familia desembarcó en Buenos Aires con destino a La Chispa, en Santa Fe, donde les ofrecían trabajo por nueve meses.

“Terminó ese proyecto y ya no había nada para hacer. Mi padre le escribió a un amigo que conoció en el barco preguntándole si en Bahía había trabajo”, recuerda.
Rumbo a esta localidad portuaria se trasladó la familia con unos pocos ahorros y gran ímpetu de progreso.

Ennio no lo sabía, pero en Bahía Blanca, ciudad que definitivamente sería su destino, debutó haciendo historia: participó junto a su padre y hermanos de la compañía constructora que levantó la sede de la Universidad Nacional del Sur, en Alem al 1200.

Más tarde, los cuatro se unieron a otra firma que edificaba barrios de viviendas. Trabajaban de sol a sol y, de a poco, comenzaban a hacerse conocidos.
Iniciaba aquí una trayectoria de más de 70 años con tiempos buenos y algunos dolorosos. Formó una familia y cumplió al pie de la letra el legado de su padre.

–Ennio ¿Cuál fue el momento más difícil de su vida laboral?

–Sin dudas, la trágica muerte de mi yerno, Claudio Ciccioli (esposo de su hija mayor, Silvana), el 4 de abril de 1997 en la ruta a Roque Pérez mientras trabajábamos armando plantas de silos para acopio de cereales. Aquel episodio fue un antes y un después y resultó muy difícil reponernos de semejante tragedia. Años después me asocié con Silvana, que es ingeniera civil. Y más tarde, ya en 2015, se sumaron mi nieta Carla Ciccioli y su esposo Julián Reta, también ingenieros. Junto a mi esposa Lili, un gran pilar en la empresa, funcionamos en armonía y disfrutamos del trabajo.

–Después de toda una vida en la Argentina ¿Qué balance puede hacer?

–Toda mi vida estaré agradecido a la Argentina, que me dio muchísimas oportunidades. Reconozco que el camino no fue fácil, implicó un sacrificio sobrellevar una empresa en un país con tantos vaivenes, por eso de algún modo entiendo a los jóvenes que emigran en busca de nuevos horizontes. Sin embargo, he viajado mucho y puedo asegurar que no hay país como Argentina.

–¿Qué se necesita para progresar?

–Ganas, voluntad y espíritu de sacrificio. Insisto, este país permite el progreso, solo hay que proponérselo.

–¿Qué cree que nos falta a los argentinos?

–Amor propio. Parecemos perro y gato que lo único que saben hacer es agrandar la grieta. Hace falta más unión y defender la Patria, a muerte. Estamos en la gloria, solo falta que nos demos cuenta.

Una gran compañera de vida, la familia, el deporte y la vida sana

A su compañera de toda la vida, Lidia Mangini, “Lili”, nieta de inmigrantes italianos, la conoció en un baile popular donde él mismo tocaba el clarinete con su conjunto musical.

Se casaron el 24 de enero de 1959 y de esa unión nacieron Silvana y Marcela, martillera pública y radicada en Coronel Suárez.

Ennio y “Lili” tienen cuatro nietos: Carla y Marco Ciccioli, hijos de Silvana; y Nicolás y Ramiro Ducós, hijos de Marcela.

Junto a Marcelo Di Pascuale y Hernán Ducós, sus hijos políticos a los que incorporó como propios, le hace culto a la familia, como todo buen italiano. Aún hoy, viajar representa una forma de vida, así como el esquí, el golf y los muchos amigos que cosechó con los años.

“Cuido mi salud, me alimento sano y practico deporte. De lunes a viernes atiendo las obras y el fin de semana voy al Club de Golf. Todas las mañanas salgo religiosamente a caminar, hago gimnasia y bicicleta. Recién después de esa rutina voy a ´rezongar’ a las obras…”, bromea.

A Ennio le encanta la comida italiana y también la que elabora su esposa. “Ojo, a veces pasamos días comiendo lomitos que acompaño con un huevo frito y una copa de vino. Y me encanta. La clave es no excederse y, claro, tampoco tener vicios”, concluye.
Ennio consiguió en América el futuro que tanto anhelaba. Y hoy, repleto de proyectos, disfruta de la recompensa.

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