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INFORME ESPECIAL

Coronavirus, en primera persona

En esta nota, el testimonio de vecinos que ya transitaron la enfermedad. Síntomas, miedos y secuelas.

Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24
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Mucha agua bajo el puente pasó desde que empezamos a hablar del Covid19. Allá por marzo del año pasado nos desayunamos con la llegada de un extraño virus que venía causando estragos en otras partes del mundo y que, de golpe, estaba en la Argentina. Y encima nos tiene todavía “tecleando” en medio de una terrible segunda ola.

En aquel momento, cuando se implementó la cuarentena obligatoria, fueron incontables las sensaciones. Tuvimos que ir aprendiendo sobre la marcha. Hubo que plantarse y resistir. O al menos intentarlo. De hecho, no todos pudieron. La enfermedad empezaba a cobrarse vidas.

El efecto en el plano psicológico fue inmediato. Y en estos espacios de La Brújula 24 te lo contamos: “Salud mental en tiempos de cuarentena: cómo impacta la nueva normalidad”

Hoy hablar de cifras puede resultar cansador, y esa no es la idea de esta crónica. Los enfermos se cuentan de a miles, los que ya no están también. Por eso en este informe te acercamos la palabra de vecinos que transitaron por la incertidumbre de saberse contagiados. Pasaron ese difícil trance y comparten sus sensaciones. Sus síntomas, miedos y secuelas. Sus experiencias marcadas por un contexto atípico. Su realidad.

La soledad es uno de los trances más duros para los enfermos.

Elvira tiene 65 años y es ama de casa. Y agradece poder contar por lo que pasó. “Estuve sintiéndome mal unos tres días, fui al doctor y me medicaron. Pero a la semana me puse muy mal, llegué al hospital al décimo día de tener el diagnóstico positivo y me internaron. Estuve aislada unos cuantos días. Con oxígeno, un casco que te ponen todo el tiempo porque no tenía aire en los pulmones, tenía una infección”.

“Salí de la sala de Covid una semana después, pasé a la de recuperación y fui mejorando de a poco. Hubo momentos en los que pude pensar, pero no los primeros días porque estaba mal. Gracias a Dios pude salir de ese momento. Creo que en total estuve 17 días en el hospital, después volví a mi casa, pero la recuperación es lenta”, relató.

“Lo único que pensás es en vivir”

En su relato, Elvira explicó la dura sensación de sentirse sola. “Cuando tomé conciencia de lo que me pasaba, al cuarto o quinto día, solo pensé en mi familia y en tratar de salir adelante por ellos. Pensaba en los que estaban afuera porque no los podía ver. Yo soy creyente y creo que Dios me ayudó muchísimo. No tenía aire, estaba todo el tiempo con oxígeno porque no respiraba. Luego la recuperación fue bastante rápida dentro de todo, es como que tuve que volver a aprender a respirar”.

“Solo sentís que querés vivir, estar con los tuyos, la pasás mal porque estás sola. Me atendieron muy bien, creo que los médicos están al frente de una enfermedad que no conocen y hacen todo lo posible por salvar a las personas, pero es muy difícil”, concluyó.

Para Nicolás, de 36 años, la situación fue diferente. Si bien la sintomatología que lo aquejó fue más leve, las secuelas aún persisten. Es empleado de una empresa de viajes y se enteró de que era positivo cuando volvió de un viaje con un contingente. Y ese momento no fue fácil, obvio. “Cuando me confirmaron que tenía Covid, la verdad que fue bravo, ya que estoy todo el tiempo laburando y fue mucha la amargura. Yo la atravesé tranquilo, de alguna manera, solo perdí el gusto y el olfato”, remarcó, aunque aclaró que a pesar del paso del tiempo, aún hoy “me agito rápido”.

Un caso similar es el de Matías (33), de profesión músico y contratista de mantenimiento de redes de Internet y TV. “Lo primero que pensé fue en cómo subsistir, ya que si no trabajo no tengo ingresos y de parte de las autoridades tanto municipales, provinciales y nacionales no tengo ninguna ayuda. Por suerte solo tuve síntomas leves, ardor de ojos, picazón de garganta, tos, dolor de cabeza y perdida de gusto y olfato”.

Leandro Fernández Suñer, conocido periodista bahiense e integrante del staff de LA BRÚJULA 24, padeció los avatares del coronavirus en dos oportunidades. Y con diferencia de pocos meses. Según aseveró, “difícilmente antes del primer síntoma fuerte uno pueda darse cuenta de que está incubando el virus, puede ser que recuerde algún dolor de cabeza común, aunque no me parecía indicativo de nada. En los dos casos me tocó muy distinto, la primera vez me afectó todo el sistema digestivo y la segunda fue como un resfrío muy fuerte”.

“En ambos fue característico el intenso dolor muscular, en las piernas fundamentalmente. En el primero no perdí el gusto ni el olfato, pero en la segunda sí, con lo cual me trastornó un poco la alimentación porque se alteró por completo el sentido del hambre y de la sed. También es cierto que uno se siente un poco extraño, incluso me animo a decir que queda alterada la sensibilidad en el tacto, en la piel, es bastante desagradable”, consideró el conductor.

El elemento emocional. Para Fernández Suñer, no se tiene mucho en cuenta “el estrés que genera el aislamiento, a veces uno se siente bien a los pocos días, el estado general cambia y tiene que seguir encerrado”. Y dijo que “es un trastorno general en la vida de uno y eso se pierde de vista. Es una alteración laboral y familiar que conspira contra la mejora general”.

“Es un trastorno general en la vida laboral y familiar, y eso a veces se pierde de vista”.

Siguiendo con este “compilado” de testimonios, nos encontramos con Juan Muñoz, un mecánico dental de la ciudad al que el coronavirus le cambió mucho la forma de ver las cosas. “Cuando me confirmaron el diagnóstico no pensaba que me iba a tocar, nos contagiamos con un grupo de amigos en Monte Hermoso. No fue lindo, yo escuchaba siempre que había que cuidarse y no creía que podía pasarme”.

“En mi caso, al ser una persona con glucosa alta y diabetes, entré con un cuadro grave al hospital y no me atendieron muy rápido. Me dijeron que me quedara en mi casa y me seguirían los pasos. Estuve tres o cuatro días con todos los síntomas, me costaba respirar y no sentía los sabores. Se aguantaba, pero después se me fue complicando con una neumonía y mi señora, que también tenía Covid, me llevó de vuelta a la clínica para que me internaran”, recordó.

Y detalló: “Tenía un pulmón complicado, la diabetes se me disparó y tuve 18 de presión. Fueron ocho días internado, los primeros tres horribles porque estaba encerrado, solo. En un momento pensé que estaba loco, hablaba hasta con las palomas. Veía a un médico a la mañana y a la tarde un enfermero que me daba los medicamentos, pero nada más. Me pusieron oxígeno, lloraba por la familia, mis hijos”. “Pensás cosas muy feas, porque te podés morir. Pero se ve que Dios no me quiso llevar arriba. Después fui mejorando por suerte. Me atendieron bien en el hospital, porque me ayudaban con todo lo que necesitaba”.

“Yo lloraba mucho por mi familia, pensás cosas feas cuando estás internado”

Secuelas. “Quedan algunas. Hay quienes te dicen que son unos meses, yo conozco gente que lo tuvo y como son deportistas ya están muy bien. En mi caso, que no hago, me siento a veces muy cansado y tengo un poco de tos. Además te queda el miedo por si te vuelve a pasar, ahora el virus está por todos lados y no sabés por dónde puede venir”.

Por último, aunque no por eso menos importante, quien relata su experiencia es Oscar Peralta, que trabaja en un taller de refrigeración. “Yo traté de tomarlo siempre con calma, cuando empecé con los síntomas me aislé. Perdí el olfato y fui al hospital, pero como ya me había aislado por las dudas, no me preocupé por contagiar a alguien”.

“Los primeros dos días después fueron casi normales, salvo por la molestia de no poder oler nada. Al tercer día tuve una sensación de falta de aire y ahogamiento; los días que siguieron fueron de cansancio, desgano, como si tuviera depresión y dolor físico leve”, comentó. Y explicó que a nivel secuelas “si bien no es constante, hay días que siento una debilidad en el aparato respiratorio; agitación, dolores de garganta, y sensación de ahogamiento y fatiga por momentos”.

Extremar cuidados, mientras seguimos esperando la llegada de vacunas. Las medidas principales de protección son la distancia de más de dos metros, el uso de barbijo, evitar lugares cerrados y lavarse las manos con frecuencia.

¿Por qué? La distancia de más de dos metros evita que lleguen las gotas respiratorias grandes (caen antes) pero también hace que se esté más lejos de los aerosoles que emite la otra persona que se concentran mucho más en su cercanía.

El barbijo tiene que usarse ajustado a la cara, cubriendo nariz, boca y mentón. El objetivo es que todo el aire salga e ingrese a través del mismo, por eso es importante que no haya espacios entre la tela y el rostro. Así se reducen no solo las gotas o aerosoles que se emiten, sino también las que llegan y se respiran.

El lavado frecuente de manos, en tanto, permite que, si se tocó una superficie con virus infectivo, este no ingrese al organismo a partir de que la persona se lleve la mano a la boca o a los ojos.

A tomar nota y seguir cuidándonos. Porque aún hoy, esa es nuestra principal herramienta.

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