Seguinos

De Ayer a Hoy

Medori: "A medida que la carrera progresa, uno va perdiendo la libertad"

El virtuoso guitarrista bahiense argumentó por qué optó por la docencia y permaneció cerca de su familia. El primer show con 40 grados de fiebre Y una certeza: “Para ser buen músico hay que estudiar mucho”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Desde muy chico, el talentoso artista que nos convoca en esta edición halló en la música un refugio y una pasión, gracias a la influencia de su familia. Rodeado de melodías y ritmos, comenzó a atesorar el arte musical desde temprana edad. Su entorno le proporcionó las herramientas necesarias para desarrollar su talento, apoyándolo en cada paso del camino. Fue así como tuvo la fortuna de contar con excelentes maestros que lo guiaron y le abrieron las puertas a numerosas oportunidades para destacar.

El profesionalismo y la dedicación del artista lo llevaron a superarse continuamente. Siempre dispuesto a aprender, se esforzó por absorber conocimientos y técnicas que lo convirtieron en un músico versátil y completo. Su amor por el folklore lo llevó a componer una gran cantidad de temas dentro de este género, donde encontró un espacio para expresarse y desarrollarse plenamente. Sin embargo, su curiosidad y deseo de expansión lo llevaron a incorporar ritmos españoles en sus interpretaciones, ampliando así su repertorio y estilo musical.

A pesar de que se le presentaron oportunidades para realizar giras y llevar su música a otros rincones, el artista decidió permanecer cerca de su familia. Valoró la importancia de estar presente en su entorno más cercano, priorizando sus lazos familiares sobre la fama y los viajes. Esta decisión no menguó su éxito; al contrario, lo consolidó como un artista comprometido y auténtico, cuyas creaciones resuenan con una sinceridad que toca el corazón de la audiencia. En “De Ayer A Hoy” accede a dar su testimonio Fernando Medori.

“Mi nombre completo es Fernando David Medori, apellido con fuertes raíces bahienses, que se hizo popular a partir de la fábrica de chacinados, la carnicería y un conocido pizzero de Villa Mitre. Soy hijo único, me crié en el barrio Villa Floresta, en la que por entonces era mi casa de Florida al 1000, a media cuadra del Regimiento”, evocó, al romper el hielo de una charla que iba a fluctuar por todas las emociones.

Y recordó que “mi papá trabajaba en Vialidad Provincia y mi mamá siempre fue ama de casa, una típica familia de clase media, en el marco de época que coincidió con aquella niñez en la que se podía dejar la puerta y la ventana abierta, jugando en la calle hasta el caer de la tarde sin temor”.

“La música fue un bichito que me picó desde chico, teniendo en cuenta que mi madre era profesora, pero cuando se casó no ejerció más y le quedó el piano en su casa. De niño ya era bastante autodidacta y sacaba melodías de oído, también con la influencia de mi abuela materna, una rama en la que había muchos músicos”, señaló, mientras acomodaba unas partituras.

De aquella infancia, postuló que “hice tanto jardín de infantes, como primaria y secundaria en la ENET Nº 1 César Cipolletti, actualmente Nº 2, donde me recibí en Electrónica. Ya en la preadolescencia descubrí la guitarra, instrumento que también me largué a tocar solo hasta que ingresé a la escuela de un bandoneonista muy conocido llamado Carlos Amado, quien daba clases en Bella Vista”. 

“Con él estuve un año y luego de dos sin tomar clases, apareció en mi vida quien con el tiempo iba a ser mi maestro, Luis Pesce. Si bien en mi juventud estaba de moda el rock nacional, en mi caso quedé fascinado con un disco de ‘Cacho’ Tirao que tenía mi padre, un gran artista que tocaba la clásica guitarra española o como se dice acá, la criolla”, afirmó Medori con tono firme. 

Su destino parecía marcado, todos veían en él un talento innato: “Si bien nunca me negaba a interpretar canciones en las reuniones familiares, puedo decir que la primera vez que toqué en vivo fue en un certamen allá por el año 1986, con apenas 15 años, al cual nos presentamos con un viejo amigo que lamentablemente ya falleció”.

“Aquel evento fue en el Teatro Don Bosco y a sala llena. Por esos días quedé afectado por un cuadro de gastroenteritis y levanté 40 grados de fiebre, por lo que una vez que terminó la presentación, me fui inmediatamente a mi casa a acostarme porque me sentía muy mal”, precisó, con una mueca de risa, recordando esa secuencia que lo puso a prueba. 

A partir de allí, sabiendo que transitaba por el camino que le dictaba su pasión, vinieron los momentos que más disfrutó:“Después de aquel episodio que fue una puerta que se abrió y aprovechando que Luis (Pesce) formaba dúos, tríos y cuartetos, me hice un lugar en sus eventos, que incluían shows en el Teatro Municipal, lo que con los años me animó a arrancar por mi cuenta”.

“El canto no es algo que me apasione, más allá de que en algunas canciones pongo mi voz, me considero solista del instrumento que amo ejecutar, lo que representa muchos desafíos y me anima a progresar. Inevitablemente tuve que armar un repertorio en el que tenía que darle un lugar a la letra de mis temas para estas ocasiones”, remarcó, con absoluta soltura y naturalidad.

Las influencias de bandas consagradas eran inevitables: “Coincidía con la etapa en la que solía escuchar las nuevas corrientes del rock, con temas de Pink Floyd, Genesis, Serú Giran y Sui Géneris, ideales para fogones y veladas. En ese tipo de momentos, uno termina entonando con la voz más por caradura que por virtuoso”. 

“Logré culminar con la carrera de profesorado y con 20 años me recibí, por lo que comencé a tener movimiento dando clases y tocando en algunos lugares. Después, cuando conocí a mi señora y al tiempo me casé con 23 años, razón por la cual dejé en un segundo plano la música”, lanzó, con cierta nostalgia. 

Consultado respecto de cómo matizó aquella pulsión por el arte y la vida cotidiana, apuntó: “Me dediqué a otros trabajos que iban desde manejar la aplanadora de asfalto en la Ruta Nº 33, hasta la venta de planes de ahorro, insumos informáticos y teléfonos celulares. A medida que fui ordenando mis tiempos, volví a agarrar la guitarra, dedicándole momentos en los ratos libres”.

“Mi idea era dedicarme full time a la música, algo que pude hacer recién hace unos años, cuando logré cambiar mi situación laboral. Fue allí que encontré, además, otra manera de canalizar mi gusto por este arte, ya sea ejerciendo la docencia y con la edición de videos”, aclaró Medori, exhibiendo una astucia especial para siempre enderezar el rumbo de su vida. 

En su esplendor, se abrieron algunas puertas: “Tuve la oportunidad de tocar en el Canal 9 de Buenos Aires para un programa que se llamaba Alma Gaucha que vino exclusivamente a mi casa a hacerme la nota. Edité un videoclip para CM Folklore que se emite por el Canal de la Música que era conducido por Francisco, hijo de uno de los hermanos Cuesta”. 

“También me di el lujo de interpretar mis temas en una propuesta que iba a la medianoche de Radio Continental Buenos Aires y en distintas emisoras locales, donde personas como ‘El Chula’ Orieta me abrieron las puertas de los medios. Y otro que también me permitió mostrar lo mío fue Rubén Baltián, con el que hicimos un programa en Radio Nacional”, planteó Fernando, sin olvidar a quiénes le brindaron un lugar.

Más acá en el tiempo, encontró nuevos desafíos: “En un determinado momento me adentré y descubrí una corriente maravillosa, que viene de la mano de la música española, siempre con la guitarra. Fue en ese momento que logré una linda conexión con Héctor Romero, quien con los años se convirtió en mi profesor del género flamenco”. 

“Él es un artista que se hizo conocido porque estaba en La Peluquería de Don Mateo, acompañando con la guitarra al personaje de ‘Pacotillo’ y las rumberas, en una producción de Gerardo Sofovich. Incluso, me invitó a tocar en la región y compartir algún curso intensivo, en un vínculo tan cercano que me llevó hace un tiempo a comprarle una guitarra flamenca”, resumió sobre su popular colega.

Dentro del ambiente, Medori es un referente: “Aprecio todo lo que me pasa en la profesión, una etapa muy importante fue mi incursión en Música en la Bahía, de Rubén Berman, quien me ayudó mucho en mi carrera, grabando recitales y enseñando tips del instrumento a través de videos que duraban no más de tres minutos”.

“Las perspectivas para un músico siempre son difíciles y Bahía Blanca no es la excepción porque cuesta mantenerse en actividad. En particular, al no vivir en una ciudad turística, es difícil encontrar lugares para tocar, aunque uno logra canalizar esa carencia por medio de la docencia, una rama de todo esto que hoy me permite tener muchos alumnos, incluso algunos de Estados Unidos y Europa a los que les puedo enseñar por Internet”, agregó. 

La contemporaneidad le plantea al entrevistado un desafío: “Dedico mucho tiempo a componer canciones en flamenco, folclore y otros estilos. Hoy, es una gran batalla introducir lo que uno hace y no porque a las personas no les gusta lo que uno crea. La gente disfruta de escuchar la guitarra, algo que me pasa incluso con los padres de mis alumnos, pero se complejiza desde el punto de vista comercial, porque es difícil que alguien venga y quiera producir a un artista en estos géneros porque no es lo que vende”. 

“En una época, empecé a transitar por un camino ascendente en cuanto a la difusión y la posibilidad de hacer giras, pero no lo concreté por completo porque soy una persona muy familiera que disfruta de estar en su hogar, junto a su entorno. Me aparté a tiempo y comencé a producir material audiovisual, más allá de que cada vez que me invitan a tocar hago lo imposible por estar presente y al día siguiente regresar a casa”, reconoció sin ponerse colorado. 

No obstante, declaró que “un claro ejemplo de esto lo viví cuando fui a las peñas de Cosquín, tanto las de verano como las de invierno, y pude compartir momentos muy bellos con folkloristas que hasta en el hotel te enseñaban de manera desinteresada. Sin embargo, el lado negativo por así decirlo es que estos eventos duraban más de una semana lejos de mi hábitat y los terminaba padeciendo”.

“Hoy, con los géneros más modernos que irrumpen en la escena musical, lo que se expone es que existen manifestaciones de las sociedades que respeto, pero que no escucho y al momento de evaluarlas desde un punto de vista más académico, muestran un descenso en cuanto a la calidad de música, poesía y nivel de composición”, evaluó con su mirada crítica.

SIn embargo, hay señales positivas: “Lo bueno es que existe una diversidad, sigue existiendo un público para lo clásico, tango, jazz, bossanova, entre otras alternativas. Ahora, las grandes firmas productoras invierten en estos personajes que emergen y los imponen, generando una realidad decadente en el sentido artístico porque antes para ser músico había que estudiar muchísimo y hoy se perdió esa cultura del esfuerzo”.

“Tanto mi esposa como mis tres hijos y ahora mis dos nietos me han sabido acompañar en todo el proceso y entendieron cómo era mi vida. Es muy difícil amalgamar lo profesional con lo familiar porque cuando uno empieza a progresar en la carrera artística pierde buena parte de su libertad al asumir los compromisos que te exige una productora e implican una gira de varias semanas”, reflejó el talentoso vecino bahiense que hace magia con las cuerdas.

Y finalizó siendo muy claro: “En mi caso puntual, cuando comencé a visualizar cómo eran las reglas de juego, opté por apartarme de ese mundo, de la vorágine de los viajes y compromisos fuera de Bahía Blanca para permanecer más cerca de mis seres queridos, disfrutando del tiempo juntos”.

A Fernando Medori se lo percibe feliz enseñando a nuevas generaciones de músicos con los que comparte sus conocimientos y experiencias, mientras continúa componiendo canciones que reflejan su esencia y talento. Su música, tanto en el ámbito del folklore como en los ritmos diversos en los que se zambulle, le ha otorgado una trascendencia que va más allá de las fronteras, inmortalizando esa filosofía como un referente en el mundo musical.

Más Leídas