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DE AYER A HOY

Alejandro Curino tomó distancia de la política partidaria: “Milito desde la ciencia”

Frontal y polémico, repasó su vida lejos de los primeros planos. Su niñez en un pueblo pampeano. El dolor que le causó tener que emigrar en 2001. Y la importancia de la figura de Néstor Kirchner en su regreso al país.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

En ocasiones, algunas personas optan por expresar sus apreciaciones, a sabiendas de que el precio que deben pagar por desnudar su ideología es muy alto. No lo pueden evitar, es más fuerte que la barrera imaginaria que pueden trazar para evitar las críticas que llueven desde todos los ángulos y, en tiempos de redes sociales, se generalizan.

Las convicciones son más fuertes, poco (o nada) les importa a ellos ir en contra de la corriente. Se someten al escarnio público y, salvo raras excepciones, no lo disfrutan ni se alimentan de todo tipo de descalificaciones. El doctor Alejandro Curino forjó su labor profesional dentro de un laboratorio. Sin embargo, independientemente de su rol como científico, hace algo más de una década emergió como un político sin pelos en la lengua. En La Brújula 24, nos proponemos conocerlo algo más.

“Nací en Capital Federal, más precisamente en Villa Martelli, donde ahora está Tecnópolis. Mi papá había empezado a estudiar Medicina, después abandonó, trabajó de colectivero, hasta que una hermana se recibió y le propuso abrir una farmacia en conjunto, en la cual también ayudaba mucho mi mamá. A mis 8 años me mudé a Winifreda, un pueblo muy chico y a la vez hermoso”, sintetizó sobre esos primeros pasos en este mundo.

Inmediatamente después añadió que “mi padre logró recibirse y tuvo la suerte de que el jefe de una clínica en la que había trabajado, había ejercido en esa localidad pampeana. Había surgido una vacante por el fallecimiento de un médico y es ahí donde obtuvo el puesto. Viajé junto a mis padres y mi hermano y ya nunca más volvió a Buenos Aires”.

“Pasé de vivir en una casa muy chiquitita, bien de ciudad, al campo. Veía El Llanero Solitario y Roy Rogers por TV y, de repente, me vi en un lugar bien rural, arriba de un caballo. Tuve una infancia y adolescencia muy interesante. La secundaria la hice en una escuela del pueblo, siendo esa etapa hermosa porque viajaban los profesores desde Santa Rosa a dar clases. Tal es así que al día de hoy nos seguimos reuniendo con muchos de aquellos compañeros de aula que viven en acá”, resaltó Curino.

Luego, relató que “concluí la secundaria y prácticamente me instalé en Bahía Blanca porque había empezado a cursar Biología en La Pampa, pero la universidad estaba surgiendo y no me satisfacía, algo que luego cambió con el paso de los años porque ha mejorado muchísimo. Me hablaban mucho de la Universidad del Sur y me alentaban a anotarme porque la otra opción era Buenos Aires, pero era más lejos y asustaba un poco la idea”.

“Me terminé anotando y me radiqué en Bahía, con apenas 20 años, mi primera esposa y mi hija mayor. Había hecho un curso de enfermería porque vengo de una familia muy humilde que no podía pagar mis estudios. Estábamos limitados económicamente y junto a quien era mi pareja que también tenía la misma especialización, brindamos el servicio a domicilio para poder costear la carrera, trabajando hasta que me gradué”, consideró, en una charla que recién estaba calentando motores.

Y refirió: “Luego nacieron mis otras dos hijas, me divorcié, volví a formar pareja y nació Néstor, en honor al expresidente Kirchner. Terminé la licenciatura, obtuve una beca del Conicet para hacer el doctorado y en el 2001, cuando finalicé la tesis, el organismo estaba cerrado. Como decíamos en ese momento, la única salida era Ezeiza, razón por lo cual me fui seis años a trabajar a Estados Unidos y tuvimos una muy buena formación”.

“Resultó muy útil dentro de la carrera del investigador, pero uno logra disfrutarlo solo cuando es algo elegido, no por obligación porque tenía un cargo docente y, con ese sueldo, solo podía pagar el alquiler en Bahía, no lograba ganar dinero para cubrir el resto de las necesidades. Sin dudas, fue una etapa cargada de angustia”, aseveró en otro tramo de su alocución.

Consultado respecto a la visión que tiene sobre la forma de gestionar la cosa pública: “Hay dos modelos económicos: uno es el de la derecha, que pretende que el país sea productor de materia prima primaria, lo cual no está mal, exportando lo que se produce en el campo y sin un desarrollo industrial, menos aún pensar en dejar valor agregado y viendo a la ciencia como algo que está de más”.

“Es correcto que en los años de Menem y De la Rúa no quisieran tener otro paradigma porque no necesitaban de nosotros. Pero si el modelo es diametralmente opuesto, donde en vez de exportar un chancho, que insisto tampoco está mal, el objetivo es promover el desarrollo de centrales nucleares, ahí sí se necesita de la ciencia”, aclaró.

Sobre ese contexto, infirió que “en ese momento, en medio de la crisis de comienzos de siglo, sentí que había elegido una carrera que era inútil en este país. Recuerdo que una vez, cuando le fuimos a pedir un aumento al ministro de Economía de ese entonces, Domingo Cavallo, nos mandó a lavar los platos. Es algo lógico porque en su estructura mental, nosotros éramos inútiles”.

“Me fui solo para no volver, muy frustrado y enojado, con la determinación de volver a Argentina de visita, una decisión difícil porque ya me había divorciado y dejaba a mis tres hijas que tenían sus novios, amistades y no manejaban del todo bien el inglés. No quería volver al país, pero los amigos del ambiente que tenía en Bahía y Capital me hablaban de un señor llamado Néstor Kirchner”, evocó con cierta nostalgia.

En ese sentido, rememoró: “Apenas asumió en 2003 como presidente comenzó con las políticas en favor de los investigadores, a los que les otorgó un incremento en sus salarios. Además, el Conicet empezó a enviar correos electrónicos a quienes habían sido becarios en el marco del Proyecto Raíces, por el cual volvieron a Argentina unos 1300 investigadores que habían sido parte de la fuga de cerebros”.

“En Estados Unidos viví con quien actualmente es mi pareja, que viajó a Norteamérica un año después que yo. En los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner empezaron a surgir cada vez más las becas para investigación y nuestro entorno nos sugería que aprovecháramos para dejar atrás el desarraigo”, expuso Curino.

No obstante, admitió que “al principio no lo creía, toda la vida tuve simpatía por el peronismo, pero aún había secuelas de lo que fue Menem con su modelo neoliberal. Notamos que esa corriente de apoyo para la ciencia se sostenía en el tiempo, además estaba la idea como pareja de tener un hijo que no naciera en Estados Unidos”.

“Mandamos los papeles al Conicet y en tres meses nos contestaron que estábamos aceptados, no lo dudamos y regresamos a nuestro país, dudando entre instalarnos en Buenos Aires o acá, hasta que el Instituto de Investigaciones Bioquímicas Bahía Blanca nos ofreció un lugar y el instrumental, con la promesa de armar el laboratorio”, contó el protagonista de esta ya tradicional sección de los sábados.

Inflando el pecho, resaltó: “Actualmente es un espacio que se dedica al estudio de la biología del cáncer y que no tiene nada que envidiar a los mejores grupos de investigación que hay en Buenos Aires. El impacto grande porque una forma de gestión me expulsó del país y hubo otra que me empujó a volver, todo en apenas seis años”.

“No obstante, más allá de que como experiencia fue muy buena, tomé la opción de emigrar porque me estaba muriendo de hambre. No pude elegir dónde radicarme porque quizás Estados Unidos no era el lugar más arraigado a mi ideología, pero no puedo negar que es un país que invierte en ciencias de manera apabullante”, expresó sobre el particular.

Paralelamente, trazó diferencias: “Sus institutos nacionales de salud son del Estado y, si bien tienen un modelo capitalista donde la salud no es pública, la desesperación me llevó a instalarme allá. Las otras opciones eran Inglaterra, Alemania y España, pero la puerta se abrió en Norteamérica y estaba mal económicamente. Mis hijas estaban en edad de comenzar la universidad. Una amiga me recomendó allá, si ella hubiese estado en un país europeo, no lo hubiese dudado porque me estaba muriendo de hambre”.

“Además de mi labor académica, cuando me radiqué en Bahía empecé a entender que debía involucrarme y militar en política, siendo concejal cuatro años y secretario municipal de Ciencias en otro idéntico período. Siempre me interesó, además de la biología, la historia argentina y cuando uno lee está muy relacionado con la política”, enunció desde el living de su casa del barrio Patagonia.

Su vida fue cambiando paulatinamente: “Sin pensar en un cargo determinado porque siempre fui docente e investigador, empecé a ligarme al partido y rápidamente surgió la propuesta para encabezar la lista de concejal en 2011 cuando Federico Susbielles se postuló para Intendente. Fue una experiencia maravillosa porque en el recinto hice una gran relación con todos los ediles, sean del partido que sean”.

“Ya en 2015 me convocó (Gustavo) Bevilacqua para la Secretaría de Desarrollo Social, pero no acepté porque requería de un trabajo full time como la concibo. Nunca quise dejar la docencia ni la investigación, por eso se creó la Secretaría de Ciencias y estuve hasta que el jefe comunal y Dámaso Larraburu pasaron del kirchnerismo al massismo y yo renuncié por una cuestión ideológica, más allá de que venía trabajando muy bien”, resaltó “Ale”.

En el epílogo, dejó un concepto en claro: “Mi militancia se da en el ámbito científico y tengo mucho contacto con el ministro Daniel Filmus que hace poco estuvo para inaugurar un bioterio, el cual estaba casi terminado cuando asumió (Mauricio) Macri y se frenó. Los modelos de ratones para estudiar las enfermedades estaban en un sótano, una millonada de pesos que era para agarrarse la cabeza. Con apoyo de la UNS pudimos terminarlo. Me despegué de la política local, pero también debo decir que no volví a ser llamado”.

Ya no tan sanguíneo como en sus tiempos ocupando cargos públicos, mantiene su postura reflexiva para plantarse ante la actualidad. No solo eso, mostró nostalgia al momento de revivir lo recorrido hasta el momento, con el beneplácito de haber logrado atravesar las tempestades de la manera que pudo y le dictaba el corazón. Y eso, no es para cualquiera.

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