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DE AYER A HOY

Mónica Nicosia: “La vida me golpeó, pero el amor de mis hijas es mi sostén”

Condujo “Mas Vale” durante 25 años, el programa de TV que marcó una época. Sufrió dolorosas pérdidas que dejaron huellas. El amor por la fonoaudiología. Y su actualidad lejos de las cámaras.

Por Leandro Grecco
Faceboook Leandro Carlos Grecco/Instagram @leandro.grecco/Twitter @leandrogrecco

“Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar”, reza la Biblia en 1 Corintios 10:13. Una sentencia que bien se podría aplicar al tránsito terrenal de tantos mortales que lidian con las contingencias que plantea la vida y a las cuales de nada sirve buscarles una explicación.

Sin embargo, los matices explican esos sinsabores combinados con momentos de sumo placer y satisfacción, de objetivos cumplidos y amor recíproco que se prodigan quienes atraviesan momentos críticos, donde aferrarse a la fe parece la única opción para mirar hacia delante y proyectar hasta donde el destino lo permita.

Mónica Nicosia entró a la casa de los bahienses a través de la pantalla de la TV durante 25 años brindando un servicio a la comunidad, valiéndose de su calidez y masividad. No obstante, en el derrotero tuvo que sortear los momentos más dolorosos que pueden presentarse y están vinculados con pérdidas irreparables. En La Brújula 24 conocemos algo más sobre su vida, repleta de espinas, pero también de rosas.

“Nací en el Hospital Privado del Sur. Vivimos en distintos sectores de la ciudad hasta que con mi familia nos instalamos en la esquina de Alvarado y 19 de Mayo, junto a mis padres, dos personas maravillosas, y mi hermana menor que falleció como consecuencia de un accidente de tránsito, a bordo de una moto, se llamaba Adriana, fue en septiembre de 1987 y tenía solo 25 años”, destacó al inicio de la charla, que deparaba secuencias movilizantes y emotivas.

Y describió: “Fue un golpe terrible, un antes y un después en mi vida porque teníamos ambas una relación muy estrecha, con amistades en común, tremendo realmente. Mis padres jamás lograron recuperarse. Cursé mis estudios en el Colegio La Inmaculada, desde primer grado a quinto año, una etapa en la que aún conservo a mis amistades, son personas que quiero muchísimo y el sostén junto a mis más íntimos. Incluso nos seguimos reuniendo”.

“Era una alumna a la que le gustaba estudiar, pero al mismo tiempo era de hacer lío. Una vez, porque estábamos en desacuerdo con un examen sorpresa, hicimos una sentada a modo de protesta. Para esa época era un montón. Siempre me gustaron las humanidades y materias vinculadas con lo social. Creo que luego seguí fonoaudiología porque está relacionado con la medicina y la comunicación”, enfatizó, al referirse a cómo encontró su vocación, con un rumbo claro.

Aquellos tiempos eran diferentes a los actuales: “Egresabas de la secundaria y tenías dos caminos: estudiar o trabajar, no existía el año sabático. Comencé la carrera de Fonoaudiología en el Instituto Avanza y la terminé en la Universidad de Mar del Plata donde hice la Licenciatura. No obstante, considero que donde me formé fue en la residencia del Hospital Rivadavia de Buenos Aires, donde trabajé durante un año y medio, siendo muy joven”.

“Era un lugar estricto al cual no podías llegar ni dos minutos tarde y debías cumplir las 8 horas diarias a rajatabla. Con mi gran amiga, Alejandra Delgado, nos levantábamos muy temprano y llegábamos fundidas al final de día. Tuve grandes maestros y aprendí todo lo que sé de audiología, que lo prioricé por sobre la parte del habla”, diferenció Nicosia.

En esa misma dirección, postuló que “me dedico a la audición, hago los estudios de diagnóstico para las patologías derivadas de esta rama de mi especialidad. Cuando volví, mi papá se enfermó y estuve trabajando cinco años ad honorem (algo que era muy frecuente) en el Hospital Municipal. Me fui relacionando hasta que conocí a los doctores Gustavo y Hugo Koll, sumándome al equipo del consultorio y conformando un verdadero equipazo”.

“Hasta el día de hoy desempeño mi labor profesional allí, me siento muy bien con ellos. También estudié Periodismo en el IDES donde tuve de maestros a los comunicadores de la época: Eduardo Cenci, Carlos Quiroga, ‘Tuerca’ Simonetti, entre otros”, aseveró, con relación a otro de los ítems que consideró fundamental para su preparación.

Un nuevo reto la puso a prueba: “Formé una familia, tuve tres hijas, una de ellas, la del medio, falleció al poco tiempo de nacer, tenía una hernia diafragmática. Otro golpe duro; mi vida está marcada por las grandes pérdidas a las que debo sumarle el deceso de mi marido Carlos (Muñoz), el hombre y compañero de mi vida. Nos gustaba mucho viajar y en ese sentido el rol de mis padres fue fundamental en la crianza de mis hijas y gracias a ellos pude trabajar, incluso colaborando económicamente”.

“Quedé viuda en 2018 como consecuencia de una enfermedad que se lo llevó de mi lado. Compartíamos muchas cosas, fue un adelantado respecto a la computación y programación y además era productor de programas de cable. Es allí donde también surge mi incorporación a la televisión, donde me convertí en pionera en lo que respecta a tratar frente a cámara los temas vinculados con la salud”, afirmó Mónica, quien en su postura siempre optimista, rescata los buenos momentos.

En otro viaje imaginario al pasado, rememoró aquel primer contacto con los medios: “Inicialmente tuve un programa en TV Cable que era una suerte de magazine, junto al ‘Chino’ Carrizo, y nos tocó producir un acto eleccionario. Hasta que con mi esposo encaramos el armado de un programa de cultura, se llamaba El Espejo de la Bahía y fue una propuesta que nos hizo el secretario de Cultura municipal de ese entonces, Ricardo Margo”.

“Era un espacio impresionante para todos los artistas, escritores y si bien no me tocó conducirlo, tenía a mi cargo la producción. Contaba con un gran respaldo de los referentes del área de la comuna, como es el caso de Juana Servidío, que era secretaria de Ricardo. Un día, hablando con Osvaldo Sierra, que era secretario de Salud, nos propone hacer prevención en televisión, sabiendo que los medios eran masivos”, apuntó, respecto a esa conversación que le abriría una oportunidad con un resultado exitoso e impensado.

Luego, expresó palabras elogiosas para quien le dio el voto de confianza: “A Osvaldo le estaré eternamente agradecida porque a comienzos de la década del 90 nace un producto audiovisual que tenía previsto un año de duración y estuvimos 25 al aire. El nombre inicialmente era ‘Más Vale Prevenir Que Curar’ y luego se abrevió a ‘Más Vale’, un programa que siempre se hizo en vivo y con llamados telefónicos al aire, en directo”.

“La adrenalina era impresionante, recibíamos preguntas de los televidentes y el profesional contestaba automáticamente desde el mismo estudio. Cuando se enfermó Carlos el programa siguió, pese a que no sentía energías. Debía desdoblarme para poner mi mejor cara hasta que no pude sostenerlo. Él estaba a cargo de la producción técnica y comercial de este programa y de otros y se hacía muy complicado en todo sentido”, admitió, en el segmento final del atrapante ida y vuelta.

Es así que se animó a lanzar una sentencia concluyente: “Siento que ‘Más Vale’ es un ciclo cumplido, me remite a él, hay que saber retirarse a tiempo y dejarle el espacio a la juventud. Durante los 25 años en los que estuve frente a cámara, la gente me paraba y me preguntaba ‘a qué ginecólogo ir’ o me manifestaba alguna dolencia propia o de algún familiar y me consultaba a qué profesional acudir”.

“Me sentaba en un restaurante y la moza me planteaba algún cuadro de salud y siempre les daba la referencia de los médicos en los que más confiaba. Y si me frenaban en la calle, mis hijas que eran chicas se enojaban porque no podíamos caminar ni siquiera dos cuadras sin ser interceptada por algún televidente”, evocó, con nostalgia y una sonrisa en su rostro.

Más allá de la alta exposición en aquellos años, también pudo transmitir conocimientos: “Fui docente en la Universidad Católica de La Plata, con sede en Bahía Blanca. Se trató de una experiencia altamente positiva, con muy buenas alumnas a las que llevaba a hacer las prácticas. Sin dudas que no me arrepiento un instante de esta vocación, la cual me ha llenado de satisfacciones”.

“Al día de hoy sigo ejerciendo la profesión, realizo el screening neonatal del bebé recién nacido y con aparatos especiales hacemos un estudio audiológico, por el cual se le toma la respuesta a la criatura. Es un estudio obligatorio por ley y me encanta, a lo que le sumo la atención a los adultos y los controles del vértigo y mareos de origen otológico”, aclaró Nicosia.

El confinamiento de meses atrás la afectaron pero, otra vez, se levantó: “La pandemia me pegó muy mal, mi mamá vino a vivir conmigo por espacio de un año y medio y falleció hace cuatro meses. Aún estoy en pleno proceso de duelo. El Covid me arrebató la vida social, la cual recién ahora lentamente estoy recuperando. Con mis hijas tenemos una excelente relación, tienen 31 y 26 años, las adoro y si hoy tuviera que definirme de algún modo, más que Mónica puedo decir que soy la mamá de Carola y Milagros”.

“Es un amor recíproco que me demuestran a diario con pequeños actos, acciones y palabras que me hacen dar gracias a Dios de tener a mi lado dos personas excelentes, humildes y trabajadoras. Una de ellas estudió Medicina y la otra Sistemas, adoptando el legado de sus padres y son un reflejo de lo que intentamos inculcarles en su crianza. Hoy tienen las bases sólidas para ser mi sostén y agradezco que así sea”, cerró.

Mónica tiene un ángel especial, brilla con luz propia. Cuenta con la calidez de quien hizo de la resiliencia una forma de vida. No se aflige por nimiedades, disfruta de cada instante grato que le entrega la vida, porque en definitiva tiene en claro que lo efímero de la existencia debe ser disfrutado al máximo, rodeada de su entorno más cercano y de los miles de bahienses que semana a semana se sentaban frente al TV.

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