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“Fascismo de Pago Chico”: la aguda reflexión de Ragendorfer sobre los atentados en Bahía

El conocido periodista especializado en policiales Ricardo Ragendorfer se hizo eco de los graves atentados ocurridos en los últimos meses en Bahía Blanca y redactó un artículo muy interesante.

La cuenta de Facebook de la señora Analía Gladys Consoli, una ex empleada bancaria de 64 años que reside en Bahía Blanca, demuestra que buena parte del 10 de enero transcurrió para ella de manera apacible. Tanto es así que ese día subió varias fotos de Alain Delón, hacia quien parece sentir una marcada idolatría, mezcladas con proclamas antivacunas, teorías conspirativas, flyers en apoyo al tenista Djokovik y citas afines a su visión del mundo.

Pero su actividad en esa red social se congeló abruptamente a las 18:17 de ese lunes. Fue cuando la policía irrumpió en su casa de la calle D’orbigny 4640. Era un operativo conjunto de la Federal y la DDI de esa ciudad.

Mientras aquella mujer invocaba a los gritos sus derechos, los efectivos revisaban en silencio esa vivienda. Finalmente secuestraron cuatro teléfonos celulares, una tablet, un CPU y algunos panfletos.

Sin embargo, ella no fue detenida.

Es que sólo estaba bajo sospecha por una circunstancia incidental: haber grabado –a fines de diciembre– un audio por WhatsApp que se viralizó; allí afirma: “Será cuestión de hacerle un escrache en la puerta de la casa al doctor Maximiliano Núñez Fariña”.

Se refería al director de la Región Sanitaria I. Lo cierto es que unos días después –durante la madrugada del 8 de enero– una bomba casera explotó en la puerta de su casa. Lo que se dice, un escrache estruendoso.

El asunto se lo atribuyó una presunta falange parapolicial, el “Comando de Restauración Nacional (CRN)”, mediante un panfleto que exhibe un retrato del coronel Mohamed Alí Seineldín y un inquietante encabezado: “¿Pasaporte sanitario? ¿Restricciones a la circulación? Quieren muertos… los van a tener”. Y en una nítida emulación al estilo de la Triple A, completa la advertencia con una extensa nómina de futuras víctimas.

La causa iniciada al respecto por el juez Guillermo Mercuri y la fiscal Leila Scavarda acaba de pasar a la órbita de la jueza federal María Marrón.

¿Cuál es el rol de doña Analía Gladys en esta trama? Si bien aún no hay pruebas para imputarla como partícipe del hecho, se conjetura que ella podría ser la punta del ovillo para identificar a sus autores.

Pero desde un punto de vista más amplio, ella –a pesar de sus visos casi caricaturescos– encarna el signo visible más reciente de un fenómeno que ya palpita en el subsuelo político del país: el surgimiento de una extrema derecha dura y pura. Una oleada que –a la sombra del ultraísmo “libertario”– comienza a brincar desde el plano simbólico a la acción directa.

He aquí algunos de sus hitos.

Fascistas de manual

Es posible que la pandemia haya resultado el escenario propicio para sacar del closet a las almas más retrógradas del presente.

Fue el propio Mauricio Macri quien, el 27 de febrero de 2021, tomó nota de ello en su cuenta de Twitter. “Estoy emocionado y contento de ver como los argentinos se movilizan”, fueron sus exactas palabras.

Aquel sábado, una raleada masa de Juntos por el Cambio supo celebrar su propia Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos), tal como se le llamó al ataque nocturno perpetrado por los nazis a hogares y tiendas de la comunidad judía en Alemania, a fines de 1938. Pero esta, en Plaza de Mayo, tuvo horario vespertino y una clave teatral: las bolsas mortuorias con nombres de personas vivas, como la de Estela de Carlotto, para así denostar la política sanitaria del Poder Ejecutivo nacional.

Cabe destacar que tal performance visibilizó en forma casi obscena algo que el macrismo venía disimulando con entendible pudor: su ala neofascista, la Unión Republicana –liderado por el diputado neuquino Fernando Sánchez, quien suele definir su ideario con solo tres vocablos: “Dios, Patria y Hogar”–, y sus “camisas pardas”, los Jóvenes Republicanos. Una metástasis partidaria hasta entonces ignota.

¿Acaso se trataba de un nuevo huevo de la serpiente?

En este punto es necesario avanzar al 21 de noviembre. Aquel domingo se desarrolló en la ciudad rionegrina de El Bolsón un episodio que merece ser recordado. La escena parecía calcada de un western con bajo presupuesto: una horda de jinetes disfrazados de gauchos al cargar a rebencazos contra un grupo de mapuches. Estos protestaban por el asesinato a tiros de un integrante de esa etnia, Elías Garay, de 29 años, y las graves heridas sufridas por otro, Gonzalo Cabrera, de 22.

Ello había sucedido horas antes en el paraje Cuesta del Ternero, donde se encuentra la Lof de Quemquemtreu, que tantos sinsabores le provocaba a la gobernadora Arabela Carreras.

Uno de los impostores antropológicos de tal caballada tan ridícula como peligrosa le soltó a la prensa: “Nos dimos el gusto. Esos no son mapuches. ¡Mapuches eran los de antes!”.

Lo cierto es que estos actuales adoradores de la Campaña del Desierto pusieron un especial cuidado en las efemérides, ya que tal combo de hechos y circunstancias coincidió con el cuarto aniversario del crimen de Rafael Nahuel (asesinado por la espalda en manos de prefectos ahora acusados de “homicidio en defensa propia”), un episodio que a su vez ocurrió en paralelo al entierro de Santiago Maldonado (cuyo crimen en manos de gendarmes fue convertido en un “accidente de natación” por el juez federal Gustavo Lleral).

Pero si bien en esas dos muertes resalta, dada la condición uniformada de sus hacedores, el sello del terrorismo de Estado macrista, en el asesinato de Garay y en sus celebraciones de El Bolsón, aparece en primer plano el carácter civil del asunto.

Todo indica que se está en presencia de lo que el sociólogo Boaventura de Souza Santos bautizó “fascismo societal”. Un fenómeno ideológico que, en contraposición a los procesos de extrema derecha en la Europa de la primera mitad del siglo XX, no es cincelado por la política ni el Estado sino que surge en las entrañas del cuerpo social. Una oleada técnicamente pluralista, sin jefes, pero provista de objetivos disciplinantes y civilizatorios. Es el fascismo que nace en las filas de los bancos; es el típico fascismo de algunos taxistas. Es el fascismo de los que ni siquiera saben lo que es el fascismo. Una bandera que ciertos espacios políticos e institucionales no piensan desaprovechar.

Por lo pronto, Martín Cruz Feilberg, uno de los dos homicidas de Garay, encaja como anillo al dedo con tal tipología.

Ya se sabe –tal como los medios difundieron desde su arresto– que él y su cómplice, Diego Ravasio, estaban ligados a los hermanos Alberto Osvaldo y Rolando Rocco, que tienen concesionado para un emprendimiento maderero la zona de Cuesta del Ternero ocupada por el asentamiento mapuche. Además figuró como socio de una empresa forestal –General Simon SRL–, inscripta en el Boletín Oficial, aunque de dudosa existencia fáctica dado su irrisorio capital (50 mil pesos). También trabajó para las empresas de seguridad Teamseg SA y Zeus Seguridad SRL, changas por las cuales pudo registrar la tenencia y portación de armas cortas y largas.

Feilberg no disimulaba su afición por aquellos adminículos en las redes sociales. Pero además dejó constancia en estas de su perfil ideológico: el tipo se ubica a la derecha de Atila. Lo prueban las imágenes de Donald Trump que solía subir. También se ufanaba en Facebook de haber sido “un asesino en una reencarnación anterior”. Dicho sea de paso, tal confidencia desató una opinión de otro usuario sobre quienes merecerían ser liquidados en esta sociedad: “Odio los delincuentes en todos los niveles y no tengo lástima por la basura social (chorros, violadores, asesinos)”. Y Feilberg contesta: “¡Totalmente de acuerdo! Pero la basura también incluye a la casta política, hoy”.

Por aquellos días, Bahía Blanca asistía a la presentación en sociedad del Comando de Restauración Nacional con un ataque incendiario a la casa de la referente mapuche Olga Curipán. Ese grupo clandestino aprovechó la ocasión –como luego lo haría con Núñez Fariña– para dejar un panfleto con el retrato de Seineldín y el siguiente texto: “Vos y tu comunidad están sentenciados (sic) a muerte. ¡Fuera de Argentina!”.

El enigma del panfleto

¿Qué diablos es el CRN? Desde luego que tal pregunta resuena actualmente en el Ministerio de Seguridad de la Nación. Y con una sólida creencia: si bien el detalle de los panfletos hizo del domicilio de Curipán su primer blanco oficial, los mismos autores también habrían consumado tres hechos precedentes, pero sin la debida autoadjudicación; a saber: el 16 de mayo aparecieron pintadas antisemitas  en la sede de la Asociación Israelita; el 25 de aquel mes hubo un atentado con explosivos en un local de La Cámpora (allí se dejó un panfleto anónimo) y el 19 de noviembre fue hallada una bomba –que no detonó– en un local del Frente de Todos (allí se dejó otro panfleto anónimo con amenazas al periodista Germán Sasso).

Días más tarde, el grupo ya tendría nombre y firma.

Ahora están siendo peritados los volantes –con contenidos antivacunas– que le incautaron a Consoli para determinar si su tipografía y tinta coinciden con los panfletos que dejó el CRN en los ataques a Curipán y Núñez Fariña.

También están bajo un minucioso análisis los dispositivos electrónicos secuestrados allí. En ese aspecto, seguramente a los investigadores les habrá resultado llamativo que, a las 10:30 del 8 de enero, ella subiera a su cuenta de Facebook la transmisión en vivo de la cobertura efectuada por la TV local en el domicilio de Núñez Fariña, horas después del atentado.

El negacionismo pandémico y, en particular, su cruzada personal contra el Pase Sanitario, la mantenían –hasta el allanamiento– muy atareada. En sus volantes y posteos solía esgrimir argumentaciones de la médica antiderechos, Chinda Brandolino, de quien asegura ser su puntera en Bahía Blanca, aunque quizás la tal Chinda ni siquiera la conozca. Y en tiempos sanitariamente más serenos, acostumbraba a compartir consignas que proponían “el fusilamiento de políticos y sindicalistas”, además de rendir “homenajes” a militares presos por crímenes de lesa humanidad.

Fuentes de la pesquisa deslizaron que habría otra persona bajo la lupa, aunque mantienen un absoluto hermetismo al respecto.

No obstante, algunos bahienses creen saber de quién se trata.

Aquella conjetura quizás tenga que ver con la faceta de fomentista que la buena de Analía Gladys cultivó, a fines de 2016, durante el Programa de Presupuesto Participativo del municipio. Allí presentó un proyecto de sendas peatonales para el barrio Villa Harding Green. Fue una gesta compartida con otro insigne lugareño, el señor Aldo Ortíz de Rosas. Conviene reparar en él.

Este contador público jubilado de 73 años, que hasta hace no mucho fue docente en el Colegio “Virgen Stella Maris”, sigue vinculado a la educación, aunque no en el campo pedagógico sino como chofer de un transporte escolar.

Pero sobre todas las cosas, don Aldo es un animal político. Y se inició en lo que algunos llaman “el arte de lo posible” junto a su tocayo, el coronel Aldo Rico. De modo que, desde 1993, él fue en Bahía Blanca el hombre del Modín (el ya casi olvidado partido de los carapintadas). Una década después fue candidato a concejal por el Partido Popular de la Reconstrucción. Era el espacio fundado y dirigido por el ex capitán faccioso, Gustavo Breide Obeid, quien se jactaba de ser el heredero político de Seineldín. Fue memorable su visita a Bahía Blanca, en ocasión de su candidatura presidencial. El diligente Aldo no se movía de su lado. Claro que esa vez ninguno de los dos obtuvo los votos necesarios.

En 2007, Ortíz de Rosas probó suerte con su candidatura a intendente por el Partido Unidad Federalista (Paufe), del ex comisario Luis Patti, ahora preso por delitos de lesa humanidad. Tampoco aquella vez obtuvo los votos necesarios. Y repitió su fracaso en 2011, ya bajo la bandera de Compromiso Federal, el partido de Alberto Asseff, una reliquia de la ultraderecha, recordado por impulsar, en 1995, la candidatura presidencial del general Onganía.

En los últimos tiempos, Ortiz de Rosas anduvo revoloteando alrededor del Partido NOS, del mayor Juan José Gómez Centurión.

También mantiene aleccionadores encuentros con muchachos deseosos de servir a la Patria, sin desatender su comunión con la señora Consoli. Cosas de pago chico.

Fuente: LB24 / Contraeditorial.

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