WhatsApp de Publicidad
Seguinos

DE AYER A HOY

La vida de Levantesi: el empresario todo terreno que sigue apostando al futuro

La actualidad de uno de los más exitosos emprendedores de la historia de la ciudad. Sus años como líder en el rubro bolichero. La satisfacción de haber fundado la Unión Industrial en Bahía Blanca. Y su relación con Duhalde.

Por Leandro Grecco, redacción La Brújula 24
[email protected]

Para muchos, el destino está indefectiblemente marcado. Para otros se forja a partir de las acciones y decisiones que se toman en el trayecto, cometiendo errores y aciertos, pero siempre con la impronta de aquel que asume riesgos. En el ámbito empresarial de Bahía Blanca emerge un nombre –entre tantos otros notorios– que se fue abriendo camino con su capacidad de emprender y apostar por la ciudad, dando trabajo a cientos de familias y proyectando al territorio que lo vio nacer, con perspectivas que, aún el día de hoy, trascienden las fronteras y promueven una visión integral.

El caso de Edgardo Santos Levantesi tiene aristas que ameritan ser analizadas en profundidad. Supo nadar “como pez en el agua” en los diversos emprendimientos a nivel industrial, o en su rol como dirigente de organismos gubernamentales de relevancia nacional, del mismo modo que su desempeño con éxito en rubros como el de la gastronomía y la gestión de la noche a partir de su labor en locales bailables y salones de fiestas.

Aún activo, aunque dedicando su tiempo a bajar un cambio de la vorágine de décadas, para disfrutar de la vida dentro de lo que el contexto pandémico lo permite, el actual presidente del Grupo Masa Argentina le abrió las puertas de su vida a la redacción de este diario digital y, con el mismo entusiasmo que cuando su padre le firmó la patria potestad a sus 18 años con motivo de su irrupción en el mercado laboral, repasó buena parte de su pasado, se detuvo en analizar el presente y proyectó el futuro, apostando a profesionales a los que califica de notorios y capaces y les confía la responsabilidad para que él maneje la empresa desde afuera.

Al inicio de la jugosa charla, Levantesi exhibió una suerte de carta de presentación, comenzando a revelar algunos aspectos para muchos desconocidos: “Nací en Bahía, al igual que mis padres. Tengo dos hermanos, uno de ellos es Horacio (vicepresidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Bares, Confiterías y Afines de Bahía Blanca y Región Sudoeste de la Provincia de Buenos Aires). Curiosamente no terminé la secundaria porque me gustaban los negocios”.

Acompañado de sus hermanos y una de sus dos hijas (también es padre de un varón).

Después de rememorar que antes de cumplir los 18 ya había puesto una agencia de publicidad donde hacía vía pública, se sumergió en la primera experiencia que le dio notoriedad: “Inauguré Toovaks un 18 de octubre de 1968. Tenía apenas 22 años, Se construyó en un tramo del macizo de tierra que iba hasta el final de calle Fuerte Argentino donde en aquel entonces no había nada. En aquella época, un joven podía cumplir su sueño de ser empresario porque había plazo. Se usaba el pagaré con documentos y tenías accesos a las cuotas. La obra parecía una quijotada, en el medio de la nada misma. Y si me iba mal, me hacía mi casa en ese lote”.

“Edificar una propiedad para que funcione como boliche en Bahía era algo casi inédito y me inspiré en Mau Mau, un tradicional local bailable que conocí en Buenos Aires donde siempre viajé de manera periódica. Coincidió con el surgimiento de la calle Constitución de Mar del Plata con un perfil similar al que le quería dar a mi emprendimiento. Pretendía tomarle el movimiento social a las ciudades”, sostuvo, mientras se acomodaba en el sillón de su casa.

Inmediatamente después marcó un rasgo distintivo del boliche: “Siempre funcionó de lunes a lunes e inicialmente no entrabas si no ibas en pareja. Y no se te iba a ocurrir tratar de ingresar en zapatillas y sin traje. Te rebotaban, incluso a veces hasta no alcanzaba con ir bien vestido si no eras fulano de tal. Eso mismo repliqué aquí en Toovaks. Fui igual de riguroso y aún más que en Buenos Aires. Jamás privilegié la caja, ni fui cajero de mi propio negocio. Nunca estuvo vacío y una de las claves del éxito fue que jamás tomé alcohol y al poco tiempo que arranqué, dejé de fumar”.

Junto con el reconocido jockey Irineo Leguisamo.

“Era una pasión para mí que trascendió los tiempos, democracia y períodos de gobiernos militares. Me di el lujo de traer tres veces a Los Plateros. Vino Irineo Leguisamo (famoso jockey y figura del turf) que era amigo mío. Siempre fui de quedarme en la puerta y encargarme de decidir si alguien entraba o no”, consideró, entendiendo que los tiempos han cambiado y aquello que parece natural, hoy sería de compleja aplicación.

Sobre uno de los grandes misterios de la sociedad bahiense, Levantesi reveló aquello que despertó inquietud durante décadas: “Recuerdo que cuando el edificio estaba en la etapa final de la decoración no tenía el nombre. Entre sueños, empecé a acordarme de un perro que se llamaba ‘Bak’. Entonces lo anoté en una hoja. Le agregué el ‘Tu’ adelante y noté que sonaba lindo. Y pensé en cómo escribirlo y el logotipo del perro”, al tiempo que agregó: “Too’Cricks surgió a partir de la raíz del primero de los nombres y la idea era que no tenga ningún significado cada palabra en otro idioma extranjero. Solo buscaba que el nombre se escuche bien al oído”.

Levantesi (izquierda), un grupo de amigos y el fallecido cantante de Memphis La Blusera Adrián Otero (derecha).

A partir de entonces, surgieron algunas anécdotas: “Recuerdo que se hizo un gran almuerzo en el café-bar que estaba en la planta baja del salón de fiestas y vino nada menos que el presidente del Banco Provincia, un hombre de apellido Bullrich, que le entregó a la comuna el edificio que actualmente está pegado al Palacio Municipal Y la firma de la escritura se realizó en aquel evento en instalaciones de uno de mis emprendimientos”.

“No hay que generalizar. No todos los chicos se drogan o se emborrachan. Los jóvenes necesitan una familia que sirva como sostén y eso se perdió. En Toovaks venían familias o chicos que nos contaban que sus padres o sus abuelos se habían conocido en el boliche. La actitud de la gente frente a las modas cambió mucho y ponerme melancólico con el pasado, no sirve. Hoy existe juventud buena. Me fastidia escuchar que se asocie a los chicos de hoy con las fiestas clandestinas”, sostuvo enfáticamente.

Y siguió en esa misma dirección: “Los adolescentes que en su mayoría caen en la droga o el alcohol, cubren ausencias afectivas de su círculo íntimo. Lo que más me ayudó para estar en la noche lo aprendí cuando fui el presidente de la Federación Argentina de Propietarios de Boliches. El no haber tomado alcohol contribuyó para no repetir la experiencia de otros que ponían un local bailable y se fundían a los tres meses porque se tentaban con aquello que lo convertían más en un cliente que en un dueño”.

El mítico boliche bailable que divirtió a generaciones enteras.

En otro tramo de la conversación el diálogo derivó hacia uno de sus orgullos: “La Unión Industrial de Bahía Blanca (de la cual es presidente honorario y que se encamina a cumplir sus primeros y jóvenes 30 años) fue un hijo más para mi. Me costó bastante convencer a los primeros tres o cuatro que me acompañaron en su fundación. El primer gerente que elegí fue Juan Leiva, que además fue mi mano derecha. Junto a él emprendimos la búsqueda de socios que hoy le dan vida a una institución tan respetada a nivel nacional”.

“Cuando me vinculaba con industriales grandes del país notaba que en la ciudad no había una entidad que los pueda nuclear con un eje de desarrollo, más allá de alguna Cámara de Comercio que tenía otra finalidad. La premisa era contar con un discurso unificado que permita desarrollar la industria en una ciudad ávida de ese tipo de organismos. Tampoco la idea era ejecutar una copia fiel a lo que era Buenos Aires porque el tamaño es diametralmente opuesto para transpolar esos proyectos”, sostuvo Levantesi, de forma tajante.

En USA, con Monica Viglizo y Domingo Cantara, cuando se declaró el hermanamiento de Bahía Blanca y Jacksonville.

Por último, admitió un rasgo que el común de la sociedad desconoce y está ligado con un expresidentes de la Nación: “Mi relación con Eduardo Duhalde nace en la década del 90, cuando él era gobernador bonaerense y yo ocupaba un cargo en la Unión Industrial Argentina. Aquel vínculo se solidificó a partir del proyecto de la Zona Franca que hoy es una realidad pero que tuvo sus cimientos gracias a que me tocó ser una suerte de nexo entre él y el municipio bahiense que era de otro color político, en tiempos de la intendencia de Jaime Linares. Solíamos enviarnos mensajes con Duhalde para saludarnos en vísperas a las Fiestas. Es una persona a la que aprendí a respetar mucho”.

“Encontré en la política el lugar donde expresar ideas, pero me cansé de no ser oído. Y podría tener una fortuna, pero no lo hice porque no me presté a negocios turbios”, cerró. El grabador se apagó y la charla derivó hacia otros temas, tan interesantes como los volcados en este artículo y que quedarán, quizás para una futura nota periodística.

El libro de su actual empresa, con un contenido tan exclusivo como imperdible.

Lo más leído