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Cuando los monstruos vienen marchando

Stranger Things 4: El comienzo del fin que sorprende y aterra

La serie de los hermanos Duffer, uno de los pilares del exito de Netflix, entra en su epílogo más escalofriante. En La Brújula 24, aplaudimos y te damos datos del inicio de la última termporada.

Por Fernando Quiroga
Especial para La Brújula 24
Miami, Florida, Estados Unidos

La creciente expectativa del estreno de su cuarta temporada, no sólo fue cumplida sino superada. La maquinaria de homenaje ochentera más grande los últimos tiempos del streaming a través de Netflix, parece no solo no defraudar a fans y público general, sino elevar su puntería hacia la consagración de un producto que ya es de culto.

De la misma manera en que las primeras temporadas nos remitieron a la visión spielbergiana de ET, y Encuentros Cercanos del Tercer tipo e Indiana Jones (sin olvidar el lógico animus que nos remitía a los Goonies) esta cuarta temporada lo hace a su vez con clásicos del terror como Nightmare on Elm Street (Sí, la recordada “Pesadilla” con Freddy Krueger, ¿recuerdan?) o la icónica Poltergeist, donde tuvimos quizás el primer contacto con el Inframundo, el Upsida Down que tan claramente Stranger Things consagró en nuestra visión del mundo paranormal.

Lo sorpresivo y fascinante a la vez, es el fenómeno social que produce, donde la moda, la música y las tendencias son influenciadas por esta catarata de buen gusto. Por ejemplo, este fin de semana recientemente acaecido, el single de Kate Bush “Running up that Hill” original de 1985 y presente en el primer capítulo, volvió a la vida en los rankings del mundo, siendo la búsqueda más realizada en I Tunes.

Es cierto que después de tres temporadas atiborradas de sensibilidad retro, esta última (literalmente última, ya que los siete capítulos publicados, son los primeros siete de dos tandas; catorce episodios que cierran la historia) sigue la saga de los adolescentes inquisidores de lo fantástico, llegando a su fin con inusitada madurez; no solamente por la exposición de los géneros que sostiene, sino también por su narrativa. Hay una expansión de sentires, cristalizada en la profundidad de los abordajes, en los escenarios (cambiando de estados y hasta de país), y en la presentación del nuevo antagonista Vecna (nacido de Calabozos y Dragones) que definitivamente no es el demogorgon clásico; es mucho más profundo y aterrador.

La serie puede ser vista como un sólido entretenimiento, o admirada por el mundo que despliega iluminando a cada paso (como el video de Billie Jean), en un presente donde los productos audiovisuales presentan cada vez menos luces en el camino de la triste estandarización y la perdida de la belleza.

Definitivamente, la magia de la serie creada por los hermanos Duffer no es, únicamente, un homenaje certero a la década del synthpop. Es la posibilidad inequívoca de trasladar el entorno de ensueño que la define a las nuevas generaciones. Y en esa traslación de sentimientos, lo que se logra es una amalgama entre la realidad de aquellos años de neón y la sólida fantasía que los recrea; exacerbando la construcción mítica para entronizar no sólo un producto, sino para inmortalizar una estética.

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