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DE AYER A HOY

Gustavo Daich, un “Latino” que experimenta su amor eterno por la radio

Locutor de raza, contó aquel único día como electricista. Sus maestros. La publicidad. Y sus sensaciones con el programa que fue un éxito la mañana de los sábados: “Viví experiencias únicas e inigualables”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco /Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Él lo sabía, su destino no estaba escrito manipulando herramientas en las alturas. Si bien aprendió con esmero el oficio que podía darle cierta estabilidad en caso de ser necesario, iba a poner todo de sí mismo para hacer de su verdadera vocación un medio de vida. Atrás quedaron los días de un empleo efímero Sabía que su lugar en el mundo estaba dentro de un estudio de radio, donde las ondas sonoras y la magia de la comunicación encantaban su alma.

Finalmente, abrió las puertas de ese maravilloso mundo, y una vez dentro, nunca más quiso salir. Su voz se convirtió en el hilo conductor de historias, melodías y emociones que alcanzaban a miles de oyentes. Fue con un programa cautivador, dedicado a la música en español, el que le otorgó su pico máximo de popularidad, transformando a los sábados por la mañana en un clásico para los amantes de los ritmos latinos.

El protagonista de la primera entrega del nuevo año en la sección “De Ayer a Hoy” es nada más y nada menos que Gustavo Daich. El querido “Ruso” o “Gordo”, podría escribir varios libros sobre su derrotero en este mundo, por las vivencias experimentadas y la prodigiosa memoria que no lo abandona. Su voz tan cálida como grave en un tono alto y agradable resuena hace décadas en los oídos de todos los que lo han escuchado desde aquella primera vez en la que no imaginaba todo lo que iba a lograr.

“Toda mi familia, a partir de mis tatarabuelos que llegaron desde Europa, era oriunda de Médanos y Algarrobo, más precisamente de la Colonia Juan Cousté donde estaba la estación de trenes. Mis bisabuelos están enterrados en el cementerio israelita de la ciudad cabecera del partido de Villarino”, destacó en el primer esbozo de recuerdos.

Y agregó: “Hace 64 años, vaya a saber por qué razón mi nacimiento se produjo en Bahía Blanca. Ocurrió en una casa que estaba al lado de la Academia Pitman, sobre calle Chiclana, al lado de donde hoy está el Automóvil Club Argentino, donde vivía una partera. Sin embargo, por la obsesión de mi papá con sus raíces, me anotaron en Médanos”. 

“Pese a eso, como mis padres estaban radicados en Río Colorado, apenas llegué al mundo me instalé allá hasta que cumplí los 12 años. Es por eso que cuando me preguntan, cuento toda esta historia, pero digo que soy de esa ciudad”, destacó, en otro tramo de la entrevista con esta ya emblemática sección.

Gustavo, acompañado de su madre y su hermana.

Y apuntó: “De mi infancia tengo los mejores recuerdos, de la canchita de fútbol del barrio. Mi papá era encargado de una tienda de ramos generales que estaba enfrente a la estación de Río Colorado. Tanto él como mi mamá eran corredores de autos, algo infrecuente para la época que una mujer pueda desempeñarse en esa actividad”.

“Participaba de una categoría llamada slalom, carreras de regularidad y en el caso de él lo hacía en las picadas y en circuitos. Tengo una hermana menor con la que pude compartir esas vivencias y pese a la diferencia de edad, fue testigo de aquellos gratos momentos”, evocó con una mezcla de picardía y nostalgia.

Siguiendo con un repaso de esas primeras experiencias, reconoció que “en la escuela fui un desastre como alumno y lo atribuyo a mi timidez extrema, algo que aún arrastro hasta la fecha porque no me resulta cómodo estar en reuniones sociales y entrar en confianza no es algo sencillo para mi. Quedó evidenciado ya de grande, porque para hacer una animación en un escenario quedó demostrado que no fue lo mío. En una presentación más formal siempre me sentí a gusto”.

“De niño, en el patio de mi casa y parado sobre un cajón, jugaba a que era el presentador de la función de un circo, anunciando a todos los que formaban parte del mismo. De ahí creo que radica el origen de lo que luego fue mi desempeño laboral”, exclamó, con la certeza de quien sabía que el derrotero por el que optó fue el correcto.

Sin embargo, su porvenir iba a establecer una huella indeleble:  “Cuando definitivamente llegué a Bahía Blanca, con 13 años y allá por 1976, arranqué la secundaria en la ENET Nº 1, los primeros años en el edificio de Chiclana y los últimos tres años en Azara, donde me recibí de Electrotécnico”. 

“Toda mi estancia en esta ciudad fue en el macrocentro, en la que fue y es mi vivienda de la esquina de Sarmiento y Zapiola. Como electricista, apenas graduado de la Escuela Técnica, duré solo un día (risas) porque cuando vi lo que era subir una escalera y el consecuente vértigo que sentía me di cuenta de que no era para mi”, resaltó, mientras bebía de su pocillo de café.

Daich, sonriente y junto a sus padres y su hermana.

Nunca vaciló, tenía muy claro lo que debía suceder con su futuro: “En mi cabeza estaba la radio, la cual mamé desde muy pequeño porque mis padres en Río Colorado escuchaban todas las peleas de boxeo. Viendo que tenía que definir mi porvenir, junté coraje y con 19 años fui a Lamadrid 116, subí las escaleras de LU3, hablé con Federico Fernández, hermano de Norman y Segundo, y le dije que quería ser locutor”.

“Me contestó que justo habían terminado de cerrar un concurso y habían tomado Hugo ‘Toto’ Del Sero. Le imploré por una oportunidad, la cual me fue otorgada desde el día siguiente, cuando me dieron un tarjetero para que practique en la sala más grande donde estaba el piano”, advirtió, al rememorar la anécdota.

Y sumó: “Todos ahí creían que no iba a volver, sin embargo me instalé ahí adentro un mes y medio y el 1º de agosto de 1979 me convertí en locutor estable con medio turno de la emisora. Trabajaba de 5 a 8 de la mañana y comencé con Aníbal Nazzaro que hacía La Peña del Camionero, también estaba el programa de (Bill Américo) ‘El Lungo’ Brussa y José Román Cachero que tenía su programa periodístico”.

“Llegué a hacer algo que me encantaba que es la locución deportiva con los equipos de (Carlos) Horvath y de Miguel Romay. Tuve la suerte de rodearme de maestros como Alberto Mc Dougall, Esteban Juan Carlos Dobal, Stamati, los hermanos Palacios, Alberto Comán, ‘El Flaco’ Lacunza, Mónica Celave, Daniel García, Máximo Levi, cuyo nombre real era Osvaldo Linares, y con un fenómeno como Rubén González”, enumeró con cierta emoción.. 

Respecto de este último, fallecido el 18 de febrero de 2016, no ahorró elogios: “Era un visionario para la época porque revolucionó la forma de ejercer la profesión, además recuerdo infinidad de anécdotas. A ‘Gonzalito’ le gustaba cocinar y un día hizo pollo al disco en la terraza de la radio, lo bajó y lo comimos entre los estudios 2 y 1, un tipo muy ocurrente y querible que se nos fue demasiado pronto”. 

“Allí conocí a actores de la talla de Libertad Leblanc, folkloristas y tangueros. Un recuerdo grato fue cuando en mis comienzos, gracias a Levi, me di el gusto de ser locutor comercial de los espectáculos de ópera en el Teatro Municipal, sobre uno de los palcos al costado. Se hacía en vivo, algo institucional que hoy es impensado que se pueda replicar y entender”, explicitó Daich.

Lentamente comenzaron a verse los frutos de su talento y esfuerzo: “Un punto de inflexión se dio a principios de los 80 cuando, junto a Sandro Romay como animador, Sergio Buyanovsky en deportes, Carlos Velaustegui en el móvil y Marta Castañeda y yo en la locución hicimos la madrugada de los sábados en LU2, un programa desopilante. Ahí empecé despacito con el tema de la venta de publicidad”.

“Paralelamente a eso hice un programa de la Asociación Israelita con una jueza y la esposa de un empresario en Radio Nacional, hasta que en 1983, Alejandro Espinosa se va a vivir a Rosario y (Carlos) Almirón me advierte que había surgido una vacante en Canal 7”, afirmó, promediando el ida y vuelta con este cronista.

Con determinación, dio un paso más: “Me presenté y luego la directora de dicho medio Elsa Morel se comunicó con Pablo Serrat para pedir referencias sobre mí y logré ingresar. Pasé años maravillosos, donde disfruté de la locución en veladas boxísticas con comentaristas del nivel de Almirón y el propio ‘Gonzalito’, quienes sabían mucho de ese deporte”.

“Trabajé en el informativo con Eduardo Cenci como jefe de esa sección en el canal con compañeros entrañables como Carlos Quiroga. Todo fue una experiencia porque en 1998 fuimos los productores de un programa infantil que se llamaba Caramelos e iba los domingos a la mañana”, recordó Daich.

Eran tiempos de enormes desafíos: “Hacíamos transmisiones desde Monte Hermoso, junto a Salvador Fernández, coberturas que eran una odisea. Se conectaba el enlace desde allí hasta Entel de Dorrego, luego a la misma empresa de telefonía en su sede de Bahía, pasando por la planta transmisora, para finalizar en el edificio de Smata, desde el cual se tiraba un cable de una cuadra hasta el destino final que era Canal 7”.

“Sobre mi tarea en el rubro publicitario, hay algo que pocos conocen y fue mi incursión en un boliche de Cerri que estaba arriba del Club Sansinena y se llamaba Río Viejo. Si bien no me dedicaba al manejo específico del local bailable que corría por cuenta de los dueños, hice todo el marketing y llenábamos los micros que salían desde Bahía, una locura”, contó entre risas.

Inmediatamente llegó el momento de desmenuzar lo que fue un hito en su vida profesional: “El programa radial ‘Latino’ nació en el pasillo del control del canal, en una charla con un compañero de trabajo, Daniel Abregos que se desempeñaba en Olimpia Publicidad como caricaturista, siendo quien tiene la mayor colección de cómics de Bahía Blanca. Me dijo que había una oportunidad de ir a FM Identidad que estaba sobre calle O’Higgins, le propuse hacer un programa con música en nuestro idioma y el nombre salió casi solo”. 

“Un día me crucé con Jorge Tirabasso y me dijo que era el único programa con el que LU2 no podía competir, por lo que me propuso sumarme a la emisora, merced a una agencia de publicidad que me produjo durante un año. Allí permanecí varias temporadas más, donde viví años gloriosos en la FM, al punto de que luego también me contrataron como locutor”, aseguró, inflando el pecho.

Aquella tira semanal le abrió puertas impensadas: “Viví experiencias únicas e inigualables como entrevistar a Ricky Martin cuando vino por primera vez a Bahía Blanca. Era un nene que había terminado de rodar ‘Menudo’ y estaba en el hotel de calle Avenida Colón acompañado de su mamá. También me di el lujo de hacerle notas a Ricardo Arjona, Ricardo Montaner, JAF, Sandra Mihanovich, CAE, Rata Blanca, entre otros”.

“Esa etapa de ‘Latino’ también encontró una veta interesante con lo que fue ‘El Rincón de los Más Chiquititos’ de la mano de Romina Farías. Sin dudas, se trató de un programa que me dio popularidad y muchas satisfacciones desde el punto de vista profesional”, sostuvo con el entusiasmo de haber logrado el objetivo. 

En el segmento final se adentró en cuestiones íntimas: “Respecto de mi vida personal, me casé allá por 1983, cuando asumió Raúl Alfonsín a la presidencia. Con mi primera esposa tuvimos dos hijos: Martín que es abogado y trabaja en Defensoría y Bárbara que hace tareas administrativas en una clínica”. 

“Hace 30 años estoy con mi segunda mujer, Sonia Segurola que es una de las mejores productoras de radio que dio la ciudad. De esa unión nacieron nuestros otros dos hijos: Francisco que es médico y en agosto pasado se afincó en Austria y Julián que es periodista. Soy abuelo de tres nietas: Juliana, Sara y Maia”, reveló con voz firme.

Gustavo junto a la recordada locutora Adriana González.

Al epílogo, consultado sobre lo que le queda por hacer profesionalmente hablando, resumió: “Por mi sangre pasa radio, la amo y no la voy a dejar, pese a que en algún momento se me cruzó por la cabeza poner una fecha límite. Hoy formo parte de La 100 porque me considero un apasionado que no puede soltar, como me ocurre también con mi agencia de publicidad.

Gustavo Daich aún siente la misma adrenalina que el primer día cuando se enciende la luz roja que indica que su voz está al aire. Un privilegiado que le ha entregado esfuerzo a lo que ama, logrando fusionar su amor por la radio con su talento para la comunicación comercial. Su historia es un recordatorio inspirador de cómo perseguir los sueños puede llevarnos a lugares inimaginables, donde el arte y la profesión se entrelazan de forma armoniosa.

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