WhatsApp de Publicidad
Seguinos

DE AYER A HOY

Liberto Ércoli: “Duermo en paz porque la UTN está en muy buenas manos”

El ex Decano repasó su infancia. El camino hasta convertirse por 20 años en la máxima autoridad de la casa de altos estudios. “Nací en una familia humilde, pero la educación era un valor”, resaltó.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

Bahía Blanca es, sin lugar a dudas, una plaza muy potente en materia educativa. Con el transcurrir de los años se convirtió en un faro para el sur argentino, en lo que respecta a su nivel académico y la formación de futuros profesionales, contando nada menos que con dos universidades nacionales ampliamente reconocidas, inclusive a nivel mundial, un verdadero orgullo para la ciudad y la región.

A las casas de altos estudios las forja su historia, una impronta que imprime reputación y el sello de lo público, aquello que iguala y permite un acceso equitativo a los saberes, garantizando que nadie quede en el camino sin, al menos, contar con una posibilidad. Usina del conocimiento, alberga no solo a estudiantes del Pago Chico, sino también de la región y buena parte del sur del país, que encuentra una amplia oferta de carreras.

Pero estos espacios no significarían nada sin el capital humano. Autoridades que ponen en valor el espectro que los llevó a convertirse en profesionales reconocidos. Hoy, La Brújula 24 se toma un café virtual con Liberto Ércoli, ex Decano de la Universidad Tecnológica Nacional. Recientemente jubilado, dejó sus impresiones sobre el paso por la institución, además de ofrecer pormenores del trayecto previo que lo llevaron a ser una personalidad de consulta permanente durante su gestión.

“Admito que mi nombre es más que curioso. El único que se llamaba igual y conocí fue mi padre ya fallecido, por eso siempre digo que soy el último de los Libertos en tono de broma. El origen de ese nombre, bastante común en Italia, radica de los esclavos de los romanos que se ganaban la libertad peleando o sirviendo a algún noble, certificándoles en un papel que había sido esclavo y ya estaba libre”, destacó Ércoli, en el momento de explayarse sobre la primera de las consultas.

Dispuesto a disfrutar de la charla y abierto a abordar las temáticas que vayan surgiendo, recordó que “me querían poner otro nombre, pero en 1951, en épocas del peronismo, no permitían aquellos que eran importados. Mi viejo se engranó con la empleada del registro civil y le dijo ‘póngale Liberto’, se dio media vuelta y se fue”.

“Soy bahiense, más precisamente nacido en la ciudad de Villa Mitre. Aquellos primeros años de vida los pasé en una casa que estaba sobre calle Falucho, a metros de la esquina con XX de Septiembre donde actualmente hay una inmobiliaria. Enfrente, sobre Maipú, vivían mis abuelos paternos donde en el presente habitan mis primos. Tengo un hermano nueve años mayor, Rubén, y siempre fue un protector para mi por la diferencia de edad que nos separaba”, indicó, reflexivo y nostálgico, aunque siempre con una sonrisa en su rostro.

La niñez fue un cimiento que lo respaldó: “Fue una infancia muy grata por tener tanta cercanía con la familia, pese a que al poco tiempo nos fuimos a Darregueira al 900, enfrente al club Pueyrredón, donde permanecí hasta que contraje matrimonio con 27 años. Los primeros años de casados fueron de alquiler en alquiler, hasta que llegamos a tener nuestra casa propia, en Bermúdez al 800. Mi papá era hijo de inmigrantes, tal es así que cuento con la ciudadanía italiana, al igual que mi esposa y mis hijos. Mi abuelo trabajó en una firma que se llamaba Agar Cross, como chofer de camiones”.

“Los dos primeros años de la primaria los hice en lo que era la Escuela Nº 109 de calle Thompson y luego pasé a la Escuela Nº 1 de Chiclana al 800. La secundaria la cursé en la Industrial que estaba enfrente y donde ahora hay una estación de servicio, en lo que era una barraca vieja. Recuerdo que una vez, habíamos tapado una ventana a la que le faltaba un vidrio con un mapamundi negro y entró un gato que se puso a saltar sobre los bancos, totalmente exaltado. Guardo grandes anécdotas de esa etapa”, sostuvo, con un pícaro semblante.

Claro que hubo valores innegociables en el seno del hogar, fundamentales para moldear su personalidad: “Mis papás eran muy humildes, pero en mi casa la educación era un valor porque ambos hijos fuimos ingenieros. Jugué al básquet en las infantiles de Pueyrredón, pero cuando comencé a tener clases en doble turno tuve que dejar. Muchos de mis amigos de aquella época hoy están desperdigados, el principal vive en Puerto Madryn como es el caso de uno particularmente entrañable: Héctor Soteras”.

“Una vez que concluí los estudios secundarios, allá por 1971, ingreso a la Universidad Tecnológica Nacional, un año más tarde hice el servicio militar estudiando y recuerdo que fue en ese momento que vino Perón, cuando Rucci le tuvo el paraguas y yo estaba de retén en esa visita. Me recibí de Ingeniero Mecánico, aunque mi primer trabajo fue en épocas de alumno secundario en Ludovico Madsen Reparaciones Navales, un taller de Villa Mitre que aún existe en Saavedra al 1700, a la vera del arroyo, donde fui aprendiz”, repasó, sobre sus primeras responsabilidades.

La educación lo atraía y se deja entrever en las palabras de Ércoli: “Al tiempo ingresé en el Conicet como Técnico en el Instituto Argentino de Oceanografía en la primera cuadra de la avenida Alem. Siempre fui aplicado y estudioso, creo que esas cualidades fueron las que hicieron que todos los profesores me ofrezcan ser ayudante. Apenas me recibí en 1977, el ingeniero Rivero que en ese momento daba una cátedra en la Universidad Nacional del Sur, me dijo que tenía muchos alumnos a su cargo, por eso le dí una mano, el paso previo al ingreso a la UTN, en 1979, donde hice un doctorado que me valió para titularizar y lugar en el que permanecí hasta diciembre de 2021, cuando me jubilé”.

“Me tocó vivir desde adentro todos los cambios, incluso como estudiante porque coincidió con el proceso de la dictadura, donde la universidad estuvo tomada por la patota de Ponce, con la fiambrera estacionada. Fueron años nefastos, tristes, muy duros y con asambleas casi permanentes que hacíamos en el playón de la UNS. Ya como docente, en la época de Alfonsín, tengo en la memoria las huelgas que se llevaban a cabo por los salarios bajos, algo que se fue repitiendo gobernara quien gobernara”, rememoró, a sabiendas de que el tramo entre las décadas del 70 y 80 fue convulsionado.

Pero se diferenció de cualquier tipo de sospecha, sobre las batallas que libraban: “No era un perfil combativo porque quien se desempeña en la UTN trabaja, estudia y no tiene tiempo para hacer política full time como ocurre en otros lugares. Sin embargo, el amor por la institución nos hacía luchar por mejores salarios y presupuestos, porque era habitual manejar valores muy exiguos que impedían crecer o tener nuevas carreras”.

“El 2001 fue un desastre y, casualmente, con la caída de De la Rúa, asumí como Decano, un cargo que ostenté hasta hace seis meses. Fueron en total cinco períodos de cuatro años y cada uno de ellos se define en una asamblea de la cual toman parte unas 100 personas compuestas por cada departamento que elige democráticamente. Nunca tuve una gran oposición, ni otro candidato que se postulara para una alternancia, hasta que en el sexto mandato cumplía 70 años y dejaba de ser docente obligatoriamente por Ley”, explicó, sobre lo prolongado de su gestión y el momento de poner punto final.

Y lo desmenuzó: “Ahí entendí que era un buen momento para que un grupo de personas que había formado, entre ellas Alejandro Staffa, mi sucesor y Vicedecano en mi última etapa, un muchacho con valores fuera de serie y una formación académica más que interesante. Aquellos a los que sumé a mi equipo de gestión cuando tenían 30 años, hoy tienen 50 y me pareció que era la hora de ellos, porque nunca fue mi intención cortarle la carrera a nadie. Duermo en paz porque sé que la Facultad está en excelentes manos”.

“Los cambios que se produjeron fueron muchos, se creció desde el punto de vista edilicio, construimos instalaciones en el Parque Industrial, por un convenio con Vialidad Nacional tenemos un espacio muy grande en Berutti y Montevideo. La mitad de ese predio prácticamente la tenemos nosotros en sesión de uso. Contamos con un campus deportivo de seis hectáreas que nos donó Jorge Bonacorsi, detrás de su cementerio privado”, destacó, en relación a los progresos de la UTN.

Luego, se detuvo en el punto más céntrico de la casa de altos estudios: “La sede de calle 11 de Abril también tuvo su transformación porque eran dos edificios en torre, con una casa muy grande pero antigua. En ese palacio de la avenida Alem comenzó la UTN y dicho inmueble había sido comprado por el ingeniero Egidi, primer decano democrático de la Facultad. Lo que hicimos fue transformarla a una nueva torre de oficinas nuevas modernas de tres pisos, también colocamos una cubierta que va de un extremo al otro, por eso pudimos crear una suerte de plaza que hace las veces de salón de actos para que los chicos estudien. Ahora se está finalizando la cuarta etapa de refuncionalización por cuestiones de seguridad, con cambio de baños que estará todo listo a mitad de este año”.

“Y en lo académico logramos sumar más propuestas educativas, carreras que tienen que ver con la interdisciplinar y la computación, por ejemplo una licenciatura en Comercio Electrónico, una tecnicatura en Programación y varios postgrados que acuden a cubrir una demanda que viene incluso de mi época de estudiante, cuando tuve que doctorarme en la UNS. También es destacable contar con investigadores en exclusiva que trabajan en el Conicet”, celebró, orgulloso y a sabiendas de haber logrado un objetivo planteado y que no fue fácil de hacerlo realidad.

“A partir de 2003, las carreras de ingeniería acreditan ante la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria, nos obligó a hacer crecer la investigación. Debo admitir que cuando asumió Néstor Kirchner la presidencia, aumentó mucho el presupuesto educativo y hubo muchas obras”, resaltó, reivindicando una política de estado que facilitó la expansión.

Pero no dudó en admitir que no vio cristalizado todo lo que se propuso: “No obstante, mi cuenta pendiente en mi paso la UTN fue haber contado con tierras para, en lugar de haber apostado en mejorar las torres de 11 de Abril, hubiésemos invertido en hacer un campus más funcional. Hoy, en esa sede se mueven dos mil personas en una construcción vertical en horas pico, por eso si deja de funcionar un ascensor es dramático”.

“Estamos tramitando con el municipio, a partir de un convenio firmado con la Agencia de Administración de Bienes del Estado, la cesión de las tierras que están enfrente de Vialidad, donde hay una manzana libre en la ex Villa Quilmes. Eso viene en avanzado trámite de habilitación, pero a un ritmo lento, por lo que la espera se hace demasiado larga. Me hubiese gustado irme con esas tierras escrituradas a nombre de la UTN, más allá de que eso va a ocurrir porque además existe un apoyo muy grande por fuerte de la gestión de Héctor Gay con la gente de Tierras de la comuna. Tampoco ayudaron mucho los dos años de pandemia en ese sentido”, lamentó un contrariado Ércoli.

Inmediatamente, accedió a retomar la conversación sobre su vida personal: “Cuando conocí a mi esposa iba a la Escuela Industrial y ella a La Inmaculada. Por ese entonces yo tenía 17 años y nos pusimos de novios. Se llama Marta, se recibió de Psicóloga y ese contraste entre mi perfil orientado a las ciencias duras con el de ella hacia lo social nos convirtió en compatibles, ambos crecimos con la impronta del otro. Actualmente tiene su consultorio, fue docente del Instituto Juan XXIII como parte de la Universidad del Salvador y ahora da cursos para adultos mayores integrados de PAMI”.

“De esa unión llegaron dos hijos. Pablo que acaba de cumplir 40 años y vive en España, es médico recibido en la UBA, con un postgrado en gastroenterología infantil y está radicado en la ciudad de Granada, luego de un prolongado tiempo en Barcelona. Y Julieta es tres años menor, estudió Arquitectura en la misma universidad y vive en Buenos Aires, porque trabaja en el Ministerio de Planificación, algo que la tiene muy contenta porque tiene a su cargo supervisar grandes obras. Tengo un nieto de cinco años de mi nuera andaluza y otro en camino que está previsto que nazca en agosto también en Europa”, recalcó, con un brillo en los ojos de quien aguarda que se agrande la familia.

No fue fácil ver cómo sus hijos abandonaron el hogar, pero supo capitalizarlo de forma positiva: “El nido vacío lo tuvimos muy rápido porque ambos se fueron de la ciudad a los 17 años, por eso pudimos con mi esposa concretar proyectos comunes como la construcción de una casa en Sierra de la Ventana y un gran número de viajes por el mundo, invirtiendo nuestros ahorros para tal fin. Siempre digo que si tuviera la oportunidad de elegir a una mujer, volvería a optar por mi esposa porque es una compañera que me apuntaló en mi carrera, supo estar al pie del cañón cuando surgieron problemas y se bancó el doctorado con dos hijos”.

“Si bien me jubilé en diciembre, como en enero y febrero no hay alumnos en la universidad no sentí tanto el cambio. Recién en marzo, cuando comenzaron las clases y me empezaron a llegar menos mails y mensajes de Whatsapp, empecé a tomar conciencia de que estaba afuera de la gestión, en ese trabajo de emergencia, dejando de lado la planificación a largo plazo”, expuso.

Para el final, Liberto se apoyó en la necesidad de no quedarse quieto: “Ahora, tengo más tiempo para mí: empecé guitarra, con mi esposa vamos a aprender a bailar tango y estoy trabajando para el Rectorado de la UTN en Buenos Aires y para el decanato en una tarea de asesor, en lo que es evaluaciones y proyecto de desarrollo institucional. Con la experiencia que uno recolectó, puede ayudarles a los más jóvenes a aportar un punto de vista. Ellos tienen el empuje, en mi caso la sapiencia de haber gestionado durante tantos años. Y tengo un canal de Youtube que lleva mi nombre donde están subidas mis clases de Mecánica Racional  y que funciona como un foro de discusión sobre la mecánica y los mecanismos”.

Desembarazado de las obligaciones más urgentes, pudiendo disfrutar de la vida sin el hastío de las preocupaciones rutinarias, hoy atiende cuestiones más urgentes, pero en lo que respecta a su persona. Por eso, no reniega del paso de los años, vive con la misma intensidad que hasta hace unos meses cuando el reloj marcaba el rumbo de sus días. Liberto Ércoli dejó como enseñanza que al momento de proponerse un objetivo, no hay barreras que impidan concretarlo.

Lo más leído